12 de agosto de 2006

El poder: la madre de todas las batallas

Carlos Ramírez
La Crisis - Diario de (Pos) Campaña
12-08-2006

Antes de salir a Chiapas, López Obrador abrió fuego: impedir el triunfo y la toma de posesión de Felipe Calderón. A eso se reduce todo. Y viene, pues, la guerra. Un poco a propósito de lo que ocurre, alguien por ahí me recomendó la relectura de Historia de la guerra del Peloponeso, de Tucídides. Y ahí encontré, en la introducción de Edmundo O´Gorman, una cita de Heráclito que cae al dedo: “la guerra es la madre de todo, la reina de todo”, que fue, por cierto, referida por Sadam Hussein cuando se hizo inminente la invasión de los Estados Unidos.

El dictamen final de la elección presidencial será, pues, la madre de todas las batallas.

Los resultados preliminares del reconteo parcial ordenado por el Trife han obligado a López Obrador a definir su estrategia. O a redefinirla. O finalmente a darla a conocer. Pero que tampoco nadie se llame defraudado o engañado. Todo comenzó a las once y quince del domingo 2 de julio cuando López Obrador se presentó ante las cámaras de televisión para anunciar que él había ganado las elecciones, que tenía una ventaja de quinientos mil votos, que la fuente eran encuestas de salida y que le exigía al gobierno reconocer su triunfo. Todo lo que ha ocurrido en estos larguísimos cuarenta días --que no son nada en tiempo pero que se han vivido y padecido cada minuto-- tiene que ver justamente con la conclusión de López Obrador de que él ganó la elección. Lo demás ha sido justamente el camino para llegar a este punto decisivo.

Aquella noche yo estaba en el estudio de Proyecto 40, en las instalaciones de TV Azteca en el Ajusco. Los presentes nos miramos incrédulo. No debía ser así. Yo hice rápidamente mis cuentas. Los quinientos mil votos eran insuficientes para avalar una victoria: alrededor de un punto porcentual. Y acaba de pasar la participación del consejero presidente del IFE, Luis Carlos Ugalde, diciendo que no podía declarar a ningún ganador porque las encuestas de salida y los conteos rápidos marcaban una ventaja mínima. De acuerdo con expertos, una encuesta de salida tiene un margen de error de 2.5-3 puntos porcentuales. Por tanto, López Obrador cantaba su victoria con cifras que estaban dentro del margen de error. Aún cuando fueran ciertas, era una imprudencia. O una provocación. Y además, las encuestas de salida no cuentan votos sino que reproducen al salir de la casilla el mismo proceso con urna. Es decir, no cuentan el voto efectivo.

Ahí comenzó todo. Y este fin de semana ha comenzado a revelarse el destino final de la lucha de López Obrador: como nunca le van a reconocer su presunta victoria, entonces va a buscar el desprestigio nacional e internacional de la elección y la anulación de las elecciones presidenciales; si no lo logra, entonces va a impedir por medio de la violencia política de las masas la toma de posesión de Felipe Calderón el primero de diciembre próximo. Y con ello, llevar al país a una severa crisis constitucional porque entonces el país quedaría sin jefe de Estado.

López Obrador ya decidió irse al maximalismo: o él o nadie, sin importar el costo político y económico de su lucha. Y para lograrlo, no ha vacilado en ir sembrando el camino poselectoral de minas antipersonales: el plantón en las principales avenidas del DF, los bloqueos de calles y empresas, el desprestigio internacional. Y viene lo más fuerte: el escalamiento del conflicto para estallarlo a nivel nacional. Pero como no hay una estrategia política dentro de las instituciones, entonces hay que comenzar también a escalar el análisis: López Obrador pretende repetir el caso del EZLN y convertir su movimiento pacífico en una verdadera rebelión violenta con indicios revolucionarios.

Los rumores comienzan a aumentar de tono. Que mañana domingo López Obrador anunciará, ante el final del recuento de votos que no modificó la tendencia anterior del IFE, el paso a la siguiente fase: instalar el conflicto a nivel nacional y preparar la estrategia para reventar la ceremonia del sexto informe presidencial de Vicente Fox. Por lo pronto, también hoy corrieron los rumores de que mañana podría anunciarse el levantamiento del plantón en el DF. Las críticas han sido severas y los costos políticos para la lucha de López Obrador comenzaron con la fractura de su propia coalición. Pero hay indicios de que López Obrador ha dado la orden de mantenerlo.

La lucha central se va a dar ya no en Paseo de la Reforma sino en el Zócalo. López Obrador va a secuestrar no la plancha sino la entrada oficial a Palacio Nacional, sede institucional del Poder Ejecutivo Federal. Y dejar al presidente de la república sin ese simbolismo del poder. Lo paradójico sería que el juarista de López Obrador --que tiene la imagen del Juárez itinerante porque la invasión le quitó el espacio de la capital de la república-- ahora se vea como ese invasor que le quita al presidente de la república la sede fundamental de su poder. Sin ganar la presidencia, López Obrador podría conformarse con el espacio de Palacio Nacional.

Lo malo, sin embargo, es que su lucha es de resistencia, no de ofensiva política o institucional. El que gane la calle ya no ganará el poder. El plantón en el Zócalo generó protestas pero no le dio a López Obrador ni un átomo de poder adicional. Al contrario, lo presentó como un político agitador. La pregunta que corre en estos días va al centro del debate: ¿así iba a gobernar López Obrador de haber ganado? ¿Confrontándose en las calles con todos los que se opusieran a sus decisiones? Pues sí. López Obrador no es un estadista. Es más, ni siquiera es político. Su perfil es de líder social que no acepta regateos y que siempre quiere obtener todo. Así gobernó el DF. Así se advirtió que gobernaría. Creó instituciones centralizadas en el ejecutivo. Impuso leyes en la asamblea. Nunca reconoció a otros gobernadores y los despreció con tranquilidad. Así iba a ser en Los Pinos.

El país, en cambio, había comenzado una larga y tortuosa transición política desde la masacre en Tlatelolco. Con avances y retrocesos, el país llegó a la alternancia partidista en la presidencia en julio del 2000. López Obrador quería ganar para revolucionar el sistema político y hacer uno nuevo en función de sus intereses. Pero se encontró que el sistema legal tiene sus reglas. Y que el PRD contaba con un voto de un tercio pero con una base política de un cuarto, debido a los votantes no perredistas con votos fluctuantes. En su lucha por el poder, López Obrador tuvo que revelar su lista de instituciones marcadas, aquéllas a las que ha atacado y destruido con cuestionamientos: la Corte, el Congreso, los partidos, el IFE, el Trife, las televisoras, los medios escritos críticos, los gobiernos estatales, los jueces y todas aquellas instituciones que se crucen en su camino.

Las vías del cambio político son sólo dos: la pacífica, legal e institucional y la violenta, revolucionaria y destructiva. México conoció y padeció la revolucionaria. Y decidió por la pacífica. Por eso López Obrador no pudo obtener el triunfo ni logró construir una mayoría. Sólo que se lo han dicho pero no lo ha querido entender. Él va a seguir su camino de movilizaciones. Y buscará construir una nueva alianza con todos los grupos anárquicos y radicales que han quedado a la vera del camino, los mismos que, por cierto, ha tratado de unificar el subcomandante Marcos. Aunque sin mucho éxito. Al final, el México que sostiene a la república es el institucional. Y los grupos contestatarios tienen sus espacios pero no son decisivos.

Este fin de semana será, pues, de definiciones para la siguiente fase. El Trife va a dictaminar legal la elección y pronto decretará la presidencia electa de Calderón. Ahí pasará López Obrador a otra fase de lucha. La que viene en los próximos días será la de la inestabilidad urbana, con más plantones, marchas, bloqueos y ataques. Pero una vez que se declaren legales las elecciones, las instituciones también seguirán su curso. Y los perredistas habrán de legitimar las elecciones cuando instalen el próximo Congreso.

Al final, todo indicaría que la validez de las instituciones para marginar y a aislar la lucha social callejera de López Obrador. Si eso no ocurre, entonces en México habrá un estallamiento revolucionario peor que el de 1910. A este punto hemos llegado: al de los análisis extremos a la orilla del abismo.

No es cosa de héroes

Rafael Ruiz Harrell
Reforma

12 de Agosto del 2006

No, no estamos frente a ninguna gesta homérica. Tratándose de héroes puede dársele cabida a la pregunta de quién es la víctima y quién el victimario. En el teatro de aquellas luminosas tragedias la grandeza de las partes daba origen a la duda, pero en este caso -el que estamos ahora padeciendo-, la asimetría es a tal grado abrumadora, es tan mediocremente obvia la ambición que da origen al desastre, que no hay duda, por un lado, que López Obrador y sus kamikazes son los victimarios y, por el otro, que nosotros -usted, yo, los hijos del vecino, quienes vivimos aquí-, somos las víctimas calladas, disciplinadas, propiciatorias. Somos, entiéndase, el sacrificio imprescindible que demanda esa locura.

Conviene no perder de vista una circunstancia. El líder tabasqueño tiene una virtud admirable: la de darle un carácter supuestamente heroico a las borrajas de sus más sucias ambiciones. En violación abierta de la ley, manda a sus huestes a construir un camino en un terreno privado. Sigue en eso a pesar de un amparo en contra y continúa en la sordera cuando un juez federal le ordena suspender los trabajos. Dos preguntas se vuelven manifiestas. ¿Por qué invadió una propiedad privada? La respuesta fue de cándida inocencia: porque quería construir un camino para llegar a un hospital. La segunda es todavía más reveladora: ¿qué lo impulsó a violar, deliberadamente, la disposición expresa de un juez federal cuando sabía que la sanción por desacato era el desafuero?

La última pregunta recibió una linda respuesta: pues por eso. Hombre bueno y limpio, comprometido con las necesidades populares -así se tratara de uno de los hospitales más caros y exclusivos del DF-, López Obrador era un héroe que se arriesgaba a la batalla imposible, el mandatario que se exponía a un castigo trascendental en defensa de ideales comunitarios. Era un Héctor redivivo que frente a la oposición invulnerable del Aquiles del sistema arriesgaba su vida política en defensa de la ciudad. No importaba que los pobres no tuvieran acceso al hospital de marras. López Obrador se exponía a padecer la muerte del desafuero en su defensa. Estaba dispuesto, heroicamente, a apostar por ellos la posibilidad de su candidatura a la Presidencia.

Fue eso, por la hipotética calidad de héroe -o en términos menos cinematográficos: por ser una víctima profesional, que logró parar las consecuencias del desafuero que ya se había dictado en su contra. No era un delincuente que estuviera violando la ley: era un salvador que merecía respeto y espacio. El desafuero aprobado por el Congreso quedó en la nada para que pudiera lanzarse a la carrera presidencial.

Y lo tenemos seis, ocho, nueve meses transfigurándose en el defensor de los pobres. De héroe de traspatio, pasó a héroe histórico y trascendental. No buscaba el poder por ambiciones personales, sino para corregir los defectos todos de nuestra historia. Él pondría bien lo que estaba mal. Corregiría injusticias y alentaría equidades. Era el salvador; el guía esperado; el indestructible; el rayo de esperanza; el líder de una nueva revolución; el único que podía quitarle algo a los ricos para que los pobres fueran menos pobres. ¿Cómo podía perder en una elección democrática, libre, limpia?

