29 de julio de 2006

Diccionario político

Jaime Sánchez Susarrey
Reforma
29 de Julio del 2006

A Paco Calderón.

Peje. Ser híbrido de apariencia extraña y poco agradable. Mitad priista de los setenta y mitad caudillo iluminado. Tiene un instinto muy desarrollado, pero escasa inteligencia. No soporta a las chachalacas y, por lo mismo, tiene una habilidad enorme para detectarlas y desenmascararlas. No sabe perder y tampoco se le dan los números. Confunde las decenas con las centenas. Su divisa: los Pejes nunca pierden y cuando pierden, arrebatan. Es implacable en la victoria y obcecado en la derrota. Ante la adversidad se desencaja y muestra los lados más oscuros de su personalidad.

Urna embarazada. Término técnico de los años sesenta, setenta y buena parte de los ochenta. El mecanismo es muy simple: una sola persona, normalmente funcionario de casilla, deposita tacos de votos cruzados a favor del PRI. Se creía una práctica desaparecida. En los noventa nadie hacia referencia a ella. Se hablaba del "ratón loco", del "carrusel" o de la compra de votos. Pero nada. El candidato de la alianza Por el Bien de Todos descubrió para el Bien de Ídem que la técnica aún funciona. Sólo que ahora los tacos son a favor del blanquiazul. Este hallazgo tendrá un impacto impresionante en todo el siglo XXI. Equivale a que Jurassic Park fuese descubierto, nada más y nada menos, que en el centro del bosque de Chapultepec. Los politólogos y los estudiosos del derecho electoral le estarán eternamente agradecidos a AMLO.

Fraude cibernético. Otro descubrimiento fantástico y extraordinario de Andrés Manuel y sus maraqueros. Aún no se sabe bien a bien cómo funciona, pero de que existe, existe. El procedimiento es muy sofisticado y tiene que ver con alogaritmos (palabra especialmente acuñada para describir lo inexplicable). Las unidades se transforman en decenas y las centenas en unidades. Al final, el candidato oficial gana en cualquier conteo preliminar y el opositor pierde. El propósito es crear confusión y restarles votos a las oposiciones. Se han emprendido campañas de desinformación recurriendo al argumento de que lo que importa son las actas y los votos y no los conteos preliminares. Pero es basura pura. El fraude cibernético sí existe. AMLO y el PRD lo han padecido. Oremos por ellos.

10 puntos. Cifra cabalística que revolucionó el mundo de las encuestas. Hasta la puesta en operación de este método, todo el mundo creía que los sondeos de opinión por casa habitación o en la calle eran la única forma de medir las intenciones de voto antes de una elección. Pero esto resultó completamente falso. Los 10 puntos que AMLO anunció que llevaba en las semanas previas al 2 de julio contradecían a todas las encuestas. Más aún, mientras los encuestadores se afanaban por explicar las oscilaciones a lo largo de los últimos meses, Andrés Manuel sostuvo siempre que la distancia entre él y Felipe Calderón era de 10 puntos, ni más ni menos. Es por eso que el método es tan notable. El único problema es que nadie sabe a ciencia cierta, con la excepción de AMLO, cómo funciona. Algunos desconsiderados e irreverentes hablan de una comunicación extrasensorial o de la visita a un oráculo. Nada de eso es creíble. Lo único cierto es que después de los 10 puntos ninguna casa encuestadora volverá a ser la misma. De hecho, ya se rumora que si AMLO no logra doblegar al Trife e imponer el conteo de voto por voto, montará su propia agencia encuestadora con un nombre muy sugerente: ¡10 Puntos!

Presidente electo de México. En apariencia es una frase anodina. En nuestro país se usa cada seis años después de una elección para describir el lapso en que el candidato oficialmente vencedor no toma aún posesión del cargo. Porque después se debe hablar de presidente elegido. Lo que nadie sospechaba es que esta frase puede operar como un verdadero test psicológico. Me explico: si usted amable lector le pregunta a cualquier persona: ¿Quieres ser presidente de México? Lo más probable es que se obtenga como respuesta un sí, y no hay de qué preocuparse. Así somos los mexicanos; a todos nos gustaría sentarnos en la Silla. Pero si se va más allá y se formula la pregunta: ¿Es usted presidente electo de México? Y obtiene como respuesta: "Sí, yo soy el presidente electo de México", guarde la calma, no pierda la compostura, felicite con una sonrisa y un abrazo a la persona en cuestión. Pero sobre todo aléjese sin perder un solo segundo porque está usted en grave peligro. Cualquier mueca o movimiento brusco podría ser interpretado como una agresión y usted sería identificado como miembro de un complot contra El Indestructible. Sobra decir que si ve un teléfono cerca marque a urgencias y solicite que se presente una ambulancia con varios camilleros y una camisa de fuerza. Insisto: es fundamental que no pierda la calma ni se ría.

Linchamiento y canibalismo. Nueva práctica de la llamada izquierda mexicana. En los viejos tiempos, antes de la fundación del PRD en 1989, los socialistas mexicanos eran sectarios. Donde hay dos militantes, se decía de los trotskistas, existen tres tendencias: la del militante A, la del militante B y la de la unión de A y B. Pero eso ha quedado atrás. Ahora, el síndrome fundamental es el gregarismo y el canibalismo. Todos a la cargada con AMLO, con fe ciega de carbonero, aunque se trate del único ex priista que sería capaz de restaurar el régimen de partido de Estado. Todos contra Patricia Mercado y Alternativa Socialdemócrata porque disintieron y tuvieron la fuerza y el valor de apostar por un partido de izquierda moderno, anclado en principios e ideas. Abajo los esquiroles y traidores, gritan a coro dos cabecitas blancas de uno y otro sexo que además no tienen empacho en escribirlo... como en los mejores tiempos del estalinismo y del castrismo.

