Fernando García Ramírez
Lupa Ciudadana – Reflexión
20-09-06
La primera etapa de Lupa Ciudadana (dedicada a crear una memoria crítica de las declaraciones y promesas de los candidatos a la Presidencia de la República) ha llegado a su fin. Debido a la coyuntura inédita que vivió nuestro país (un candidato impugnó, a través del Tribunal Federal Electoral del Poder Judicial, los resultados de la elección, y el Tribunal falló en contra de sus impugnaciones), ampliamos la cobertura y cubrimos el conflicto postelectoral: publicamos las declaraciones de los todavía candidatos del PAN y la Coalición por el Bien de Todos, así como las declaraciones más importantes de los principales actores (dirigentes, voceros, etc.) de ambos partidos; todos los documentos (desplegados, anuncios, cartas) que se generaron durante la controversia; los principales argumentos impugnadores (así como sus contraargumentos); y las opiniones de los más destacados escritores, intelectuales y editorialistas sobre el proceso postelectoral. Todo este material –los discursos de campaña y sus evaluaciones, y el seguimiento del conflicto postelectoral- se podrá consultar permanentemente en esta página web. Pretendemos con ello crear una memoria crítica, de interés para los estudiosos, pero también para todo aquel ciudadano que quiera cotejar las declaraciones futuras de los actores políticos con lo que anteriormente dijeron. Es tarea de la ciudadanía impedir la impunidad declarativa: México debe dejar de ser un país sin memoria.
¿Qué sigue? Nuestra labor –de vigilancia de los poderes públicos- apenas comienza. En los próximos meses lanzaremos, alojados en este mismo portal web, los siguientes proyectos: Lupa Ciudadana Poder Legislativo (que dará seguimiento crítico, desde el 1° de noviembre, a los quehaceres de los 500 diputados federales y los 132 senadores de la República); Lupa Ciudadana Poder Ejecutivo (que recogerá, desde el 1° de diciembre, todas las declaraciones, y hará la crítica de las mismas, del titular de la Presidencia y de sus principales Secretarios de Estado); y Lupa Ciudadana Distrito Federal (que, desde el 4 de diciembre, se encargará de hacer un registro crítico de las declaraciones del Jefe de Gobierno del Distrito Federal y de sus principales colaboradores).
Cada uno de estos proyectos perseguirá el mismo fin: vigilar a los poderes públicos, brindar a la ciudadanía instrumentos para que vaya acotando la discrecionalidad con la que actúa nuestra clase política. Nuestro objetivo –consolidar y ampliar los cauces de nuestra democracia- se verá cumplido si una ciudadanía activa hace suyo este sitio. Para cumplir dicho objetivo, Lupa Ciudadana enfatizará el contacto directo con sus usuarios, hará más interactivas sus funciones; se propone, en fin, brindar un servicio a la ciudadanía, fortalecer sus cimientos.
Mientras trabajamos en la preparación de las siguientes etapas, Lupa Ciudadana brindará el seguimiento de las declaraciones del presidente electo, Felipe Calderón Hinojosa, sin soslayar por ello las participaciones del ex candidato Andrés Manuel López Obrador. Lo hacemos en el ánimo de no excluir a nadie, bajo el supuesto de que entre todos –titulares y opositores- construiremos un mejor país.
20 de septiembre de 2006
18 de septiembre de 2006
“¡Traidor, traidor!”
Ciro Gómez Leyva
Milenio - La Historia en Breve
18/09/2006
Dante Delgado tuvo que acercarse a la pasmada Elena Poniatowska. “Siga leyendo, siga leyendo”, le dijo al oído con firmeza diplomática.
Poniatowska dejó correr todavía unos segundos antes de retomar la lectura del discurso inaugural de la Convención Nacional Democrática, que había sido interrumpido por el grito “¡traidor, traidor”!”, que la multitud le dedicaba a Cuauhtémoc Cárdenas por haberse osado a criticar un par de días antes a Andrés Manuel López Obrador; por advertirle que sería un craso error jugar a ser un “presidente en rebeldía”.
Poniatowska parecía cobrarse, a la vez, el atrevimiento de Cárdenas por haberle escrito una carta invitándola a reflexionar. La dulce Elena decidía tirar la imagen del ingeniero a la jaula de los lobos hambrientos. Fiel estampa de lo que ha sido el lopezobradorismo en las últimas semanas: autoengaño, intolerancia y sevicia. La noche del 2 de julio tenía al menos a 15 millones de almas en la bolsa y al México político en un puño. El sábado, en una convención sin representación efectiva, se desvanecía en un circense acto de onanismo masivo. Pero quien se atreve a decírselos es un traidor.
¿Quién se hace cargo de la derrota? ¿Quién ahí adentro encarará a López Obrador para reprocharle que dilapidara una ventaja tan formidable que llegó atener a los adversarios de rodillas, rezando para que el tsunami amarillo fuera benevolente con ellos? ¿Todo es culpa de la “propaganda sucia”, de la lengua de Fox? ¿Cuántos nuevos adeptos tiene hoy el “movimiento”? ¿Quién, honestamente, cree que la autoridad moral de Andrés Manuel es más grande hoy que en julio, mayo, marzo...? ¿Quién se hace cargo de los millones que votaron por él y hoy vomitan al “presidente legítimo”?
Es un desastre. Lo que López Obrador y su pequeño círculo (ni siquiera fueron capaces de abrirle al “pueblo” un lugar en las tres comisiones creadas por la convención) han hecho con la esperanza de millones de personas es una infamia.
Dilapidaron una gran cosecha de votos a cambio de, Carlos Marín dixit, crearse su república patito; a cambio de convencerse a sí mismos que son los elegidos para purificar a la sociedad.
Cuauhtémoc Cárdenas debe estar tranquilo. Es un honor ser acusado de traidor por la intolerancia democrática nacional.
gomezleyva@milenio.com
Milenio - La Historia en Breve
18/09/2006
Dante Delgado tuvo que acercarse a la pasmada Elena Poniatowska. “Siga leyendo, siga leyendo”, le dijo al oído con firmeza diplomática.
Poniatowska dejó correr todavía unos segundos antes de retomar la lectura del discurso inaugural de la Convención Nacional Democrática, que había sido interrumpido por el grito “¡traidor, traidor”!”, que la multitud le dedicaba a Cuauhtémoc Cárdenas por haberse osado a criticar un par de días antes a Andrés Manuel López Obrador; por advertirle que sería un craso error jugar a ser un “presidente en rebeldía”.
Poniatowska parecía cobrarse, a la vez, el atrevimiento de Cárdenas por haberle escrito una carta invitándola a reflexionar. La dulce Elena decidía tirar la imagen del ingeniero a la jaula de los lobos hambrientos. Fiel estampa de lo que ha sido el lopezobradorismo en las últimas semanas: autoengaño, intolerancia y sevicia. La noche del 2 de julio tenía al menos a 15 millones de almas en la bolsa y al México político en un puño. El sábado, en una convención sin representación efectiva, se desvanecía en un circense acto de onanismo masivo. Pero quien se atreve a decírselos es un traidor.
¿Quién se hace cargo de la derrota? ¿Quién ahí adentro encarará a López Obrador para reprocharle que dilapidara una ventaja tan formidable que llegó atener a los adversarios de rodillas, rezando para que el tsunami amarillo fuera benevolente con ellos? ¿Todo es culpa de la “propaganda sucia”, de la lengua de Fox? ¿Cuántos nuevos adeptos tiene hoy el “movimiento”? ¿Quién, honestamente, cree que la autoridad moral de Andrés Manuel es más grande hoy que en julio, mayo, marzo...? ¿Quién se hace cargo de los millones que votaron por él y hoy vomitan al “presidente legítimo”?
Es un desastre. Lo que López Obrador y su pequeño círculo (ni siquiera fueron capaces de abrirle al “pueblo” un lugar en las tres comisiones creadas por la convención) han hecho con la esperanza de millones de personas es una infamia.
Dilapidaron una gran cosecha de votos a cambio de, Carlos Marín dixit, crearse su república patito; a cambio de convencerse a sí mismos que son los elegidos para purificar a la sociedad.
Cuauhtémoc Cárdenas debe estar tranquilo. Es un honor ser acusado de traidor por la intolerancia democrática nacional.
gomezleyva@milenio.com
La decepción nacional democrática
Benito Nacif
Excélsior
18-09-06
La campaña de resistencia civil lanzada por Andrés Manuel López Obrador, el candidato presidencial de la coalición Por el Bien de Todos, ha sido un rotundo fracaso. Ha fallado en la realización de sus objetivos y, el costo para quienes han participado en ella, principalmente el PRD, ha sido muy alto.
A poco más de dos meses de que López Obrador convocara a sus huestes a luchar en contra del resultado electoral anunciado por el IFE, conviene recordar cuáles eran las metas de la movilización. Esencialmente, se buscaban dos cosas. Primero, convencer a la opinión pública de la existencia de un gran fraude electoral orquestado con el propósito de robarle la elección al "candidato del pueblo". Segundo, presionar al Tribunal Electoral para que invalidara la elección de Presidente de la República.
El recuento voto por voto fue su mejor carta en este juego. Al parecer, saldrían ganando cualquiera que fuera el resultado. Si el TEPJF rechazaba la petición de un recuento total, tal como terminó ocurriendo, de todas formas serviría para desacreditar el triunfo de Felipe Calderón. Por otro lado, si por alguna razón se procedía a abrir todos los paquetes y se reconfirmara la ventaja del "candidato de la derecha", las inconsistencias y los errores encontrados serían material suficiente para "reventar" la elección. López Obrador, el genio de la política, había encontrado la respuesta al predicamento al que él mismo había llevado a sus seguidores, tras una campaña electoral plagada de desaciertos en la que despilfarró una ventaja de al menos diez puntos en las encuestas.
Pero, la ejecución de la campaña de resistencia civil fue un desastre y la fortaleza de las instituciones electorales mucho mayor de lo esperado. Con el paso del tiempo, el convencimiento de que Felipe Calderón ganó la elección no sólo se mantuvo, sino que ha ido en aumento. El IFE ha resistido la campaña de descrédito emprendida por el PRD y sus aliados en la coalición; sigue siendo, después del Ejército, la institución pública con mayor credibilidad en el país. Las resoluciones del Tribunal Electoral, desde el rechazo al recuento voto por voto hasta la declaración de Presidente electo, han tenido enorme aceptación en la opinión pública.
Al mismo tiempo, la popularidad de López Obrador se ha desplomado. A cada acción relevante de la campaña de resistencia civil ha seguido el rechazo abrumador de la opinión pública. Pero López Obrador no ha caído solo, se ha llevado consigo al PRD y al actual jefe de Gobierno del DF, Alejandro Encinas. El PRD, cuya imagen mejoró sustancialmente durante la campaña contra el desafuero, ha recuperado su reputación de partido conflictivo y violento. Su aceptación entre el electorado ha caído por debajo de los niveles a los que llegó con los escándalos de corrupción de 2004. Si López Obrador tuviera un jefe, ya lo hubiera despedido.
Pero López Obrador no rinde cuentas a nadie. Para salir del nuevo embrollo al que seguramente lo llevaría el fallo adverso del Tribunal Electoral, decidió organizar la Convención Nacional Democrática. Este evento sería el escenario para proclamarse "presidente legítimo" y anunciar al mundo entero que se mantendría a la cabeza del movimiento, por encima de cualquier otro liderazgo −formal o informal− dentro del PRD.
Aun así, en este ejercicio de egocentrismo político, algunos líderes de izquierda vieron también una oportunidad. La Convención Nacional podría ser también el momento apropiado para definir un nuevo curso de acción que, apartando al PRD de su confrontación con las instituciones, detuviera su caída. La carta pública de Cuauhtémoc Cárdenas a Elena Poniatowska hizo crecer las expectativas de un cambio de rumbo. En ella, el líder fundador del PRD hace un fuerte llamado de atención sobre la intolerancia que priva en el círculo más cercano a López Obrador e invita a tomar distancia respecto al movimiento de resistencia civil.
Sin embargo, la Convención fue más de lo mismo. No hubo sorpresas. Las esperanzas de que López Obrador saliera de la Convención simplemente como "coordinador de la resistencia civil" se vinieron abajo. Al parecer ya no le importa hacer el ridículo ni recuperar el respeto del que alguna vez gozó en la opinión pública. Tal como estaba escrito en el guión, los "delegados" alzaron la mano para nombrarlo "presidente legítimo". Asimismo, tampoco hubo cambios en los objetivos del movimiento. Su principal razón de ser seguirá siendo el hacerle la vida imposible a Felipe Calderón. Sobre cómo refundar la República o purificar las instituciones poco o nada se dijo; por ahora, lo que importa es hacer protestas en todos los lugares donde se presente el "usurpador".
Quizás el único resultado positivo de la tan anunciada Convención es que coincidió con el fin del plantón que por más de cuarenta días mantuvo bloquedas las calles del centro de la Ciudad de México, incluido el Paseo de la Reforma. Un poco tarde, pero finalmente el PRD corrigió el error más costoso en este concierto de desatinos que ha sido hasta ahora la campaña de resistencia civil.
bnacifmx@yahoo.com
Excélsior
18-09-06
La campaña de resistencia civil lanzada por Andrés Manuel López Obrador, el candidato presidencial de la coalición Por el Bien de Todos, ha sido un rotundo fracaso. Ha fallado en la realización de sus objetivos y, el costo para quienes han participado en ella, principalmente el PRD, ha sido muy alto.
A poco más de dos meses de que López Obrador convocara a sus huestes a luchar en contra del resultado electoral anunciado por el IFE, conviene recordar cuáles eran las metas de la movilización. Esencialmente, se buscaban dos cosas. Primero, convencer a la opinión pública de la existencia de un gran fraude electoral orquestado con el propósito de robarle la elección al "candidato del pueblo". Segundo, presionar al Tribunal Electoral para que invalidara la elección de Presidente de la República.
El recuento voto por voto fue su mejor carta en este juego. Al parecer, saldrían ganando cualquiera que fuera el resultado. Si el TEPJF rechazaba la petición de un recuento total, tal como terminó ocurriendo, de todas formas serviría para desacreditar el triunfo de Felipe Calderón. Por otro lado, si por alguna razón se procedía a abrir todos los paquetes y se reconfirmara la ventaja del "candidato de la derecha", las inconsistencias y los errores encontrados serían material suficiente para "reventar" la elección. López Obrador, el genio de la política, había encontrado la respuesta al predicamento al que él mismo había llevado a sus seguidores, tras una campaña electoral plagada de desaciertos en la que despilfarró una ventaja de al menos diez puntos en las encuestas.
Pero, la ejecución de la campaña de resistencia civil fue un desastre y la fortaleza de las instituciones electorales mucho mayor de lo esperado. Con el paso del tiempo, el convencimiento de que Felipe Calderón ganó la elección no sólo se mantuvo, sino que ha ido en aumento. El IFE ha resistido la campaña de descrédito emprendida por el PRD y sus aliados en la coalición; sigue siendo, después del Ejército, la institución pública con mayor credibilidad en el país. Las resoluciones del Tribunal Electoral, desde el rechazo al recuento voto por voto hasta la declaración de Presidente electo, han tenido enorme aceptación en la opinión pública.
Al mismo tiempo, la popularidad de López Obrador se ha desplomado. A cada acción relevante de la campaña de resistencia civil ha seguido el rechazo abrumador de la opinión pública. Pero López Obrador no ha caído solo, se ha llevado consigo al PRD y al actual jefe de Gobierno del DF, Alejandro Encinas. El PRD, cuya imagen mejoró sustancialmente durante la campaña contra el desafuero, ha recuperado su reputación de partido conflictivo y violento. Su aceptación entre el electorado ha caído por debajo de los niveles a los que llegó con los escándalos de corrupción de 2004. Si López Obrador tuviera un jefe, ya lo hubiera despedido.
Pero López Obrador no rinde cuentas a nadie. Para salir del nuevo embrollo al que seguramente lo llevaría el fallo adverso del Tribunal Electoral, decidió organizar la Convención Nacional Democrática. Este evento sería el escenario para proclamarse "presidente legítimo" y anunciar al mundo entero que se mantendría a la cabeza del movimiento, por encima de cualquier otro liderazgo −formal o informal− dentro del PRD.
Aun así, en este ejercicio de egocentrismo político, algunos líderes de izquierda vieron también una oportunidad. La Convención Nacional podría ser también el momento apropiado para definir un nuevo curso de acción que, apartando al PRD de su confrontación con las instituciones, detuviera su caída. La carta pública de Cuauhtémoc Cárdenas a Elena Poniatowska hizo crecer las expectativas de un cambio de rumbo. En ella, el líder fundador del PRD hace un fuerte llamado de atención sobre la intolerancia que priva en el círculo más cercano a López Obrador e invita a tomar distancia respecto al movimiento de resistencia civil.
Sin embargo, la Convención fue más de lo mismo. No hubo sorpresas. Las esperanzas de que López Obrador saliera de la Convención simplemente como "coordinador de la resistencia civil" se vinieron abajo. Al parecer ya no le importa hacer el ridículo ni recuperar el respeto del que alguna vez gozó en la opinión pública. Tal como estaba escrito en el guión, los "delegados" alzaron la mano para nombrarlo "presidente legítimo". Asimismo, tampoco hubo cambios en los objetivos del movimiento. Su principal razón de ser seguirá siendo el hacerle la vida imposible a Felipe Calderón. Sobre cómo refundar la República o purificar las instituciones poco o nada se dijo; por ahora, lo que importa es hacer protestas en todos los lugares donde se presente el "usurpador".
Quizás el único resultado positivo de la tan anunciada Convención es que coincidió con el fin del plantón que por más de cuarenta días mantuvo bloquedas las calles del centro de la Ciudad de México, incluido el Paseo de la Reforma. Un poco tarde, pero finalmente el PRD corrigió el error más costoso en este concierto de desatinos que ha sido hasta ahora la campaña de resistencia civil.
bnacifmx@yahoo.com
La farsa
Ricardo Alemán
El Universal - Itinerario Político
18 de septiembre de 2006
Lo que vieron todos aquellos que quisieron verlo, no fue más que un montaje teatral
Es una farsa que se juegue con el sueño legítimo de "cambio" de miles o de millones de mexicanos que anhelan, sin duda, un México mejor. Es una farsa que con la demagogia fácil de un caudillo iluminado se les haga creer que, por encima de las más elementales reglas de la convivencia política y de las reglas de la democracia, puedan elegir, a mano alzada, sin discusión alguna, sin alternativas, y sin más razón que su intolerancia a la derrota y su desprecio a las reglas aceptadas por todos, a un supuesto "presidente legítimo".
Es una farsa que se hable de una Convención Nacional Democrática cuando lo que presenciamos el pasado sábado en el zócalo capitalino no fue sino una demostración de la capacidad de engañar a una importante porción de la sociedad y de colocar los recursos públicos de las instituciones -esas que tanto desprecian- para derribar precisamente las instituciones democráticas. Es una farsa que se hable de "democracia" cuando lo que vieron todos aquellos que quisieron verlo, no fue más que un montaje teatral, de miles de personas a las que se llevó a convalidar una de las más grotescas y antidemocráticas concentraciones de que se tenga memoria. ¿De dónde salieron los millones y millones de pesos para un montaje de esa naturaleza, para pagar los nada baratos costos de esa farsa? Salieron de la otra farsa, la de cobrar o desviar dinero público, que luego se trasladan a la causa de la farsa democrática.
Es una farsa que en respuesta a un supuesto o real fraude electoral, se responda con otro fraude de legitimidad presidencial, igual o peor de ofensivo, ilegal y atentatorio de la vida institucional que aquel que supuestamente combaten. Es una farsa que los partidos políticos otrora coaligados para competir con las reglas del juego -PRD, PT y Convergencia-, que ganaron posiciones en el Congreso, que viven del dinero público, cuyos grupos parlamentarios se negaron a dejar el cargo y las dietas, y cuyas dirigencias también viven de ese dinero de todos, hoy salgan con la farsa de que respaldan al "presidente legítimo". ¿Son o no partidos y legisladores institucionales?
Es una farsa que se digan de izquierda, revolucionarios y demócratas políticos como Manuel Camacho, Marcelo Ebrard, Leonel Cota, Dante Delgado, Alberto Anaya, Ricardo Monreal, Arturo Núñez -todos vinculados con los gobiernos del PRI, responsables de la ruina del país, que persiguieron al FDN y al naciente PRD-, y que hoy se autoproclamen como los próceres de la nueva izquierda mexicana, que en nombre de esa izquierda enarbolen las banderas de una corriente política que por décadas fue perseguida por los hoy modernos cruzados de la democracia. Es una farsa que intelectuales y académicos ya no quieran acordarse de quiénes son y qué representaron para la izquierda, en sus respectivos momentos, los Camacho, Ebrard, Delgado, Anaya, Monreal y Núñez, entre muchos otros que también hoy se han "purificado" gracias al "movimiento".