Entiéndaselo: hay fraude, y un fraude enorme e inconcebible, porque un héroe tan limpio, tan comprometido, tan honesto, no puede perder ante las fuerzas del mal. Si los votos emitidos dicen otra cosa, los votos están mal y, dicho sea de paso, todas las instituciones que participaron o puedan participar en el enredo están embarradas en lo mismo, como el IFE y el Tribunal Electoral de la Federación. Ahora ya sabemos que contar voto por voto tampoco es la solución. La elección será admisible sólo si se inclina, subyugada, ante el héroe redentor.

Por desgracia el cuento cae en contradicciones y absurdos que lo hacen inaceptable. Vaya una observación totalmente elemental: ¿cómo sabemos en un match de lucha libre quiénes son los buenos y quiénes los malos? Fácil: los buenos, los héroes, quieren ganar sin hacer porquerías. Confían en su destreza y su atletismo. Su apuesta al triunfo está en que son mejores luchadores. La de López Obrador está en el rodillazo en la ingle; en el chile piquín frotado en los ojos del contrario; en bloquear Reforma; en mandar a sus terroristas menores -por supuesto fingiendo que no sabe nada-, a tomar casetas carreteras e instituciones financieras y electorales. Sus técnicas no son las del héroe impoluto que pretende fingirse víctima crucificable, sino las del bárbaro desesperado que quiere ganar a toda costa, aun en contra de la opinión del público.

López Obrador no es un héroe, sino un pobre demagogo desquiciado y ambicioso. En la lucha que le ha declarado a la población capitalina, él es el victimario. Las víctimas hay que buscarlas en los trabajadores que serán despedidos a causa del bloqueo; en los millones de horas perdidas por transeúntes y conductores; en quienes saben que es impredecible llegar a cualquier lado; en quienes vivimos en esta ciudad y no podemos habitarla; en quienes entienden que la ciudad está de rehén no de una solución, sino de las ambiciones tropicales más elementales.

Camacho y compañía, presidentes

Carlos Puig
Milenio - Historias del más allá
12/08/06

Richard Nixon presentó su renuncia a la presidencia de Estados Unidos el 8 de agosto de 1974. Tal vez porque la versión del escándalo que lo llevó a esa decisión que más se conoce es la película de Redford y Pacino, se ha esparcido la confusión de que fue consecuencia inmediata del descubrimiento de espionaje que se hacía en las oficinas del partido demócrata en el edifico Watergate en Washington.

En realidad pasaron dos años y meses entre ambos hechos.

En medio hubo cientos de artículos, acciones del Congreso, un fiscal especial, la revelación de cientos de horas de grabaciones en la oficina Oval, renuncias de otros personajes y sobre todo, la obstinación de Nixon de que él no había hecho nada malo.

Sólo cuando miembros de su propio partido en la Cámara de representantes y el Senado, aliados de Nixon durante esos dos años, le anunciaron al presidente que los había perdido para su causa, fue que Nixon decidió ceder y renunciar.

Margaret Thatcher, La dama de hierro, llegó al poder en 1979. En once años transformó a la Gran Bretaña desde una perspectiva conservadora. En mancuerna con Ronald Reagan, presidente de Estados Unidos, revitalizo a los partidos de derecha en el mundo.

Para 1990, cuando decidió no presentarse a la reelección, la economía británica ya llevaba años en problemas. Las diferencias sociales se habían agravado mucho tiempo atrás y las calles inglesas estaban llenas de protestas antithatcherianas. Pero la Thatcher no concedió su lugar hasta que su propio partido le dijo adiós. Simbólicamente, Sir Geoffrey Howe, uno de sus más fervorosos aliados y en esos momentos Viceprimer Ministro renunció al gabinete en protesta por la política de Thatcher hacia Europa. Sólo así, La dama de hierro entendió que era hora de irse.

Estos dos son sólo ejemplos famosos de cómo en la lógica de la política y el poder, los adversarios importan menos de lo que a veces pensamos, y son los aliados a los que hay que estar atentos.

Los amigos de López Obrador se pueden ahorrar los correos. No trato de comparar a AMLO con Nixon o Thatcher sino con la lógica de cómo ha funcionado el fin de los líderes de movimientos políticos aferrados a su causa, sólo para tratar de adivinar cómo podría terminar el impasse que hoy se vive en México.

Todo indica que el resultado del recuento será el mismo que el del IFE. Que las variaciones para uno y otro candidato estarán dentro de la estadística de errores posibles cuando miles de manos cuentan millones de votos contra reloj.

Es claro también que el recuento no solventará las demandas de López Obrador ni levantará los bloqueos, ni detendrá las “acciones de resistencia civil”.

También parece cierto que el Tribunal no anulará la elección, ni se meterá a analizar los argumentos de una “elección de Estado” con base en las intervenciones de Fox o de los empresarios; y declarará Presidente electo a Calderón. Lo cual sólo calentará más el ambiente.

Y como también parece claro que el gobierno federal no quiere meter mucho las manos y menos intervenir con la fuerza policíaca (aunque todo tiene un límite), la situación tenderá a empeorar. Será un primero de septiembre de locura.

El rumbo que propondrá López Obrador es predecible. Como le dijo a Elena Poniatowska esta semana, es ahora cuando se siente mejor, cuando dice lo que en verdad cree y siente. No tiene que guardarse cosas como cuando era candidato. Y lo que AMLO quiere no pasa por los tribunales, ni por las minucias electorales, ni por esas formalidades. Hay que tirar el país a la basura y construir otro. Se siente robado por los poderosos y eso no le permitirá. En otras palabras, AMLO apuesta a los trancazos. Al triunfo absoluto o la represión jurídica o violenta de su movimiento. No hay matices. Sería muy estúpido dudar que el líder perredista va a estirar y tensar la situación hasta que gane o reviente, siendo más probable la segunda que la primera.

Sus “adversarios” pueden hacer poco para frenar este impulso como no sea la capitulación. No está en sus manos. No hay negociación posible frente a la revolución. Calderón podría cambiar de partido, implementar completo el programa de AMLO, volverse tabasqueño, ateo, escupir públicamente a Roberto Hernández, meter a la cárcel a Elba; y AMLO seguiría en las calles.

El futuro del conflicto está en manos de los más cercanos a AMLO. Sólo cuando ellos lo abandonen, o duden, el líder perderá fuerza. Camacho, Monreal, Ebrard, Arreola y compañía son los únicos que pueden afectar el destino de la crisis.

Ni siquiera el PRD tiene mucho que decir, marginado de cualquier debate o decisión. Tampoco los intelectuales que le son afines; silenciados y algunos insultados cuando se atrevieron a cuestionar la decisión de los bloqueos.

Esa es la paradoja del dos de julio: el destino del país está en manos de ese grupo. De cómo se comporten frente a su caudillo en las próximas semanas dependerá el México del futuro. Como si hubieran ganado las elecciones.

Manifiesto

Jaime Sánchez Susarrey
Reforma

12 de Agosto del 2006

No, no es una broma ni un sainete mal organizado. López Obrador es mucho más que un muchacho malcriado y berrinchudo. Su estrategia está bien trazada. Los campamentos, los plantones, las manifestaciones y los bloqueos tienen un objetivo preciso: presionar al Tribunal Electoral y crear tensiones y conflictos. El escenario de la ingobernabilidad es el último peldaño que pretende alcanzar. Pero él sabe que para llegar ahí hay que ir escalón por escalón.

La demanda de contar voto por voto es sólo una consigna que le sirve para atacar a Felipe Calderón y para movilizar a sus huestes. Porque él y sus asesores saben que los 240 mil votos a favor de Calderón no podrán ser revertidos.

No debe sorprender, en consecuencia, que el Peje haya descalificado el recuento y se niegue desde ahora a reconocer su validez. Pero lo que vale para este conteo parcial también se aplica al recuento que él exigía de las más de 130 mil casillas. A pregunta expresa: ¿reconocerá usted la victoria de Calderón si el recuento global confirma su triunfo? Respondió categórico: la elección está viciada de origen, Felipe Calderón jamás será un Presidente legítimo.

No hay, pues, ningún misterio. López Obrador acatará el fallo del Trife sólo si: a) modifica los resultados generales y le otorga a él la victoria, cosa que es materialmente imposible; b) anula las elecciones por considerar que hubo iniquidad en la contienda (la famosa causal de nulidad abstracta). De no ser éste el caso, desconocerá la legalidad de todo el proceso y denunciará a los siete magistrados por someterse a los dictados de “los de arriba”. El Tribunal pasará así a formar parte del complot en contra suya.

Conforme pasa el tiempo parece cada vez más improbable que el fallo del Trife se ajuste a las expectativas de AMLO. Por eso su discurso está girando a posiciones más radicales. En los 10 puntos que publicó el martes 8 de agosto hay varias tesis que merecen ser subrayadas: 1) un grupo muy poderoso de privilegiados manda en México; 2) hicieron todo para impedir el triunfo de la coalición; 3) el 2 de julio recurrieron a la falsificación de actas y a la alteración de los resultados, es decir, cometieron un gran fraude.

Y finalmente, el corolario: “En el fondo, quieren que aceptemos sin chistar la desigualdad, la pobreza, el desempleo, la migración, los salarios de hambre, el cierre de espacios en las universidades públicas, la aprobación del IVA en medicinas y alimentos, la privatización de la seguridad social, de la industria eléctrica y del petróleo; y permitir que den el golpe definitivo a millones de productores con la libre importación de maíz y frijol del extranjero”.

Desde su perspectiva no hay vuelta de hoja. La elección le fue arrebatada a la mala. La imposición de Calderón atenta contra los intereses de la mayoría y de la nación misma. Por eso, en el momento en que el Tribunal falle y la vía legal quede definitivamente cancelada, habrá que optar por vías alternas para “defender la democracia y todo lo que ello implica”.

La lógica del planteamiento es perfectamente clara: es un llamado a la insurrección contra el orden existente para emprender una “renovación de las instituciones y una purificación de la vida pública”. Semejante tesis, aquí y en China, es de naturaleza revolucionaria. Porque su punto de partida es muy simple: el orden institucional ha sido violentado y la vía legal ha quedado cancelada; sólo mediante las movilizaciones y la acción directa se puede defender a la patria y al pueblo de los grupos de poder.

La temperatura va a subir en los días y semanas que vienen. AMLO no miente cuando dice que no se va a quedar con los brazos cruzados. Las movilizaciones, los plantones y los bloqueos se van a multiplicar. Hoy la consigna es el conteo voto por voto; mañana, una vez que el Trife concluya sus labores, el objetivo será impedir que Calderón tome posesión como Presidente de la República y obstruir al nuevo gobierno.

Lo que hemos visto hasta ahora: la toma de Reforma, Juárez y el Zócalo, además de los bloqueos a empresas, bancos y carreteras, es apenas una probadita de lo que vendrá. Hay quienes insisten en que el PRD se está debilitando y se debilitará aun más con esas acciones, ya que muchos ciudadanos las condenan. Sin embargo, eso tampoco es relevante. La apuesta del Peje ya no es por las mayorías ni por el voto de los ciudadanos. En ese campo ya perdió.

Su apuesta es a las corrientes más duras y radicales del PRD; los que le son incondicionales y están dispuestos a movilizarse e infringir la ley. De ahí la reaparición de Dolores Padierna en las tareas del recuento de votos. Porque para sitiar al Distrito Federal y otras ciudades no se necesitan millones de ciudadanos, bastan pequeñas organizaciones bien disciplinadas y dirigidas con inteligencia. Ésa es la lógica de todos los movimientos revolucionarios. Lo experimentó Lenin con los bolcheviques en 1917 y lo reeditó, en otro contexto, Fidel Castro en 1959.