Método para solucionar controversias y conflictos. La posibilidad de un enfrentamiento postelectoral de grandes dimensiones nos tiene a todos aterrados. He aquí una humilde propuesta para salir de este impasse, que además podría aplicarse en otras regiones y latitudes: 1) que la Asociación Nacional de Payasos confirme oficialmente que AMLO es el Presidente electo; 2) que se remodele Palacio Nacional y se instale al nuevo Presidente en el área que habitó el Benemérito de las Américas; 3) que se le confiera poderes absolutos e ilimitados sobre el Zócalo de la Ciudad de México para que organice manifestaciones, movilizaciones y linchamientos a granel.

PS. Las incomodidades que esto podría ocasionarle a Marcelo Ebrard serían ampliamente compensadas por la incorporación de tan magnífico espectáculo en las guías turísticas de la Ciudad de la Esperanza.

¿Plan B?

Mario Campos
Excélsior
29-07-06

El rumbo que parece seguir el movimiento de López Obrador hace pensar que este escenario nunca estuvo en sus planes.

Se lo dijeron tantas veces en los últimos años que terminó por creerlo. Para Andrés Manuel López Obrador, el 2 de julio sería un mero trámite en su camino hacia Palacio Nacional. No había otra opción, sino la victoria. Por eso ahora es tan difícil reconocer la realidad. El tema ya cansa y todos quisiéramos estar hablando de otra cosa. Pero cuando se trata de la frustración de un líder que en la práctica controla a una de las fuerza políticas más importantes de México, bien merece que le sigamos poniendo atención. En especial porque el rumbo que parece seguir el movimiento de López Obrador hace pensar que este escenario nunca estuvo en sus planes, y lo que ahora parece ser un Plan B, es sólo una cruzada sin mucho futuro para el PRD, Andrés Manuel y el país.

Primero, porque aparenta estar dispuesto a perder el capital ganado en los últimos años. Como reconoce el mismo Andrés Manuel, hace apenas una década, el partido del sol azteca sufría para hacerse presente en los medios electrónicos. Hoy, la historia es muy diferente. Incluso, no se podría entender el fenómeno de López Obrador como jefe de Gobierno y candidato presidencial, sin su intensa presencia mediática.

Por eso sorprende que ahora AMLO esté empeñado en cerrarse las puertas. A Carmen Aristegui la señaló como parte de los medios manipulados para legitimar el fraude electoral; a Joaquín López-Dóriga le reprochó por cerrarle espacios, luego de una inusual entrevista de cerca de 20 minutos; y con Víctor Trujillo acudió para quejarse de las preguntas hechas por Carlos Loret de Mola.

En menos de dos semanas, López Obrador se ha peleado con periodistas de renombre, quienes difícilmente podrían ser considerados como enemigos de Andrés Manuel. El saldo, luego de estos hechos, es un espejo de lo que, según algunas encuestas, le estaría ocurriendo al tabasqueño con el resto de la población, al quedarse sólo con los incondicionales.

No se trata, por supuesto, de grupos de la población que puedan ser subestimados. Sin embargo, no hay que perder de vista que si el PRD creció como lo hizo el pasado 2 de julio, se debe a que tuvo la capacidad de presentar un discurso atractivo para electores habitualmente alejados de ese partido. La clave de ese crecimiento fue poner el acento en causas difíciles de refutar, como el combate a la pobreza, de la mano de una imagen de seriedad que le ganó la confianza de millones de mexicanos.

En contraste, lo que ahora estamos viendo es el triunfo de las expresiones menos atractivas. Pienso, por ejemplo, en el discurso de Jesusa Rodríguez, quien hace unos días organizó un recorrido por la zona de Santa Fe en la Ciudad de México, para "conocer el mundo de los ricos, saber qué se siente tener dinero a fin de mes y comprender lo que es ir de shopping". No me queda la menor duda de lo atractivo que pueden ser estas protestas para algunos simpatizantes del movimiento antiglobalización, pero no veo cómo puede contribuir este llamado Movimiento Resistencia Creativa al fortalecimiento de un partido político.

En la misma lógica, entiendo que el PRD logra ser noticia cuando mete unos pollos al Instituto Federal Electoral, en lo que pretende ser una denuncia contra los consejeros electorales; sin embargo, no creo que esa sea la mejor imagen para un instituto político que pelea en tribunales lo que considera su triunfo en la Presidencia de la República. Y así podría seguir el recuento hasta llegar, por supuesto, a la joya de la corona, con López Obrador proclamándose Presidente de México, sin que exista un solo documento que así lo acredite.

Si bien es cierto que cada actor político debe seguir el camino que mejor considere –con los costos y beneficios que ello implique–, no podemos ignorar los daños colaterales que dicha estrategia puede generar.

En este caso, para el Instituto Federal Electoral, que no sólo enfrenta una intensa campaña de descalificaciones, sino que entrará en una crisis aún mayor en el futuro mediato, al ser el mismo Consejo Electoral el responsable de organizar las elecciones intermedias de 2009, hecho que difícilmente tolerará el PRD; para el Tribunal Electoral, que previsiblemente será objeto de las mismas acusaciones si no falla en los términos deseados por Andrés Manuel López Obrador; y para el Poder Legislativo, que seguramente se convertirá —a partir del próximo 1 de septiembre— en el nuevo terreno para la disputa poselectoral.