Es una farsa que el "presidente legítimo", proclamado al amparo del artículo 39 constitucional -sin tomar en cuenta los artículos 40 y 41-, pretenda convertirse en los próximos días en el principal promotor, propagandista y acarreador de votos de la causa de su paisano tabasqueño Raúl Ojeda, el candidato al gobierno de aquella entidad, que sí competirá por el gobierno bajo las reglas establecidas, que sí usará el dinero público, que sí aceptará el resultado -siempre y cuando le sea favorable-, pero que tendrá como su promotor al "presidente legítimo". ¿Qué no fue la intervención ilegal del presidente Fox el mayor reclamo para argumentar el fraude? Hoy el autoproclamado "presidente legítimo" hará lo mismo. Más que farsa, más que un chiste, ese parece un síntoma de esquizofrenia.
Es una farsa que se hable de resistencia civil pacífica -no sólo por la concepción primigenia del concepto-, cuando todos saben que para perseguir al presidente electo se han diseñado grupos de choque que buscan precisamente exaltar el supuesto carácter "represivo" del gobierno "ilegal y espurio". Es una farsa que se cuestione la "imposición" de Calderón como un "gobierno espurio" y que al mismo tiempo una minoría no mayor al 2% de los potenciales electores mexicanos y que no llega al 1% del total de la población -en el supuesto del millón de delegados-, pretenda imponer lo que ellos llaman "presidente legítimo".
Es una farsa que los convencionistas del 16 de septiembre -a quienes nadie escuchó, nadie tomó en cuenta y sólo les pidieron alzar la mano, como en las viejas asambleas del PRI que siempre cuestionó la izquierda- hayan votado por reclamos fundamentales como "acabar con el presidencialismo y sus excesos, y por someterlo a un estricto marco de responsabilidades", y con sólo levantar la mano avalaran los excesos del "presidente legítimo" que no se apega a marco alguno, sea legal o de responsabilidades sociales y políticas básicas, que sólo representa a sus leales y simpatizantes, y que rechazan una mayoría.
"Farsa", para los desmemoriados, según el Diccionario de la Lengua Española significa: "Comedia", "Pieza cómica breve", "Obra cómica chabacana y grotesca", "Compañía de farsantes, cómicos", "Mentira". Al tiempo.
aleman2@prodigy.net.mx
El Universal - Itinerario Político
18 de septiembre de 2006
Lo que vieron todos aquellos que quisieron verlo, no fue más que un montaje teatral
Es una farsa que se juegue con el sueño legítimo de "cambio" de miles o de millones de mexicanos que anhelan, sin duda, un México mejor. Es una farsa que con la demagogia fácil de un caudillo iluminado se les haga creer que, por encima de las más elementales reglas de la convivencia política y de las reglas de la democracia, puedan elegir, a mano alzada, sin discusión alguna, sin alternativas, y sin más razón que su intolerancia a la derrota y su desprecio a las reglas aceptadas por todos, a un supuesto "presidente legítimo".
Es una farsa que se hable de una Convención Nacional Democrática cuando lo que presenciamos el pasado sábado en el zócalo capitalino no fue sino una demostración de la capacidad de engañar a una importante porción de la sociedad y de colocar los recursos públicos de las instituciones -esas que tanto desprecian- para derribar precisamente las instituciones democráticas. Es una farsa que se hable de "democracia" cuando lo que vieron todos aquellos que quisieron verlo, no fue más que un montaje teatral, de miles de personas a las que se llevó a convalidar una de las más grotescas y antidemocráticas concentraciones de que se tenga memoria. ¿De dónde salieron los millones y millones de pesos para un montaje de esa naturaleza, para pagar los nada baratos costos de esa farsa? Salieron de la otra farsa, la de cobrar o desviar dinero público, que luego se trasladan a la causa de la farsa democrática.
Es una farsa que en respuesta a un supuesto o real fraude electoral, se responda con otro fraude de legitimidad presidencial, igual o peor de ofensivo, ilegal y atentatorio de la vida institucional que aquel que supuestamente combaten. Es una farsa que los partidos políticos otrora coaligados para competir con las reglas del juego -PRD, PT y Convergencia-, que ganaron posiciones en el Congreso, que viven del dinero público, cuyos grupos parlamentarios se negaron a dejar el cargo y las dietas, y cuyas dirigencias también viven de ese dinero de todos, hoy salgan con la farsa de que respaldan al "presidente legítimo". ¿Son o no partidos y legisladores institucionales?
Es una farsa que se digan de izquierda, revolucionarios y demócratas políticos como Manuel Camacho, Marcelo Ebrard, Leonel Cota, Dante Delgado, Alberto Anaya, Ricardo Monreal, Arturo Núñez -todos vinculados con los gobiernos del PRI, responsables de la ruina del país, que persiguieron al FDN y al naciente PRD-, y que hoy se autoproclamen como los próceres de la nueva izquierda mexicana, que en nombre de esa izquierda enarbolen las banderas de una corriente política que por décadas fue perseguida por los hoy modernos cruzados de la democracia. Es una farsa que intelectuales y académicos ya no quieran acordarse de quiénes son y qué representaron para la izquierda, en sus respectivos momentos, los Camacho, Ebrard, Delgado, Anaya, Monreal y Núñez, entre muchos otros que también hoy se han "purificado" gracias al "movimiento".
Es una farsa que el "presidente legítimo", proclamado al amparo del artículo 39 constitucional -sin tomar en cuenta los artículos 40 y 41-, pretenda convertirse en los próximos días en el principal promotor, propagandista y acarreador de votos de la causa de su paisano tabasqueño Raúl Ojeda, el candidato al gobierno de aquella entidad, que sí competirá por el gobierno bajo las reglas establecidas, que sí usará el dinero público, que sí aceptará el resultado -siempre y cuando le sea favorable-, pero que tendrá como su promotor al "presidente legítimo". ¿Qué no fue la intervención ilegal del presidente Fox el mayor reclamo para argumentar el fraude? Hoy el autoproclamado "presidente legítimo" hará lo mismo. Más que farsa, más que un chiste, ese parece un síntoma de esquizofrenia.
Es una farsa que se hable de resistencia civil pacífica -no sólo por la concepción primigenia del concepto-, cuando todos saben que para perseguir al presidente electo se han diseñado grupos de choque que buscan precisamente exaltar el supuesto carácter "represivo" del gobierno "ilegal y espurio". Es una farsa que se cuestione la "imposición" de Calderón como un "gobierno espurio" y que al mismo tiempo una minoría no mayor al 2% de los potenciales electores mexicanos y que no llega al 1% del total de la población -en el supuesto del millón de delegados-, pretenda imponer lo que ellos llaman "presidente legítimo".
Es una farsa que los convencionistas del 16 de septiembre -a quienes nadie escuchó, nadie tomó en cuenta y sólo les pidieron alzar la mano, como en las viejas asambleas del PRI que siempre cuestionó la izquierda- hayan votado por reclamos fundamentales como "acabar con el presidencialismo y sus excesos, y por someterlo a un estricto marco de responsabilidades", y con sólo levantar la mano avalaran los excesos del "presidente legítimo" que no se apega a marco alguno, sea legal o de responsabilidades sociales y políticas básicas, que sólo representa a sus leales y simpatizantes, y que rechazan una mayoría.
"Farsa", para los desmemoriados, según el Diccionario de la Lengua Española significa: "Comedia", "Pieza cómica breve", "Obra cómica chabacana y grotesca", "Compañía de farsantes, cómicos", "Mentira". Al tiempo.
aleman2@prodigy.net.mx
17 de septiembre de 2006
AMLO visto por Fuentes y Cárdenas
René Avilés Fabila
Excélsior
17-09-06
¿Harán un Constituyente con taxistas pirata, ex priistas, corruptos como Bejarano y Padierna?
Carlos Fuentes es la figura más relevante de las letras nacionales y un escritor muy prestigiado en el mundo. Junto con Vargas Llosa, uno de los más serios aspirantes para darnos (a la América hispana) otro premio Nobel. De España llegan declaraciones suyas. Habla de las recientes elecciones que nos tienen metidos en un grave atolladero. Tajante, afirma que no hubo fraude electoral. Explicó que es imposible tener dos experiencias distintas en una sola: la elección de jefe de Gobierno capitalino, senadores y diputados en extremo aseada, mientras que la presidencial estuvo llena de suciedad. ¿A quién creen tomarle el pelo? Contrasta con la actitud de otros mexicanos ilustres, quienes en lugar de contribuir a la reconciliación y al debate de las ideas, algo que permita la edificación de una izquierda inteligente, atizan el fuego, tales son los casos de Elena Poniatowska y Juan Ramón de la Fuente. La primera habla por puro amor, el segundo porque se le fue de las manos Gobernación.
Otras palabras dignas, valerosas, que de nuevo señalan al enorme político que es, provienen de Cuauhtémoc Cárdenas; harto de recibir acusaciones simplistas, escribió un documento en forma de carta a Poniatowska. El texto es brillante y revelador, allí Cárdenas explica sus diferencias con el movimiento de López Obrador, precisa que quienes lo rodean (como lo hemos señalado en estas mismas páginas) son ex priistas del peor estilo, lo cual es mucho decir. Culpables del que sí fue un fraude en 1988, personajes como Camacho, Ebrard, Núñez y Socorro Díaz, ahora son "demócratas y plurales", de "izquierda". La misiva es fundamental para entender lo que está ocurriendo y para tomar un rumbo racional que corresponda a los retos de la globalización neoliberal que padecemos. Ante los insultos y las bajezas, Cárdenas responde con argumentos sólidos. Son cuestiones de fondo, de cómo entender la política, no de envidias, como acusa Elena. Dos mundos con coincidencias y abismales diferencias. La de Cárdenas es la visión de un estadista.
Carlos Fuentes dijo que AMLO podría recuperar lo perdido en el siguiente proceso electoral, siempre y cuando asuma una postura sensata, cosa que no ocurrió. Rodeado como está de tramposos y resentidos, perdió tal oportunidad. Es demasiado tarde: los hechos subsecuentes al 2 de julio son la fosa que albergará el féretro político de AMLO y los suyos. Abandonó la dignidad de la lucha política de altura y se concentró en una pelea callejera del más bajo nivel con resultados adversos: hoy la popularidad de Andrés Manuel (y del PRD) están a la baja. La ciudad capital se ha poblado con arrepentidos de darle su voto y en el resto del país las deserciones aumentan, mientras que la cúpula perredista –Encinas y Ebrard incluidos–, festejan la segunda gran derrota del pobre Fox: la primera fue obstaculizar la lectura de su último Informe Presidencial y ahora impedir que diera el Grito en el Zócalo. Son victorias pírricas: su violencia deja felices a los perredistas duros y pierden más y más simpatizantes. Cárdenas advierte: el camino a la dictadura o el sectarismo pasa por la intolerancia hacia quienes piensan diferente.
Son dueños del Zócalo y qué. No acaban de percatarse de cuán bajo están cayendo. Lo peor no son las deserciones sino el ridículo que están organizando ante el país y la comunidad internacional que han dejado de considerar a López Obrador un personaje con el cual tratar. La Convención, así como le hicieron una campana de Dolores al gusto de López Obrador (que no utilizó), lo designa presidente "legítimo" de México. ¿Alguien lo tomará en cuenta? Por ejemplo, si el PRD desea que el DF se convierta en estado con gobierno propio y autonomía plena, deberá negociar con los poderes. Anticipemos a Ebrard tratando no con Calderón ni con instituciones como las cámaras, sino con la "Convención" y con el "presidente" López, quien lo recibirá en su tienda de campaña en el Zócalo, llamada, a semejanza de Los Pinos, Macuspana, para tratar la modificación política. Hasta ese sitio llegarán los diplomáticos extranjeros a presentar sus cartas-credenciales. Es obvio, el entorno tendrá que ser dignificado por Ebrard: quitar ambulantes y alejar letrinas.
López Obrador quiere ser, además, un mandatario itinerante, al modo de Juárez. Olvida que Juárez llevaba la dignidad de la República ante una intervención militar europea a gran escala. Cuánta razón tenía Marx al decir que la historia se repite: la primera vez es tragedia, la segunda farsa. Tenemos una Convención "democrática" y "revolucionaria" y un presidente "legal" e itinerante. Lograron que Fox corriera a Dolores. ¿Conseguirán hacerle creer a los mexicanos que sus actos demenciales tienen sentido? ¿Borrarán las instituciones para crear nuevas? Por último, ¿harán un Constituyente con taxistas pirata, ex priistas, corruptos como Bejarano, Ímaz y Padierna, ambulantes y más de un intelectual despistado?
www.reneavilesfabila.com.mx
Excélsior
17-09-06
¿Harán un Constituyente con taxistas pirata, ex priistas, corruptos como Bejarano y Padierna?
Carlos Fuentes es la figura más relevante de las letras nacionales y un escritor muy prestigiado en el mundo. Junto con Vargas Llosa, uno de los más serios aspirantes para darnos (a la América hispana) otro premio Nobel. De España llegan declaraciones suyas. Habla de las recientes elecciones que nos tienen metidos en un grave atolladero. Tajante, afirma que no hubo fraude electoral. Explicó que es imposible tener dos experiencias distintas en una sola: la elección de jefe de Gobierno capitalino, senadores y diputados en extremo aseada, mientras que la presidencial estuvo llena de suciedad. ¿A quién creen tomarle el pelo? Contrasta con la actitud de otros mexicanos ilustres, quienes en lugar de contribuir a la reconciliación y al debate de las ideas, algo que permita la edificación de una izquierda inteligente, atizan el fuego, tales son los casos de Elena Poniatowska y Juan Ramón de la Fuente. La primera habla por puro amor, el segundo porque se le fue de las manos Gobernación.
Otras palabras dignas, valerosas, que de nuevo señalan al enorme político que es, provienen de Cuauhtémoc Cárdenas; harto de recibir acusaciones simplistas, escribió un documento en forma de carta a Poniatowska. El texto es brillante y revelador, allí Cárdenas explica sus diferencias con el movimiento de López Obrador, precisa que quienes lo rodean (como lo hemos señalado en estas mismas páginas) son ex priistas del peor estilo, lo cual es mucho decir. Culpables del que sí fue un fraude en 1988, personajes como Camacho, Ebrard, Núñez y Socorro Díaz, ahora son "demócratas y plurales", de "izquierda". La misiva es fundamental para entender lo que está ocurriendo y para tomar un rumbo racional que corresponda a los retos de la globalización neoliberal que padecemos. Ante los insultos y las bajezas, Cárdenas responde con argumentos sólidos. Son cuestiones de fondo, de cómo entender la política, no de envidias, como acusa Elena. Dos mundos con coincidencias y abismales diferencias. La de Cárdenas es la visión de un estadista.
Carlos Fuentes dijo que AMLO podría recuperar lo perdido en el siguiente proceso electoral, siempre y cuando asuma una postura sensata, cosa que no ocurrió. Rodeado como está de tramposos y resentidos, perdió tal oportunidad. Es demasiado tarde: los hechos subsecuentes al 2 de julio son la fosa que albergará el féretro político de AMLO y los suyos. Abandonó la dignidad de la lucha política de altura y se concentró en una pelea callejera del más bajo nivel con resultados adversos: hoy la popularidad de Andrés Manuel (y del PRD) están a la baja. La ciudad capital se ha poblado con arrepentidos de darle su voto y en el resto del país las deserciones aumentan, mientras que la cúpula perredista –Encinas y Ebrard incluidos–, festejan la segunda gran derrota del pobre Fox: la primera fue obstaculizar la lectura de su último Informe Presidencial y ahora impedir que diera el Grito en el Zócalo. Son victorias pírricas: su violencia deja felices a los perredistas duros y pierden más y más simpatizantes. Cárdenas advierte: el camino a la dictadura o el sectarismo pasa por la intolerancia hacia quienes piensan diferente.
Son dueños del Zócalo y qué. No acaban de percatarse de cuán bajo están cayendo. Lo peor no son las deserciones sino el ridículo que están organizando ante el país y la comunidad internacional que han dejado de considerar a López Obrador un personaje con el cual tratar. La Convención, así como le hicieron una campana de Dolores al gusto de López Obrador (que no utilizó), lo designa presidente "legítimo" de México. ¿Alguien lo tomará en cuenta? Por ejemplo, si el PRD desea que el DF se convierta en estado con gobierno propio y autonomía plena, deberá negociar con los poderes. Anticipemos a Ebrard tratando no con Calderón ni con instituciones como las cámaras, sino con la "Convención" y con el "presidente" López, quien lo recibirá en su tienda de campaña en el Zócalo, llamada, a semejanza de Los Pinos, Macuspana, para tratar la modificación política. Hasta ese sitio llegarán los diplomáticos extranjeros a presentar sus cartas-credenciales. Es obvio, el entorno tendrá que ser dignificado por Ebrard: quitar ambulantes y alejar letrinas.
López Obrador quiere ser, además, un mandatario itinerante, al modo de Juárez. Olvida que Juárez llevaba la dignidad de la República ante una intervención militar europea a gran escala. Cuánta razón tenía Marx al decir que la historia se repite: la primera vez es tragedia, la segunda farsa. Tenemos una Convención "democrática" y "revolucionaria" y un presidente "legal" e itinerante. Lograron que Fox corriera a Dolores. ¿Conseguirán hacerle creer a los mexicanos que sus actos demenciales tienen sentido? ¿Borrarán las instituciones para crear nuevas? Por último, ¿harán un Constituyente con taxistas pirata, ex priistas, corruptos como Bejarano, Ímaz y Padierna, ambulantes y más de un intelectual despistado?
www.reneavilesfabila.com.mx
Despeñadero
Jaime Sánchez Susarrey
Reforma
16 de Septiembre del 2006
La crónica de El Universal no tiene pierde: el 1o. de septiembre, antes del VI Informe, AMLO se encuentra reunido con su Estado Mayor. Ahí están Jesús Ortega, Manuel Camacho Solís, Ricardo Monreal, Leonel Cota, Horacio Duarte y, por supuesto, Marcelo Ebrard. López Obrador está decidido a encabezar una marcha que partiría del Zócalo, donde se encuentran reunidas unas 35 mil personas, al Palacio Legislativo de San Lázaro.
Sorpresivamente, contra todo su estilo, el ex candidato de la coalición Por el Bien de Todos decide consultar a sus 15 más cercanos. Es más, no sólo los consulta sino que somete a votación la decisión que está a punto de tomar. La pequeña asamblea se divide: Manuel Camacho, Porfirio Muñoz Ledo, Marcelo Ebrard y Jesús Ortega se oponen. Leonel Cota y Fernández Noroña, entre otros, están incondicionalmente con el Jefe.
AMLO procede entonces a la consulta: "Voy a preguntar a ustedes: ¿Vamos allá o nos quedamos aquí? A ver, que levanten la mano los que quieren ir. Bájenla. Que levanten la mano los que prefieren quedarse aquí". El resultado de la votación es muy apretado: ocho en contra y siete a favor. López Obrador realiza el conteo de nuevo, mano por mano, y concluye: "Esa es la decisión, es la decisión correcta. Eso es lo que vamos a hacer" (El Universal online, 8/sep/06).
La imagen vale más que mil palabras. El líder se está resquebrajando. López Obrador consultaba poco y oía menos. Se guiaba por su instinto y era inflexible. No aceptaba que sus decisiones se discutieran. Era parte de su estilo de hacer política. La autoridad y el carisma que ejercía sobre sus seguidores derivaban, en buena medida, de esa seguridad. Andrés Manuel nunca se equivoca, murmuraban todos en voz baja. O para decirlo en palabras del propio López: soy indestructible e invencible.
Y así parecía ser. AMLO ha ido a contracorriente toda su vida. Su biografía es la de un navegante solitario. Nunca había tratado como pares a sus colaboradores más cercanos. La forma en que trazó las estrategias de campaña lo confirman. El desconocimiento de las encuestas, los 10 puntos que proclamaba tener por encima de Calderón y los 500 mil votos la noche del 2 de julio son un ejemplo fehaciente de ese estilo. No consultaba ni escuchaba a nadie. Él decidía por instinto y por impulso.
¿Por qué entonces el cambio y, sobre todo, qué significa? La derrota, se dice y se repite, no es buena consejera. Andrés Manuel no estaba ni está preparado psíquicamente para lo que le ocurrió. Su primera reacción fue negar la realidad e invocar el fraude y el complot. No había en ello ninguna sorpresa y al principio todo parecía ir sobre ruedas. Es más, el Mesías de Macuspana se sintió de nuevo como pez en el agua. Las movilizaciones y las protestas deberían culminar con una decisión favorable del Tribunal o en una larga marcha para rescatar la República.
El problema está en que todo se ha complicado. La vía legal quedó atrás. Ya hay Presidente electo y el entorno nacional e internacional le es completamente adverso. Pero además, la convocatoria de la Convención Nacional Democrática se está convirtiendo en una aventura muy costosa y riesgosa. Porque, en el fondo y en la superficie, el desconocimiento de todas las instituciones y la referencia al artículo 39 de la Constitución constituyen una proclama revolucionaria sin más, aun cuando se maquille con el término de movimiento pacífico.
No hay duda. Por segunda vez en su vida el Mesías de Macuspana ha perdido el rumbo y no sabe cómo ni hacia dónde dirigirse. La primera, vale recordarlo, ocurrió en el 2000 cuando en el último minuto dudó en postularse a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. En esa ocasión Cuauhtémoc Cárdenas lo sacó adelante. Hoy la historia se repite: López ya no confía en López; ha perdido la confianza y la fe en sí mismo.