Por otra parte, el gobierno de la Ciudad de México se ha puesto ya al servicio incondicional de AMLO. A Encinas no le importa la ley ni la afectación de los ciudadanos. Y por si fuera poco, existen otros elementos que complicarán aun más las cosas. La posibilidad de que los grupos armados clandestinos se sumen a la protesta es real. Basta recordar que en 1994 irrumpieron violentamente en el contexto del levantamiento del EZLN. Amén de que el crimen organizado, particularmente los cárteles del narcotráfico, verían con muy buenos ojos el debilitamiento del gobierno y del Estado mexicano.

El enfrentamiento es ya inevitable. Más vale verlo y prevenirlo, a que nos tome a todos por sorpresa.

Se los dije ...

11 de agosto de 2006

¿Qué ocurrió el 2 de julio?

Tal y como lo publicó Sociedad en Movimiento en su desplegado del 27 de julio, lo primero que debemos decir respecto a lo que ocurrió el 2 de julio es que "La Jornada Electoral fue Ejemplar" y felicitarnos todos por ello.

Y los elementos para sustentarlo, así como los detalles de lo que ocurrió el 2 de julio están presentados en una cápusla de 8 minutos que nos explica por qué es prácticamente imposible el fraude electoral y cómo ya fueron contados los sufragios, voto X voto, casilla X casilla.

Basta

Ezra Shabot
Reforma
11 de Agosto del 2006

La Ciudad de México fue tomada como rehén por su propio jefe de Gobierno, al estilo de las mafias que amenazaban y brindaban protección a sus clientes

La vida democrática institucional se caracteriza por poseer instrumentos de negociación lo suficientemente poderosos como para soportar conflictos agudos y largos y encontrar soluciones viables. El problema postelectoral, derivado de comicios cerrados y una campaña agresiva previa, llegó a su clímax en el momento en que el candidato de la coalición Por el Bien de Todos asumió el resultado como un desafío personal y se apropió no sólo de las instancias propias de su partido, sino del movimiento en su totalidad. Habiendo considerado a todo el sistema político-electoral como producto de la conspiración, una sola pieza quedaba con posibilidades de ser reconocida en su integridad ética, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

La resolución emitida el sábado pasado por esa instancia jurídica, según la cual el proceso electoral se desarrolló de acuerdo a los procedimientos reconocidos legalmente, y por lo tanto sí existió certeza sobre el resultado emitido, canceló la posibilidad de un conteo total de los votos. En ese momento el Tribunal dejó de ser la tabla de salvación de la coalición, para incorporarse al grupo de corruptos y conspiradores conformado prácticamente por todos aquellos no dispuestos a reconocer la victoria ficticia de López Obrador. Con cada evento que reafirma la validez del proceso electoral, la mente del líder mesiánico crea nuevos episodios de la leyenda de la conspiración.

Desde los imaginarios diálogos de Salinas con Calderón y Fox, hasta los correos electrónicos de César Nava con Juan Molinar en donde se reproducen los criterios del Tribunal Electoral, la mentalidad persecutoria de López Obrador se asemeja a la de los fiscales de la Gestapo y la KGB, en donde cualquier acontecimiento común y corriente se convertía en una prueba irrefutable de la culpabilidad de los conspiradores. No en vano, la figura de Stalin está presente en el Zócalo como símbolo de una parte del movimiento encabezado por el tabasqueño.

El bloqueo de Reforma como demostración de fuerza no es producto de un acto de resistencia civil en contra de un régimen autoritario y antidemocrático, como aquellos encabezados por Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel Clouthier entre otros. Es, por el contrario, una agresión inclemente en contra de las instituciones de una democracia notablemente imperfecta, por parte de aquellos que, desde el autoritarismo mismo, se alzan como redentores de la sociedad. No es fortuito que el mismo Cuauhtémoc Cárdenas, su hijo Lázaro y algunos otros rechacen las medidas de fuerza por considerarlas contrarias al interés de su propio partido.

El PRD construyó a través de López Obrador su opción para llegar al poder, pero terminó por perder el partido mismo en manos de un Frankenstein que sin contrapeso alguno toma decisiones, paraliza la ciudad y amenaza con incendiar al país en nombre de la democracia. El ejercicio permanente de preguntarle a la masa aquello que él ha decidido previamente, es un indicador claro de que las instancias del partido han desaparecido y que nada ni nadie detienen al desilusionado déspota. Sin embargo, ha llegado la hora de que esta democracia imperfecta ponga un alto a la desmedida voracidad del caudillo.

La Ciudad de México ha sido semiparalizada por su propio gobierno, en un acto de vergonzosa concentración excesiva del poder que, entre otras cosas, demuestra la pequeñez de un político como Alejandro Encinas, cuya actuación es similar a la de un jefe de la mafia que negocia la protección para sus clientes cautivos. Una vez que dentro de unos días el Tribunal Electoral emita su dictamen definitivo, llegará el momento de aplicar la ley, y actuar en consecuencia sin temer las acusaciones de represión. La memoria histórica de los ciudadanos es corta, pero dentro de tres años, al acercarse el próximo proceso electoral habrá que recordar los abusos de aquellos que intentaron sabotear la democracia mexicana. Basta.

El nuevo muro

Sergio Sarmiento
Reforma
11 de Agosto del 2006

"No son quienes emiten los votos los que deciden una elección, sino los que los cuentan".
Stalin

Oídme compañeros. Hemos hecho un gran esfuerzo por ocupar estas calles flanqueadas por los edificios en que conspiran los capitalistas. Por eso es importante que no olvidemos las lecciones del pasado. No queremos caer en los errores de quienes nos han precedido.

En 1961 los gobernantes de la antigua República Democrática Alemana, deseosos de combatir el foco de contaminación capitalista que Berlín occidental representaba en su propio territorio, decidieron construir un muro de 144 kilómetros de extensión alrededor de ese enclave de perdición. Hubo quienes se rieron, pero al final el muro se concluyó y cumplió con su función.

Ya no era posible que los capitalistas lanzaran anzuelos con sueldos generosos a los inocentes habitantes de Alemania oriental. El muro impedía que se marcharan. Y si alguien quería ceder de cualquier manera, la heroica guardia fronteriza se encargaba de acabar a balazos con la tentación.

Ese muro permaneció en pie durante 28 años. Y pudo haberse quedado de manera indefinida de no ser por una traición.

Hoy, quienes peleamos por Andrés Manuel, debemos entender que nuestra obra no puede durar solamente 28 años. Es verdad que el muro del Paseo de la Reforma se aproxima apenas a su segunda semana de vida, pero tenemos que darnos cuenta de que hemos sido demasiado suaves con los burgueses. Todavía hoy se puede cruzar el Paseo de la Reforma a pie en cualquier punto. Y aún hoy hay algunos pasos para atravesarlo en automóvil o transporte público.

Esto debe terminar. Si realmente queremos ser serios en nuestra lucha por la democracia, ¿por qué detenernos en este bloqueo lleno de agujeros? ¿Por qué no cerrar el Periférico y el paso a desnivel de Arquímedes. ¿Por qué no bloquear el cruce de Insurgentes? ¿Por qué no prohibir también el paso peatonal por Reforma?

Yo sé que son medidas drásticas, pero el fin justifica los medios. Con estas acciones castigaríamos a los burgueses que por millones se unieron al complot que buscaba cerrarle el paso a la Presidencia de la República a nuestro Gran Líder.

Si queremos realmente expresar nuestra furia por el despojo a Andrés Manuel, ¿por qué no ampliar el bloqueo? Podríamos, de hecho, ir más allá de la ciudad. Con el tiempo construiríamos un gran muro desde el Pacífico hasta el Golfo. La experiencia técnica ya la obtuvimos con el segundo piso del Periférico. Con este muro lograríamos que los habitantes de los estados seducidos por la ultraderecha, estados burgueses como Baja California, Nuevo León, Coahuila, Jalisco o Tamaulipas, quedaran separados para siempre de los estados del sur que sí han visto el rayito de esperanza de la honestidad valiente.

Por supuesto que habrá gente que se moleste si levantamos ese muro. Pero no debéis preocuparos. La molestia se desvanecerá tarde o temprano. Sólo tenemos que pedir disculpas por las molestias ocasionadas por la construcción de la democracia. La gente de buena fe las aceptará; y por el rechazo podremos identificar a los miembros del Yunque y de la ultraderecha, contra los cuales ya tomaremos las medidas adecuadas.

No debemos preocuparnos por lo que pueda hacer el Presidente. Él tiene un helicóptero para moverse. Y Alejandro Encinas, ése que dice estar en desacuerdo con el bloqueo del centro del Distrito Federal por la peregrina idea de que la responsabilidad del gobernante es defender los intereses de los gobernados, no nos importunará demasiado. Tendrá que seguir obedeciendo las órdenes de nuestro Gran Líder y dará dinero para financiar la construcción del muro. Él sabe que se quedará sin empleo el próximo 6 de diciembre.

Imaginaos el muro magnífico que podremos construir. Será una valiente barrera para mantener el control del territorio que ya hemos conquistado y que impedirá que esos bárbaros del norte, que comen carne asada y admiran a los gringos, nos contaminen.

De nuestro lado tendremos a todos los próceres de la democracia: a Manuel Bartlett, a Manuel Camacho, a Arturo Núñez, a Ricardo Monreal, a Marcelo Ebrard. No pasará mucho tiempo para que Carlos Salinas de Gortari se una a nuestro esfuerzo.

No os dejéis convencer por los emisarios del pasado que afirman que el muro de Berlín fue un fracaso. Ese muro sólo cayó porque un gobernante débil, Mijaíl Górbachev, llegó al poder en la Unión Soviética. Si Stalin no hubiera muerto, el muro se mantendría de pie. Por eso hoy recordamos su memoria en nuestros campamentos del Paseo de la Reforma. Y por eso hoy le deseamos al comandante Fidel Castro una pronta recuperación de su enfermedad.

Nosotros no fallaremos. Hemos tomado la iniciativa. El nuevo muro será el símbolo de nuestra resolución. ¿Quién vota por construirlo?

Chiapas

Francisco Rojas del PAN y Emilio Zebadúa de Nueva Alianza renunciaron ayer a sus candidaturas al gobierno de Chiapas para apoyar al priista José Antonio Aguilar Bodegas. Habrá sin duda un costo importante para los dos primeros partidos, que verán su presencia legislativa reducida a un mínimo en la elección del 20 de agosto por no tener candidatos al Ejecutivo. No es claro, sin embargo, si esta alianza de último momento será suficiente para derrotar a Juan Sabines, el ex priista que hoy es candidato de la alianza Por el Bien de Todos. Sabines cuenta con el apoyo abierto del gobernador Pablo Salazar, el cual, paradójicamente, está peleado con Andrés Manuel López Obrador.

sarmiento.jaquemate@gmail.com

Justicia electoral

Carlos Elizondo Mayer-Serra
Reforma
11 de Agosto del 2006

Terminado el conteo ordenado por el Tribunal, cuando éste integre los datos y determine qué corresponde hacer, conoceremos el grado de limpieza de la jornada electoral. Si bien se trata de sólo el 9 por ciento de las casillas, están concentradas en los estados donde el PRD presentó pruebas más creíbles de posibles irregularidades. Dentro de este grupo se encuentran muchas en los estados gobernados por el PAN, donde López Obrador perdió por mayor margen.