Según ha trascendido, la movilización de mañana no será para cambiar la actual tendencia, sino para acelerarla. De ser así será una mala noticia para todos, empezando por Andrés Manuel, quien con ello confirmaría que si su plan A era suceder a Vicente Fox, el plan B en realidad parece pensado para reemplazar al subcomandante Marcos.

macampos@enteratehoy.com.mx

28 de julio de 2006

¡La Jornada Electoral Fue Ejemplar!

Julio 27 de 2006

Estimado ciudadano en movimiento:


A través de este medio te saludo y envío el texto del desplegado titulado “¡La Jornada Electoral fue Ejemplar!”, que salió publicado el 27 de julio en Reforma, El Universal y Milenio.


Anexamos la versión para imprimir (160 KB) para que en la medida de lo posible la imprimas y difundas. También anexamos una versión en alta resolución (8 MB) por si deseas enviarla a algún periódico para su publicación.

Envía por favor este correo a tus socios, así como a las organizaciones, personas, medios de comunicación, con las que tengas contacto.

Saludos cordiales,
Sociedad en Movimiento

Sociedad en Movimiento es una iniciativa ciudadana apartidista que nació el 10 de marzo de 2005, y a la cual se han sumado hasta la fecha 1381 organizaciones representativas de la pluralidad de la sociedad civil. Una sociedad informada es una sociedad con poder de decisión. Para mayor información: www.sociedadenmovimiento.org.mx

La locura

Ezra Shabot
Reforma
28 de Julio del 2006

Los intelectuales orgánicos se incorporan a la masa que obedece ciegamente consignas sin medir las consecuencias. Perdieron la elección y la razón

La lucha por el poder tiene características que en ocasiones derivan en la pérdida de la razón y en una abstracción de la realidad propia del pensamiento totalitario. La derrota en un proceso electoral enormemente competido pone a prueba las instituciones de la democracia, pero también el temple y la responsabilidad de aquellos políticos que, sintiéndose seguros ganadores, se ven obligados a enfrentar una realidad adversa. La candidatura de López Obrador se fue construyendo desde el 2000, cuando su triunfo en la capital del país se combinaba con una derrota estrepitosa de Cuauhtémoc Cárdenas y con ello concluía el dominio de éste sobre su partido.

Toda la gestión de Andrés Manuel al frente del Distrito Federal estuvo guiada por la lógica de la candidatura presidencial. Las críticas a Fox, la construcción del segundo piso del periférico junto con una buena dosis de corrupción por parte de los constructores, su defensa frente a los videoescándalos, los apoyos a traficantes de arte convertidos en beneficiarios del presupuesto capitalino, y el desprecio por la ley en el caso del desafuero, todos y cada uno de estos eventos tenían en la mente de AMLO un solo objetivo: la Presidencia de la República. Poco a poco, fue copando los espacios dentro de su partido, convirtiendo el asunto de los videoescándalos en el instrumento idóneo para deshacerse de sus oponentes cardenistas, especialmente Rosario Robles.

De una u otra forma, Andrés Manuel se convirtió en el único factor de poder dentro y fuera del PRD. La torpe estrategia del gobierno de Fox al enfrentar el asunto del desafuero, no sólo reforzó la popularidad del tabasqueño, sino abrió las puertas de un proceso de gran riesgo para la sociedad mexicana en su conjunto: la construcción del culto a la personalidad y el martirio como proyecto político personal. A partir de este momento, la separación de la realidad se fue produciendo paso a paso. La teoría de la conspiración fue sustituyendo al principio fundamental de la lucha política en donde los adversarios hacen todo lo posible por desacreditar uno a otro, para finalmente llegar a acuerdos a partir de los resultados obtenidos en las elecciones.

Las fuerzas del bien, construidas alrededor de López Obrador, se enfrentaron una y otra vez a la conspiración de la derecha, Salinas, los ricos encabezados por Roberto Hernández, los medios de comunicación controlados por los privilegiados (a excepción de La Jornada, quien diariamente expresa la pureza de la verdad revelada por el caudillo) quienes, en un acuerdo secreto, pactaron la destrucción del representante de los pobres. Este pensamiento, que recuerda la lógica del nazismo y el estalinismo, tuvo su punto más álgido en el momento en que la elección presidencial le fue adversa al caudillo por menos de un punto porcentual.

En ese momento, a los conspiradores anteriores se les unieron los encuestadores, el IFE, los funcionarios y los propios representantes del PRD en las casillas, todos los comunicadores no dispuestos a repetir la consigna del fraude electoral, y próximamente el Tribunal Electoral.

La masa convocada en el zócalo, inflamada por el discurso del caudillo que le habla, le pregunta y recibe siempre la respuesta adecuada a sus deseos, entra en el proceso de enloquecimiento total. A este fenómeno de delirio colectivo, hay que incorporar a los intelectuales orgánicos incapaces de discernir entre la realidad y el deseo propio, y quienes, al carecer del más mínimo sentido de la crítica, se unen al coro de creyentes dispuestos a ofrendar su conciencia por la causa. En este escenario no hay lugar para aceptar responsabilidad alguna. Los que atacaron físicamente a Calderón lo hicieron, o por culpa del propio candidato de la derecha, quien no acepta el recuento voto por voto, o porque eran agentes infiltrados del enemigo.

Los mismos argumentos de los nazis cuando incendiaron el Reichstag y culparon a los comunistas. La locura ha llegado y puede destruirnos.