Sólo así se explica que haya reculado ya en dos ocasiones claves para su estrategia y para su movimiento. La primera la describí arriba. La otra es aun más importante: la decisión de levantar el plantón en el Zócalo y Reforma constituye una doble derrota. Primero, porque nunca en su vida se había echado para atrás; siempre había ido hacia delante y en el filo de la navaja hizo retroceder a todos sus adversarios. Baste recordar lo que ocurrió con el proceso del desafuero.
La segunda, porque la estrategia del movimiento se ha vuelto contradictoria y errática. No se puede, con un mínimo de consistencia, llamar a una insurrección civil, montar una magna provocación contra todas las instituciones, que incluye la toma del Zócalo, de Reforma y el anuncio de la celebración de la Convención el 16 de septiembre, para luego hacer mutis y retroceder. López hizo un petate, el tiro le salió por la culata y quedó en ridículo.
Para decirlo de otra forma, una vez que AMLO convocó a la Convención Nacional Democrática y se trazó como objetivo impedir la toma de posesión de Felipe Calderón, debió haber ido hasta las últimas consecuencias: mantener el plantón contra viento y marea para obligar al Ejército a usar la fuerza o, en su caso, hacerlo recular y con él al Estado en su conjunto. En ese juego de provocación pudo haber obtenido beneficios en cualquiera de las dos canchas: ganando la apuesta si no lo desalojaban o denunciando la "represión del Estado autoritario" por haberlo confrontado.
Las desgracias y las malas noticias no terminan ahí. El siguiente paso complicará más las cosas. La Convención Nacional Democrática, sin representación efectiva alguna, seguramente proclamará al señor López presidente legítimo de los Estados Unidos Mexicanos. El sainete se convertirá entonces en una opera bufa: el presidente de chocolate con nariz de cacahuate blandirá la amenaza de impedir la toma de posesión de Felipe Calderón y anunciará un nuevo orden institucional.
Sin embargo, nadie le va a creer porque no dispone de los medios para cumplir su bravata. Y no sólo eso. El tiempo corre en contra del hijo más preclaro de Macuspana. Tanto los diputados como los senadores del PRD, para no hablar de los gobernadores y de Marcelo Ebrard, entrarán paulatinamente en el aro de las negociaciones. Las instituciones que el señor López mandó al diablo hace unas semanas están muy lejos de haberse agotado. El interés del PRD como partido no coincide con los delirios de su ex candidato. El final del Indestructible se anuncia, pues, caricaturesco. Paso a paso, el tabasqueño se enfila a un verdadero despejadero, pero gracias a Dios y para su consuelo, Marcos le ha organizado ya un encuentro intergaláctico de pronóstico reservado.
Reforma
16 de Septiembre del 2006
La crónica de El Universal no tiene pierde: el 1o. de septiembre, antes del VI Informe, AMLO se encuentra reunido con su Estado Mayor. Ahí están Jesús Ortega, Manuel Camacho Solís, Ricardo Monreal, Leonel Cota, Horacio Duarte y, por supuesto, Marcelo Ebrard. López Obrador está decidido a encabezar una marcha que partiría del Zócalo, donde se encuentran reunidas unas 35 mil personas, al Palacio Legislativo de San Lázaro.
Sorpresivamente, contra todo su estilo, el ex candidato de la coalición Por el Bien de Todos decide consultar a sus 15 más cercanos. Es más, no sólo los consulta sino que somete a votación la decisión que está a punto de tomar. La pequeña asamblea se divide: Manuel Camacho, Porfirio Muñoz Ledo, Marcelo Ebrard y Jesús Ortega se oponen. Leonel Cota y Fernández Noroña, entre otros, están incondicionalmente con el Jefe.
AMLO procede entonces a la consulta: "Voy a preguntar a ustedes: ¿Vamos allá o nos quedamos aquí? A ver, que levanten la mano los que quieren ir. Bájenla. Que levanten la mano los que prefieren quedarse aquí". El resultado de la votación es muy apretado: ocho en contra y siete a favor. López Obrador realiza el conteo de nuevo, mano por mano, y concluye: "Esa es la decisión, es la decisión correcta. Eso es lo que vamos a hacer" (El Universal online, 8/sep/06).
La imagen vale más que mil palabras. El líder se está resquebrajando. López Obrador consultaba poco y oía menos. Se guiaba por su instinto y era inflexible. No aceptaba que sus decisiones se discutieran. Era parte de su estilo de hacer política. La autoridad y el carisma que ejercía sobre sus seguidores derivaban, en buena medida, de esa seguridad. Andrés Manuel nunca se equivoca, murmuraban todos en voz baja. O para decirlo en palabras del propio López: soy indestructible e invencible.
Y así parecía ser. AMLO ha ido a contracorriente toda su vida. Su biografía es la de un navegante solitario. Nunca había tratado como pares a sus colaboradores más cercanos. La forma en que trazó las estrategias de campaña lo confirman. El desconocimiento de las encuestas, los 10 puntos que proclamaba tener por encima de Calderón y los 500 mil votos la noche del 2 de julio son un ejemplo fehaciente de ese estilo. No consultaba ni escuchaba a nadie. Él decidía por instinto y por impulso.
¿Por qué entonces el cambio y, sobre todo, qué significa? La derrota, se dice y se repite, no es buena consejera. Andrés Manuel no estaba ni está preparado psíquicamente para lo que le ocurrió. Su primera reacción fue negar la realidad e invocar el fraude y el complot. No había en ello ninguna sorpresa y al principio todo parecía ir sobre ruedas. Es más, el Mesías de Macuspana se sintió de nuevo como pez en el agua. Las movilizaciones y las protestas deberían culminar con una decisión favorable del Tribunal o en una larga marcha para rescatar la República.
El problema está en que todo se ha complicado. La vía legal quedó atrás. Ya hay Presidente electo y el entorno nacional e internacional le es completamente adverso. Pero además, la convocatoria de la Convención Nacional Democrática se está convirtiendo en una aventura muy costosa y riesgosa. Porque, en el fondo y en la superficie, el desconocimiento de todas las instituciones y la referencia al artículo 39 de la Constitución constituyen una proclama revolucionaria sin más, aun cuando se maquille con el término de movimiento pacífico.
No hay duda. Por segunda vez en su vida el Mesías de Macuspana ha perdido el rumbo y no sabe cómo ni hacia dónde dirigirse. La primera, vale recordarlo, ocurrió en el 2000 cuando en el último minuto dudó en postularse a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. En esa ocasión Cuauhtémoc Cárdenas lo sacó adelante. Hoy la historia se repite: López ya no confía en López; ha perdido la confianza y la fe en sí mismo.
Sólo así se explica que haya reculado ya en dos ocasiones claves para su estrategia y para su movimiento. La primera la describí arriba. La otra es aun más importante: la decisión de levantar el plantón en el Zócalo y Reforma constituye una doble derrota. Primero, porque nunca en su vida se había echado para atrás; siempre había ido hacia delante y en el filo de la navaja hizo retroceder a todos sus adversarios. Baste recordar lo que ocurrió con el proceso del desafuero.
La segunda, porque la estrategia del movimiento se ha vuelto contradictoria y errática. No se puede, con un mínimo de consistencia, llamar a una insurrección civil, montar una magna provocación contra todas las instituciones, que incluye la toma del Zócalo, de Reforma y el anuncio de la celebración de la Convención el 16 de septiembre, para luego hacer mutis y retroceder. López hizo un petate, el tiro le salió por la culata y quedó en ridículo.
Para decirlo de otra forma, una vez que AMLO convocó a la Convención Nacional Democrática y se trazó como objetivo impedir la toma de posesión de Felipe Calderón, debió haber ido hasta las últimas consecuencias: mantener el plantón contra viento y marea para obligar al Ejército a usar la fuerza o, en su caso, hacerlo recular y con él al Estado en su conjunto. En ese juego de provocación pudo haber obtenido beneficios en cualquiera de las dos canchas: ganando la apuesta si no lo desalojaban o denunciando la "represión del Estado autoritario" por haberlo confrontado.
Las desgracias y las malas noticias no terminan ahí. El siguiente paso complicará más las cosas. La Convención Nacional Democrática, sin representación efectiva alguna, seguramente proclamará al señor López presidente legítimo de los Estados Unidos Mexicanos. El sainete se convertirá entonces en una opera bufa: el presidente de chocolate con nariz de cacahuate blandirá la amenaza de impedir la toma de posesión de Felipe Calderón y anunciará un nuevo orden institucional.
Sin embargo, nadie le va a creer porque no dispone de los medios para cumplir su bravata. Y no sólo eso. El tiempo corre en contra del hijo más preclaro de Macuspana. Tanto los diputados como los senadores del PRD, para no hablar de los gobernadores y de Marcelo Ebrard, entrarán paulatinamente en el aro de las negociaciones. Las instituciones que el señor López mandó al diablo hace unas semanas están muy lejos de haberse agotado. El interés del PRD como partido no coincide con los delirios de su ex candidato. El final del Indestructible se anuncia, pues, caricaturesco. Paso a paso, el tabasqueño se enfila a un verdadero despejadero, pero gracias a Dios y para su consuelo, Marcos le ha organizado ya un encuentro intergaláctico de pronóstico reservado.
15 de septiembre de 2006
Cuauhtémoc y el rescate de la izquierda
Jorge Fernández Menéndez
Excélsior - Razones
15-09-06
Con Cuauhtémoc Cárdenas se puede o no estar de acuerdo, pero nadie le puede negar su visión de Estado, su compromiso con las causas progresistas y la construcción de una izquierda democrática. Hoy, López Obrador está a punto no sólo de terminar de despilfarrar el éxito electoral del 2 de julio, sino incluso de diluir al PRD en un frente que gire en torno de una sola causa: la de él. La larga carta que Cárdenas envió a Elena Poniatowska, publicada íntegramente ayer en Milenio, no incluye nada que no haya dicho Cuauhtémoc, en muchas otras oportunidades, acerca de la política y sus desencuentros profundos con López Obrador, pero el texto constituye un disparo de precisión, que permite colocar en negro sobre blanco: que aquello que diferencia al fundador del PRD del ex candidato es un proyecto de nación, un proyecto político, una visión del país y del Estado, de entender y ejercer el poder, de lo que quiere decir en el mundo de hoy ser de izquierda, una visión que se puede compartir o no, pero abona a la pluralidad, la tolerancia y la democratización de México. Y una apuesta, la de López Obrador, que abreva del caudillismo, la intolerancia e, incluso, como lo recuerda Cuauhtémoc, de un hombre que reconoce no hablar con transparencia y con la verdad.
Nos centraremos en algunos de los puntos más importantes de la carta. Primero está el personal, que se refiere al artículo, triste por su simplismo e incomprensión política proviniendo de Poniatowska, en la que la escritora acusa a Cuauhtémoc, a Marcos y a Patricia Mercado de no haber apoyado a López Obrador por "envidia". Cárdenas le recuerda a Elena que la envidia jamás ha normado su conducta y nunca se ha echado para atrás en los compromisos que ha asumido a lo largo de su vida. Pero le explica también lo elemental: que cree que los tres actuaron como lo hicieron, "entre otras cosas, porque ejercieron su derecho a pensar diferente".
Cuauhtémoc recuerda cómo se rechazó en el lopezobradorismo discutir la propuesta programática del partido y hace un rápido recorrido por las diferencias profundas que mantiene con López Obrador en torno, por ejemplo, de la política exterior, la energía, la migración, pero, sobre todo, reclama por los personajes del entorno de López Obrador, quienes nada tienen que ver con una propuesta de izquierda o siquiera progresista. Allí se encuentran, dice, "algunos de los que instrumentaron el fraude electoral del 88"; quien "impuso la banda presidencial a Carlos Salinas"; el que "instrumentó la privatización de Canal 13"; "el que ha declarado que el proyecto económico de Andrés Manuel es el mismo que el de Salinas"; "el que pretendió promover la reelección de éste". Y a ninguno, insiste Cárdenas, "Andrés Manuel le ha pedido explicación sobre su cambio de piel política y ninguno la ha dado públicamente".
Pero, quizá, las críticas más precisas giran en torno de la personalidad de López Obrador. Cárdenas le reprocha que las propuestas que él mismo y otros dirigentes perredistas hicieron sobre la campaña "no merecieron la mínima observación, ni en sentido negativo ni en positivo, por parte del candidato de la coalición y la misma actitud de ignorar críticas, discrepancias e incluso planteamientos coincidentes con su línea política recibieron muchos de aquellos que por largo tiempo han militado en el campo progresista".
Me preocupa profundamente, dice Cárdenas, "la intolerancia y satanización, la actitud dogmática que priva en el entorno de Andrés Manuel para quienes no aceptamos incondicionalmente sus propuestas y cuestionamos sus puntos de vista y sus decisiones, pues con ello se contradicen principios fundamentales de la democracia, como son el respeto a las opiniones de los demás y la disposición al diálogo". Y le preocupa, insiste Cárdenas, que buena parte de esas actitudes se estén dando dentro del PRD, "inhibiendo el análisis y la discusión de ideas, lo que se extiende a las opiniones que pudieran llegar de fuera del propio partido". Por esa razón, dice, las acciones tomadas desde el 2 de julio "se están traduciendo en pérdidas y desgaste del movimiento democrático en general y del PRD en particular".
Cárdenas dice estar de acuerdo con Luis Villoro cuando éste rechaza la forma y el fondo de la llamada Convención Nacional Democrática. "La discusión de un proyecto nuevo de nación requiere de tiempo para su debate y no puede aprobarse en un acto declaratorio en el Zócalo, al calor de un discurso". Un nuevo proyecto de nación, sostiene Cárdenas, debe ser construido "colectivamente en la pluralidad y mediante procedimientos democráticos, para que desemboque en una nueva norma constitucional". Y, nuevamente con Villoro, considera que el nombrar un Presidente en rebeldía "rompería, aunque fuera simbólicamente, el orden constitucional".
Presenta una propuesta sobre la que debería girar una nueva izquierda, en torno de "una nueva ley electoral; una legislación sobre los derechos de los pueblos indígenas; resistencia contra la privatización de recursos naturales; luchar contra la corrupción; ampliación de la educación en todos sus niveles; lucha por disminuir radicalmente las desigualdades económicas y sociales". Lo que hago, concluye Cárdenas, "es defender el derecho a disentir, a pensar diferente, a pensar, que cuando se ha impedido ha conducido a dictaduras, opresión, represión, sectarismos e intolerancia".
Bienvenido de regreso, Cuauhtémoc. El PRD hoy requiere hombres y mujeres como él y los necesita más que nunca antes, porque después de su histórica votación del 2 de julio, en dos meses López Obrador lo ha llevado al borde del precipicio y el sábado su gente se propone diluir al PRD en un frente amorfo pero aglutinado sólo en torno a una causa: el neocaudillo.
www.nuevoexcelsior.com.mx/jfernandez
www.mexicoconfidencial.com
Excélsior - Razones
15-09-06
Con Cuauhtémoc Cárdenas se puede o no estar de acuerdo, pero nadie le puede negar su visión de Estado, su compromiso con las causas progresistas y la construcción de una izquierda democrática. Hoy, López Obrador está a punto no sólo de terminar de despilfarrar el éxito electoral del 2 de julio, sino incluso de diluir al PRD en un frente que gire en torno de una sola causa: la de él. La larga carta que Cárdenas envió a Elena Poniatowska, publicada íntegramente ayer en Milenio, no incluye nada que no haya dicho Cuauhtémoc, en muchas otras oportunidades, acerca de la política y sus desencuentros profundos con López Obrador, pero el texto constituye un disparo de precisión, que permite colocar en negro sobre blanco: que aquello que diferencia al fundador del PRD del ex candidato es un proyecto de nación, un proyecto político, una visión del país y del Estado, de entender y ejercer el poder, de lo que quiere decir en el mundo de hoy ser de izquierda, una visión que se puede compartir o no, pero abona a la pluralidad, la tolerancia y la democratización de México. Y una apuesta, la de López Obrador, que abreva del caudillismo, la intolerancia e, incluso, como lo recuerda Cuauhtémoc, de un hombre que reconoce no hablar con transparencia y con la verdad.
Nos centraremos en algunos de los puntos más importantes de la carta. Primero está el personal, que se refiere al artículo, triste por su simplismo e incomprensión política proviniendo de Poniatowska, en la que la escritora acusa a Cuauhtémoc, a Marcos y a Patricia Mercado de no haber apoyado a López Obrador por "envidia". Cárdenas le recuerda a Elena que la envidia jamás ha normado su conducta y nunca se ha echado para atrás en los compromisos que ha asumido a lo largo de su vida. Pero le explica también lo elemental: que cree que los tres actuaron como lo hicieron, "entre otras cosas, porque ejercieron su derecho a pensar diferente".
Cuauhtémoc recuerda cómo se rechazó en el lopezobradorismo discutir la propuesta programática del partido y hace un rápido recorrido por las diferencias profundas que mantiene con López Obrador en torno, por ejemplo, de la política exterior, la energía, la migración, pero, sobre todo, reclama por los personajes del entorno de López Obrador, quienes nada tienen que ver con una propuesta de izquierda o siquiera progresista. Allí se encuentran, dice, "algunos de los que instrumentaron el fraude electoral del 88"; quien "impuso la banda presidencial a Carlos Salinas"; el que "instrumentó la privatización de Canal 13"; "el que ha declarado que el proyecto económico de Andrés Manuel es el mismo que el de Salinas"; "el que pretendió promover la reelección de éste". Y a ninguno, insiste Cárdenas, "Andrés Manuel le ha pedido explicación sobre su cambio de piel política y ninguno la ha dado públicamente".
Pero, quizá, las críticas más precisas giran en torno de la personalidad de López Obrador. Cárdenas le reprocha que las propuestas que él mismo y otros dirigentes perredistas hicieron sobre la campaña "no merecieron la mínima observación, ni en sentido negativo ni en positivo, por parte del candidato de la coalición y la misma actitud de ignorar críticas, discrepancias e incluso planteamientos coincidentes con su línea política recibieron muchos de aquellos que por largo tiempo han militado en el campo progresista".
Me preocupa profundamente, dice Cárdenas, "la intolerancia y satanización, la actitud dogmática que priva en el entorno de Andrés Manuel para quienes no aceptamos incondicionalmente sus propuestas y cuestionamos sus puntos de vista y sus decisiones, pues con ello se contradicen principios fundamentales de la democracia, como son el respeto a las opiniones de los demás y la disposición al diálogo". Y le preocupa, insiste Cárdenas, que buena parte de esas actitudes se estén dando dentro del PRD, "inhibiendo el análisis y la discusión de ideas, lo que se extiende a las opiniones que pudieran llegar de fuera del propio partido". Por esa razón, dice, las acciones tomadas desde el 2 de julio "se están traduciendo en pérdidas y desgaste del movimiento democrático en general y del PRD en particular".
Cárdenas dice estar de acuerdo con Luis Villoro cuando éste rechaza la forma y el fondo de la llamada Convención Nacional Democrática. "La discusión de un proyecto nuevo de nación requiere de tiempo para su debate y no puede aprobarse en un acto declaratorio en el Zócalo, al calor de un discurso". Un nuevo proyecto de nación, sostiene Cárdenas, debe ser construido "colectivamente en la pluralidad y mediante procedimientos democráticos, para que desemboque en una nueva norma constitucional". Y, nuevamente con Villoro, considera que el nombrar un Presidente en rebeldía "rompería, aunque fuera simbólicamente, el orden constitucional".
Presenta una propuesta sobre la que debería girar una nueva izquierda, en torno de "una nueva ley electoral; una legislación sobre los derechos de los pueblos indígenas; resistencia contra la privatización de recursos naturales; luchar contra la corrupción; ampliación de la educación en todos sus niveles; lucha por disminuir radicalmente las desigualdades económicas y sociales". Lo que hago, concluye Cárdenas, "es defender el derecho a disentir, a pensar diferente, a pensar, que cuando se ha impedido ha conducido a dictaduras, opresión, represión, sectarismos e intolerancia".
Bienvenido de regreso, Cuauhtémoc. El PRD hoy requiere hombres y mujeres como él y los necesita más que nunca antes, porque después de su histórica votación del 2 de julio, en dos meses López Obrador lo ha llevado al borde del precipicio y el sábado su gente se propone diluir al PRD en un frente amorfo pero aglutinado sólo en torno a una causa: el neocaudillo.
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14 de septiembre de 2006
El monstruoso error de Reforma
Ciro Gómez Leyva
Milenio - La Historia en Breve
14/09/2006
Cientos de miles de ciudadanos acompañaron las protestas de Andrés Manuel López Obrador la tarde del sábado 8 de julio y las mañanas de los domingos 16 y 30. Fueron movilizaciones asombrosas que prometían no sólo conmocionar, sino revolucionar la vida pública del país. La gente quería dejarse ver y oír, luchar, identificarse, abrazarse. Y abrazar y arropar al líder.