El PRD y sus aliados deberían haber celebrado la decisión de recuento parcial. Dicen querer contar nuevamente todo porque sus adversarios recurrieron, como escribió recientemente López Obrador, a la "falsificación de actas y alterar burdamente los resultados". Si así fue se verá en el conteo de estas casillas, y no como unos cuantos errores, sino con contundencia. En un escenario de fraude como el imaginado por el PRD, este conteo parcial podría revertir el resultado y darle el triunfo a su candidato.

Era la oportunidad para esperar que las pruebas hablaran por sí solas. Esa estrategia, sin embargo, comporta un riesgo: que las irregularidades sean menores y aisladas, que nuevamente la acusación del fraude no resista el peso de la realidad, y entonces tener que conceder la derrota. Por ello, en lugar de esperar a que las instituciones hagan su trabajo han decidido aumentar la presión.

Para el PAN, quien ha dicho que aceptará cualquier decisión del Tribunal, es un escenario donde corre el riesgo de ganar poco con cualquier desenlace. Si la elección tuvo problemas, se revelarán sobre todo en las casillas donde gobierna y tuvo representantes. No en aquellas en las que no lo hace y tampoco tuvo representantes. El conteo voto por voto les daría mayor certidumbre al también tomar en cuenta donde López Obrador arrasó.

Sin embargo, si el conteo parcial muestra que no hubo problemas serios, no parece que vaya a ser suficiente para la mayoría de quienes ya hicieron de su grito de lucha el voto por voto. Ya dejamos atrás una discusión racional basada en los hechos. Incluso, si el nuevo conteo fuera similar al primero, muy pronto esa "extraña" similitud podría convertirse en la nueva "prueba" del fraude.

Al PRD no parece interesarle procesar las diferencias dentro de las instituciones, ni con un Tribunal en cuya definición y selección de sus magistrados participó. Por ello, ya fueron más allá de lo prometido por López Obrador en su primera "asamblea informativa", cuando dijo con toda claridad que buscaría no hacer daño a terceros. Una disculpa por las molestias causadas intencionalmente, como es el caso de acampar en Reforma, no subsana la violación de los derechos de terceros.

En México tenemos, por decir lo menos, una relación ambigua con el Estado de derecho. Es usual la sospecha de que impera la máxima atribuida a Porfirio Díaz de que "para mis amigos, justicia y gracia; para mis enemigos justicia a secas". Sólo así se puede tratar de entender, aunque no justificar, el que un actor político importante de un partido que ha aceptado en sus estatutos respetar la Constitución, y que por eso tiene registro y cobra prerrogativas, pueda criticar al presidente de la Suprema Corte por haber dicho que el derecho y las reglas "deben estar por encima de los caprichos individuales".

Así debería ser. Desgraciadamente, sin embargo, no sólo nuestras leyes permiten a ciertos individuos que han cometido crímenes evidentes evitar pisar la cárcel si cuentan con buenos abogados, algo que tendría que estar en la agenda de reformas inmediatas; sino que nuestro frágil Estado no tiene instrumentos adecuados para evitar que grupos organizados violen sistemáticamente la ley.

La situación es similar a la de la toma de la UNAM por parte del CGH. El gobierno de entonces permitió innumerables ilegalidades ante la protesta de muchos actores contrarios al movimiento. Sólo actuó cuando la imagen del movimiento estaba desgastada, por su necedad y por sus propios actos violentos. Pero cuando la PFP desalojó al CGH de la UNAM lo hizo con pulcritud. Un muerto habría bastado para poner en riesgo las elecciones del 2000.

El conteo parcial dirá mucho sobre el control del proceso. Si hay irregularidades mayores, tendremos que pensar en aún más candados y controles. No es fácil imaginarse cuáles. Pero si no hay diferencias importantes, el problema en el que estamos no será una cuestión de nuevas leyes electorales, aunque sin duda hay mucho que mejorar en materia de financiamiento y representación, por citar sólo dos temas, sino de actores que las respeten.

Se ha mencionado, por ejemplo, que con una segunda vuelta no enfrentaríamos la actual incertidumbre. Dependería de cómo votaran los mexicanos. Con un margen cerrado habría también un problema serio si el perdedor no acepta serlo por una diferencia pequeña. Salvo que estemos pensando en reformas surrealistas, como repetir en automático las elecciones cuando la diferencia no sea mayor a un millón de votos, algo que simplemente llevaría el problema a los casos en los que la distancia del milagroso millón de votos sea estrecho, o de plano evitar las molestas votaciones y preguntarle directamente al pueblo en magna asamblea nacional sus sabias preferencias.

elizondoms@yahoo.com.mx

Luz a luz III

Germán Dehesa
Reforma
11 de Agosto del 2006

Como ya sabrán mis lectores de ayer, esta voz informativa tuvo que hacer el tristísimo, el lamentabilísimo, el ridiculísimo papel de Manuel Bartlett y salir a los medios a decir con voz babeante: se me cayó el sistema. Ese amarguísimo trago ya pasó. En esta media tarde del jueves les puedo informar que, con todo y el largo periodo de ausencia, ya hemos logrado liberar 8 recuerdos y medio y la cantidad de ciudadanos participantes es de 94,396. ¡Aleluya!, créanme que el éxito de este ejercicio de insistencia ciudadana pacífica que a todos nos pertenece me tiene feliz como hace mucho no lo estaba. Por favor, sigan participando, corran la voz y recuerden que, en cuanto liberemos estas 16 imágenes, subiremos otras 16 y así, de 200 mil en 200 mil, creo que lograremos reunir un millón de voces y de voluntades ciudadanas.

Desde el principio anunciamos que se trataba de un juego, pero de un juego muy serio. De lo que se trata es de echar a andar la bola ciudadana y sin tomar partido (que en este caso no es nuestro asunto) recuperar el papel protagónico que en este tortuosísimo proceso nos ha tocado, o nos tocaría ocupar; porque, a ver díganme, ¿para qué los ciudadanos citamos a elecciones?. Respondo: para escoger al grupo de empleados nuestros más presentable posible con el fin de que este grupo se ocupe del bien común (¿oíste, Encinas?) y nos sirva con eficiencia y lealtad a nosotros los ciudadanos. Así las cosas, ahora resulta que los candidatos y todos sus achichincles hablan sin parar; los partidos, los decrépitos, los disfuncionales, los monopólicos partidos no dejan tampoco de argüendear y de asumir poses heroicas y de emitir discursos donde el nombre de Benito Juárez y la palabra democracia comparecen cada tres renglones. Todos hablan menos nosotros que somos los que pagamos íntegra la fiesta y vamos a ser los directamente afectados si este borlote no termina de manera pacífica como tendría que terminar.

Este ejercicio virtual, este plantón cibernético es un primer modo de tomar la palabra y manifestar rotundamente nuestro desacuerdo ante el secuestro de esa Avenida y ese Zócalo que son de todos. Para eso, para despejar la ancha avenida de la democracia, es que hemos encendido nuestra luz.

Creo que es en el libro titulado "Vuelo de Noche" (y si no, algún lector caritativo me corregirá) que Antoine de Saint-Exupery narra hermosamente cómo, a ras de tierra, la luz que se enciende en cada hogar cuando llega la noche, no es más que eso: la luz de determinada casa. Aborda Saint-Exupery su avión, toma altura y mira hacia abajo esas luces aparentemente individuales y dispersas. Ya no lo son; son ahora el dibujo, el río de luz, producido por toda la comunidad de los hombres. En eso estamos, precisamente en eso estamos. Nos hemos dado a la tarea de diseñar un mapa posible de la Ciudad que queremos.

Seguramente estarán entrando ciudadanos de toda la República. Bienvenidos. Esta Ciudad es hospitalaria y generosa. Bueno, digamos que solía serlo y que quiere recuperar esta condición. Pásenle a su Ciudad y dispensen el tiradero. Le estamos dando una alzadita.

Alguno de ustedes preguntará: a ver, díganme ¿este jueguito de los pixeles, del luz a luz, para qué sirve?. Tengo una firme respuesta: el primer requisito para que algo sea, es imaginarlo. Y si somos miles los que nos concentramos en este juego de la imaginación, a la realidad no le quedará más salida que admitirnos.

Entonces, queridos, queridas, no hay que aflojarle; sigamos luz a luz y vayamos mentalizándonos para la megapachanga que hemos de organizar cuando literalmente nos salgamos con la nuestra.

Por lo pronto: HOY TOCA.


¿QUÉ TAL DURMIÓ? DCCCLVl (856)

¿Qué tal durmieron MONTIEL y Jimmy Neutrón con sus notarios?.

Cualquier correspondencia con esta columna foqueadísima, favor de dirigirla a

german@plazadelangel.com.mx (D.R)

Prudencia

Catón
Reforma
11 de Agosto del 2006


Es triste ver el esfuerzo de los funcionarios y ciudadanos que participan en el recuento de votos solicitado por López Obrador. Es triste verlo porque de nada servirá ese esfuerzo. AMLO ha descalificado ya el recuento que él mismo demandó, igual que antes descalificó el cómputo hecho en las casillas. A estas alturas ya solamente los ingenuos o los empecinados dejan de advertir que López Obrador ha renunciado a la vía electoral, es decir, al camino democrático e institucional. No le importa ya la elección: ahora trabaja por la insurrección. Participó en el juego de la democracia cuando creyó que esa vía le daría el triunfo. Se lo negó, y ahora AMLO niega -se niega- a la democracia. Sabe muy bien que es prácticamente imposible que el recuento que se hace altere en forma sustancial los datos que desde el principio aparecieron. Sabe también que con su conducta autoritaria y agresiva se ha ganado un repudio tan generalizado que muchos que le dieron su voto se arrepienten ahora de ello, de modo tal que aun en el remoto caso de que se declarara nula esta elección y se hiciera otra, de nuevo saldría perdidoso. Por eso ya no se ve a sí mismo como candidato en una contienda electoral, sino como caudillo o cabecilla de un movimiento que ya no es de carácter político, sino insurreccional. No es difícil prever que su escalada de violencia crecerá en los días próximos. La mayor fortuna de AMLO consistiría en que el Gobierno respondiera a sus provocaciones, y que en el enfrentamiento entre sus fuerzas y las del Estado hubiera algún muertito -de preferencia varios- para poder así encender la mecha de un movimiento que lo llevara al poder. Sólo que no hay condiciones para esa utópica revolución. El mismo López Obrador ha visto cómo sus llamados a la resistencia tienen cada día menos eco, según lo muestran las tiendas de campaña vacías, el tedio creciente de sus seguidores y la desbandada que se empieza a ver entre sus coaligados. ¿Qué debe hacer entonces el Gobierno? Lo mismo que hasta ahora ha hecho: nada. En la misma proporción que crezcan las provocaciones de AMLO debe crecer la prudencia de la autoridad. Los provocadores quieren otro 68, pero su movimiento no tiene el soporte social que entonces hubo, ni hay ahora en el País las condiciones objetivas y subjetivas que harían posible un golpe de Estado como el que quisieran dar López Obrador y sus adláteres. A los enemigos de la democracia se les debe responder con más democracia. A diferencia de lo que ha pasado en otras naciones de América Latina, las instituciones mexicanas son fuertes, y pueden resistir el embate de hombres violentos como AMLO y sus incondicionales. Que hable la ley; que hablen los ciudadanos, que hablen las instituciones. Lo demás, al tiempo… Los últimos descubrimientos antropológicos han demostrado que el hombre de Neanderthal jamás anduvo erecto. Al parecer la mujer de Neanderthal era bastante fea… Dice un turista en Buenos Aires: “-¡Qué día tan hermoso!”. Responde su amigo argentino: “-Se hace lo que se puede, che”… La noche era de las más gélidas del invierno. Un joven fue a visitar a sus abuelos, y se quedó estupefacto al ver que su abuelito estaba afuera de la casa, en el jardín, sentado en una silla y sin nada de ropa de la cintura para abajo. “-¡Abuelo! -le dice estupefacto-. ¡Hace un frío de 5 grados bajo cero! ¿Qué estás haciendo aquí, desnudo en esa forma?”. Responde el viejecito: “-Antier salí al jardín sin bufanda, y el cuello se me puso rígido. Esto es idea de tu abuela”… FIN.

afacaton@prodigy.net.mx

La madurez de la nación

Francisco Martín Moreno
Excélsior

11-08-06

México seguirá buscando las soluciones más convenientes para su destino con un criterio racional, no emotivo, académico, mediante el cual se recogerá la experiencia internacional pasada y presente...