Otra izquierda

Sergio Sarmiento
Reforma

28 de Julio del 2006

“No es el corazón lo que os falta, sino la cabeza”.
Renan

Hubo un tiempo en nuestro país en que uno podía ser de “izquierda” sin ser antidemocrático. La izquierda mexicana, de hecho, tuvo un papel crucial en la construcción de la democracia en México. Estoy seguro de que los hombres y mujeres de izquierda que han luchado en nuestra historia para construir un país más libre y democrático llenarían muchas veces el Zócalo, que es lo que hoy parece estar de moda entre los políticos de esta tendencia. Pero sin importar su número, su ejemplo debería pesar poderosamente sobre todos los mexicanos.

Valentín Campa, el líder ferrocarrilero fallecido en 1999, podría parecer un paradójico héroe de la democracia por su pertenencia al Partido Comunista. Pero no hay duda de que lo fue. Encarcelado varias veces por su activismo, nunca perdió la fe en construir una vía electoral al poder. En 1976, cuando incluso el PAN se negó a presentar candidato a la Presidencia de la República, él fue postulado por el Partido Comunista (como candidato no registrado, al igual que el Doctor Simi). El Congreso convertido en Colegio Electoral se negó a validarle un solo voto. Tras la reforma electoral de 1977 que legalizó al Partido Comunista, Campa impulsó la unión de su agrupación con otras fuerzas para formar el PSUM, que daría lugar posteriormente al Partido Mexicano Socialista y al PRD.

Gilberto Rincón Gallardo, también proveniente del Partido Comunista, ha enarbolado siempre la democracia como una de sus banderas. Encarcelado como Campa en el 68, luchador siempre por la construcción de un México de mayor justicia social, hoy cuestiona la trivialización de la larga y dolorosa lucha por la democracia que surge de las comparaciones entre el fraude de 1988 y las elecciones del 2006. Cuando hace unos días le pregunté directamente si él veía un fraude en estos últimos comicios, él respondió tajante: “No”.

Cuauhtémoc Cárdenas surgió de las filas del PRI, partido por el cual fue gobernador de Michoacán, pero buscó un difícil camino en las filas de la oposición a partir de 1987. Fue candidato presidencial por el Frente Democrático Nacional en 1988. Las cosas no fueron fáciles en su campaña. No tenía ni dinero ni acceso a medios. Dos colaboradores cercanos, Francisco Xavier Ovando y Román Gil, fueron asesinados. Aun así, el ingeniero obtuvo un apoyo muy fuerte de la población. Quizá haya ganado incluso la elección. No lo sabremos nunca porque las irregularidades del proceso fueron innumerables. Pero la estatura como demócrata de Cárdenas se ratificó pronto. A pesar de lo injusto de la elección, de la información que sugería que había ganado y de su rechazo a las ofertas que buscaban hacerlo reconocer la legitimidad de la presidencia de Carlos Salinas de Gortari, Cárdenas se negó a empujar al País al precipicio de la violencia.

Hay muchos otros héroes de la izquierda democrática en la historia de nuestro país. A Amalia García, también antigua militante del Partido Comunista, me ha tocado verla en muchas batallas. En ellas siempre terció su proyecto de impulsar políticas de beneficio social con la convicción de que al poder sólo se puede acceder por un voto democrático. Por ello pareció casi una burla que su contendiente priista en la elección de Zacatecas del 2004, José Bonilla, quien obtuvo el 35 por ciento de los votos contra el 48 por ciento de Amalia, haya acudido a los tribunales electorales para protestar el resultado. Al final fueron los magistrados, esos mismos que hoy habrán de determinar la validez de la elección presidencial, los que ratificaron su triunfo.

Muchos mexicanos pertenecen todavía a una verdadera izquierda democrática. Tienen respeto al voto, aun en los casos en que éste no los favorece, y muestran tolerancia ante las opiniones distintas a las suyas. Por eso inquieta tanto observar un movimiento de supuesta izquierda que desprecia estas virtudes.

Lo he señalado otras veces. Nadie cuestiona que se impugnen los resultados del 2 de julio en los tribunales: para eso, precisamente, tenemos estos cuerpos. No molesta tampoco que se señalen posibles errores o incluso fraudes en la elección. Preocupa que se hagan acusaciones falsas o que se presenten denuncias penales sin sustento contra los consejeros del IFE. O que alguien mantenga la posición de que sólo un resultado que lo favorezca puede ser legítimo.

Algunas voces de la izquierda democrática histórica se han levantado ya para cuestionar las actitudes antidemocráticas que hemos visto. Pero hay muchas voces dentro del PRD que en el pasado estaban comprometidas con la democracia y que hoy se mantienen calladas. Y es muy triste. Antes la izquierda no se avergonzaba de ser demócrata.

Casillas especiales

Muy pocas fueron las quejas de los ciudadanos o de los representantes de los partidos políticos el día de la elección. La mayor parte de las que se registraron surgieron de las casillas especiales, aquéllas en que podían votar por presidente los ciudadanos que estaban fuera de su distrito. La ley limita tanto el número de casillas especiales como el de boletas que puede tener cada una. Mucha gente que no pudo votar en ellas el 2 de julio dijo que el rechazo se debía a un fraude contra López Obrador. Hoy sabemos que en esas casillas especiales Calderón obtuvo el 42.54 por ciento de los votos contra el 37.35 por ciento de López Obrador. Si un candidato salió perjudicado por la limitación de boletas, fue Calderón.

sarmiento.jaquemate@gmail.com

Atisbo a lo jurídico

Manuel J. Jáuregui
Reforma
28 de Julio del 2006

Interesante, sumamente interesante resulta leer la resolución jurídica del Tribunal Electoral del Poder Judicial, que rechazó la petición del PRD en su modalidad de coalición de realizar un conteo “voto por voto, casilla por casilla” de la elección para Diputado federal en el Distrito 2 de Baja California.