Justo entonces, López Obrador anunció una medida que había tomado en solitario: apoderarse a la mala de una zona simbólica y vital de la ciudad que gobernó y que sus compañeros gobernaban y seguirían gobernando. La gente, incondicional hasta ese momento, reprobó la acción y no lo acompañó en la locura. Se fueron y no regresaron. Ahí están las estadísticas para demostrarlo. Y las fotografías, las crónicas, los testimonios.
La protesta cívica devino insurrección, pero ya sin el magnífico apoyo de los días anteriores. El movimiento lopezobradorista se desfondó, perdió fuerza, empuje y tuvo que abastecerse del onanismo de los radicales y los resentidos. El discurso del tabasqueño comenzó a sonar a retórica grotesca y, a medida que se agrandaba el agujero popular, las arengas de López Obrador se acercaron peligrosamente al callejón de los ridículos.
Alguien dijo ayer que el plantón de Reforma moría de muerte natural. Cierto. Sin partidarios del artero castigo que se le imponía a cientos de miles de ciudadanos, los campamentos se vaciaron pronto. Un fiasco. ¿Quién se hace cargo de esta falla monumental?
La encuesta más reciente de Consulta Mitofsky marca que el rechazo al PRD pasó de 30 por ciento en julio, a 39 en agosto: el más alto que ha tenido jamás. Y que la imagen negativa de López Obrador creció diez puntos en ese lapso, para alcanzar un terrible, madracista, 38 por ciento. No es casual, tampoco, que 12 de cada 100 personas que votaron por él digan hoy que se arrepienten de haberlo hecho.
Ganó repudio a montones y a cambio no obtuvo mayor cobertura de los medios, ni cohesión interna ni respeto y simpatía en el extranjero. El traumático plantón de Reforma ha sido el mayor error estratégico de López Obrador. Y el desatino más grande de la izquierda desde que participa en la vida institucional: el más grande en tres décadas.
A partir del domingo, por fortuna, será sólo un triste recuerdo.
gomezleyva@milenio.com
Milenio - La Historia en Breve
14/09/2006
Cientos de miles de ciudadanos acompañaron las protestas de Andrés Manuel López Obrador la tarde del sábado 8 de julio y las mañanas de los domingos 16 y 30. Fueron movilizaciones asombrosas que prometían no sólo conmocionar, sino revolucionar la vida pública del país. La gente quería dejarse ver y oír, luchar, identificarse, abrazarse. Y abrazar y arropar al líder.
Justo entonces, López Obrador anunció una medida que había tomado en solitario: apoderarse a la mala de una zona simbólica y vital de la ciudad que gobernó y que sus compañeros gobernaban y seguirían gobernando. La gente, incondicional hasta ese momento, reprobó la acción y no lo acompañó en la locura. Se fueron y no regresaron. Ahí están las estadísticas para demostrarlo. Y las fotografías, las crónicas, los testimonios.
La protesta cívica devino insurrección, pero ya sin el magnífico apoyo de los días anteriores. El movimiento lopezobradorista se desfondó, perdió fuerza, empuje y tuvo que abastecerse del onanismo de los radicales y los resentidos. El discurso del tabasqueño comenzó a sonar a retórica grotesca y, a medida que se agrandaba el agujero popular, las arengas de López Obrador se acercaron peligrosamente al callejón de los ridículos.
Alguien dijo ayer que el plantón de Reforma moría de muerte natural. Cierto. Sin partidarios del artero castigo que se le imponía a cientos de miles de ciudadanos, los campamentos se vaciaron pronto. Un fiasco. ¿Quién se hace cargo de esta falla monumental?
La encuesta más reciente de Consulta Mitofsky marca que el rechazo al PRD pasó de 30 por ciento en julio, a 39 en agosto: el más alto que ha tenido jamás. Y que la imagen negativa de López Obrador creció diez puntos en ese lapso, para alcanzar un terrible, madracista, 38 por ciento. No es casual, tampoco, que 12 de cada 100 personas que votaron por él digan hoy que se arrepienten de haberlo hecho.
Ganó repudio a montones y a cambio no obtuvo mayor cobertura de los medios, ni cohesión interna ni respeto y simpatía en el extranjero. El traumático plantón de Reforma ha sido el mayor error estratégico de López Obrador. Y el desatino más grande de la izquierda desde que participa en la vida institucional: el más grande en tres décadas.
A partir del domingo, por fortuna, será sólo un triste recuerdo.
gomezleyva@milenio.com
Carta enviada por Cuauhtémoc Cárdenas a Elena Poniatowska
El Universal
Redacción
14 de septiembre de 2006
12:05 Ciudad de México - Carta enviada por Cuauhtémoc Cárdenas a la escritora Elena Poniatovska.
Elena:
En la edición del diario La Jornada (página 8) del 10 de septiembre aparece una nota encabezada “Marcos y Cárdenas no apoyaron a AMLO por envidia”, en la cual se te atribuye, entrecomillada, la siguiente expresión: “Si estos tres personajes [en el texto de la nota se agrega a Patricia Mercado] se hubieran sumado, si no se hubieran echado para atrás, no habría la menor duda del triunfo de López Obrador, pero no lo hicieron por envidia”.
No me corresponde hablar de las razones de Patricia Mercado ni del subcomandante Marcos para haber adoptado las posiciones que adoptaron frente al proceso electoral reciente, pero puedo asegurarte que no fue la envidia lo que los motivó a actuar como lo hicieron, sino que, entre otras cosas, sólo ejercieron su derecho a pensar diferente.
En lo que a mí respecta, tu talento y trayectoria me obligan a darte una respuesta, obligadamente larga, de porqué no participé en la campaña de la coalición Por el Bien de Todos ni participo en la Convención Nacional Democrática, que empieza por decirte que la envidia no ha tenido lugar hasta ahora en mi conducta, ni pública ni privada, y que nunca me he echado para atrás frente a los compromisos que he asumido a lo largo de una ya larga vida.
Con Andrés Manuel he compartido por años propósitos y episodios importantes de la lucha por la democracia en nuestro país. Nunca exigimos incondicionalidad ni subordinación en nuestra relación. El trato en los muchos encuentros de los dos, puedo decirte, ha sido cordial y respetuoso.
Mis desacuerdos o desencuentros con él no son de carácter personal. Las diferencias que existen entre ambos son relativas a las formas de hacer y entender la política y sobre algunos aspectos programáticos, acentuadas, ciertamente, cuando se trata como hoy de los destinos del país y a partir de que se iniciara el proceso que debía conducir a la pasada elección del 2 de julio y respecto al cual ambos definimos con anticipación y públicamente nuestras posiciones frente al país y a la ciudadanía, él a través de sus “20 puntos”, sus “50 puntos” y del libro Un proyecto alternativo de nación, yo mediante la publicación de Un México para todos, de autoría colectiva. Aun con esas diferencias, mi voto fue por todos los candidatos de la Coalición, como en su momento lo hice público.
Una de las discrepancias que resaltaría de esas publicaciones es con relación al juicio que hace, sin mencionar nombres, de la digna y firme defensa del principio de no intervención y de la paz que hizo Adolfo Aguilar Zinser como miembro del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas.
Al respecto, Andrés Manuel escribió: “Después del triunfo de Vicente Fox, nuestra política exterior se ha conducido con desmesura. El resultado más notorio ha sido la afanosa intervención en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que en la práctica sólo vino a complicar aún más nuestra situación internacional”, lo que me lleva necesariamente a preguntar si la política exterior de México debe plegarse incondicionalmente a la de Estados Unidos con el fin de no complicarse y olvidarse entonces de la defensa de los principios, de tomar decisiones soberanas en función de los intereses del país y de la dignidad misma de la nación, que gobierno y ciudadanos estamos obligados a respetar y a hacer valer.
Se dice también en ese proyecto: “Los sueños de ver a México como gran protagonista en el concierto de las naciones son sólo eso: espejismos protagónicos para alimentar ambiciones personales que nada tienen que ver con el país real”, lo que me lleva a pensar que se quieren desconocer los logros de la política exterior mexicana como, entre otros, la aprobación por amplísima mayoría de la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, el reconocimiento del derecho de los Estados a su mar patrimonial o la participación en el Grupo Contadora para lograr la pacificación de Centroamérica, que implicaron el despliegue de una gran actividad —y si se quiere llamar protagonismo— de la diplomacia mexicana.
Encuentro como una grave omisión de un candidato presidencial no tomar posiciones claras y públicas respecto a cuestiones importantes, tanto del momento como con consecuencias hacia adelante.
Puedo citarte los casos siguientes respecto a los cuales Andrés Manuel no se pronuncia todavía y que quienes consideramos prioritaria la lucha por el rescate y ejercicio pleno de la soberanía y por la cabal vigencia de un Estado de Derecho estimamos fundamentales: no ha habido una toma de posición en relación a los contratos de servicios múltiples de Petróleos Mexicanos; tampoco respecto a la ilegal prisión y la extradición hace unas cuantas semanas de seis ciudadanos vascos.
Sobre la iniciativa Sensenbrenner, que de llevarse a la práctica vulnerará los derechos de miles o millones de mexicanos en exilio forzado en Estados Unidos; la mayor y excesiva militarización de la frontera común del lado norteamericano, que constituye, sin lugar a dudas, un acto inamistoso hacia México; la iniciativa del Área de libre comercio de las Américas del presidente Bush y la propuesta alternativa de promover un acuerdo continental de desarrollo.
La iniciativa de ley de sociedades de convivencia, bloqueada en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal en los primeros tiempos de su gestión; la falta de tacto y de oficio diplomático en las relaciones del gobierno mexicano con los gobiernos y Jefes de Estado de Cuba, Venezuela, Argentina y Bolivia.
Reconocerás que en el círculo de colaboradores cercanos de Andrés Manuel se encuentran algunos de los que instrumentaron el fraude electoral y la imposición en 1988 desde el gobierno, el Partido Revolucionario Institucional, la Cámara de Diputados y la Comisión Federal Electoral, que impuso la banda presidencial a Carlos Salinas el 1 de diciembre de 1988.
Además, el que instrumentó la privatización del Canal 13 de la televisión; el que ha declarado que el proyecto económico de Andrés Manuel es el mismo que el de Carlos Salinas; el que pretendió promover la reelección de éste. Pero a ninguno, que se sepa, ha pedido Andrés Manuel explicación sobre su cambio de piel política y ninguno la ha dado públicamente.
Este mismo grupo es el que ahora, con algunas adiciones, acompaña a Andrés Manuel en sus nuevos proyectos y el de quienes podría pensarse que formarían parte de su gobierno, que no sería por sus antecedentes y falta de deslindes, un gobierno identificado con los principios y las luchas del PRD y de manera más amplia con aquellos de la izquierda mexicana.
Sólo para argumentar sobre uno de los casos: de seguirse la política económica del salinato, se proseguiría con la enajenación del patrimonio estratégico de la nación y con el desmantelamiento de la planta productiva, se pondría en práctica una política entreguista en lo económico y de subordinación en lo político, se profundizaría el desastre productivo y social del campo mexicano, se mantendría acrecentado el flujo migratorio masivo hacia Estados Unidos y se haría cada vez más agudo el proceso de concentración de la riqueza en pocas manos.
Por otra parte, no se podrá decir que no manifesté oportuna y públicamente mi desacuerdo con la postulación por parte de la coalición Por el Bien de Todos, de la que el Partido de la Revolución Democrática fue el eje, de candidatos con posiciones públicas contrarias a los principios del PRD, que nunca se deslindaron de sus pasados políticos ni han explicado las razones de su traslado al PRD o cómo concilian un pasado antagónico con los principios del PRD al haber aceptado una candidatura de éste, que no los representa por sus trayectorias y posiciones políticas públicas.
Ahí están, como muestra, algunos que fueron candidatos y otros que ya son legisladores en funciones. En este caso, voces como la mía y las de muchos otros que sólo demandaban congruencia, fueron simplemente ignoradas.
En los últimos días de mayo hice público un documento a través del diario La Jornada denominado “Viendo hacia adelante: un camino democrático y progresista para México”, en el cual planteaba algunas cuestiones que me parece fundamental que se lleven a la práctica en el próximo sexenio, que pudieran ser consideradas por los candidatos entonces en campaña.
No merecieron la mínima observación, ni en sentido negativo ni en positivo, por parte del candidato de la coalición y la misma actitud de ignorar críticas, discrepancias e incluso planteamientos coincidentes con su línea política recibieron muchos de aquellos que por largo tiempo han militado en el campo progresista.
Digo en ese documento —y te lo reitero ahora— que al no haberse dado relevancia a la presentación y discusión de propuestas y compromisos por parte de los candidatos a lo largo de los meses de campaña, se hace necesario insistir en pensar y discutir el país que queremos, por encima de todo y antes que nada, así como en cambiar radicalmente la forma de hacer política, subordinándola a un proyecto de país y no a la simple ambición de poder o a la toma coyuntural de decisiones.
Entre las cuestiones básicas que no se discutieron en el ir y venir de las campañas estuvo la continuidad de la reforma electoral, que después del 2 de julio y ante los serios cuestionamientos que se han venido haciendo a la calidad del proceso electoral se ve aún más urgente, ya que a pesar de los muchos cambios que ha sufrido la legislación correspondiente, continúa inconclusa.
La gente reclama reducir y transparentar los gastos de las campañas; reclama que se llame a las cosas por su nombre, empezando porque las supuestas precampañas se reconozcan como campañas en la ley y en los cómputos de gastos y tiempos electorales; reclama abrir la posibilidad de candidaturas ciudadanas que no tengan que pasar necesariamente por la aprobación y gestión de los partidos políticos.
Además, facilitar el registro de nuevos partidos políticos, sin que el registro represente acceso automático a la asignación de dineros públicos; restituir en la ley la figura de las candidaturas comunes; reunir en no más de dos momentos dentro de un sexenio, los procesos electorales federales, estatales y municipales; y establecer las dos vueltas en las elecciones, tanto presidenciales como legislativas.
En materia de reforma electoral, la medida más efectiva, aquella donde se encuentra la principal respuesta a las exigencias populares, la reforma más de fondo es hacer equitativos los tiempos en los que partidos y candidatos tengan acceso a los medios electrónicos de comunicación, así como acotar los periodos en los que pueda hacerse propaganda dirigida al público, prohibiéndose a partidos, candidatos y particulares comprar tiempos en los medios electrónicos —televisión y radio comerciales— y que éstos sean asignados por la autoridad electoral de manera equitativa.
Lo anterior para que no sea el gasto mayor o menor en la compra de tiempos lo que determine la mayor o menor presencia de las alternativas electorales que se ofrezcan a la ciudadanía al través de esos medios. Así se tendrían campañas equitativas y se lograría una reducción sustancial de los tiempos y las erogaciones públicas —y en su caso privadas— en las campañas electorales.
Por otro lado, y también en relación con la cuestión electoral, debe legislarse para prohibir que en la publicidad que se hacen las dependencias oficiales al través de los medios de información —televisión, radio, prensa escrita— aparezcan imágenes y nombres de funcionarios, que si bien pudieron haber participado en la promoción o ejecución de algún programa o proyecto público, no hicieron sino cumplir con su obligación y en su caso, con un mandato ciudadano, pues fue irritante y ofensivo en las precampañas, como creo te consta, ver cómo candidatos o precandidatos de los tres partidos de mayor presencia nacional, despilfarraron a lo largo del sexenio y hasta que dejaron sus cargos, dineros públicos para su personal promoción político-electoral.
Es necesario comprometerse con reformar la reciente y vergonzosamente aprobada Ley de Radio y Televisión, recuperando para el Ejecutivo la capacidad de normar la operación de los medios de información electrónicos con sentido de servicio público y de equidad, abriendo las posibilidades, a partir de los avances tecnológicos en la materia, de otorgar nuevas concesiones a instituciones de educación superior, gobiernos estatales y municipales, organizaciones culturales y comunitarias y sociedades comerciales sin vínculos con los medios ya en operación.
Es ya oportuno también convocar a la revisión, con sentido y procedimientos democráticos, de las bases y los términos de nuestro pacto federal.
De esa revisión habrá de surgir la nueva Constitución que contenga la estructura y competencias de la Federación, los estados, los municipios y de los tres poderes de la Unión, que considere los derechos ya ganados por los mexicanos, sus nuevos derechos y los procedimientos para que el ciudadano o las colectividades hagan exigible su ejercicio frente al Estado.
Una que esté concebida visualizando la presencia de nuestro país en el mundo globalizado, que establezca los cauces para el tránsito de una democracia representativa plena, aún por alcanzarse, a una democracia de amplia participación social, así como los mecanismos de consulta ciudadana, iniciativa popular y de revocación de los mandatos, entre otras cuestiones.
Lo que hasta aquí te he expuesto son algunas de las razones que a mi juicio determinaron el número de votos que obtuvo Andrés Manuel el 2 de julio. Por estas mismas razones no creo, contra lo que tú has declarado, que mi ausencia de los actos públicos de la campaña haya provocado una dramática disminución de las preferencias electorales a favor de la coalición. Seguir argumentando más sobre estas cuestiones, sería entrar a un terreno estéril de especulaciones.
Yendo a otros temas, me preocupa profundamente la intolerancia y satanización, la actitud dogmática que priva en el entorno de Andrés Manuel para quienes no aceptamos incondicionalmente sus propuestas y cuestionamos sus puntos de vista y sus decisiones, pues con ello se contradicen principios fundamentales de la democracia, como son el respeto a las opiniones de los demás y la disposición al diálogo.
Me preocupa, asimismo, que esas actitudes se estén dando dentro del PRD y en sus cuadros dirigentes, pues se inhibe el análisis y la discusión de ideas, propuestas y alternativas entre compañeros, más allá de que esa cerrazón se extiende también a lo que pueda llegar de afuera del partido; que la conducción política y las decisiones tomadas después del 2 de julio, como el bloqueo de Madero, Juárez y el Paseo de la Reforma —excluyo la ocupación de la plancha del Zócalo— se estén traduciendo en pérdidas y desgaste del movimiento democrático en lo general y del PRD en lo particular.
Me preocupan los cambios contradictorios de línea política: a un medio de información norteamericano Andrés Manuel le declaró no ser de izquierda, cuando había declarado serlo a lo largo de precampaña y campaña. Por otro lado, el 10 de agosto pasado se publicó en La Jornada una entrevista que hiciste a Andrés Manuel en la que preguntaste: “Si llegaras a la Presidencia, ¿tendrías que moderarte?”.
A lo que respondió: “Si, la institución te lo exige, yo lo haría. Es más, durante la campaña y hasta ahora no he dicho cosas que pienso sobre mi país, porque me he autolimitado, porque mi rol es hasta ahora uno.Una vez que se resuelva este asunto [el conflicto poselectoral], ya veremos.
Pero muchas cosas me las guardé porque uno tiene que actuar de una manera cuando es candidato y, desde luego, actuar de otra manera cuando se es Presidente, y de otra manera como dirigente de resistencia social. Pero en cualquier circunstancia uno tiene que mantener sus principios. Es nada más un asunto de matices, de moderación”.
¿Por qué entonces guardarse de fijar posiciones y hacer propuestas, cuando era precisamente en su calidad de candidato a la Presidencia cuando se tenían que hacer definiciones que atrajeran con lealtad y orientaran con rectitud el voto de la ciudadanía? ¿No es principio básico de un comportamiento leal y democrático actuar con transparencia y hablar con la verdad? ¿Cómo lo explicas tú?
En reciente documento suscrito por Andrés Manuel se plantea que la convención que él ha convocado para celebrarse el 16 de septiembre “decida si el órgano de gobierno y quien lo represente, se instale y tome posesión formalmente el 20 de noviembre o el primero de diciembre de 2006”.
Aquí me surge la siguiente pregunta: si se considera que el gobierno actual ha quebrantado ya el orden constitucional ¿para qué esperar al 20 de noviembre o al 1 de diciembre, por qué no empezar por desconocer a la administración en funciones, como sucedió cuando el movimiento constitucionalista encabezado por el Primer Jefe Venustiano Carranza desconoció al gobierno usurpador de Huerta, a los poderes Legislativo y Judicial y a los gobiernos estatales que no acataran el Plan de Guadalupe?
No pienso que así deba procederse. Hacerlo sería un craso error, de altísimo costo para el PRD y para el movimiento democrático en su conjunto. Por el contrario, estoy de acuerdo con la sensatez y sabiduría de Luis Villoro, que en un artículo reciente dice que la discusión de un proyecto nuevo de nación requiere de tiempo para su debate y no puede aprobarse en un acto declaratorio en el Zócalo, al calor de un discurso, pues haría falta por lo menos la consulta y la anuencia de delegados de toda la República.
Es decir, agrego yo, de un amplio proceso de análisis y discusión, que en función de un proyecto de nación construido colectivamente en la pluralidad y mediante procedimientos democráticos, desemboque en la elaboración de una nueva norma constitucional.
Villoro expresa también que “muchos no podemos estar de acuerdo con nombrar un nuevo presidente en rebeldía. Esto rompería, aunque sólo fuera simbólicamente, el orden constitucional. Para sostener una amplia y permanente oposición lo que menos necesitamos son actos provocadores.