Pareciera ser que la inmensa mayoría de la nación, muy especialmente la integrada por los doloridos capitalinos que vivimos en este valle de lágrimas llamado, con indigerible sadismo, la Ciudad de la Esperanza, pareciera ser que hemos entendido aquella sentencia singular pronunciada por Napoleón Bonaparte, el gran emperador de los franceses, cuando decía: "¡Nunca debéis interrumpir a un enemigo cuando esté cometiendo un error..!"

El tiempo ha venido demostrando el inmenso peligro que corría México de haber resultado elegido el señor López Obrador, nada de MALO ni juegos de palabras, nos estábamos jugando la patria en un paso dramático del que, sin duda, los primeros afectados hubieran sido los pobres, aquellos con los que el perredismo, un detritus priísta, trató de tomar como bandera para someter sentimentalmente a la nación mediante las urnas.

Hoy por hoy, López Obrador se inmola cada día enfrente de la Catedral, como en aquellos años en que la Santa Inquisición incineraba a los herejes. Si hoy hubiera elecciones para Presidente de la República, López Obrador saldría abrumadoramente derrotado. Él ha insistido en gritar a los cuatro vientos: "Pueblo de México, querido pueblo de México, estoy loco, absolutamente loco, ¿por qué no me creen..?" Si algunas características tienen que concurrir en el jefe de una nación, son la sensatez, la estabilidad en el análisis de los difíciles asuntos de Estado, el control de los impulsos viscerales, estomacales y sanguíneos, de tal manera que la cabeza gobierne invariablemente sobre el hígado y sobre el corazón. No se requieren hormonas para gobernar, sino neuronas… No son convenientes los prontos ni los ímpetus ni los arranques, sino el reposo, la segmentación crítica de los problemas y la estructura metódica de la solución. Nos hemos salvado. México seguirá buscando las soluciones más convenientes para su destino, con un criterio racional, no emotivo, académico, a través del cual se recogerá la experiencia internacional pasada y presente en aras de construir un mejor país para todos nosotros.

Debo subrayar, sin embargo, algunos aspectos de la madurez nacional que, a mi juicio, no han sido recogidos por los más conspicuos analistas políticos de nuestros días. En otros tiempos, cuando algunos bancos estadunidenses deseaban llenar sus arcas con mexdólares, ¡ah, mexicanos!, bastaba con esparcir un rumor catastrófico en los medios financieros y sociales de nuestro país para que hasta las personas de escasos recursos llegaran a las ventanillas de los bancos a comprar un dólar, un quarter o un nickel, lo que fuera con tal de hacerse de alguna moneda estadunidense, para salvar su patrimonio de una debacle anunciada. Las devaluaciones monetarias no tardaban entonces en producirse, mientras la ciudadanía repetía: te lo dije, te lo dije, te lo dije…

Hoy en día, hay un candidato que por el mal de todos insiste en no reconocer al IFE ni al TEPJF ni a las leyes ni a la Constitución ni al Poder Judicial en su conjunto. No a las instituciones y no a las normas legales emitidas por los mexicanos para garantizar nuestra convivencia civilizada.

El señor López Obrador amenaza con estallar un nuevo movimiento social si no se reconoce su triunfo y, sin embargo, las tasas de interés no sólo no se disparan, sino descienden. El candidato perdedor de los perderistas anuncia las marchas y la resistencia civil y a nadie se le ocurre ir a comprar un dólar en las ventanillas bancarias. El precio del dólar no sólo no se ha encarecido, sino ha disminuido su valor. El tabasqueño, envuelto en llamas, bloquea el Paseo de la Reforma y otras avenidas sin producir pánico en la sociedad que, con el tiempo, ha dejado de contemplarlo como un loco fanático para empezar a verlo como un simple payaso pueblerino.

López Obrador no ha logrado asustar a la opinión pública con sus arbitrariedades, lo cual es una señal inequívoca de madurez política de la nación, ni ha provocado una fuga de capitales ni propiciado un violento disparo de las tasas de interés, ni siquiera, salvo en algunos aspectos muy puntuales, ha producido una disminución en los importes de inversión extranjera destinados a llegar a nuestro país. Por el contrario, los autores de estos caprichos perredistas, de claro origen anal-retentivo, digno de un sesudo estudio de psiquiatría, cada día consumen su imagen ante el electorado, de tal manera que muy pronto podrían perder una contienda electoral organizada para nombrar a un jefe de manzana. Su prestigio, después de haber arruinado su porvenir político, ya no les permitirá acceder ni siquiera a cargos de la mínima significancia en ese ámbito.

Me pongo entonces de pie, me descubro la cabeza para honrar a la ciudadanía y mandarle, desde esta humilde tribuna, mi reconocimiento por la madurez demostrada en estos momentos en que se ha puesto a prueba, nunca en jaque, a las instituciones de la República.

Yo antes pensaba que México era un país medianamente fuerte, hoy, debido al comportamiento de la sociedad, me percato de los enormes poderes de nuestra unión.


fmartinmoreno@yahoo.com

El plantón de los sueños rotos

Jorge Fernández Menéndez
Excélsior - Razones

11-08-06

En su Por el bulevar de los sueños rotos (un tema dedicado a Chavela Vargas), Joaquín Sabina dice que por allí "pasan de largo los terremotos y hay un tequila por cada duda". Pero en el "plantón de los sueños rotos", ese que paraliza el Centro Histórico de la Ciudad de México y el Paseo de la Reforma, nada (ni el tequila) parece consolar a los dirigentes del lopezobradorismo y al propio ex candidato. En la locura maximalista en la cual se han encerrado, no hay salida posible: el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación concedió, en una decisión insólita, porque se realiza como una acción judicial, la apertura de casi 12 mil casillas, que son casi dos tercios de las impugnadas por la coalición Por el Bien de Todos. Para cualquiera sería un enorme triunfo, pero no en el caso de López Obrador, quien se lanzó contra el Tribunal y las instituciones a las que ahora, "de la manera que sea", piensa nada más y nada menos que "purgar" y "refundar".

Peor aún: llevamos ya dos días de conteos y no pasó nada, los números apenas si se movieron, lo que se descubrió fueron errores matemáticos o de procedimiento menores, que no han alterado en nada el resultado electoral. En el distrito 15 del DF, donde se había centrado el llamado recurso madre que demostraría, según López Obrador y acólitos que lo acompañan, el "fraude electoral", no sólo no se demostró éste en absoluto sino que terminó aumentando la cuenta de Felipe Calderón en un par de votos. Y lo mismo está sucediendo en todas las casillas revisadas.

Como el argumento del "fraude cibernético" y el "fraude a la antigüita" ya no sirve, ahora los lopezobradoristas han vuelto a mostrar sus cartas. Durante el conteo distrital pidieron que se abrieran distintos paquetes electorales, a lo que accedieron las autoridades del IFE. Cuando comenzaron a pedir que se abrieran prácticamente todos, las autoridades electorales no accedieron a ello porque en la solicitud estaba la trampa: en 2000, en la elección estatal en Tabasco, pidieron abrir casi 60% de los paquetes y, luego, con el argumento de que estaban abiertos, pidieron anular la elección, lo que el Tribunal Electoral aceptó invocando la famosa "nulidad abstracta", una decisión que el propio TEPJF tuvo que revisar y reglamentar después, porque había sido, muy probablemente, un exceso jurídico. Ahora se intentó hacer lo mismo y se argumenta que, para justificar la nulidad del proceso, hay paquetes electorales abiertos. Y sí, los hay en las casillas que los mismos perredistas solicitaron abrir en el conteo distrital del miércoles 5 de julio. En todo caso, lo importante no es eso, sino que los datos del acta firmada por los representantes de casilla y de los partidos en la noche del 2 de julio, de la cual tienen copias las autoridades electorales y partidarias, coincida con la de la casilla y con los votos allí localizados. Y esa coincidencia es la que está confirmando este nuevo recuento. Lo otro es un intento más de confusión deliberado, un argumento insostenible.

El hecho es que, en la medida en que concluye este conteo en las casillas impugnadas por la coalición Por el Bien de Todos, las cifras no se modifican, López Obrador se ha quedado sin argumentos. Su popularidad cae día con día, el apoyo escasea, el plantón en la Ciudad de México es un gran campamento donde hay muchas carpas y más policías que manifestantes y su equipo ya no sabe qué hacer para no caer en contradicciones y mantener viva una causa que ya murió.

Así, además de quejarse por los paquetes abiertos que ellos mismos solicitaron abrir en su momento, Jesús Ortega, por ejemplo, asegura que ni Dolores Padierna ni Carlos Ímaz son representantes del lopezobradorismo en el recuento ordenado por el TEPJF, pero resulta que ahí están las fotos de ambos, la primera en la delegación Cuauhtémoc y el segundo en Monterrey, representando a la coalición. Así, Alejandro Encinas (posiblemente quien, junto con López Obrador, mayor capital político ha perdido con todo esto) dice que está "en contra" del plantón porque sería "esquizofrénico" si estuviera en favor del mismo. Pues que Encinas se busque rápido un psiquiatra, porque su diagnóstico es acertado: si no está en favor del plantón, lo disimula perfectamente bien, porque todas y cada una de las medidas adoptadas por el Gobierno capitalino han tenido como objetivo beneficiar a los manifestantes. Incluso, en los primeros días del mismo, Encinas dijo públicamente, no sólo que lo apoyaba, sino también que, si tenía que pagar un costo político por ello, estaba dispuesto a asumirlo. El problema es que ahora, como ha comenzado a pagarlo y a un precio altísimo, ya quiere bajar los costos. Pero ha quedado atrapado entre su responsabilidad y el chantaje de los duros que sólo están esperando a ver quién es el primero que se deslinda del ex candidato, para denunciar al "traidor"... y luego seguir el mismo camino sin cargo de conciencia.

Lo que está en el fondo del asunto y ha sido un tema recurrente en la práctica política de López Obrador es que existe entre un desconocimiento y un desprecio por la legalidad básica del Estado, que permea todas sus acciones. Ello viene desde aquellas tomas y marchas de López Obrador en Tabasco, su designación como candidato al GDF, cuando no llenaba los requisitos legales para ello, hasta sus controversias y rechazos a cumplir con la ley durante su gestión en el DF y ahora su negativa a aceptar que perdió la elección y no puede hacer nada para evitarlo. Claro, ante ello sólo queda el argumento de "purgar" y "refundar" las instituciones. O "sorprenderse" porque la Suprema Corte amparó a Óscar Espinosa después de años de procesos inútiles, porque el Gobierno capitalino simplemente ignoró la ley al procesarlo, ya que no tenía atribuciones para ello.


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¿Hasta dónde irá el PRD?