Consideró el Tribunal que en la petición de recuento los quejosos ni siquiera señalaron en qué casillas hubo supuestas irregularidades, ni tampoco aportaron las pruebas requeridas para solicitar dicho recuento.

O sea que los inconformes carecen en lo absoluto del más básico fundamento jurídico en su querella.

A estas alturas es preciso recordarle al lector que un ejército de voluntarios ciudadanos de alrededor de un millón de personas YA REALIZÓ el día de la elección un conteo “voto por voto, casilla por casilla”, y en casos de impugnaciones hasta lo repitieron, y que nuestras leyes electorales vigentes son bien precisas -y estrictas- para determinar cuáles son los causales de revisión o recuento.

Conviene recordar también que, a partir de 1995, con el concurso de TODOS los partidos políticos y la sociedad mexicana, se diseñó un sistema electoral AUTÓNOMO y que éste se rige por ciertas leyes y procedimientos.

En Baja California ya quedó resuelto que el reclamo de “voto por voto” por parte de los perredistas y sus aliados es totalmente IMPROCEDENTE.

Nuestra contención de hoy es la siguiente: a nivel nacional sucederá lo mismo.

Los reclamos y las quejas del PRD que pretenden ensuciar con gritos fariseicos un proceso que ellos mismos calificaron de limpio cuando creyeron que iban ganando, seguramente correrán la misma suerte en el Trife.

Hablamos hoy, amigos, de la parte jurídica, no de la parte mercadotécnica que maneja peligrosa y contraproducentemente el cada día mas desdibujado ex candidato presidencial perredista, el Señor López.

Para quienes se dejan llevar por la pasión o el resentimiento pudiera sonar muy romántico eso del recuento. Lamentablemente, en el terreno de la estructura jurídica que los mexicanos diseñamos para garantizar la limpieza electoral salta a la vista que no procede por carecer de razón legal, que es lo mismo decir que carece de VERDAD.

Simplemente no podrá fincar el Señor López sus gritos de “¡fraude!” (porque no existe ni existió) y así lo consignará nuestra historia.

¿Qué quedará entonces cuando se asiente el polvo?

Quedarán, del lado del PRD, reputaciones políticas muy dañadas (dentro y fuera de México) -quizá más allá de toda reparación- como resultado inevitable de una conducta poco seria y escandalosa, lo cual, sin duda, acarreará un severo y enorme costo político-electoral para dicha agrupación política.

La gente pensante del PRD sabe perfectamente que perdieron, y sabe también por qué: levantar en vilo a las masas para conducirlas al borde del precipicio de la violencia se les revertirá.

La única opción sensata que les queda -y hacemos hincapié de nuevo en la sensatez- sería construir a partir de ya un nuevo liderazgo, uno más moderado que sin abandonar causas que en el fondo son nobles (y compartidas, debe decirse, por muchos otros actores políticos y grupos sociales) no antagonice a grandes sectores de la población sin cuya participación el progreso resulta inconcebible.

Requerirá dicho partido, viendo hacia el futuro, de un liderazgo menos mesiánico y radical, MÁS CREÍBLE, menos demagógico: uno que, en lugar de fomentar la DIVISIÓN de México, procure activamente, de palabra y hecho, su UNIDAD.

La ocurrencia de Fuentes

Ricardo Raphael
El Universal
28 de julio de 2006

En esta última semana, las irresponsabilidades de los candidatos han pasado a segundo plano. No se debe a que, de un día para otro, se hayan convertido a la sensatez. Lo que sucede es que las ocurrencias de otras almas más protagónicas han ganado el primer lugar bajo los reflectores.


Ocurrencias, que no ideas, tal como distinguiera Oscar Wilde. Las primeras están hechas de materia inestable y por tanto explosiva. Son hijas de la velocidad, del pensamiento urgente, de la necesidad de decir algo, cualquier cosa, con tal de que su emisor no se quede fuera del debate. La ideas, en cambio, son aquellas que, sin ser tan llamativas, tienen por objeto asentar la reflexión. Poseen como anclas a la solidez y a la coherencia. Surgen del examen cuidadoso de las situaciones y de la exploración meticulosa de los contextos. Por eso miran hacia el futuro y permanecen en el tiempo. A diferencia de las ocurrencias, por sobre todas las cosas, las ideas respetan a la inteligencia de sus voceros.

En estos días, la política mexicana es generosa en las primeras y muy parca para las segundas. Abundan las frases cortas y rápidas que resuenan fuerte, pero que significan poco. Son el resultado del triunfo de la cultura del spot. Las ocurrencias tienen suerte porque los mexicanos no estamos de humor riguroso para exigir reflexiones mejor hechas. Andamos enamorados de los slogans. Injusto sería echarle la culpa exclusiva de esta situación a los políticos mexicanos. Cierto es que su proclividad hacia el simplismo es inmensa, pero no son los únicos, ni los primeros responsables de tanta frivolidad. Hasta las mentes que otrora brillaban por inteligentes andan abrumando con temeridades.