Lo que sí es necesario, pienso yo con muchos conciudadanos, es caminar hacia la paulatina realización de un nuevo proyecto de nación para el porvenir cercano… Un proyecto de oposición podría seguir ciertas ideas regulativas: una nueva ley electoral; una nueva legislación sobre los derechos de los pueblos indígenas; resistencia contra la privatización de los recursos naturales; lucha contra la corrupción; ampliación de la educación en todos sus niveles; lucha para disminuir radicalmente la desigualdades económicas y sociales. Una izquierda nueva podría aglutinarse, sin perder diferencias, en las líneas de un proyecto semejante”.
Como ves, con esta larga carta lo que hago es defender el derecho a disentir, a pensar diferente, a pensar que cuando se ha impedido ha conducido a dictaduras, opresión, represión, sectarismos e intolerancia, que estoy cierto, ni tú ni yo queremos ver en nuestro país.
Muy atentamente
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano
Redacción
14 de septiembre de 2006
12:05 Ciudad de México - Carta enviada por Cuauhtémoc Cárdenas a la escritora Elena Poniatovska.
Elena:
En la edición del diario La Jornada (página 8) del 10 de septiembre aparece una nota encabezada “Marcos y Cárdenas no apoyaron a AMLO por envidia”, en la cual se te atribuye, entrecomillada, la siguiente expresión: “Si estos tres personajes [en el texto de la nota se agrega a Patricia Mercado] se hubieran sumado, si no se hubieran echado para atrás, no habría la menor duda del triunfo de López Obrador, pero no lo hicieron por envidia”.
No me corresponde hablar de las razones de Patricia Mercado ni del subcomandante Marcos para haber adoptado las posiciones que adoptaron frente al proceso electoral reciente, pero puedo asegurarte que no fue la envidia lo que los motivó a actuar como lo hicieron, sino que, entre otras cosas, sólo ejercieron su derecho a pensar diferente.
En lo que a mí respecta, tu talento y trayectoria me obligan a darte una respuesta, obligadamente larga, de porqué no participé en la campaña de la coalición Por el Bien de Todos ni participo en la Convención Nacional Democrática, que empieza por decirte que la envidia no ha tenido lugar hasta ahora en mi conducta, ni pública ni privada, y que nunca me he echado para atrás frente a los compromisos que he asumido a lo largo de una ya larga vida.
Con Andrés Manuel he compartido por años propósitos y episodios importantes de la lucha por la democracia en nuestro país. Nunca exigimos incondicionalidad ni subordinación en nuestra relación. El trato en los muchos encuentros de los dos, puedo decirte, ha sido cordial y respetuoso.
Mis desacuerdos o desencuentros con él no son de carácter personal. Las diferencias que existen entre ambos son relativas a las formas de hacer y entender la política y sobre algunos aspectos programáticos, acentuadas, ciertamente, cuando se trata como hoy de los destinos del país y a partir de que se iniciara el proceso que debía conducir a la pasada elección del 2 de julio y respecto al cual ambos definimos con anticipación y públicamente nuestras posiciones frente al país y a la ciudadanía, él a través de sus “20 puntos”, sus “50 puntos” y del libro Un proyecto alternativo de nación, yo mediante la publicación de Un México para todos, de autoría colectiva. Aun con esas diferencias, mi voto fue por todos los candidatos de la Coalición, como en su momento lo hice público.
Una de las discrepancias que resaltaría de esas publicaciones es con relación al juicio que hace, sin mencionar nombres, de la digna y firme defensa del principio de no intervención y de la paz que hizo Adolfo Aguilar Zinser como miembro del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas.
Al respecto, Andrés Manuel escribió: “Después del triunfo de Vicente Fox, nuestra política exterior se ha conducido con desmesura. El resultado más notorio ha sido la afanosa intervención en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que en la práctica sólo vino a complicar aún más nuestra situación internacional”, lo que me lleva necesariamente a preguntar si la política exterior de México debe plegarse incondicionalmente a la de Estados Unidos con el fin de no complicarse y olvidarse entonces de la defensa de los principios, de tomar decisiones soberanas en función de los intereses del país y de la dignidad misma de la nación, que gobierno y ciudadanos estamos obligados a respetar y a hacer valer.
Se dice también en ese proyecto: “Los sueños de ver a México como gran protagonista en el concierto de las naciones son sólo eso: espejismos protagónicos para alimentar ambiciones personales que nada tienen que ver con el país real”, lo que me lleva a pensar que se quieren desconocer los logros de la política exterior mexicana como, entre otros, la aprobación por amplísima mayoría de la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, el reconocimiento del derecho de los Estados a su mar patrimonial o la participación en el Grupo Contadora para lograr la pacificación de Centroamérica, que implicaron el despliegue de una gran actividad —y si se quiere llamar protagonismo— de la diplomacia mexicana.
Encuentro como una grave omisión de un candidato presidencial no tomar posiciones claras y públicas respecto a cuestiones importantes, tanto del momento como con consecuencias hacia adelante.
Puedo citarte los casos siguientes respecto a los cuales Andrés Manuel no se pronuncia todavía y que quienes consideramos prioritaria la lucha por el rescate y ejercicio pleno de la soberanía y por la cabal vigencia de un Estado de Derecho estimamos fundamentales: no ha habido una toma de posición en relación a los contratos de servicios múltiples de Petróleos Mexicanos; tampoco respecto a la ilegal prisión y la extradición hace unas cuantas semanas de seis ciudadanos vascos.
Sobre la iniciativa Sensenbrenner, que de llevarse a la práctica vulnerará los derechos de miles o millones de mexicanos en exilio forzado en Estados Unidos; la mayor y excesiva militarización de la frontera común del lado norteamericano, que constituye, sin lugar a dudas, un acto inamistoso hacia México; la iniciativa del Área de libre comercio de las Américas del presidente Bush y la propuesta alternativa de promover un acuerdo continental de desarrollo.
La iniciativa de ley de sociedades de convivencia, bloqueada en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal en los primeros tiempos de su gestión; la falta de tacto y de oficio diplomático en las relaciones del gobierno mexicano con los gobiernos y Jefes de Estado de Cuba, Venezuela, Argentina y Bolivia.
Reconocerás que en el círculo de colaboradores cercanos de Andrés Manuel se encuentran algunos de los que instrumentaron el fraude electoral y la imposición en 1988 desde el gobierno, el Partido Revolucionario Institucional, la Cámara de Diputados y la Comisión Federal Electoral, que impuso la banda presidencial a Carlos Salinas el 1 de diciembre de 1988.
Además, el que instrumentó la privatización del Canal 13 de la televisión; el que ha declarado que el proyecto económico de Andrés Manuel es el mismo que el de Carlos Salinas; el que pretendió promover la reelección de éste. Pero a ninguno, que se sepa, ha pedido Andrés Manuel explicación sobre su cambio de piel política y ninguno la ha dado públicamente.
Este mismo grupo es el que ahora, con algunas adiciones, acompaña a Andrés Manuel en sus nuevos proyectos y el de quienes podría pensarse que formarían parte de su gobierno, que no sería por sus antecedentes y falta de deslindes, un gobierno identificado con los principios y las luchas del PRD y de manera más amplia con aquellos de la izquierda mexicana.
Sólo para argumentar sobre uno de los casos: de seguirse la política económica del salinato, se proseguiría con la enajenación del patrimonio estratégico de la nación y con el desmantelamiento de la planta productiva, se pondría en práctica una política entreguista en lo económico y de subordinación en lo político, se profundizaría el desastre productivo y social del campo mexicano, se mantendría acrecentado el flujo migratorio masivo hacia Estados Unidos y se haría cada vez más agudo el proceso de concentración de la riqueza en pocas manos.
Por otra parte, no se podrá decir que no manifesté oportuna y públicamente mi desacuerdo con la postulación por parte de la coalición Por el Bien de Todos, de la que el Partido de la Revolución Democrática fue el eje, de candidatos con posiciones públicas contrarias a los principios del PRD, que nunca se deslindaron de sus pasados políticos ni han explicado las razones de su traslado al PRD o cómo concilian un pasado antagónico con los principios del PRD al haber aceptado una candidatura de éste, que no los representa por sus trayectorias y posiciones políticas públicas.
Ahí están, como muestra, algunos que fueron candidatos y otros que ya son legisladores en funciones. En este caso, voces como la mía y las de muchos otros que sólo demandaban congruencia, fueron simplemente ignoradas.
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En los últimos días de mayo hice público un documento a través del diario La Jornada denominado “Viendo hacia adelante: un camino democrático y progresista para México”, en el cual planteaba algunas cuestiones que me parece fundamental que se lleven a la práctica en el próximo sexenio, que pudieran ser consideradas por los candidatos entonces en campaña.
No merecieron la mínima observación, ni en sentido negativo ni en positivo, por parte del candidato de la coalición y la misma actitud de ignorar críticas, discrepancias e incluso planteamientos coincidentes con su línea política recibieron muchos de aquellos que por largo tiempo han militado en el campo progresista.
Digo en ese documento —y te lo reitero ahora— que al no haberse dado relevancia a la presentación y discusión de propuestas y compromisos por parte de los candidatos a lo largo de los meses de campaña, se hace necesario insistir en pensar y discutir el país que queremos, por encima de todo y antes que nada, así como en cambiar radicalmente la forma de hacer política, subordinándola a un proyecto de país y no a la simple ambición de poder o a la toma coyuntural de decisiones.
Entre las cuestiones básicas que no se discutieron en el ir y venir de las campañas estuvo la continuidad de la reforma electoral, que después del 2 de julio y ante los serios cuestionamientos que se han venido haciendo a la calidad del proceso electoral se ve aún más urgente, ya que a pesar de los muchos cambios que ha sufrido la legislación correspondiente, continúa inconclusa.
La gente reclama reducir y transparentar los gastos de las campañas; reclama que se llame a las cosas por su nombre, empezando porque las supuestas precampañas se reconozcan como campañas en la ley y en los cómputos de gastos y tiempos electorales; reclama abrir la posibilidad de candidaturas ciudadanas que no tengan que pasar necesariamente por la aprobación y gestión de los partidos políticos.
Además, facilitar el registro de nuevos partidos políticos, sin que el registro represente acceso automático a la asignación de dineros públicos; restituir en la ley la figura de las candidaturas comunes; reunir en no más de dos momentos dentro de un sexenio, los procesos electorales federales, estatales y municipales; y establecer las dos vueltas en las elecciones, tanto presidenciales como legislativas.
En materia de reforma electoral, la medida más efectiva, aquella donde se encuentra la principal respuesta a las exigencias populares, la reforma más de fondo es hacer equitativos los tiempos en los que partidos y candidatos tengan acceso a los medios electrónicos de comunicación, así como acotar los periodos en los que pueda hacerse propaganda dirigida al público, prohibiéndose a partidos, candidatos y particulares comprar tiempos en los medios electrónicos —televisión y radio comerciales— y que éstos sean asignados por la autoridad electoral de manera equitativa.
Lo anterior para que no sea el gasto mayor o menor en la compra de tiempos lo que determine la mayor o menor presencia de las alternativas electorales que se ofrezcan a la ciudadanía al través de esos medios. Así se tendrían campañas equitativas y se lograría una reducción sustancial de los tiempos y las erogaciones públicas —y en su caso privadas— en las campañas electorales.
Por otro lado, y también en relación con la cuestión electoral, debe legislarse para prohibir que en la publicidad que se hacen las dependencias oficiales al través de los medios de información —televisión, radio, prensa escrita— aparezcan imágenes y nombres de funcionarios, que si bien pudieron haber participado en la promoción o ejecución de algún programa o proyecto público, no hicieron sino cumplir con su obligación y en su caso, con un mandato ciudadano, pues fue irritante y ofensivo en las precampañas, como creo te consta, ver cómo candidatos o precandidatos de los tres partidos de mayor presencia nacional, despilfarraron a lo largo del sexenio y hasta que dejaron sus cargos, dineros públicos para su personal promoción político-electoral.
Es necesario comprometerse con reformar la reciente y vergonzosamente aprobada Ley de Radio y Televisión, recuperando para el Ejecutivo la capacidad de normar la operación de los medios de información electrónicos con sentido de servicio público y de equidad, abriendo las posibilidades, a partir de los avances tecnológicos en la materia, de otorgar nuevas concesiones a instituciones de educación superior, gobiernos estatales y municipales, organizaciones culturales y comunitarias y sociedades comerciales sin vínculos con los medios ya en operación.
Es ya oportuno también convocar a la revisión, con sentido y procedimientos democráticos, de las bases y los términos de nuestro pacto federal.
De esa revisión habrá de surgir la nueva Constitución que contenga la estructura y competencias de la Federación, los estados, los municipios y de los tres poderes de la Unión, que considere los derechos ya ganados por los mexicanos, sus nuevos derechos y los procedimientos para que el ciudadano o las colectividades hagan exigible su ejercicio frente al Estado.
Una que esté concebida visualizando la presencia de nuestro país en el mundo globalizado, que establezca los cauces para el tránsito de una democracia representativa plena, aún por alcanzarse, a una democracia de amplia participación social, así como los mecanismos de consulta ciudadana, iniciativa popular y de revocación de los mandatos, entre otras cuestiones.
Lo que hasta aquí te he expuesto son algunas de las razones que a mi juicio determinaron el número de votos que obtuvo Andrés Manuel el 2 de julio. Por estas mismas razones no creo, contra lo que tú has declarado, que mi ausencia de los actos públicos de la campaña haya provocado una dramática disminución de las preferencias electorales a favor de la coalición. Seguir argumentando más sobre estas cuestiones, sería entrar a un terreno estéril de especulaciones.
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Yendo a otros temas, me preocupa profundamente la intolerancia y satanización, la actitud dogmática que priva en el entorno de Andrés Manuel para quienes no aceptamos incondicionalmente sus propuestas y cuestionamos sus puntos de vista y sus decisiones, pues con ello se contradicen principios fundamentales de la democracia, como son el respeto a las opiniones de los demás y la disposición al diálogo.
Me preocupa, asimismo, que esas actitudes se estén dando dentro del PRD y en sus cuadros dirigentes, pues se inhibe el análisis y la discusión de ideas, propuestas y alternativas entre compañeros, más allá de que esa cerrazón se extiende también a lo que pueda llegar de afuera del partido; que la conducción política y las decisiones tomadas después del 2 de julio, como el bloqueo de Madero, Juárez y el Paseo de la Reforma —excluyo la ocupación de la plancha del Zócalo— se estén traduciendo en pérdidas y desgaste del movimiento democrático en lo general y del PRD en lo particular.
Me preocupan los cambios contradictorios de línea política: a un medio de información norteamericano Andrés Manuel le declaró no ser de izquierda, cuando había declarado serlo a lo largo de precampaña y campaña. Por otro lado, el 10 de agosto pasado se publicó en La Jornada una entrevista que hiciste a Andrés Manuel en la que preguntaste: “Si llegaras a la Presidencia, ¿tendrías que moderarte?”.
A lo que respondió: “Si, la institución te lo exige, yo lo haría. Es más, durante la campaña y hasta ahora no he dicho cosas que pienso sobre mi país, porque me he autolimitado, porque mi rol es hasta ahora uno.Una vez que se resuelva este asunto [el conflicto poselectoral], ya veremos.
Pero muchas cosas me las guardé porque uno tiene que actuar de una manera cuando es candidato y, desde luego, actuar de otra manera cuando se es Presidente, y de otra manera como dirigente de resistencia social. Pero en cualquier circunstancia uno tiene que mantener sus principios. Es nada más un asunto de matices, de moderación”.
¿Por qué entonces guardarse de fijar posiciones y hacer propuestas, cuando era precisamente en su calidad de candidato a la Presidencia cuando se tenían que hacer definiciones que atrajeran con lealtad y orientaran con rectitud el voto de la ciudadanía? ¿No es principio básico de un comportamiento leal y democrático actuar con transparencia y hablar con la verdad? ¿Cómo lo explicas tú?
En reciente documento suscrito por Andrés Manuel se plantea que la convención que él ha convocado para celebrarse el 16 de septiembre “decida si el órgano de gobierno y quien lo represente, se instale y tome posesión formalmente el 20 de noviembre o el primero de diciembre de 2006”.
Aquí me surge la siguiente pregunta: si se considera que el gobierno actual ha quebrantado ya el orden constitucional ¿para qué esperar al 20 de noviembre o al 1 de diciembre, por qué no empezar por desconocer a la administración en funciones, como sucedió cuando el movimiento constitucionalista encabezado por el Primer Jefe Venustiano Carranza desconoció al gobierno usurpador de Huerta, a los poderes Legislativo y Judicial y a los gobiernos estatales que no acataran el Plan de Guadalupe?
No pienso que así deba procederse. Hacerlo sería un craso error, de altísimo costo para el PRD y para el movimiento democrático en su conjunto. Por el contrario, estoy de acuerdo con la sensatez y sabiduría de Luis Villoro, que en un artículo reciente dice que la discusión de un proyecto nuevo de nación requiere de tiempo para su debate y no puede aprobarse en un acto declaratorio en el Zócalo, al calor de un discurso, pues haría falta por lo menos la consulta y la anuencia de delegados de toda la República.
Es decir, agrego yo, de un amplio proceso de análisis y discusión, que en función de un proyecto de nación construido colectivamente en la pluralidad y mediante procedimientos democráticos, desemboque en la elaboración de una nueva norma constitucional.
Villoro expresa también que “muchos no podemos estar de acuerdo con nombrar un nuevo presidente en rebeldía. Esto rompería, aunque sólo fuera simbólicamente, el orden constitucional. Para sostener una amplia y permanente oposición lo que menos necesitamos son actos provocadores.
Lo que sí es necesario, pienso yo con muchos conciudadanos, es caminar hacia la paulatina realización de un nuevo proyecto de nación para el porvenir cercano… Un proyecto de oposición podría seguir ciertas ideas regulativas: una nueva ley electoral; una nueva legislación sobre los derechos de los pueblos indígenas; resistencia contra la privatización de los recursos naturales; lucha contra la corrupción; ampliación de la educación en todos sus niveles; lucha para disminuir radicalmente la desigualdades económicas y sociales. Una izquierda nueva podría aglutinarse, sin perder diferencias, en las líneas de un proyecto semejante”.
Como ves, con esta larga carta lo que hago es defender el derecho a disentir, a pensar diferente, a pensar que cuando se ha impedido ha conducido a dictaduras, opresión, represión, sectarismos e intolerancia, que estoy cierto, ni tú ni yo queremos ver en nuestro país.
Muy atentamente
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano
12 de septiembre de 2006
Enfermedad de la patria
Federico Reyes Heroles
Reforma
12 de Septiembre del 2006
"Patrias difíciles" es la expresión de Gustav Heineman para referirse a la condición de esas naciones formalmente unidas, rodeadas por fronteras que sólo se suponen propias y deseadas, atrapadas por una identidad superpuesta que termina por enfrentar más que por unir a los ciudadanos. Patrias difíciles porque si la patria no nace del interior no existe a cabalidad. Caemos así presas de esos territorios que no pueden recibir medida ni en centímetros, ni en metros cúbicos, ni en gramos. No sabemos de su fortaleza o de su debilidad reales. Nos quedan sólo las expresiones folclóricas, superficiales, las máscaras. Pero ¿de verdad tendremos patria? Patrias difíciles, pues se trata de ese alma nacional que damos por supuesto y que no está ahí, de ese acuerdo básico que debe pesar más que nuestras diferencias y que es una mentira, de ese amarre incuestionable que no existe. La patria puede ser un gran engaño. En el 2006 México se ratifica como una patria difícil.
A dos siglos de nuestra independencia, a casi un siglo de la revolución maderista, a 90 años de la promulgación del que suponemos acuerdo jurídico madre de la legalidad, queda claro que una porción importante de los mexicanos no cree en esa patria. Justificaciones hay varias: como la injusticia ha sido tanta es válido que los desvalidos desconfíen de todo: la riqueza se acumula en unas cuantas manos, los tribunales sólo benefician a los ricos, el progreso sólo llega a muy pocos. El principio suena aceptable, ¿por qué creer en unas instituciones que siempre juegan en contra de los más pobres? Es el escenario previo a una revolución. Pero ¿de verdad es cierto? Habrá acaso que tirar todo este andamiaje institucional a la basura. ¿En este naufragio nacional nada hay que salvar? De ser cierto, los mexicanos merecemos una medalla a la tolerancia: somos una especie extraña, venida de otro planeta que soporta las peores afrentas y se queda apacible. O quizá la propuesta no sea del todo correcta. ¿Cómo es posible que hayamos llegado a este brutal aturdimiento?
Tesis: la pobreza aumenta. Falso. Hace medio siglo más del 60 por ciento de la población se encontraba en lo que hoy llamamos pobreza extrema. Hoy representa menos del 20 por ciento. Es mucho, por supuesto, tenemos que seguir combatiéndola, pero que la demagogia no nos ciegue. Proporcionalmente hablando hoy hay menos pobres. La apertura nos entregó al imperio. Falso. Gracias a la incorporación de México a los mercados globales hoy dependemos menos de la exportación de nuestras materias primas -petróleo principalmente-. Hoy somos más libres. Patria difícil porque no podemos aceptar que México ha tenido un crecimiento brutal de clases de ingresos medios que hoy tienen un género de vida que era de unos cuantos hace medio siglo. Y lo mismo vale para la educación o la salud pública. A pesar de todo, los indicadores muestran una clara mejoría. Con todas las deformaciones de las cifras, en ese medio siglo el ingreso per capita se ha cuadruplicado o más. ¿Dónde estaban los derechos humanos o la democracia a mediados del Siglo 20?