Demetrio Sodi de la Tijera
El Universal
11 de agosto de 2006

No hay duda de que los perredistas deben estar indignados con el resultado de la elección; durante más de cuatro años estuvieron al frente en cualquier encuesta, y no fue sino hasta unas semanas antes del 2 de julio cuando la preferencia electoral se les vino abajo. Estoy convencido de que todavía no saben lo que pasó, y la única explicación que tienen es que se llevó a cabo un gran fraude electoral en su contra. Por otro lado, la diferencia de sólo 0.5% abre un espacio legítimo para la duda y, como consecuencia, para la exigencia de contar nuevamente voto por voto.

Desde mi punto de vista, el PRD y AMLO deberían hacer un análisis profundo de por qué perdieron la elección y no sólo darle vueltas a la posibilidad de un fraude electoral que no existió. AMLO es el principal responsable de que el PRD se haya convertido en la segunda fuerza electoral del país, pero al mismo tiempo es también el principal responsable de haber perdido la elección presidencial.

Fueron muchos los errores que cometió por su exagerada ambición y protagonismo. Su afán de controlar todos los espacios del PRD lo llevó a confrontarse y marginar al ingeniero Cárdenas y a los cardenistas, bloquear la llegada de Nueva Izquierda a la presidencia del partido, dar la espalda a los bejaranistas, que habían sido clave para consolidar su poder en la ciudad, imponer en forma autoritaria a su candidato al Gobierno del DF, marginar al PRD, a las corrientes y a las figuras principales del partido y aliarse con gente mal vista por los perredistas (Camacho, Ebrard, Núñez, Guadarrama, entre otros).

Por otro lado, se confrontó sin necesidad con los medios de comunicación, sobre todo con directivos de Televisa y Reforma, con liderazgos importantes de los empresarios y con el presidente Fox.

Como resultado de todo lo anterior, perdió apoyos importantes, tanto dentro del PRD como de votantes que le tenían simpatía y lo veían como una opción de cambio. Este alejamiento de muchos grupos perredistas se reflejó en la votación del 2 de julio, principalmente en estados como Michoacán, Zacatecas, Baja California y el mismo Distrito Federal. Su política de confrontación fue aprovechada por el equipo de Felipe Calderón, y mucha gente, que unos meses antes tenía intención de votar por AMLO, le tuvo miedo y le retiró su voto.

La campaña del miedo funcionó, pero el principal responsable no fue el PAN, sino el mismo Andrés Manuel López Obrador, que equivocó la estrategia. Algo que deberían aprender los perredistas es que la gran mayoría de la gente no quiere ni grandes cambios ni grandes riesgos, y le apuesta a la opción más segura, que en este caso era Felipe Calderón, en lugar de un candidato que significaba un riesgo para su futuro.

Con los bloqueos y manifestaciones de las últimas semanas, el PRD y AMLO se están volviendo a equivocar; mucha gente que votó por ellos está arrepentida, y aun cuando apoyan el conteo voto por voto no apoyan la estrategia de estrangular la ciudad de México. Seguramente AMLO ya decidió seguir con la misma estrategia de movilizaciones y confrontación los próximos seis años, lo que no sería razonable es que el PRD desperdiciara la fuerza política que va a tener en el Congreso y en el país y le apueste a una estrategia que lo margine del debate y los acuerdos nacionales.

El PRD y la izquierda tienen, como nunca en su historia, la fuerza política para influir en serio en el rumbo futuro del país, pero para impulsar un cambio nacional profundo tienen que dejar de lado la confrontación y descalificación permanentes que impulsará, durante los próximos seis años, López Obrador. El PRD tiene que decidir entre el proyecto de una persona o el futuro de un partido y una ideología.

demetriosodi@hotmail.com
Senador de la República

AMLO y su propia derrota

Ricardo Raphael
El Universal
11 de agosto de 2006

Rebasar es cosa buena para un maratonista o para un piloto corredor de autos Fórmula Uno. En cualquier tipo de competencia, ir más allá de los otros suele otorgarle a uno la victoria. Ocurre también en la natación, en los 100 metros planos, en las carreras de bicicletas, en fin, en todo un largo etcétera de actividades humanas solitarias que tienen por objeto dejar atrás a los demás.


Sin embargo, porque se trata de un asunto colectivo, cuando el liderazgo de un movimiento social se adelanta a sus seguidores, termina pagando costos muy elevados.

La paradoja radica en que mientras el líder ha de anticiparse para señalar el rumbo, también ha de detenerse para procurar que sus fieles permanezcan juntos. Por ello no puede actuar como si fuese un cazador o un ermitaño insociable. Como recomendara el viejo organizador social, Saúl Alinski, el líder no puede actuar en contra de la experiencia de su propia gente.

Toda estrategia de organización colectiva ha de generar simpatías entre los seguidores. Ellos han de sentirse cómodos, adecuados, confortables dentro de las acciones comunes. Si las iniciativas son chocantes, agresivas o amenazantes, el movimiento terminará por deshilvanarse. La faena concluirá en la desconfianza de los fieles hacia su líder.

¿En qué medida López Obrador está yendo más allá de la experiencia de su propia gente? Es indisputable que este líder ha reunido varias veces, en la plaza capitalina del zócalo, a más de un millón de mexicanos. Pero tal hecho puede ser engañoso. Por este candidato a la Presidencia votaron muchos más de los que ahí se han reunido. Según los resultados oficiales con los que hoy se cuenta, arriba de 15 millones de mexicanos cruzaron las boletas en favor de su nombre. Un éxito (se ha dicho), muy importante para la historia de la izquierda partidaria mexicana.

¿Se refleja el resto, los no asistentes a las marchas, en la resistencia civil que AMLO ha propuesto? ¿Se sienten cómodos con la toma de carreteras o con las manifestaciones frente a la Bolsa Mexicana y el TEPJF? ¿Se reconocen en el discurso radicalizante que utiliza palabras como "fraude", "purificación", "traidores", "cargada", o "vendidos"? Tengo para mí que los no marchantes velozmente están dejando de ser lopezobradoristas. Está sucediendo así en todos los rincones del país, incluido el Distrito Federal.

En Chiapas, por ejemplo, la radicalización de López Obrador trae muy malos recuerdos. En esa entidad, no hace tanto tiempo, sufrieron los resultados de la diletante soberbia y la siempre insatisfecha conducción política del subcomandante Marcos. Y la memoria pesa en estos días de elecciones locales: mientras Juan Sabines, candidato del PRD a gobernar esa entidad, a principios de julio pasado contaba con una ventaja de más de 15 puntos, hoy se encuentra en franco empate con su más cercano competidor. Que nadie se llame a sorpresa: la caída de Sabines está directamente relacionada con la radicalización de AMLO en la capital de la República.

En Campeche, por su parte, recuerdan con rechazo la resistencia emprendida por Layda Sansores en contra de su primera derrota electoral. Tanto fue el repudio acumulado entre los campechanos hacia esta mujer que, para la siguiente vez que se presentó como candidata al gobierno del estado, ella obtuvo un pálido tercer lugar. En Tabasco la experiencia está siendo similar. Es hora en que los residentes de estas tierras se han puesto a evocar el ambiente de malestar e incertidumbre que, durante las primeras revueltas de López Obrador, se produjo en su estado. Por estos días una buena parte de sus coterráneos concluyen, muy a su pesar, que no obstante los años transcurridos, la esencia política del hombre sigue siendo la misma.

Un buen recorrido por el sureste mexicano permite saber que López Obrador ha sumado más detractores en estas últimas semanas comparado con todos aquellos que, gracias a sus obras o a las de sus enemigos, hubiera podido acumular en su larga trayectoria. Lo peor para él es que se trata de detractores que, hasta hace muy poco, eran sus partidarios. El final de la resistencia civil convocada por López Obrador no será causado por sus opositores: por el gobierno, por los panistas, por los ricos o por los empresarios. Su verdadera derrota tendrá como origen la ceguera que le llevó a ir más allá de lo que su gente consideraba como aceptable.

Profesor del ITESM

Intolerancia

Jorge Chabat
El Universal
11 de agosto de 2006

En varias ocasiones, el candidato de la coalición Por el Bien de Todos, Andrés Manuel López Obrador, ha insistido que la campaña del PAN de considerarlo "un peligro para México" era fascista, puesto que lo descalificaba en términos absolutos. Y la verdad es que ese es un discurso inaceptable en una democracia, pues manda un mensaje de aniquilación del adversario y no lo ve como un contendiente legítimo. Sin embargo, no es sólo el PAN quien ha dado estas muestras de intolerancia.


El propio López Obrador ha mostrado un discurso similar frente a sus adversarios. De hecho, desde hace varios años, AMLO ha desarrollado un discurso polarizante en el cual ridiculiza y agrede a "los ricos", como lo hizo a raíz de la marcha de protesta por la inseguridad en 2004. Pero también AMLO ha descalificado a sus adversarios, sobre todo al PAN, a quien constantemente se refiere como "la derecha". En este sentido, la semana pasada, AMLO señaló que "el triunfo de la derecha es moralmente imposible, no pasarán". Esta afirmación es sorprendente y francamente inaceptable en una democracia.

En un sistema democrático, el triunfo de cualquier fuerza política que contiende dentro de las reglas es posible y legítimo. No se puede descalificar al adversario por razones ideológicas.

Finalmente, todos los partidos y todas las ideologías que compiten en elecciones democráticas son válidos y tienen derecho a ganar si obtienen los votos suficientes.

La lógica de descalificar a la ideología contraria es una característica de regímenes autoritarios o francamente totalitarios. Es la lógica de la Revolución Mexicana. Es el discurso de Plutarco Elías Calles frente a la oposición que se comenzaba a articular frente a los gobiernos surgidos de la gesta revolucionaria de 1910: frente al gobierno de la Revolución no hay oposición legítima. Es la lógica que usaba Fidel Velázquez cuando declaraba, en los años 80, que "a balazos llegamos al poder y a balazos nos van a sacar".

Finalmente, detrás de estas afirmaciones hay una visión del poder: éste deriva de la historia, de los movimientos sociales, de las revoluciones, no de las urnas. Y esta es una visión del poder que le es muy afín a la izquierda. En los años 60 y 70, cuando la única izquierda permitida en México era la de los partidos satélites, como el PPS, la izquierda opositora al PRI simplemente no existía de forma institucional y no participaba en elecciones.

Y esa situación no era sólo resultado de la prohibición de dichas organizaciones por parte del gobierno, sino también de una decisión propia: no participar en las elecciones "burguesas".

Finalmente la visión marxista era esa: la historia la hacen las masas con la revolución que va a destruir al capitalismo. Para el marxismo clásico la política era un asunto de bayonetas y no de urnas. Finalmente, la violencia y no las elecciones, es la partera de la historia. Y la historia camina en una dirección: la del proletariado, no en la dirección que elijan los electores.

Por eso parte del discurso del PRD en las pasadas elecciones era que había una ola de gobiernos de izquierda en América Latina que se iba a reflejar en México. Era la historia y no la decisión de los electores la que marcaba el rumbo de los acontecimientos. Por ello la "derecha" no puede ganar, porque la historia no va en esa dirección. Por ello, si dicen que ganó el PAN es porque hubo trampa. No hay de otra: la "derecha" no puede ganar ni moral ni históricamente.

Es sin duda muy preocupante que subsistan discursos intolerantes entre la clase política. No obstante, el problema mayor estriba en que esta visión está permeando en la sociedad. Lo veo yo a diario en los correos que recibo en los que abundan los argumentos ad-hominem. No importan los argumentos sino quién los dice. Y aquí aparece una vez más la visión marxista: cada quien habla de acuerdo con su clase social.