Para ejemplo basta un botón. La semana pasada el escritor Carlos Fuentes redactó, para el periódico Reforma, un artículo sobre el presidente Portes Gil. Se atrevió a ponerle como ejemplo de lo bien que podría irle a nuestro país si, producto de las deliberaciones del Tribunal Electoral, México tuviera de nuevo un jefe interino del poder Ejecutivo.

El argumento es asombrosamente tosco: porque Portes Gil fue un buen presidente interino, nada de malo tendría que en estos complejos días los mexicanos nos procurásemos nuevamente de uno como aquél.

La pluma que escribiera esas líneas extravió en el camino algunas consideraciones que le eran sinceramente necesarias. En su época, después de las convulsiones sociales que sufriera México, Portes Gil pudo gobernar gracias a que detrás suyo estaba Plutarco Elías Calles, un individuo todo poderosos que, sin estar sujeto a ningún poder legalmente constituido, pudo hacer y deshacer mientras sus amanuenses se sentaron en la silla presidencial. Aquél interinato funcionó bien porque sobre el presidente mandaba un super presidente.

¿En qué Calles andaría extraviado el autor de la Región más transparente del aire cuando se puso a cavilar sobre Portes Gil? Aquel interinato no fue producto de un pacto social, de la conciliación o de un acuerdo mínimo entre facciones. Fue, en todo caso, resultado de una imposición arbitraria de aquel gran caudillo de la Revolución. ¿Qué virtudes traería repetir el episodio? ¿Quién se pondría detrás del títere? Peor aún, ¿qué tipo de títere podríamos obtener en las actuales circunstancias?

Para dimensionar la vacuidad de la propuesta, tiene sentido imaginar lo que ocurriría si, en efecto, el Tribunal Electoral concluyera proponiendo la nulidad de la reciente elección presidencial. El actual Congreso tendría que nombrar a un jefe del ejecutivo que gobernara para los próximos 14 o 18 meses.

Este individuo necesitaría de los votos de los legisladores surgidos de la pasada contienda. Tal cosa quiere decir que ningún partido, por sí solo, podría elegirle. Se necesitarían alianzas entre, al menos, dos de las tres grandes fuerzas electorales. Y dado que, a pesar de haber obtenido el tercer lugar, es el PRI el partido bisagra del actual Congreso, sería probablemente el tricolor el gran beneficiario de tal enjuague. Cualquiera de los otros dos partidos que aceptase a un priísta como interino lograría hacerse de la necesaria mayoría para participar en el nombramiento del anómalo presidente.

Paradojas de la historia: de resolverse las cosas como deseara Fuentes, serían los herederos de Calles y de Portes Gil quienes de nuevo llevarían mano para imponer su voluntad. ¿Sería tal cosa en lo que este Premio Cervantes estaba pensando cuando escribió su desafortunado artículo?, ¿o se trató de una mera ocurrencia del escritor?

Profesor del ITESM

De líderes y seguidores

Lo más interesante, además del análisis sobre el liderazgo de AMLO, es que quien escribe el artículo (Soledad Loaeza) es hermana de Guadalupe Loaeza, quien ha mostrado ser una ferviente e incondicional fan de AMLO (basta leer muchos de sus artículos en Reforma).

Aunque a Lupita le queda gigante el mote de intelectual, cabe entonces preguntarse: lo que Soledad plantea al final de este artículo ¿llevará dedicatoria especial para a su hermana?

Soledad Loaeza
La Jornada
27/07/2007

Con todo respeto, para utilizar una de las fórmulas favoritas de Andrés Manuel López Obrador, y con base en un recuento incluso aproximado de los votos que recibió en la elección presidencial, ni siquiera 65 por ciento de los mexicanos respondemos en forma positiva a su forma de hacer política. Para muchos su liderazgo es un enigma. El estilo de AMLO escapa a las tipologías tradicionales de los líderes políticos mexicanos. No es la figura paternal ungida de solemnidad y silencios significativos que evoca el general Cárdenas; tampoco es el orador grandilocuente en que se convirtió Luis Echeverría cuando llegó a la Presidencia de la República para denunciar un pasado que también era el suyo, aunque algo de LEA hay en AMLO que se formó en esa escuela y cuenta hoy con el patrocinio de prominentes echeverristas. Tampoco es el líder propositivo capaz de vender una imagen de futuro como lo fue Carlos Salinas en su momento, si bien ahora más de uno quiere olvidar la fascinación que experimentó ante la certeza y capacidad de decisión del hoy innombrable. En este caso la presencia de tanto salinista en el entorno de López Obrador revela, más que una afinidad de estilos, un encuentro fortuito de intereses.

Muchos son los que ven en el éxito de López Obrador el efecto de un carisma: esa virtud inexplicable que posee un individuo que genera fe entre sus seguidores y que inspira en éstos la determinación de creer y hacer cualquier cosa que el líder carismático les pida creer o hacer. Puede ser. Pero el significado que hoy tiene la noción de carismático es tan equívoca y empobrecida como para atribuirse alegremente a los cantantes guapos o a cualquier simpático que ande por ahí.

El liderazgo de AMLO poco tiene de eso, en cambio tiene mucho de una política de masas moderna. Una que en lugar de mover las almas, como les gusta decir a los panistas, se propone mover las vísceras. Hasta ahora su instrumento más poderoso ha sido un discurso que provoca pasiones, sobre todo un sentimiento de indignación que no es difícil despertar en un país como México, donde la desigualdad, la pobreza y la corrupción naturalmente inspiran repudio y disgusto. Pero hay que añadir que también produce indignación el oportunismo de los antiguos priístas -varios nada menos que de Gobernación- que ahora desde el púlpito del PRD imparten lecciones de democracia; asimismo es más que irritante la irresponsabilidad de algunas celebridades que se abrazan al poderoso para ejercer la influencia que las urnas les arrebataron, así como es escandalosa la intolerancia y la mentira en boca de unos y de otros.