Las medidas de justicia social tienen que partir del supuesto de ese éxito parcial que ha resultado negado por todos. Fox ganó negando el pasado y en el 2006 por muy poco gana una porción de mexicanos convencidos de que el país no sólo no avanza sino que retrocede. Esa mentira flagrante ha tenido un gran éxito político. Hoy uno de cada tres mexicanos piensa que el país involuciona. Hay, sin embargo, un pequeño problema, con esa mentira enferman al país. Por ejemplo, gracias a nuestro sistema de educación pública, en México sigue habiendo una movilidad social que resulta envidia de muchos. No es extraño el caso de familias que provienen del sector primario, de campesinos o ejidatarios y que, en una generación, brincan a profesionistas. Claro, el PRI -gracias a sus corruptelas- no está en posición de reivindicar esos logros. El PAN ganó la Presidencia en el 2000 negando esos avances. En el 2006, la intención de incendiar al país cundió. Pero, de nuevo, por esa ruta ¿a dónde vamos?
Nuestra patria está enferma porque le hemos mentido sistemáticamente. Mentiras que exaltaban sin límite los logros, mentiras que escondían realidades brutales, pero también mentiras que niegan cualquier avance. Permitir que la confusión y el descrédito se conviertan en un negocio nos hará cada día una patria más difícil. Tenemos que acelerar el paso y evitar que nuestros conciudadanos tengan que migrar, sí. Tenemos que lograr una estructura fiscal más sólida, recaudar más para tener un estado más fuerte, que atienda con mayor eficacia a los que más lo necesitan, sí. Tenemos que solucionar el problema de pensiones e incrementar el ahorro interno, por supuesto. Tenemos que invertir más en infraestructura y atraer más inversión, sí. Pero sobre todo tenemos que sacar a la patria de ese mercadeo irresponsable en el cual tirarle piedras se ha convertido en el mejor negocio.
La Patria está muy enferma y cada día se hace más difícil. Hay un mínimo de patriotismo que todos debemos recuperar. Ponernos de acuerdo sobre el mejor camino hoy pareciera una labor imposible. Pero podemos caminar por otro sendero. Sigamos la lección de Popper y gritemos falso cuando alguien atropella la realidad. Falso que no hayamos progresado. Falso que las instituciones sólo trabajen para los ricos. Falso que la apertura nos haya dañado. Falso que México sea el Edén. Falso que la miseria no disminuye. Falso, falso, falso.
P.D. Oaxaca es un infierno. Es una afrenta a todos los mexicanos. ¿Hasta cuándo?
Reforma
12 de Septiembre del 2006
"Patrias difíciles" es la expresión de Gustav Heineman para referirse a la condición de esas naciones formalmente unidas, rodeadas por fronteras que sólo se suponen propias y deseadas, atrapadas por una identidad superpuesta que termina por enfrentar más que por unir a los ciudadanos. Patrias difíciles porque si la patria no nace del interior no existe a cabalidad. Caemos así presas de esos territorios que no pueden recibir medida ni en centímetros, ni en metros cúbicos, ni en gramos. No sabemos de su fortaleza o de su debilidad reales. Nos quedan sólo las expresiones folclóricas, superficiales, las máscaras. Pero ¿de verdad tendremos patria? Patrias difíciles, pues se trata de ese alma nacional que damos por supuesto y que no está ahí, de ese acuerdo básico que debe pesar más que nuestras diferencias y que es una mentira, de ese amarre incuestionable que no existe. La patria puede ser un gran engaño. En el 2006 México se ratifica como una patria difícil.
A dos siglos de nuestra independencia, a casi un siglo de la revolución maderista, a 90 años de la promulgación del que suponemos acuerdo jurídico madre de la legalidad, queda claro que una porción importante de los mexicanos no cree en esa patria. Justificaciones hay varias: como la injusticia ha sido tanta es válido que los desvalidos desconfíen de todo: la riqueza se acumula en unas cuantas manos, los tribunales sólo benefician a los ricos, el progreso sólo llega a muy pocos. El principio suena aceptable, ¿por qué creer en unas instituciones que siempre juegan en contra de los más pobres? Es el escenario previo a una revolución. Pero ¿de verdad es cierto? Habrá acaso que tirar todo este andamiaje institucional a la basura. ¿En este naufragio nacional nada hay que salvar? De ser cierto, los mexicanos merecemos una medalla a la tolerancia: somos una especie extraña, venida de otro planeta que soporta las peores afrentas y se queda apacible. O quizá la propuesta no sea del todo correcta. ¿Cómo es posible que hayamos llegado a este brutal aturdimiento?
Tesis: la pobreza aumenta. Falso. Hace medio siglo más del 60 por ciento de la población se encontraba en lo que hoy llamamos pobreza extrema. Hoy representa menos del 20 por ciento. Es mucho, por supuesto, tenemos que seguir combatiéndola, pero que la demagogia no nos ciegue. Proporcionalmente hablando hoy hay menos pobres. La apertura nos entregó al imperio. Falso. Gracias a la incorporación de México a los mercados globales hoy dependemos menos de la exportación de nuestras materias primas -petróleo principalmente-. Hoy somos más libres. Patria difícil porque no podemos aceptar que México ha tenido un crecimiento brutal de clases de ingresos medios que hoy tienen un género de vida que era de unos cuantos hace medio siglo. Y lo mismo vale para la educación o la salud pública. A pesar de todo, los indicadores muestran una clara mejoría. Con todas las deformaciones de las cifras, en ese medio siglo el ingreso per capita se ha cuadruplicado o más. ¿Dónde estaban los derechos humanos o la democracia a mediados del Siglo 20?
Las medidas de justicia social tienen que partir del supuesto de ese éxito parcial que ha resultado negado por todos. Fox ganó negando el pasado y en el 2006 por muy poco gana una porción de mexicanos convencidos de que el país no sólo no avanza sino que retrocede. Esa mentira flagrante ha tenido un gran éxito político. Hoy uno de cada tres mexicanos piensa que el país involuciona. Hay, sin embargo, un pequeño problema, con esa mentira enferman al país. Por ejemplo, gracias a nuestro sistema de educación pública, en México sigue habiendo una movilidad social que resulta envidia de muchos. No es extraño el caso de familias que provienen del sector primario, de campesinos o ejidatarios y que, en una generación, brincan a profesionistas. Claro, el PRI -gracias a sus corruptelas- no está en posición de reivindicar esos logros. El PAN ganó la Presidencia en el 2000 negando esos avances. En el 2006, la intención de incendiar al país cundió. Pero, de nuevo, por esa ruta ¿a dónde vamos?
Nuestra patria está enferma porque le hemos mentido sistemáticamente. Mentiras que exaltaban sin límite los logros, mentiras que escondían realidades brutales, pero también mentiras que niegan cualquier avance. Permitir que la confusión y el descrédito se conviertan en un negocio nos hará cada día una patria más difícil. Tenemos que acelerar el paso y evitar que nuestros conciudadanos tengan que migrar, sí. Tenemos que lograr una estructura fiscal más sólida, recaudar más para tener un estado más fuerte, que atienda con mayor eficacia a los que más lo necesitan, sí. Tenemos que solucionar el problema de pensiones e incrementar el ahorro interno, por supuesto. Tenemos que invertir más en infraestructura y atraer más inversión, sí. Pero sobre todo tenemos que sacar a la patria de ese mercadeo irresponsable en el cual tirarle piedras se ha convertido en el mejor negocio.
La Patria está muy enferma y cada día se hace más difícil. Hay un mínimo de patriotismo que todos debemos recuperar. Ponernos de acuerdo sobre el mejor camino hoy pareciera una labor imposible. Pero podemos caminar por otro sendero. Sigamos la lección de Popper y gritemos falso cuando alguien atropella la realidad. Falso que no hayamos progresado. Falso que las instituciones sólo trabajen para los ricos. Falso que la apertura nos haya dañado. Falso que México sea el Edén. Falso que la miseria no disminuye. Falso, falso, falso.
P.D. Oaxaca es un infierno. Es una afrenta a todos los mexicanos. ¿Hasta cuándo?
Siempre lo supo
Luis González de Alba
Milenio
11/09/2006
La noche misma del 2 de julio, López Obrador supo que había perdido la elección presidencial, pero ganado el mayor contingente legislativo. Lo supo porque era el resultado de la simple suma de las actas con los votos de cada casilla, actas avaladas con la firma de los representantes del PRD. Prefirió darnos estos meses de tortura porque fue incapaz de aceptar un triunfo de su partido simultáneo a una derrota personal. Él y nadie más que él había perdido. Todos los demás candidatos tenían sus puestos asegurados dentro de las instituciones que luego, la tarde del Informe, prefirió mandar “al diablo” desde su mitin diario, al que llama asamblea. Ese fracaso, personal, íntimo, único, le resultó intolerable al caudillo. Y lo habría sido para cualquiera: allí están Guadarrama y Núñez, priistas con senadurías del PRD; allí está Ebrard, salinista con jefatura de Gobierno del PRD. Todos, todos, excepto él. Eso lo quebró.
También Carlos Castillo Peraza supo que su derrota en la campaña por el DF, donde el PAN comenzó con todas las encuestas a su favor, era obra suya. Y tampoco pudo con esa derrota. Hombre íntegro, la reconoció. Pero no vivió mucho tiempo más.
El rostro de López Obrador, que unos pocos señalamos con insistencia cuando se ocultaba detrás del maquillaje para la foto electoral, en la derrota aparece tal cual es y ha sido siempre: “Al diablo con las instituciones”, grita, sin importarle poner en tremendo brete al PRD, partido que es parte de esas instituciones, pues ganó diputados y senadores como nunca antes en su historia, ganó el gobierno del DF y gobierna varios estados. No le importa porque el PRD jamás ha sido su partido, de ahí que su principal afán haya sido el de rellenarlo con los peores priistas, con bazofia del calibre de José Guadarrama y Arturo Núñez, para mencionar sólo dos; uno, acusado de asesinar perredistas; otro, campeón del Fobaproa, el rescate bancario considerado por El Peje como el peor robo a México... y hoy senadores por el PRD. ¿Usted no entendió? Yo tampoco.
López Obrador fue el primero en creerse su atractivo, el que levantó sobre la miseria, pero no la de los pobres, sino la miseria educativa del país: suelta los lugares comunes más comunes con la convicción del adolescente ceceachero que ha descubierto las clases sociales, tiene “filosofía” de taxista, certezas de carbonero, sabiduría de esquina, frases de “jilguero” (como se llamaba a los encargados de calentar un mitin antes de dar la palabra al candidato priista); acusa a los contrarios de hacer exactamente lo que él está haciendo, repite estribillos sin preocuparse por fundamentarlos, ofreció una colección desarticulada de recetas comprobadamente fallidas, todo envuelto en una densa aureola de feromonas sexuales, en una cachondería de ríos tabasqueños que enamoró a muchas y a muchos.
Encontró la palabra más creíble para todo México: “fraude”. Porque fraudes sufrimos por 70 años de PRI. Y escamoteó mañosamente que las elecciones no las organiza ya el gobierno, y que al frente de las casillas están vecinos que son vigilados por representantes de los partidos, vigilados por observadores nacionales e internacionales. Gritó “fraude” y la miseria educativa del país hizo el resto: poca gente sabe explicar los cambios en el sistema electoral hechos hace 15, 12, 10 años. Lo hizo de mala fe porque siempre tuvo las pruebas de su derrota, su insoportable, su imposible derrota.
Reprimir
¿Se reprime a un secuestrador cuando se lo somete por la fuerza para liberar a la víctima? Los mexicanos hemos terminado por no distinguir entre 1) Aplicar la ley a quien la infringe, y 2) Reprimir una manifestación legal de protesta. Lanzar la policía contra una marcha pacífica y desarmada es reprimir. En cambio, bloquear avenidas y carreteras, cerrar bancos, es claramente ilegal y afecta los derechos de terceros, es un secuestro de la ciudad. Evitar los secuestros es obligación del Estado, y no es materia optativa.
Complot
Aquí está el último: 1) Fox siempre estuvo contra la candidatura de Calderón y apoyó a Creel; 2) no pudiendo manifestarse en contra del candidato de su partido, decidió, maquiavélica, astuta, arteramente (mostrando esas destrezas por primera vez en su vida), manifestarse a favor; 3) pero hacerlo de tal manera que fuera causal para invalidar su posible triunfo. O más a su tosco nivel: lo traicionó su inconsciente. ¿Cómo la ven?
Milenio
11/09/2006
La noche misma del 2 de julio, López Obrador supo que había perdido la elección presidencial, pero ganado el mayor contingente legislativo. Lo supo porque era el resultado de la simple suma de las actas con los votos de cada casilla, actas avaladas con la firma de los representantes del PRD. Prefirió darnos estos meses de tortura porque fue incapaz de aceptar un triunfo de su partido simultáneo a una derrota personal. Él y nadie más que él había perdido. Todos los demás candidatos tenían sus puestos asegurados dentro de las instituciones que luego, la tarde del Informe, prefirió mandar “al diablo” desde su mitin diario, al que llama asamblea. Ese fracaso, personal, íntimo, único, le resultó intolerable al caudillo. Y lo habría sido para cualquiera: allí están Guadarrama y Núñez, priistas con senadurías del PRD; allí está Ebrard, salinista con jefatura de Gobierno del PRD. Todos, todos, excepto él. Eso lo quebró.
También Carlos Castillo Peraza supo que su derrota en la campaña por el DF, donde el PAN comenzó con todas las encuestas a su favor, era obra suya. Y tampoco pudo con esa derrota. Hombre íntegro, la reconoció. Pero no vivió mucho tiempo más.
El rostro de López Obrador, que unos pocos señalamos con insistencia cuando se ocultaba detrás del maquillaje para la foto electoral, en la derrota aparece tal cual es y ha sido siempre: “Al diablo con las instituciones”, grita, sin importarle poner en tremendo brete al PRD, partido que es parte de esas instituciones, pues ganó diputados y senadores como nunca antes en su historia, ganó el gobierno del DF y gobierna varios estados. No le importa porque el PRD jamás ha sido su partido, de ahí que su principal afán haya sido el de rellenarlo con los peores priistas, con bazofia del calibre de José Guadarrama y Arturo Núñez, para mencionar sólo dos; uno, acusado de asesinar perredistas; otro, campeón del Fobaproa, el rescate bancario considerado por El Peje como el peor robo a México... y hoy senadores por el PRD. ¿Usted no entendió? Yo tampoco.
López Obrador fue el primero en creerse su atractivo, el que levantó sobre la miseria, pero no la de los pobres, sino la miseria educativa del país: suelta los lugares comunes más comunes con la convicción del adolescente ceceachero que ha descubierto las clases sociales, tiene “filosofía” de taxista, certezas de carbonero, sabiduría de esquina, frases de “jilguero” (como se llamaba a los encargados de calentar un mitin antes de dar la palabra al candidato priista); acusa a los contrarios de hacer exactamente lo que él está haciendo, repite estribillos sin preocuparse por fundamentarlos, ofreció una colección desarticulada de recetas comprobadamente fallidas, todo envuelto en una densa aureola de feromonas sexuales, en una cachondería de ríos tabasqueños que enamoró a muchas y a muchos.
Encontró la palabra más creíble para todo México: “fraude”. Porque fraudes sufrimos por 70 años de PRI. Y escamoteó mañosamente que las elecciones no las organiza ya el gobierno, y que al frente de las casillas están vecinos que son vigilados por representantes de los partidos, vigilados por observadores nacionales e internacionales. Gritó “fraude” y la miseria educativa del país hizo el resto: poca gente sabe explicar los cambios en el sistema electoral hechos hace 15, 12, 10 años. Lo hizo de mala fe porque siempre tuvo las pruebas de su derrota, su insoportable, su imposible derrota.
Reprimir
¿Se reprime a un secuestrador cuando se lo somete por la fuerza para liberar a la víctima? Los mexicanos hemos terminado por no distinguir entre 1) Aplicar la ley a quien la infringe, y 2) Reprimir una manifestación legal de protesta. Lanzar la policía contra una marcha pacífica y desarmada es reprimir. En cambio, bloquear avenidas y carreteras, cerrar bancos, es claramente ilegal y afecta los derechos de terceros, es un secuestro de la ciudad. Evitar los secuestros es obligación del Estado, y no es materia optativa.
Complot
Aquí está el último: 1) Fox siempre estuvo contra la candidatura de Calderón y apoyó a Creel; 2) no pudiendo manifestarse en contra del candidato de su partido, decidió, maquiavélica, astuta, arteramente (mostrando esas destrezas por primera vez en su vida), manifestarse a favor; 3) pero hacerlo de tal manera que fuera causal para invalidar su posible triunfo. O más a su tosco nivel: lo traicionó su inconsciente. ¿Cómo la ven?
Una victoria agridulce
Joseph Contreras
Newsweek en Español (Núm. 1136)
06 de septiembre de 2006
El largo y sinuoso camino de Felipe Calderón a la presidencia de México puede haber llegado a su fin. La semana pasada el Tribunal Federal Electoral anunció los resultados de la revisión parcial de los votos en la elección presidencial del 2 de julio, y la cuenta ajustada confirmó la victoria de Calderón sobre su contendiente Andrés Manuel López Obrador por cerca de 240,000 votos. El escasísimo margen ha sido el preludio de dos meses de punto muerto político y tensión a medida que López Obrador gritaba fraude y ordenaba a sus partidarios bloquear vías principales en la ciudad de México. Sin embargo, la resolución del Tribunal fijó el escenario para una proclamación formal de Calderón como presidente electo, veredicto que el panel de siete jueces debe rendir esta semana. “Asumiré mi papel como presidente con firmeza y claridad”, dijo el nominado de 44 años del Partido Acción Nacional (PAN) el día que el Tribunal anunció las conclusiones del recuento. “[La decisión del tribunal] esclarece las dudas e insinuaciones que [nuestros opositores] quieren sembrar entre la gente”.
O así lo espera. Calderón recibió menos del 36 por ciento de los votos emitidos en la elección presidencial y la lista de candidatos al congreso del PAN fracasó en obtener la mayoría absoluta en alguna de las cámaras. Para gobernar con eficacia, necesitará forjar un gobierno de coalición antes de tomar posesión del cargo en diciembre, y no tendrá ninguna ayuda de López Obrador. El candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD) de la izquierda descartó la resolución del tribunal electoral como “una decisión política” y juró establecer un gobierno paralelo en las próximas semanas. Con esto le quedan el un día omnipotente Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó México por 71 años pero que cosechó sólo 22 por ciento de los votos, y los tres grupos más pequeños de izquierda y centro. “Quiero hacer acuerdos con los partidos de la oposición para lograr una mayoría”, le dijo Calderón a Newsweek en junio. “Estoy dispuesto a compartir el programa de gobierno y el gabinete”.
A primera vista, el PRI parecería un socio improbable en un gobierno dirigido por Calderón. El centro-derecho PAN fue la única oposición creíble del PRI a lo largo de sus décadas en el poder, y el grupo del PRI en el Congreso frustró la mayoría de las reformas legislativas del presidente saliente Vicente Fox durante su período de seis años en el puesto. Pero el deprimente desempeño del PRI en las elecciones de este año pueden haberle dado una lección de humildad a su liderazgo, y Calderón se reunió por separado con tres de sus gobernadores estatales el mes pasado. Los prospectos de cooperación entre los antes implacables rivales tuvieron un empujón la semana pasada cuando los congresistas del PRI y del PAN se unieron para elegir al nuevo presidente de la mesa directiva de la cámara baja por encima de las objeciones de los aliados de López Obrador. Sin embargo, algunos expertos siguen dubitativos. “Un verdadero gobierno de coalición con un socio que vote con Calderón todo el tiempo es muy improbable”, dice el columnista Sergio Sarmiento. “El PRI y el PAN tendrán algunos terrenos para trabajar juntos los asuntos como la ley laboral y las reformas fiscales, pero cualesquier acuerdos al que lleguen desaparecerá conforme se acerquen las elecciones legislativas de 2009”.
Sin embargo, Felipe Calderón ha hecho una carrera demostrando a los escépticos que están equivocados. Ellos adoptaron un aire despectivo cuando Calderón, sirviendo entonces como Secretario de Energía, anunció que buscaría la nominación presidencial del PAN para el 2006 aun cundo otro de los secretarios del gabinete ya disfrutaba de la bendición de Fox. Se mofaron la primavera pasada cuando empezó a transmitir anuncios por la televisión tildando al puntero López Obrador como “un peligro para México” que no respetaba el imperio de la ley. Los anuncios le ayudaron a cambiar un déficit entre 6 y 10 puntos porcentuales en las encuestas, en lo que parece ser su victoria.