Por lo tanto, la discusión es imposible. No hay respeto por quien piensa diferente.

Peor aún, no se puede discutir. Con el enemigo no se discute. Con el enemigo, lo único que hay que hacer es destruirlo, como se veía en un dibujo hecho por un niño perredista, publicado hace un par de días en un diario capitalino, en el cual aparecía López Obrador sobre el cadáver destrozado de Calderón. Esa es la visión de los intolerantes.

Esa es la visión de quien no cree en la democracia ni en el voto. Y lamentablemente, esa es la visión de una parte de la clase política y de la población. Lo peor de todo es que quienes ven así a la política no parecen tener ningún pudor en mostrarla. No la ven como "políticamente incorrecta", sino que se enorgullecen de la misma.

Y ahí está el principal reto de la democracia mexicana: desarrollar la tolerancia y no ver a la intolerancia como una virtud sino como un defecto grave. El más grave de todos.

jorge.chabat@cide.edu
Analista político e investigador del CIDE

Sore loser

The Economist (Inglaterra)
Leaders - Mexico's contested presidential election
Aug 10th 2006

People power and its abuses

SHOW me a good loser, goes an old quip, and I’ll show you a loser. Andrés Manuel López Obrador seems to have taken this saying too much to heart. After his apparent defeat in Mexico’s presidential election on July 2nd, he is refusing to give up. He has instead called thousands of his supporters into the Zócalo, Mexico City’s main square, and Reforma, one of its principal avenues. The (peaceful) protests will continue, he vows, until the electoral authorities agree to a full recount. A fair count, he says, will reverse the result.

Is this another example, like Ukraine’s “orange revolution”, of a brave democrat mobilising “people power” in order to restore a stolen election? Hardly. Mr López Obrador may have been cheated of victory before. In 1994 he lost the governorship of Tabasco state in an election rigged by the Institutional Revolutionary Party, the ever-ruling party of the time. But Mexico has changed. Its democracy is now full-blooded but still new enough that it cannot be taken for granted. Far from strengthening Mexico’s young democracy, Mr López Obrador’s protest now threatens to undermine it.

July’s vote was close. The margin that gave Felipe Calderón of the centre-right National Action Party his apparent victory was a mere 244,000 of the 42m votes cast. But Mr López Obrador’s accusations of large-scale fraud are not supported by evidence. Observers from America and the European Union judged the vote fair. In many areas the tally was certified by his own centre-left Party of the Democratic Revolution, which scored its best-ever result in the vote for Congress.

The integrity of Mexican elections is the responsibility of two institutions, which have operated transparently and independently of the government since they were reformed in 1996. The Federal Electoral Institute runs elections and counts the votes. The results are certified by the Federal Electoral Tribunal (Trife), a seven-judge panel that has proved its impartiality in scores of local elections. Mr López Obrador had been happy to accept their authority until he learned of his likely defeat. On August 5th in a unanimous ruling the Trife judged that there were grounds for a recount at 11,839 polling stations, about 9% of the total. That is unlikely to overturn Mr Calderón’s victory, although the Trife could broaden the recount if it finds more irregularities than expected.

That ought to be the last word. The Trife is the final arbiter on electoral matters and must declare a winner (or annul the election) by September 6th. But Mr López Obrador responded to its ruling by inciting more civil disobedience. “What is going to happen if they force this result on us?” he asked his supporters. “Revolution,” they roared in answer.

No longer a friend of democracy

By mobilising people power this way Mr López Obrador is not defending democracy but attacking the institutions that underwrite it. Many Mexicans fear that he is building a mass movement to make it impossible for anyone else to govern. But it is far from clear that a majority backs him. Mr López Obrador’s fiery five-year tenure as mayor of their capital left Mexicans unsure whether he would govern as a moderniser or as a reconditioned populist. His performance since the election, especially his willingness to let Mexican democracy erode, suggests the latter. The longer he camps out in the Zócalo, the more apparent it will be that he does not deserve to be president, after this or any future election.

Orwell y AMLO

Isabel Turrent
Reforma
6 de Agosto del 2006

Pedirle a un político la verdad, es pedirle peras al olmo. Aun en una democracia, el político en campaña se empeñará en transmitir al electorado una batería de promesas que no podrá cumplir -al menos en su totalidad-, y el político en el poder intentará presentar "su" verdad como la verdad objetiva. Pero el acceso a información imparcial y a análisis ponderados y racionales, el respeto al marco legal y al voto imponen límites a la capacidad de manipulación del político. López Obrador se cuece aparte. Distorsiona la verdad de manera sistemática, hace caso omiso de la ley y acusa a sus oponentes de lo que él hace o planea hacer. Para entender su discurso, el mejor camino parece ser el recurso a la ciencia ficción (1984 de George Orwell le viene como anillo al dedo), y la consulta de textos que explican el funcionamiento de sistemas no democráticos, o de libros que analizan los riesgos que los demagogos presentan a la democracia.

Sus lemas parecen copiados de los eslogans de Big Brother, el líder infalible de Orwell: "La guerra es la paz", "La libertad es la esclavitud" y "La ignorancia es la fuerza". López Obrador ha acuñado varios que no desmerecen frente a los del Hermano Mayor orwelliano: "La minoría es la mayoría", "La derrota es la victoria" y "La 'gente' soy yo".

Si en 1984, la lengua de la manipulación era el Newspeak, AMLO ha inventado su propio neospañol. En este nuevo idioma los fraudes existen sin pruebas y pueden mudar de casaca: pasar de ser cibernéticos, a ser a "la antigüita", y de regreso. Los insultos, las agresiones y las pancartas que salpican su movimiento e incitan a la violencia, son "medios pacíficos", y puede autoproclamarse Presidente a pesar del voto de la mayoría y de lo que dicten las instituciones electorales. "Pacífico", afirma, es también su "movimiento de resistencia civil". El problema, para empezar, está en la contradicción en los términos del neospañol de López. "Resistencia", según el diccionario es, en su primera acepción, "la acción de usar la fuerza para oponerse a algo". Resistencia que estaría justificada, si acaso, tan sólo si el Trife ya hubiera dado un veredicto y éste violara la ley. El movimiento convocado por el PRD no tiene qué resistir y no es pacífico -las "sonrisas se pueden volver puños"-. Su objetivo es presionar a las instituciones establecidas para lograr un veredicto a su favor.

Las explicaciones de la adhesión de muchos a López, a pesar de sus mentiras y contradicciones, no pueden encontrarse dentro de un modelo democrático. AMLO es producto y resultado de la política de masas que se inauguró con la expansión del sufragio universal en el siglo XX. Se mueve en el territorio donde incubaron, hace décadas, sistemas autoritarios, totalitarios y fascistas. López Obrador tiene todavía millones de seguidores porque no apela a la razón. Se dirige, como todos los Mussolinis en todas las latitudes, a las emociones. Como ellos, AMLO ha alimentado los resentimientos sociales de los más ignorantes apelando a la pertenencia a una comunidad "superior", escenificando reuniones y ritos teatrales, jugando con los sentimientos populares, y haciendo un llamado al "legítimo" predominio de quienes los apoyan -la "gente"- sobre el resto de la sociedad. Quienes lo siguen han abdicado de la razón y han convertido su lucha en un asunto de fe ciega.

Stalin, que ha aparecido en más de una pancarta en las movilizaciones perredistas, no lo hubiera hecho mejor. También él inventó enemigos internos inexistentes, sobre los cuales derramar las pasiones de sus seguidores: los ricos y los trotskistas, entre otros. La retórica clasista de López, tampoco lo aleja de los líderes fascistas que parece imitar: hasta Hitler repitió lemas anticapitalistas y ataques a los grandes empresarios que le fueron muy útiles durante su ascenso al poder -para luego pactar con los grandes industriales.

Otro elemento común entre AMLO y movimientos autoritarios de tintes fascistas, es la ausencia de otro programa que no sea la lealtad al líder. Mussolini se preciaba de no tener un ideario: él mismo era la definición del fascismo. Sin embargo, como advierte el analista británico Geoff Mulgan en su libro más reciente, "las formas más malignas de gobierno son las que hacen las mayores demandas de lealtad... Cuando, en ausencia de una guerra, los Estados (o líderes) empiezan a imponer demandas de lealtad absoluta, esa es una buena señal de que algo no cuadra". En el movimiento que encabeza López Obrador, lo que no cuadra son sus repetidas profesiones democráticas. El choque entre sus declaraciones y sus actos es abierto y frontal.

Los totalitarismos y fascismos florecen en medio de crisis políticas y económicas. Para desgracia de López, la economía mexicana ha resistido hasta ahora los embates de sus marchas y plantones y una mayoría del electorado confía en las instituciones democráticas del país. Para la nuestra, AMLO ha decidido fabricar la crisis que necesita: está empeñado en vulnerar el marco institucional que enmarca el sistema democrático del país y en sembrar el caos en la capital, dislocando la economía de la Ciudad de México a imagen y semejanza de lo sucedido en Oaxaca en las últimas semanas.

Su éxito depende de una última variable. Ningún líder autoritario ha podido tomar jamás el poder sin la pasividad de la mayoría de la población y sin la parálisis de los poderes establecidos. En el momento en que el Trife dé a conocer su decisión, los ciudadanos estarán obligados a apoyar abiertamente el veredicto y las autoridades, a restablecer el imperio de la ley.

iturrent@yahoo.com

La voz del Tribunal

Jose Woldenberg
Reforma
10 de Agosto del 2006

El TEPJF ha desahogado un muy relevante "incidente": la solicitud de la Coalición Por el Bien de Todos para realizar un nuevo escrutinio y cómputo de la votación total de la elección presidencial. Y su resolución -impecable y pedagógica- ha querido ser leída según la conveniencia de los actores. Por ello intentaré reconstruir su lógica. Se trata de un "incidente de previo y especial pronunciamiento", un capítulo de un proceso más amplio y complejo.

El Tribunal recuerda las normas que regulan la organización de las elecciones, la función del IFE, pero se detiene en un eslabón fundamental: las mesas directivas de casilla, de las cuales subraya que "son órganos transitorios, integrados por ciudadanos residentes en la sección electoral correspondiente a la casilla donde actúan, a los cuales se les encomienda la realización de una función fundamental... la de recibir la votación, así como la de realizar y autentificar el escrutinio y cómputo el mismo día de la jornada...". Se trata de "ciudadanos que no forman parte de la estructura orgánica ordinaria del IFE y desvinculados de los partidos... (para) garantizar la imparcialidad... pues en la medida que las mesas... se integran con ciudadanos insaculados al azar, que no son servidores públicos de confianza ni dirigentes partidistas, es más remota la existencia de una posible inclinación o preferencia...". Recuerda el procedimiento para la integración de las mesas directivas y su conclusión es que esa fórmula "genera una gran certeza sobre su imparcialidad".

El Tribunal pondera un segundo candado de seguridad: "el derecho de los partidos de nombrar representantes de casilla y representantes generales", lo que "contribuye de modo importante a hacer realidad la garantía de actuación imparcial de esa autoridad genuinamente popular que es la mesa directiva de casilla".

Se detiene de manera pormenorizada en el procedimiento de escrutinio y cómputo y realza el papel estratégico que juegan las actas (tanto la original como las "autógrafas al carbón"), "en las cuales quedan asentadas... los resultados de la votación". Dice: "Las copias...merecen pleno valor probatorio" y son un instrumento invaluable para los partidos.