El liderazgo de López Obrador es nuevo en México, pero no del todo original. Tiene los rasgos del cesarismo que en el siglo XX en Europa y en América Latina encarnaron líderes autoritarios, como Juan Domingo Perón en Argentina o Getulio Vargas en Brasil, que llegaron al poder cuando la universalización del sufragio trajo la irrupción de las masas en la política. En México este fenómeno se ha producido tardíamente, cuando el nuevo sistema electoral, al garantizar comicios limpios, impulsó el voto de decenas de millones de ciudadanos, al mismo tiempo que demandaba formas de hacer política distintas a las del corporativismo cardenista que subordinaba la identidad del ciudadano a la del obrero, el campesino o el intelectual.

El tipo de liderazgo político que ha construido AMLO se asemeja al que desarrolló Evita Perón, no por cierto la habilidad discursiva, sino su capacidad para erigirse en una suerte de pararrayos de la tensión social. Al ostentarse paladín de los pobres y hacer de la denuncia antielitista eje de su propia pasión, López Obrador quiere investirse ante todo de la rabia que, según él, debe incendiar el corazón de los millones de mexicanos que a diario sufren la humillación de la pobreza. Por esta misma razón, y al igual que Evita, inspira encendidos sentimientos de reverencia o de rechazo igualmente vehementes. Como otros líderes cesaristas que lo precedieron, AMLO ofrece un ejercicio personalizado y centralizado del poder, una relación directa entre él y la gente, la movilización ininterrumpida, el plebiscito permanente, una situación sostenida de excepción; y al igual que muchos de esos líderes cesaristas, utiliza las instituciones democráticas para destruirlas, porque si llegáramos hasta donde los lopezobradoristas nos quieren llevar sólo ruinas quedarían de lo que habría sido una efímera experiencia democrática.

Las tácticas de AMLO para mover a la indignación son ahora bien conocidas: reuniones multitudinarias dominadas por la emoción colectiva, exacerbación de los ánimos mediante la satanización machacona de personajes o decisiones impopulares, construcción de un universo binario en el que él y los suyos representan el bien y todos los demás el mal. En el mundo incierto de los inicios del siglo XXI, López Obrador ofrece las irrebatibles certidumbres de un hombre poseedor de una verdad que no reconoce ningún principio de realidad, pues poco importa si para imponerse incurre en exageraciones descabelladas, en inconsistencias, inexactitudes o contradicciones. En el discurso lopezobradorista lo mismo se defiende el voto que se desconocen los votos emitidos; al igual que se habla de la defensa de las instituciones se propone pasar por encima de ellas para llegar a un acuerdo político -que equivale en el fondo, muy al estilo salinista, a sugerir una macro concertacesión-, o se afirma en forma contundente que el objetivo no es la anulación de la elección, pero se hace todo para que se imponga por la fuerza de los acontecimientos.

Si entender el liderazgo carismático siempre plantea dificultades, porque involucra una dimensión de subjetividad, prácticamente impenetrable, descifrar a los seguidores es peor que eso. Los más humildes tienen razones objetivas para dejarse convencer por un político que les ofrece el mejoramiento inmediato de sus condiciones de vida -lo último que les importa es saber de dónde va a salir el dinero que les promete. Sin embargo, resulta indescifrable el embeleso que se ha apoderado de aquellos que viven en el mundo de las ideas y del conocimiento, y que parecen estar dispuestos a dejarlo todo para seguir al líder con la fe ciega del converso. Tampoco sería ésta la primera vez que intelectuales sucumben a la seducción irresistible del líder popular. Pero, dadas las penosas consecuencias de esta experiencia, cabe preguntarles: ¿y luego?

Minihistoria de la justicia electoral

José Woldenberg
Reforma
27 de Julio del 2006

El Tribunal Electoral tiene hoy la más que importante misión de desahogar una serie de juicios de inconformidad en relación a la elección presidencial, luego de lo cual realizará el cómputo de los votos y declarará (o no) la validez de la elección. A nadie escapa su centralidad y las repercusiones políticas de sus decisiones. Por ello vale la pena revisar de manera panorámica y esquemática la evolución reciente de la justicia electoral.

Hasta 1986 no existía en nuestro país tribunal electoral alguno. Antes de esa fecha si un partido se encontraba inconforme con una resolución de la autoridad electoral (entonces, la Comisión Federal Electoral encabezada por el Secretario de Gobernación), podía apelar… ante la propia CFE. De esa manera, dicha autoridad era prácticamente irrecusable. Con la reforma de 1977 se le otorgó a la Suprema Corte la posibilidad de revisar, a través del recurso de reclamación, las resoluciones de los Colegios Electorales. No obstante, la Corte sólo estaba facultada para emitir “observaciones” que los Colegios podían o no tomar en cuenta. La propia Corte, así, se encontraba sometida a esos cuerpos que calificaban políticamente la elección.

