5 de septiembre de 2006

Fin y principio

Macario Schettino
El Universal
05 de septiembre de 2006

Estos últimos meses han sido complicados en la vida pública. Se ha peleado muy fuerte por la Presidencia de la República. Los competidores han jugado en el filo de las reglas, a veces incluso un poco por fuera de ellas. Los seguidores han convertido el asunto en algo personal, atribuyendo a sus candidatos virtudes y defectos excesivos, que sólo tienen sentido en un proceso de escalamiento y de pensamiento de grupo, los dos grandes problemas socio-sicológicos de cualquier colectividad humana.


Los de un grupo platican entre sí, reciben la misma información, la procesan de la misma forma, y la presión social del grupo garantiza que cada día piensen de manera más similar entre ellos, y por lo mismo más alejada de los demás. Y esto ocurre en ambos grupos, que sintiéndose ambos agraviados, no se acercan, fortaleciendo el sentido del grupo cada uno de ellos.

Para un grupo, Vicente Fox decidió impedir que Andrés Manuel López Obrador llegara a la presidencia. Si esta información, falsa o verdadera, se suma a la creencia en la omnipotencia presidencial (ésta sí definitivamente falsa, pero creencia al fin y al cabo), entonces se hacen creíbles las más fantásticas historias. Y como la diferencia es tan pequeña, pues el fraude suena lógico. No importa que no haya evidencia dura, que no se pueda defender ante el Tribunal y que éste finalmente no encuentre nada. Es una construcción mental que parte de la animadversión que Fox mostró, en muchas ocasiones, por Andrés Manuel.

Para poder sostener esta creencia, se seleccionan hechos. Por ejemplo, se insiste en la propaganda sucia de Acción Nacional haciendo a López Obrador "un peligro para México". Se olvida que esta propaganda sólo dañó a Andrés Manuel cuando él, envuelto en la soberbia del casi ganador, espetó: "Cállese, ciudadano presidente". Este evento, un error monumental, fue lo que hizo creíble al otro grupo la supuesta peligrosidad del candidato.

Y ese otro grupo, también alimentando su propio pensamiento, dejó de escuchar las propuestas de López Obrador (que tampoco quería decírselas, y no iba a sus eventos). Eso es la polarización, la creación de dos grupos que caen en estos errores, tan conocidos y tan estudiados, pero tan ignorados en lo cotidiano.

No tienen razón. No pueden tenerla porque las creencias que han construido, los de un grupo y los del otro, son producto de este aislamiento. Son patologías sociales: las dos. Pero afortunadamente tienen solución. Si el problema ha crecido por no hablar, es seguro que desaparecerá hablando. Lo único que se requiere es que los dos grupos estén dispuestos a escuchar y a acordar, es decir, a cumplir cada uno su parte.

Y permítame decirle que, a pesar de todo lo negro que pueda usted ver el ambiente, estamos en el momento preciso de que esto ocurra. La "guerra fría" entre Vicente Fox y Andrés Manuel López Obrador, me parece, ha pasado su punto más difícil. Y pasó, afortunadamente, sin mayor problema.

Cada uno develó sus armas (no sólo metafóricamente), y cada uno mostró que su molestia es muy grande, pero que no cruza la frontera institucional. No importa cuánta alharaca vea usted: no se ha roto, ni por un instante, el orden constitucional en este país. Nadie ha dejado de cumplir su parte, nadie ha rechazado las órdenes judiciales, nadie ha provocado daños irreparables. Pero los dos han buscado provocar al otro, y han llegado hasta donde podían.

El sexto informe de gobierno fue una lástima, porque el Congreso estaba rodeado de fuerzas armadas, y porque la tribuna fue negada no sólo al presidente, sino también a un partido ahí representado. Fue una lástima porque sí había razones para tener el cerco, como lo mostraron las fuerzas de choque del PRD del DF. Pero esas armas, las corporativas que atacaron y las oficiales que defendieron, hay que guardarlas.

Hasta acá llegamos. Aquí termina. No sólo el proceso electoral, también el conflicto entre dos políticos que pusieron a las instituciones a prueba. Ahora viene el momento de volver a platicar. Hay interlocutores, y buenos. Hay voluntad para hacerlo. Ya se pagó tributo a los liderazgos.

A lo mejor le parece extraño, pero estoy viendo un futuro muy promisorio. Estoy viendo un nuevo acuerdo nacional: por el bien de todos, una patria ordenada y generosa. Primero los pobres.

macario@macarios.com.mx
Profesor en la EGAP del ITESM-CCM

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