Concluye: "Cuando los documentos... cumplen a plenitud los requisitos y formalidades esenciales legalmente exigidos, adquieren definitividad, y con esto queda cerrada toda posibilidad ordinaria de un nuevo escrutinio y cómputo, por personas diferentes a los ciudadanos receptores de la votación".

No obstante: "en la medida que el acta no contenga alguna de las formalidades apuntadas, especialmente cuando presenten inconsistencias entre los datos numéricos relativos a boletas recibidas, boletas sobrantes e inutilizadas, número de votantes... el documento disminuye ese grado óptimo de certeza...". Sin embargo, "el sistema legal ofrece todavía un nuevo mecanismo para que recobre esa plenitud": la sesión de los consejos distritales. Asienta: "El cómputo distrital está concebido para que simplemente se sumen las cifras obtenidas de cada acta", pero cuando aparezcan inconsistencias, el Consejo tiene una función de "depuración". Cuando los resultados de las actas no coinciden, cuando se detectan alteraciones evidentes, cuando no existe acta ni en el expediente ni la tiene el presidente del Consejo o cuando existan errores evidentes, el Consejo debe recontar los votos. El Tribunal considera como "errores evidentes" "cualquier diferencia o inconsistencia en las cifras" de las actas.

Señala: "la pretensión de la Coalición... consiste en que se ordene realizar un nuevo escrutinio... (para) dar certeza al resultado". Y contesta el Tribunal: "El método establecido para garantizar el principio de certeza en los resultados electorales... es el que precisamente está desarrollado en el COFIPE... (pues) en la legislación está concebido todo un mecanismo o procedimiento de control, casi absoluto, para que cada voto manifestado en las urnas se cuente...".

Y apunta algo más: "La circunstancia de que se justificara que en algunas o varias mesas de votación se cometieron irregularidades, o que éstas aparezcan en las respectivas actas... no constituiría base para sostener la procedencia de la realización de nuevo escrutinio y cómputo en el universo de casillas electorales, bajo el argumento de que es factible que en todas se encuentre la misma irregularidad o inconsistencia... (porque) como cada centro de votación es único, integrado por sujetos distintos, ubicado en lugar distinto y rodeado de un entorno diferente, los sucesos o acontecimientos ocurridos en uno, no guardan interconexión con los otros, más si las irregularidades se atribuyen a los ciudadanos que integraron las mesas...".

Por otro lado, el Tribunal recuerda la singularidad de los juicios de inconformidad contra los resultados asentados en las actas y la obligación de hacerlo en cada uno de los distritos, "porque la inconformidad que se promueva contra cómputos distritales, por nulidad de votación... o por error aritmético... no podrán traspolarse o extenderse a cómputos de dos o más distritos, ni a la votación recibida en casillas no cuestionadas". En buena lógica dice: "No es válido pretender que los hechos u omisiones ocurridos en una sirvan como base para lograr la nulidad de otra diferente".

Y dado que la Coalición sólo impugnó casillas en 230 distritos, "esa circunstancia, por sí sola revela la inadmisibilidad de la pretensión del recuento general...". Por ello no procede ni el recuento total ni el de una muestra aleatoria sino el de cerca de 12 mil casillas en las que se detectaron errores en las actas.

Luego el Tribunal atiende una serie de acusaciones realizadas por la CBT que a su juicio no impactaron el cómputo de los votos y que seguramente valorará en el momento de la declaración de validez (o no) de la elección. Pero ésa es harina de otro costal.

Luz a luz II

Germán Dehesa
Reforma - Gaceta del Angel
10 de Agosto del 2006

Muchas gracias. La respuesta fue fulminante. Uno de los últimos visitantes me informa de que ya eran 48 mil las luces encendidas y cerca de tres imágenes, tres recuerdos, liberados. Cuando entré por última vez ya eran totalmente visibles la Fuente de Petróleos y el Auditorio Nacional. Según calculé, en mi feliz ignorancia, entre hoy miércoles y mañana jueves conseguiríamos los 200 mil píxeles necesarios para liberar las 16 imágenes.

Yo no contaba con los caprichos de la tecnología. A la altura del píxel 48 mil, "el servidor" dejó de servir. Esto no lo digo yo, porque de esto su Charro Negro lo ignora detalladamente todo. Lo que este ciudadano hizo fue empezar a dar de alaridos, a solicitar la inmediata presencia de David, el Rey de la Cibernética, quien funge como mi asesor personal en el uso de cualquier cosa que se enchufa (menos una). Me lancé también a hacer telefonemas desesperados a todos los chicos y chicas que conforman mi "soporte técnico". Todos concordaron en un diagnóstico: fuimos víctimas de nuestro éxito, el servidor tronó (¿qué pasó, Telmex?) y la página desmamonose. Me consta que todo mundo, menos yo que nomás estorbo, está trabajando a marchas forzadas para resolver este drama cibernético y mi mejor deseo es que, a la hora en que leas estos renglones, lectora lector querido, puedas ingresar a www.despejalaciudad.org.mx y te incorpores al juego y al fuego. Si lo piensan bien, lo que estamos organizando es un ciberplantón, un ejercicio -tan necesario en México- de "¡Vámonos respetando!".

Y hablando de esto y conectando con una plática que tuve recientemente con mi muy querido Gilberto Rincón Gallardo acerca de la brutal discriminación (dícese de la automática falta de respeto) que en este país, de manera abierta o embozada, se practica; en torno a este asunto, quiero decir algo acerca de la estúpida discriminación que ha aflorado como herramienta política en esta campaña. Para los amarillos, los azules y sus simpatizantes son una gran masa de burgueses pirrurris que lo único que buscan es proteger sus injustos beneficios e impedir cualquier cambio que se haga a favor de una justicia social, por lo demás, tan urgente. A su vez, los azules no se quedan atrás ¡qué va! y afirman de modo injurioso y rabioso que no pueden permitir que triunfen los nacos, los muertos de hambre, los prietos, los ignorantes, los que no son como ellos. Estos modos de expresarse, este suponer que se está adoptando una posición política a base de injurias, me producen una infinita vergüenza. Las cosas no son, no pueden ser, así. Nada hay más contrario a la verdadera democracia que la discriminación y el automático desprecio por el otro que, según nuestros arcaicos criterios, ha cometido el imperdonable delito de ser distinto y de pensar distinto.

Éste, lo juro por todo lo que amo, no es el espíritu que anima el juego que ayer les propuse y al que muchos de ustedes entraron y entrarán tan alegremente. Respeto es la palabra clave de nuestra propuesta. Lo decía ayer, pero lo repetiré hoy: todos cabemos en esta generosa y hospitalaria Ciudad que también puede ser infernal para muchos. Estoy hablando (y al hacerlo recuerdo a Felipe González) de que la democracia es una avenida ancha y espaciosa; por ella podemos ¡ojo! circular todos. Unos irán a la derecha, otros por el centro y otros por la izquierda. Todo se vale y es respetable. Lo único que no se vale es cerrar la avenida a nombre de no sé qué, no sé cuál, gesta ciudadana que nuestros nietos venerarán como un triunfo histórico. A. Camus se pregunta: ¿a nombre de qué felicidad futura me piden que abofeteé a mi prójimo del presente? No le entro. Prefiero encender mi luz y despejar la avenida.



¿QUÉ TAL DURMIÓ? DCCCLV (855)

ARTURO MONTIEL ROJAS.

Cualquier correspondencia con esta columna con foco parpadeante, favor de dirigirla a
german@plazadelangel.com.mx (D.R)

Luz a luz I

Germán Dehesa
Reforma - Gaceta del Angel
9 de Agosto del 2006

Los voy a invitar a un juego, pero habrá que jugarlo con esa seriedad que los niños asumen cuando están jugando. ¿De qué se trata? Se trata, para decirlo llanamente, de hacer un magno esfuerzo ciudadano para poner a cada quien en su lugar.

Les explico: con la ayuda de varios amigos he construido un "lugar" en Internet (yo he supervisado toda la parte técnica; es decir, la he visto por encimita -"supervisar"- y no he entendido nada). No me pregunten cómo, pero el lugar ya está y se llama www.despejalaciudad.org.mx. El tablero de este juego que aspira a dejar de ser juego es una enorme pantalla de 200 mil píxeles (si me preguntan lo que es un píxel, muy empíricamente les responderé que es una pequeñísima luz). En la pantalla hay 16 recuadros opacos que, con la ayuda de ustedes se irán tornando en imágenes de 16 lugares entrañables del eje Reforma-Juárez-Zócalo.

Comienza el juego, tú, lectora lector querido, entras al sitio cuya dirección ya está enunciada. Ahí verás que te solicitamos unos cuantos datos (nombre, apellidos y dirección electrónica); hecho esto, buscas un visible recuadro que dice "área de despeje", ahí, si estás de acuerdo con recuperar estas imágenes de la que solía ser la avenida más bella de México, haces clic y en ese mismo momento, enciendes una ínfima luz, prendes un píxel. Cuando se junten 12,500 píxeles recuperaremos la imagen entera de uno de estos lugares que ahora están a la merced de la fetidez, la holgazanería política y que, sobre todo, se han vuelto propiedad de unos cuantos y no territorio común de peatones, automovilistas, turistas, paseantes y/o habitantes de esta Ciudad que supuestamente está resguardada por un derecho constitucional que no es negociable: el derecho al libre tránsito. En verdad no entiendo cómo alguien que pretendía gobernar un país que tiene una Constitución, parchadona ella, pero que consagra nuestros deberes y derechos fundamentales, se permita atropellar ese documento que supuestamente tendría que jurar proteger y resguardar en la ya muy próxima fecha del primero de diciembre. Esto es una insensatez. Precisamente por esto, el ciudadano no puede ni suplir a ese gobierno ausente de la Capital y a ese otro igualmente ausente que tendría que ocuparse del país entero. Hasta ahí no podemos llegar. Tampoco es lo nuestro organizar marchas, asambleas informativas y algaradas similares. No ha lugar a la confrontación. La causa de Andrés Manuel es respetabilísima. Los modos son una facha. Hay quienes se disponen a seguirlo. Allá ellos. Hay quienes ya están urgidos de perseguirlo. También allá ellos.

Creo que a mí ciudadano lo único que me corresponde es hacer todos mis esfuerzos (éste es apenas uno) para que los amarillos y sus seguidores y simpatizantes se salgan de los espacios que no tienen ningún derecho a ocupar. Se trata también de que los de color azul rabioso se apacigüen y entiendan que todos cabemos; por lo menos, esto es lo que yo opino a sabiendas de que no doy más color que el que me va imponiendo mi condición de ciudadano que carece de partido, pero que no quiere carecer de ciudad o de patria.

Cuando juntemos 200 mil luces habremos recuperado los 16 espacios más significativos de nuestra Avenida. Mi tarea será llevar el resultado de este ejercicio a manos de AMLO, de Encinas que declara que duerme con la conciencia muy tranquila porque es coherente (lo es con su ideología, pero no con el cargo que libremente aceptó) y de Vicente Fox.

Te invito con toda mi alma. Al terminar este tablero, iniciaremos otros hasta llegar al de los 16 baches más notorios de Reforma-Juárez-Madero. No habrá que descansar hasta que nos pelen. Créanme, es un juego, pero es muy serio. Por vidita tuya, éntrale.



¿QUÉ TAL DURMIÓ? DCCCLIV (854)

ARTURO MONTIEL ROJAS, notable notariólogo.

Cualquier correspondencia con esta columna con foco, favor de dirigirla a

german@plazadelangel.com.mx (D.R)