La delgada autobiografía de Calderón recientemente publicada se llama “El Hijo Desobediente”, un título, dice, que fue parcialmente inspirado por una popular canción tradicional mexicana del mismo nombre y cuyo protagonista se llama Felipe. Otros dicen que el título intenta resaltar el supuesto anuncio prematuro de Calderón de sus ambiciones presidenciales en 2004, un movimiento que molestó a Fox en ese momento. Pero Calderón en realidad no tiene nada de rebelde. Prácticamente nació en el PAN como el quinto hijo de uno de los padres fundadores del partido. Encabezó el ala joven del PAN durante algún tiempo y conoció a su actual esposa, Margarita, cuando enseñaba en un instituto de investigación patrocinado por el partido. Calderón fue a las escuelas correctas, obtuvo su licenciatura de una escuela superior de leyes en la ciudad de México y su maestría en administración pública en Harvard. Le faltaba un mes para su cumpleaños 29 cuando fue electo para su primer período en el Congreso, cinco años después se convirtió en el presidente más joven de su partido y en 2000 regresó a la Cámara de Diputados.
Padre de tres que se va quedando clavo, con lentes y que compensa con perseverancia lo que le falta en carisma, Calderón tiene un marcado contraste con el imponente y franco Fox. Si acaso, Calderón evoca a los tecnócratas sosos, educados en prestigiadas universidades Ivy League, que gobernaron México durante las últimas dos décadas del reinado del PRI. Y ciertamente, es un fiel discípulo de las políticas de libre mercado que ellos introdujeron en las décadas de 1980 y 1990 y que después Fox defendió como presidente. Durante la campaña electoral, Calderón hizo eco del discurso de López Obrador sobre la creación de más empleos, pero no adoptó la promesa de su opositor de revisar ciertas cláusulas en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte de 12 años, que amenaza a los pequeños agricultores de México. “El mundo está interconectado… y quiero que México esté preparado”, afirma Calderón en uno de sus discursos. “No es verdad que el proceso de globalización se pueda revertir. Está aquí para quedarse”.
Sin embargo, el asesor principal de asuntos internacionales de la campaña de Calderón prevé un leve giro en las relaciones del país con su vecino del norte. Reconstruir las descuidadas relaciones diplomáticas con América Latina será una prioridad en la administración de Calderón, dice el diplomático de carrera, Arturo Sarukhan, y la inmigración ya no será el tema dominante en las relaciones EE UU – México. “Todo estaba supeditado a ese tema”, señala Sarukhan. “[La inmigración] se convertirá en una de las cuatro ruedas de la carreta, junto con la seguridad de la frontera, el desarrollo regional dentro de México y [expandir] el TLCAN”.
Una cosa parece cierta: Washington disfrutará de un nivel mayor de comodidad con un graduado de Harvard que habla inglés, como Calderón, que su agitador enemigo quien, a pesar de toda la evidencia contraria a ello, todavía piensa que debe ser el siguiente presidente. Las tácticas torpes de presión de López Obrador han alejado a millones de los que antes fueron sus partidarios. A finales de la semana pasada los congresistas del partido de López Obrador obstaculizaron físicamente a Fox para impedirle que pronunciara su último informe a la nación. El político de izquierda está aun planeando celebrar su propia convención este 16 de septiembre, Día de la Independencia de México, que se supone lo coronará presidente electo.
El autollamado hijo desobediente de México puede tener llenas las manos con un rebelde genuino.
Newsweek en Español (Núm. 1136)
06 de septiembre de 2006
El largo y sinuoso camino de Felipe Calderón a la presidencia de México puede haber llegado a su fin. La semana pasada el Tribunal Federal Electoral anunció los resultados de la revisión parcial de los votos en la elección presidencial del 2 de julio, y la cuenta ajustada confirmó la victoria de Calderón sobre su contendiente Andrés Manuel López Obrador por cerca de 240,000 votos. El escasísimo margen ha sido el preludio de dos meses de punto muerto político y tensión a medida que López Obrador gritaba fraude y ordenaba a sus partidarios bloquear vías principales en la ciudad de México. Sin embargo, la resolución del Tribunal fijó el escenario para una proclamación formal de Calderón como presidente electo, veredicto que el panel de siete jueces debe rendir esta semana. “Asumiré mi papel como presidente con firmeza y claridad”, dijo el nominado de 44 años del Partido Acción Nacional (PAN) el día que el Tribunal anunció las conclusiones del recuento. “[La decisión del tribunal] esclarece las dudas e insinuaciones que [nuestros opositores] quieren sembrar entre la gente”.
O así lo espera. Calderón recibió menos del 36 por ciento de los votos emitidos en la elección presidencial y la lista de candidatos al congreso del PAN fracasó en obtener la mayoría absoluta en alguna de las cámaras. Para gobernar con eficacia, necesitará forjar un gobierno de coalición antes de tomar posesión del cargo en diciembre, y no tendrá ninguna ayuda de López Obrador. El candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD) de la izquierda descartó la resolución del tribunal electoral como “una decisión política” y juró establecer un gobierno paralelo en las próximas semanas. Con esto le quedan el un día omnipotente Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó México por 71 años pero que cosechó sólo 22 por ciento de los votos, y los tres grupos más pequeños de izquierda y centro. “Quiero hacer acuerdos con los partidos de la oposición para lograr una mayoría”, le dijo Calderón a Newsweek en junio. “Estoy dispuesto a compartir el programa de gobierno y el gabinete”.
A primera vista, el PRI parecería un socio improbable en un gobierno dirigido por Calderón. El centro-derecho PAN fue la única oposición creíble del PRI a lo largo de sus décadas en el poder, y el grupo del PRI en el Congreso frustró la mayoría de las reformas legislativas del presidente saliente Vicente Fox durante su período de seis años en el puesto. Pero el deprimente desempeño del PRI en las elecciones de este año pueden haberle dado una lección de humildad a su liderazgo, y Calderón se reunió por separado con tres de sus gobernadores estatales el mes pasado. Los prospectos de cooperación entre los antes implacables rivales tuvieron un empujón la semana pasada cuando los congresistas del PRI y del PAN se unieron para elegir al nuevo presidente de la mesa directiva de la cámara baja por encima de las objeciones de los aliados de López Obrador. Sin embargo, algunos expertos siguen dubitativos. “Un verdadero gobierno de coalición con un socio que vote con Calderón todo el tiempo es muy improbable”, dice el columnista Sergio Sarmiento. “El PRI y el PAN tendrán algunos terrenos para trabajar juntos los asuntos como la ley laboral y las reformas fiscales, pero cualesquier acuerdos al que lleguen desaparecerá conforme se acerquen las elecciones legislativas de 2009”.
Sin embargo, Felipe Calderón ha hecho una carrera demostrando a los escépticos que están equivocados. Ellos adoptaron un aire despectivo cuando Calderón, sirviendo entonces como Secretario de Energía, anunció que buscaría la nominación presidencial del PAN para el 2006 aun cundo otro de los secretarios del gabinete ya disfrutaba de la bendición de Fox. Se mofaron la primavera pasada cuando empezó a transmitir anuncios por la televisión tildando al puntero López Obrador como “un peligro para México” que no respetaba el imperio de la ley. Los anuncios le ayudaron a cambiar un déficit entre 6 y 10 puntos porcentuales en las encuestas, en lo que parece ser su victoria.
La delgada autobiografía de Calderón recientemente publicada se llama “El Hijo Desobediente”, un título, dice, que fue parcialmente inspirado por una popular canción tradicional mexicana del mismo nombre y cuyo protagonista se llama Felipe. Otros dicen que el título intenta resaltar el supuesto anuncio prematuro de Calderón de sus ambiciones presidenciales en 2004, un movimiento que molestó a Fox en ese momento. Pero Calderón en realidad no tiene nada de rebelde. Prácticamente nació en el PAN como el quinto hijo de uno de los padres fundadores del partido. Encabezó el ala joven del PAN durante algún tiempo y conoció a su actual esposa, Margarita, cuando enseñaba en un instituto de investigación patrocinado por el partido. Calderón fue a las escuelas correctas, obtuvo su licenciatura de una escuela superior de leyes en la ciudad de México y su maestría en administración pública en Harvard. Le faltaba un mes para su cumpleaños 29 cuando fue electo para su primer período en el Congreso, cinco años después se convirtió en el presidente más joven de su partido y en 2000 regresó a la Cámara de Diputados.
Padre de tres que se va quedando clavo, con lentes y que compensa con perseverancia lo que le falta en carisma, Calderón tiene un marcado contraste con el imponente y franco Fox. Si acaso, Calderón evoca a los tecnócratas sosos, educados en prestigiadas universidades Ivy League, que gobernaron México durante las últimas dos décadas del reinado del PRI. Y ciertamente, es un fiel discípulo de las políticas de libre mercado que ellos introdujeron en las décadas de 1980 y 1990 y que después Fox defendió como presidente. Durante la campaña electoral, Calderón hizo eco del discurso de López Obrador sobre la creación de más empleos, pero no adoptó la promesa de su opositor de revisar ciertas cláusulas en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte de 12 años, que amenaza a los pequeños agricultores de México. “El mundo está interconectado… y quiero que México esté preparado”, afirma Calderón en uno de sus discursos. “No es verdad que el proceso de globalización se pueda revertir. Está aquí para quedarse”.
Sin embargo, el asesor principal de asuntos internacionales de la campaña de Calderón prevé un leve giro en las relaciones del país con su vecino del norte. Reconstruir las descuidadas relaciones diplomáticas con América Latina será una prioridad en la administración de Calderón, dice el diplomático de carrera, Arturo Sarukhan, y la inmigración ya no será el tema dominante en las relaciones EE UU – México. “Todo estaba supeditado a ese tema”, señala Sarukhan. “[La inmigración] se convertirá en una de las cuatro ruedas de la carreta, junto con la seguridad de la frontera, el desarrollo regional dentro de México y [expandir] el TLCAN”.
Una cosa parece cierta: Washington disfrutará de un nivel mayor de comodidad con un graduado de Harvard que habla inglés, como Calderón, que su agitador enemigo quien, a pesar de toda la evidencia contraria a ello, todavía piensa que debe ser el siguiente presidente. Las tácticas torpes de presión de López Obrador han alejado a millones de los que antes fueron sus partidarios. A finales de la semana pasada los congresistas del partido de López Obrador obstaculizaron físicamente a Fox para impedirle que pronunciara su último informe a la nación. El político de izquierda está aun planeando celebrar su propia convención este 16 de septiembre, Día de la Independencia de México, que se supone lo coronará presidente electo.
El autollamado hijo desobediente de México puede tener llenas las manos con un rebelde genuino.
El callejón sin salida de López Obrador
Jorge Volpi
El País - Opinión
09-09-2006
A quienes en algún momento simpatizamos con Andrés Manuel López Obrador, o más bien con su causa, no deja de sorprendernos el cúmulo de errores que ha acumulado en las últimas semanas. En este brevísimo tiempo ha estado a punto de despilfarrar todo su capital político; a lo largo de su carrera, López Obrador se caracterizó siempre por su defensa de los desamparados y, sin embargo, ahora parece dispuesto a traicionarlos. Incluso si, como hipótesis, aceptamos su punto de vista -es decir, que fue víctima de un fraude-, su estrategia de confrontación lo ha llevado a un callejón sin salida.
A López Obrador le pesa demasiado la sombra de Cuauhtémoc Cárdenas. En 1988 éste fue víctima de un enorme fraude electoral, pero al final decidió no salirse de la vía institucional y, con la fuerza ganada entonces, forzó una mayor apertura democrática. Este camino, que ahora muchos en el PRD tildan de gradualista o timorato, le garantizó al país un sistema electoral confiable y la derrota del PRI en el 2000 (aunque, paradójicamente, por un candidato de la derecha). López Obrador está decidido a no repetir este modelo; él no quiere pasar a la historia como "líder moral" y, sobre todo, no quiere compartir el destino de Cárdenas, quien trabajó como nadie por el establecimiento de la democracia, sin alcanzar jamás la presidencia.
A mi modo de ver, este miedo es el que ha guiado las acciones recientes de López Obrador, y por tanto del PRD y sus aliados: no el bien del país, ni el de esos sectores marginados por los que siempre ha luchado, sino la ciega voluntad de no convertirse en otro Cuauhtémoc.
Convencido de su triunfo, como Cárdenas en 1988, pero decidido a no repetir su frustrante experiencia, López Obrador no ha encontrado otra salida que forzar una vía "revolucionaria" que la izquierda mexicana había descartado varios lustros atrás. Así, de la noche a la mañana ha pasado a imitar, de forma casi grosera, el discurso y las acciones del subcomandante Marcos, la única figura relevante de la izquierda radical que ha tenido México en el último cuarto de siglo y quien, por cierto, fue uno de los críticos más acerbos de López Obrador durante la campaña. No obstante, en otra de esas paradojas tan comunes en nuestra historia, a éste no le ha importado suplantar a Marcos como luchador social dispuesto a denunciar la corrupción de todo nuestro sistema: de allí su ya célebre, e infame, "¡al diablo con sus instituciones!".
En el 18 Brumario de Luis Bonaparte, Marx escribió que los grandes hechos de la historia ocurren dos veces, una como tragedia y otra como farsa. Y eso es lo que está pasando con la apropiación de la estrategia zapatista por parte del PRD: su "resistencia civil pacífica" suena hueca y anacrónica. Nadie -sería mejor decir: nadie que no esté de su lado- puede aceptar sus declaraciones de que Vicente Fox es un dictador, de que vivimos en un "Estado represivo", de que el PAN es un partido "fascista" o de que Calderón ha dado un "golpe". Con todo lo incómodos y molestos que son, los campamentos del Paseo de la Reforma y el Zócalo recuerdan más a los stands de una feria del libro que a las trincheras de la Comuna de París. Y sus admoniciones épicas, violentas e iluminadas suenan como copias burdas -y desprovistas de humor- de los comunicados del subcomandante. No deja de ser irónico -y penoso- que su mayor iniciativa, la convocatoria a una Convención Nacional Democrática el 16 de septiembre en el Zócalo -y su apuesta porque el "pueblo", en un acto de "democracia directa", lo elija como "presidente legítimo"-, no sea sino un remedo de la organizada por Marcos en Chiapas en 1995 (y en la cual la pregunta a la concurrencia, más divertida, era si éste debía quitarse el pasamontañas).
Insisto: aun si creyéramos que López Obrador fue víctima de un fraude, su táctica resulta equivocada. Como ya denuncian las últimas encuestas -en las que por supuesto él no cree- su "resistencia civil pacífica" sólo logrará alienar a la mayor parte de sus votantes. Si en verdad quiere ser congruente con su programa político -y sobrevivir a este trance-, López Obrador necesita replantear sus métodos. Quince millones de personas lo eligieron por un motivo. No puede continuar traicionándolos sólo para conjurar un fantasma (Cárdenas) y resucitar otro (Marcos).
Nadie le pide que reconozca el triunfo de Calderón; ni que transija con quienes detentan el poder; ni que se muestre menos combativo. Pero, si no quiere pasar a la historia como otro líder que despilfarró el apoyo de su gente por arrogancia, debe realizar acciones que en efecto, y no sólo de manera espectacular, incidan en la transformación de esas instituciones que él -y muchos con él- consideran caducas.
Así que debería dejar de bloquear calles y convocar marchas (que incomodan a tantos ciudadanos inocentes), de sabotear los actos de gobierno (el bloqueo del Informe de Fox sólo mostró al PRD como un partido intransigente) y de abjurar de las instituciones (su hipotético nombramiento como "presidente legítimo") para realizar acciones que en verdad pongan en cuestión los actos de Felipe Calderón.
Su propuesta de un "gobierno paralelo", si se transforma en un "gabinete en la sombra" como el que existe en otros países, no me parece desdeñable: la idea sería que hombres de probada capacidad examinen de modo implacable cada una de las decisiones del gobierno de Calderón. Luego, no en el Zócalo, pero sí en nuevas conferencias televisivas, el mismo López Obrador podría cada día dar su punto de vista sobre los actos de su rival, asumiendo las funciones de líder de la oposición que existe en otras partes. Y, en fin, debe encontrar cauces legítimos para que el movimiento social que lo ha acompañado pueda mostrar su descontento y contribuir razonadamente a la reforma que México necesita con tanta urgencia.
Jorge Volpi es escritor mexicano.
El País - Opinión
09-09-2006
A quienes en algún momento simpatizamos con Andrés Manuel López Obrador, o más bien con su causa, no deja de sorprendernos el cúmulo de errores que ha acumulado en las últimas semanas. En este brevísimo tiempo ha estado a punto de despilfarrar todo su capital político; a lo largo de su carrera, López Obrador se caracterizó siempre por su defensa de los desamparados y, sin embargo, ahora parece dispuesto a traicionarlos. Incluso si, como hipótesis, aceptamos su punto de vista -es decir, que fue víctima de un fraude-, su estrategia de confrontación lo ha llevado a un callejón sin salida.
A López Obrador le pesa demasiado la sombra de Cuauhtémoc Cárdenas. En 1988 éste fue víctima de un enorme fraude electoral, pero al final decidió no salirse de la vía institucional y, con la fuerza ganada entonces, forzó una mayor apertura democrática. Este camino, que ahora muchos en el PRD tildan de gradualista o timorato, le garantizó al país un sistema electoral confiable y la derrota del PRI en el 2000 (aunque, paradójicamente, por un candidato de la derecha). López Obrador está decidido a no repetir este modelo; él no quiere pasar a la historia como "líder moral" y, sobre todo, no quiere compartir el destino de Cárdenas, quien trabajó como nadie por el establecimiento de la democracia, sin alcanzar jamás la presidencia.
A mi modo de ver, este miedo es el que ha guiado las acciones recientes de López Obrador, y por tanto del PRD y sus aliados: no el bien del país, ni el de esos sectores marginados por los que siempre ha luchado, sino la ciega voluntad de no convertirse en otro Cuauhtémoc.
Convencido de su triunfo, como Cárdenas en 1988, pero decidido a no repetir su frustrante experiencia, López Obrador no ha encontrado otra salida que forzar una vía "revolucionaria" que la izquierda mexicana había descartado varios lustros atrás. Así, de la noche a la mañana ha pasado a imitar, de forma casi grosera, el discurso y las acciones del subcomandante Marcos, la única figura relevante de la izquierda radical que ha tenido México en el último cuarto de siglo y quien, por cierto, fue uno de los críticos más acerbos de López Obrador durante la campaña. No obstante, en otra de esas paradojas tan comunes en nuestra historia, a éste no le ha importado suplantar a Marcos como luchador social dispuesto a denunciar la corrupción de todo nuestro sistema: de allí su ya célebre, e infame, "¡al diablo con sus instituciones!".
En el 18 Brumario de Luis Bonaparte, Marx escribió que los grandes hechos de la historia ocurren dos veces, una como tragedia y otra como farsa. Y eso es lo que está pasando con la apropiación de la estrategia zapatista por parte del PRD: su "resistencia civil pacífica" suena hueca y anacrónica. Nadie -sería mejor decir: nadie que no esté de su lado- puede aceptar sus declaraciones de que Vicente Fox es un dictador, de que vivimos en un "Estado represivo", de que el PAN es un partido "fascista" o de que Calderón ha dado un "golpe". Con todo lo incómodos y molestos que son, los campamentos del Paseo de la Reforma y el Zócalo recuerdan más a los stands de una feria del libro que a las trincheras de la Comuna de París. Y sus admoniciones épicas, violentas e iluminadas suenan como copias burdas -y desprovistas de humor- de los comunicados del subcomandante. No deja de ser irónico -y penoso- que su mayor iniciativa, la convocatoria a una Convención Nacional Democrática el 16 de septiembre en el Zócalo -y su apuesta porque el "pueblo", en un acto de "democracia directa", lo elija como "presidente legítimo"-, no sea sino un remedo de la organizada por Marcos en Chiapas en 1995 (y en la cual la pregunta a la concurrencia, más divertida, era si éste debía quitarse el pasamontañas).
Insisto: aun si creyéramos que López Obrador fue víctima de un fraude, su táctica resulta equivocada. Como ya denuncian las últimas encuestas -en las que por supuesto él no cree- su "resistencia civil pacífica" sólo logrará alienar a la mayor parte de sus votantes. Si en verdad quiere ser congruente con su programa político -y sobrevivir a este trance-, López Obrador necesita replantear sus métodos. Quince millones de personas lo eligieron por un motivo. No puede continuar traicionándolos sólo para conjurar un fantasma (Cárdenas) y resucitar otro (Marcos).
Nadie le pide que reconozca el triunfo de Calderón; ni que transija con quienes detentan el poder; ni que se muestre menos combativo. Pero, si no quiere pasar a la historia como otro líder que despilfarró el apoyo de su gente por arrogancia, debe realizar acciones que en efecto, y no sólo de manera espectacular, incidan en la transformación de esas instituciones que él -y muchos con él- consideran caducas.
Así que debería dejar de bloquear calles y convocar marchas (que incomodan a tantos ciudadanos inocentes), de sabotear los actos de gobierno (el bloqueo del Informe de Fox sólo mostró al PRD como un partido intransigente) y de abjurar de las instituciones (su hipotético nombramiento como "presidente legítimo") para realizar acciones que en verdad pongan en cuestión los actos de Felipe Calderón.
Su propuesta de un "gobierno paralelo", si se transforma en un "gabinete en la sombra" como el que existe en otros países, no me parece desdeñable: la idea sería que hombres de probada capacidad examinen de modo implacable cada una de las decisiones del gobierno de Calderón. Luego, no en el Zócalo, pero sí en nuevas conferencias televisivas, el mismo López Obrador podría cada día dar su punto de vista sobre los actos de su rival, asumiendo las funciones de líder de la oposición que existe en otras partes. Y, en fin, debe encontrar cauces legítimos para que el movimiento social que lo ha acompañado pueda mostrar su descontento y contribuir razonadamente a la reforma que México necesita con tanta urgencia.
Jorge Volpi es escritor mexicano.
11 de septiembre de 2006
Portazo a sí mismo
Denise Dresser
Grupo Reforma
11 de Septiembre del 2006
Allí va de nuevo la izquierda a las calles. Movilizando, protestando, aventando huevos, lanzando escupitajos. Justificando su actuación sin límites con las dudas sobre una elección que el Tribunal Federal Electoral no pudo o no quiso esclarecer. Quejándose de la exclusión del sistema político, pero ayudando a producirla. Hoy el PRD está atrapado en un círculo vicioso en el cual denuncia un portazo y se lo da a sí mismo. Reclama que se le negó la presidencia, pero a la vez se posiciona para no alcanzarla en elecciones futuras. Argumenta que las vías institucionales se le han cerrado, pero contribuye a colocar obstáculos a lo largo de ellas. Quiere ser partido y movimiento social, sin entender que lo segundo puede ir en contra de lo primero. La Convención Nacional Democrática que el PRD ayuda a organizar no fortalece al partido. Al contrario: conspira contra él.
Porque la Convención no será un espacio para el fortalecimiento del partido, sino una plaza para el reconocimiento del líder al margen de él. No será un lugar donde se busque reformar a las instituciones existentes, sino un lugar donde se insista en descalificarlas. No será un sitio donde se pensará en cómo gobernar mejor, sino un sitio donde se pretenda hacerlo de manera paralela. Y al sumarse a ese objetivo, el PRD camina lenta y dolorosamente hacia su marginación anunciada. Hacia su inmolación declarada. Hacia su suicidio público como partido que forma parte del andamiaje institucional, y ahora declara que también lo mandará al diablo. Marchando detrás del hombre que lo ayudó a ganar, pero que le exige que se autodestruya con tal de apoyarlo.
A eso está obligando AMLO al PRD. Al acto moralmente aplaudible pero políticamente dañino, a la postura testimonial que “el pueblo” aplaude, pero los electores rechazan, a la lógica de bloquear calles en vez de ganar elecciones, a la táctica de tomar tribunas en vez de representar ciudadanos. Mientras tanto, López Obrador dice “el costo ya lo pagamos, así que ahora hay que seguirle porque ya no es un asunto de popularidad, sino de eficacia”. ¿Pero eficacia de quién y con qué objetivo? La del partido que quiere seguir gobernando o la del hombre radical que ya renunció a hacerlo? La del PRD que quiere seguir manteniendo posiciones dentro del sistema, o la del revolucionario que busca tumbarlo? La contradicción es clara: el dirigente moral camina en sentido contrario a un partido del cual se adueñó y hoy daña. A AMLO le conviene la bolivianización de México. Al PRD no. A AMLO le conviene la radicalización del movimiento social que encabeza. Al PRD no.
Porque mientras López Obrador consolida fanáticos, el PRD pierde electores. Mientras López Obrador consigue personas dispuestas a aventar huevos, el PRD pierde personas dispuestas a depositar votos. Mientras López Obrador celebra el “servicio a la Patria de gran valía”, el PRD paga el precio de brindarlo. Los números duros están allí, en cada encuesta que revela la pérdida de apoyo para un partido que duplicó su votación y en el futuro se apresta a perderla.
Ahora bien, el ala radical del PRD gritará que tiene razón en hacer lo que hace, en decir lo que dice, en apoyar a AMLO de manera incondicional y sin preguntas. Todo se vale porque hubo fraude. Todo se justifica porque hubo imposición. Todo se permite en aras de refundar a la República. El problema es que el PRD mismo no tendrá cabida en ella. Si los radicales ganan, el PRD será obligado a declararse en rebeldía permanente, a romper toda relación con el PAN, a equiparar negociar con transar, a impedir la toma de posesión de Felipe Calderón o a hacerle -como sugiere el vocero perredista- la vida de “rombitos”. Ya no existirá para legislar sino para obstaculizar. Ya no existirá para aspirar al poder sino para sabotear a quien lo tenga.
Acorralado por AMLO, el PRD no tendrá otra misión más que recorrer en México la ruta de Evo Morales en Bolivia. La apuesta para la izquierda ya no será empujar para que Calderón gobierne en nombre de los pobres, sino impedir que lo haga. A través de protestas, mediante movilizaciones, bloqueo tras bloqueo, plantón tras plantón. Incendiando la ira. Atizando los ánimos. Promoviendo las divisiones mientras acusa a los otros de haberlo hecho primero. Denunciando a las instituciones tradicionales sin comprender a cabalidad que forma parte de ellas. Convocando a una revolución contra la República simulada sin entender que -como partido establecido- acabaría arrasado por ella. Alienando a quienes se rehusaron a creer que la izquierda era peligrosa y ahora comienzan a pensar que lo es.
Porque la presión de la calle puede resultar contraproducente. Porque la radicalización de la izquierda puede sabotear el cambio que exige en vez de fomentarlo. Porque mientras algunos en el PAN y en el PRI piensan que habrá que “rebasar a AMLO por la izquierda”, otros ya empiezan a pensar que sería mejor descartar la inclusión de su agenda. Empiezan a argumentar el PRD no es un jugador confiable y no debería ser tratado como tal. Empiezan a sugerir que el PRD ya no es un actor racional con el que se pueda negociar y más vale no intentarlo. Empiezan a asumir que la izquierda se rehúsa a ofrecer garantías y por eso será mejor aislarla. Ignorarla. Marginarla. Excluirla. Incorporar quizás algunas de sus propuestas pero sin compartir el crédito político por ello. La recalcitrancia perredista está alimentando la intransigencia panista.
Para que exista la democracia es necesario que todos los actores políticos ofrezcan salvaguardas a sus enemigos. Y hoy AMLO niega de tajo esa posibilidad mientras el PRD todavía la debate. Los radicales ya anunciaron que están dispuestos a vivir en tiendas de campaña, mientras los moderados se preguntan hasta cuando tendrán que permanecer allí. Por un lado Fernández Noroña y por otro Amalia García. Por un lado Martí Batres y por otro Javier González Garza. Por un lado AMLO y por otro quienes comienzan a padecer el peso de su cercanía con él. La causa personal enfrentada a la evolución del partido. Un actor anti-institucional que se margina y un actor institucional que lo hace también. El PRD varado ante el portazo que da contra sí mismo.
Grupo Reforma
11 de Septiembre del 2006
Allí va de nuevo la izquierda a las calles. Movilizando, protestando, aventando huevos, lanzando escupitajos. Justificando su actuación sin límites con las dudas sobre una elección que el Tribunal Federal Electoral no pudo o no quiso esclarecer. Quejándose de la exclusión del sistema político, pero ayudando a producirla. Hoy el PRD está atrapado en un círculo vicioso en el cual denuncia un portazo y se lo da a sí mismo. Reclama que se le negó la presidencia, pero a la vez se posiciona para no alcanzarla en elecciones futuras. Argumenta que las vías institucionales se le han cerrado, pero contribuye a colocar obstáculos a lo largo de ellas. Quiere ser partido y movimiento social, sin entender que lo segundo puede ir en contra de lo primero. La Convención Nacional Democrática que el PRD ayuda a organizar no fortalece al partido. Al contrario: conspira contra él.
Porque la Convención no será un espacio para el fortalecimiento del partido, sino una plaza para el reconocimiento del líder al margen de él. No será un lugar donde se busque reformar a las instituciones existentes, sino un lugar donde se insista en descalificarlas. No será un sitio donde se pensará en cómo gobernar mejor, sino un sitio donde se pretenda hacerlo de manera paralela. Y al sumarse a ese objetivo, el PRD camina lenta y dolorosamente hacia su marginación anunciada. Hacia su inmolación declarada. Hacia su suicidio público como partido que forma parte del andamiaje institucional, y ahora declara que también lo mandará al diablo. Marchando detrás del hombre que lo ayudó a ganar, pero que le exige que se autodestruya con tal de apoyarlo.
A eso está obligando AMLO al PRD. Al acto moralmente aplaudible pero políticamente dañino, a la postura testimonial que “el pueblo” aplaude, pero los electores rechazan, a la lógica de bloquear calles en vez de ganar elecciones, a la táctica de tomar tribunas en vez de representar ciudadanos. Mientras tanto, López Obrador dice “el costo ya lo pagamos, así que ahora hay que seguirle porque ya no es un asunto de popularidad, sino de eficacia”. ¿Pero eficacia de quién y con qué objetivo? La del partido que quiere seguir gobernando o la del hombre radical que ya renunció a hacerlo? La del PRD que quiere seguir manteniendo posiciones dentro del sistema, o la del revolucionario que busca tumbarlo? La contradicción es clara: el dirigente moral camina en sentido contrario a un partido del cual se adueñó y hoy daña. A AMLO le conviene la bolivianización de México. Al PRD no. A AMLO le conviene la radicalización del movimiento social que encabeza. Al PRD no.
Porque mientras López Obrador consolida fanáticos, el PRD pierde electores. Mientras López Obrador consigue personas dispuestas a aventar huevos, el PRD pierde personas dispuestas a depositar votos. Mientras López Obrador celebra el “servicio a la Patria de gran valía”, el PRD paga el precio de brindarlo. Los números duros están allí, en cada encuesta que revela la pérdida de apoyo para un partido que duplicó su votación y en el futuro se apresta a perderla.
Ahora bien, el ala radical del PRD gritará que tiene razón en hacer lo que hace, en decir lo que dice, en apoyar a AMLO de manera incondicional y sin preguntas. Todo se vale porque hubo fraude. Todo se justifica porque hubo imposición. Todo se permite en aras de refundar a la República. El problema es que el PRD mismo no tendrá cabida en ella. Si los radicales ganan, el PRD será obligado a declararse en rebeldía permanente, a romper toda relación con el PAN, a equiparar negociar con transar, a impedir la toma de posesión de Felipe Calderón o a hacerle -como sugiere el vocero perredista- la vida de “rombitos”. Ya no existirá para legislar sino para obstaculizar. Ya no existirá para aspirar al poder sino para sabotear a quien lo tenga.
Acorralado por AMLO, el PRD no tendrá otra misión más que recorrer en México la ruta de Evo Morales en Bolivia. La apuesta para la izquierda ya no será empujar para que Calderón gobierne en nombre de los pobres, sino impedir que lo haga. A través de protestas, mediante movilizaciones, bloqueo tras bloqueo, plantón tras plantón. Incendiando la ira. Atizando los ánimos. Promoviendo las divisiones mientras acusa a los otros de haberlo hecho primero. Denunciando a las instituciones tradicionales sin comprender a cabalidad que forma parte de ellas. Convocando a una revolución contra la República simulada sin entender que -como partido establecido- acabaría arrasado por ella. Alienando a quienes se rehusaron a creer que la izquierda era peligrosa y ahora comienzan a pensar que lo es.
Porque la presión de la calle puede resultar contraproducente. Porque la radicalización de la izquierda puede sabotear el cambio que exige en vez de fomentarlo. Porque mientras algunos en el PAN y en el PRI piensan que habrá que “rebasar a AMLO por la izquierda”, otros ya empiezan a pensar que sería mejor descartar la inclusión de su agenda. Empiezan a argumentar el PRD no es un jugador confiable y no debería ser tratado como tal. Empiezan a sugerir que el PRD ya no es un actor racional con el que se pueda negociar y más vale no intentarlo. Empiezan a asumir que la izquierda se rehúsa a ofrecer garantías y por eso será mejor aislarla. Ignorarla. Marginarla. Excluirla. Incorporar quizás algunas de sus propuestas pero sin compartir el crédito político por ello. La recalcitrancia perredista está alimentando la intransigencia panista.
Para que exista la democracia es necesario que todos los actores políticos ofrezcan salvaguardas a sus enemigos. Y hoy AMLO niega de tajo esa posibilidad mientras el PRD todavía la debate. Los radicales ya anunciaron que están dispuestos a vivir en tiendas de campaña, mientras los moderados se preguntan hasta cuando tendrán que permanecer allí. Por un lado Fernández Noroña y por otro Amalia García. Por un lado Martí Batres y por otro Javier González Garza. Por un lado AMLO y por otro quienes comienzan a padecer el peso de su cercanía con él. La causa personal enfrentada a la evolución del partido. Un actor anti-institucional que se margina y un actor institucional que lo hace también. El PRD varado ante el portazo que da contra sí mismo.
Ya hay presidente electo, de todos depende el futuro
Mejor Sociedad Mejor Gobierno
Texto del desplegado de plana completa en los periódicos de REFORMA Y EL UNIVERSAL que Mejor Sociedad Mejor Gobierno y Otras Organizaciones publicaron.
Por ley la calificación de validez de las elecciones federales y la declaración de presidente electo corresponde al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, aunque no hubiera habido votación tan cerrada ni las impugnaciones presentadas.
Los testimonios de los miles de funcionarios de casillas y las decisiones y sentencias del Tribunal Electoral demostraron que la elección es confiable y válida. Los errores humanos quedaron aclarados y la corrección de los mismos no cambió el resultado. El IFE fue reivindicado por la sociedad y por el Tribunal Electoral.
La presión política que pretendía que el Tribunal Electoral declarara nula la elección, generó incertidumbre, escepticismo, angustia, resentimiento en los inconformes y radicalismo amenazante de quienes pensaron que ese podía ser el camino para cambiar el resultado.
El Tribunal Electoral manifestó independencia, ética profesional, conciencia de su responsabilidad histórica y apego a la legalidad. Merece el reconocimiento y respaldo de toda la ciudadanía.
Ya reconocido por la máxima autoridad en materia electoral el presidente electo, legalmente se acabó la discusión, electoralmente se terminó el plazo, el efecto del voto de los mexicanos, a través de la mayoría de los que votaron, culminará cuando el Congreso y el Ejecutivo Federal tomen posesión.
LA CRISIS PERMITE CONSOLIDAR Y MEJORAR LA DEMOCRACIA
Ahora sabemos perfectamente la importancia de las leyes e instituciones electorales, la responsabilidad de los funcionarios de casilla y representantes de partidos.
Culminó un proceso electoral y se inicia una nueva etapa que exige la negociación de los actores políticos y el mejor esfuerzo de todos los mexicanos.
Hoy la inmensa mayoría de los mexicanos, los que votamos y los que no, por encima de las simpatías a tal o cual partidos o candidatos, estamos decididos a forjar juntos un país mejor, con mayor justicia social y solidaridad y con oportunidades de empleo para erradicar la miseria y promover el progreso popular, con estado de derecho y seguridad pública.
CONCILIACION, CONCORDIA Y CONFIANZA
Resulta evidente que es necesaria la voluntad de todos para conciliar, dialogar, construir una visión compartida. Para este propósito es indispensable generar confianza recíproca entre empresarios y trabajadores, entre CIUDADANOS servidores públicos y ciudadanos gobernados, entre personas de diversos partidos, entre mexicanos de diversas regiones y sectores.
Somos corresponsales del mismo país dispuestos a sembrar concordia, a darle la mano al otro porque es mexicano, porque es mi hermano.
Construyamos una más fuerte unidad nacional, que implica FORTALECER A NUESTRAS INSTITUCIONES para asegurar un mejor futuro en el que podamos vivir LA PAZ SOCIAL, y para ello rechacemos activamente la mentira, la violencia, el enfrentamiento y el odio, porque es urgente recuperar el clima de convivencia y la seguridad que nos permite construir.
SOLO CON MEJOR SOCIEDAD TENDREMOS MEJOR GOBIERNO, SOLO CON MEJOR GOBIERNO TENDREMOS MEJOR SOCIEDAD.
Es el momento de la democracia participativa, de la vivencia intensa de los VALORES CIVICOS, porque todos, de una u otra manera, somos co-responsables de que ganen la confianza y la esperanza.
Amar a México es amar a los mexicanos, especialmente a los niños. El futuro de los niños se forja dándoles ejemplo de participación, orden, respeto y alegría, en una convivencia digna y civilizada, para comprendernos mutuamente, hacer acuerdos en todos los niveles y sectores para que renazca la confianza y se reoriente la solidaridad para lograr un progreso más equitativo y humano.
Que nuestros hijos y el mundo entero vean que los valores profundos de nosotros los mexicanos, fueron más fuertes que los problemas, que los agravios, que la crisis.
Este es nuestro ejemplo y lo esencial de nuestra participación.
Texto del desplegado de plana completa en los periódicos de REFORMA Y EL UNIVERSAL que Mejor Sociedad Mejor Gobierno y Otras Organizaciones publicaron.
Por ley la calificación de validez de las elecciones federales y la declaración de presidente electo corresponde al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, aunque no hubiera habido votación tan cerrada ni las impugnaciones presentadas.
Los testimonios de los miles de funcionarios de casillas y las decisiones y sentencias del Tribunal Electoral demostraron que la elección es confiable y válida. Los errores humanos quedaron aclarados y la corrección de los mismos no cambió el resultado. El IFE fue reivindicado por la sociedad y por el Tribunal Electoral.
La presión política que pretendía que el Tribunal Electoral declarara nula la elección, generó incertidumbre, escepticismo, angustia, resentimiento en los inconformes y radicalismo amenazante de quienes pensaron que ese podía ser el camino para cambiar el resultado.
El Tribunal Electoral manifestó independencia, ética profesional, conciencia de su responsabilidad histórica y apego a la legalidad. Merece el reconocimiento y respaldo de toda la ciudadanía.
Ya reconocido por la máxima autoridad en materia electoral el presidente electo, legalmente se acabó la discusión, electoralmente se terminó el plazo, el efecto del voto de los mexicanos, a través de la mayoría de los que votaron, culminará cuando el Congreso y el Ejecutivo Federal tomen posesión.
LA CRISIS PERMITE CONSOLIDAR Y MEJORAR LA DEMOCRACIA
Ahora sabemos perfectamente la importancia de las leyes e instituciones electorales, la responsabilidad de los funcionarios de casilla y representantes de partidos.
Culminó un proceso electoral y se inicia una nueva etapa que exige la negociación de los actores políticos y el mejor esfuerzo de todos los mexicanos.
Hoy la inmensa mayoría de los mexicanos, los que votamos y los que no, por encima de las simpatías a tal o cual partidos o candidatos, estamos decididos a forjar juntos un país mejor, con mayor justicia social y solidaridad y con oportunidades de empleo para erradicar la miseria y promover el progreso popular, con estado de derecho y seguridad pública.
CONCILIACION, CONCORDIA Y CONFIANZA
Resulta evidente que es necesaria la voluntad de todos para conciliar, dialogar, construir una visión compartida. Para este propósito es indispensable generar confianza recíproca entre empresarios y trabajadores, entre CIUDADANOS servidores públicos y ciudadanos gobernados, entre personas de diversos partidos, entre mexicanos de diversas regiones y sectores.
Somos corresponsales del mismo país dispuestos a sembrar concordia, a darle la mano al otro porque es mexicano, porque es mi hermano.
Construyamos una más fuerte unidad nacional, que implica FORTALECER A NUESTRAS INSTITUCIONES para asegurar un mejor futuro en el que podamos vivir LA PAZ SOCIAL, y para ello rechacemos activamente la mentira, la violencia, el enfrentamiento y el odio, porque es urgente recuperar el clima de convivencia y la seguridad que nos permite construir.
SOLO CON MEJOR SOCIEDAD TENDREMOS MEJOR GOBIERNO, SOLO CON MEJOR GOBIERNO TENDREMOS MEJOR SOCIEDAD.
Es el momento de la democracia participativa, de la vivencia intensa de los VALORES CIVICOS, porque todos, de una u otra manera, somos co-responsables de que ganen la confianza y la esperanza.
Amar a México es amar a los mexicanos, especialmente a los niños. El futuro de los niños se forja dándoles ejemplo de participación, orden, respeto y alegría, en una convivencia digna y civilizada, para comprendernos mutuamente, hacer acuerdos en todos los niveles y sectores para que renazca la confianza y se reoriente la solidaridad para lograr un progreso más equitativo y humano.
Que nuestros hijos y el mundo entero vean que los valores profundos de nosotros los mexicanos, fueron más fuertes que los problemas, que los agravios, que la crisis.
Este es nuestro ejemplo y lo esencial de nuestra participación.
Mejor Sociedad Mejor Gobierno, Movimiento Nacional de Solidaridad Popular AC, México es Nuestro Compromiso, Asociación Mexicana de Apoyo a Programa de Readaptación Social AC, Consejo Universitario Estudiantil, Coordinadora Ciudadana APN, Alianza Social APN, Unión Nacional Sinarquista APN, Mujeres y Punto APN, Ciudadanos Unidos por México APL, Coordinadora Ciudadana del Distrito Federal APL, Coordinación Activa de la Juventud, Instituto Académico para el Desarrollo Social AC, Impulsora Campesina por el Cambio AC, Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal AC, Fraternidad Carcelaria.
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