Ante el avance del pluralismo y la necesidad de contar con una vía para resolver los conflictos entre los partidos y entre ellos y la autoridad electoral, se fue abriendo paso la idea de construir una fórmula judicial para procesarlos. En 1986 se excluyó a la Suprema Corte de toda intervención en asuntos electorales y se creó una institución jurisdiccional de tipo administrativo, el Tribunal de lo Contencioso Electoral. Se trató del primer tribunal y podía revisar los actos de la CFE; no obstante, seguía supeditado a las decisiones que en última instancia tomaban los Colegios Electorales. Eran ellos los encargados de autocalificar las elecciones de diputados y senadores, y el Colegio de la Cámara de Diputados, la presidencial. Los magistrados de aquel Tribunal eran electos por la Cámara de Diputados a propuesta de los diferentes grupos parlamentarias, por lo que en el imaginario público tenían una identificación partidista. La vida de ese tribunal fue breve y las elecciones de 1988 pusieron en evidencia sus limitaciones, pero fue el germen de lo que llegaría a ser una auténtica justicia electoral.

La reforma de 1989-1990 que construyó al IFE fue también la que creó el Tribunal Federal Electoral (Trife). Se trató de un órgano jurisdiccional en plena forma que tenía encomendada la tarea de vigilar la legalidad de los actos del IFE. Esa reforma inició el desarrollo de un sistema de justicia electoral digno de tal nombre. Se precisaron los recursos que estaban al alcance de los partidos y los ciudadanos para impugnar resoluciones del Instituto, así como los mecanismos para hacerlos efectivos. Quedaron establecidos los plazos, los sujetos legitimados para presentarlos, las causales de improcedencia y desechamiento, las reglas para respetar la garantía de audiencia, las pruebas que podían aportarse, etc. No obstante, se mantuvieron vigentes los Colegios Electorales, por lo cual el Tribunal no tenía la última palabra en la calificación de las elecciones. Se trataba de un sistema jurisdiccional cuyo último eslabón era político. Sus magistrados eran propuestos por el Presidente y requerían de las dos terceras partes de los votos en el Senado para ser aprobados.

No fue sino hasta 1993 cuando se eliminó la autocalificación de las elecciones para diputados y senadores. Ello fortaleció al Trife y convirtió en un proceso plenamente judicial el desahogo de las quejas, los litigios y la calificación de las elecciones. No obstante, la calificación de la elección presidencial continuó estando sujeta al Colegio Electoral, es decir a un órgano legislativo.

Fue en 1996 cuando el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación pasó a sustituir al Trife. Como su nombre lo indica se le incorporó al Poder Judicial, sus magistrados fueron propuestos por la Suprema Corte (ya no por el Presidente) y aprobados por el Senado (con lo que perdieron cualquier vínculo de origen con el Ejecutivo), todas las decisiones del órgano administrativo electoral (IFE) pueden ser recurridas ante el Tribunal, puede conocer de los asuntos de las elecciones federales y locales, y al eliminarse la calificación política de la elección presidencial quedó en manos del Tribunal la última y definitiva palabra.

Luego de 10 años de funcionamiento real y productivo en el que todas las controversias entre partidos o entre ellos y la autoridad administrativa electoral han sido resueltas por el Tribunal y acatadas por todos los partidos -lo cual se escribe fácil, pero es una de las construcciones civilizatorias más relevantes de los últimos años-, le llega al Tribunal el asunto más espinoso con el cual se haya topado. Las ventajas están a la vista: se trata de un Tribunal probado, con experiencia, y con amplias facultades. Y los partidos litigantes están acostumbrados y obligados a respetar sus resoluciones. Recordemos, además, que los senadores de todos los partidos aprobaron la designación de los magistrados.

Nadie en su sano juicio puede pretender suprimir los conflictos electorales. Las energías y pasiones que desatan los comicios, así como los errores de la autoridad y las estrategias de los partidos, de vez en vez construyen diferendos de muy diverso grado e intensidad. Lo importante, sin embargo, es contar con una vía y una institución capaz de resolverlos. Y para ello (por fortuna) contamos con el TEPJF.

Terapia cognoscitiva

Enrique Canales
Reforma
27 de Julio del 2006

Para mí, los que con insultos exigen un tercer conteo de cada uno de los 42 millones de votos, en vez de exigir aclarar solamente las irregularidades, como se ha estado haciendo, desconocen el sistema electoral en detalle y por lo tanto dan por hecho que existieron fraudes electrónicos y otras formas de fraudes imaginarios que revelan la posesión de “conocimientos falsos”.

Un conocimiento falso es una “distorsión cognoscitiva” que con frecuencia genera angustia, enojo, tirria y varias inestabilidades emocionales. Un marido celoso iracundo, por ejemplo, es un enfermo emocional y su señora nunca lo va a poder calmar, porque este señor cree tener el conocimiento de que las mujeres se vuelven infieles si tienen la oportunidad. Este falso conocimiento de las mujeres sería una grave distorsión cognoscitiva.

Para mí, una persona presenta síntomas de graves distorsiones cognoscitivas cuando insulta y acusa al IFE de cometer fraude electoral, cuando expresa agravio extremo, cuando miente: “Felipe no quiere que se cuenten los votos”, cuando Felipe ni debe ni teme, simplemente no considera pertinente discutir las tareas del Trife. AMLO incita al odio, acusa de vendidos a sus propios representantes y niega siempre la realidad evidente de que bien pudiera haber tenido menos votos que Felipe.

También acusa AMLO distorsión cognoscitiva al pensar que si los fanáticos hacen resistencia civil bloqueando la libertad de movimiento de los ciudadanos se hacen justicia y pueden influir en las decisiones del Trife. Otra distorsión es pensar que el PRD es el único que legitimiza una elección o que el pueblo es el que se convoca en las plazas.

Según los practicantes de la terapia cognoscitiva, una persona que muestra sentimientos muy negativos, como furia, congoja, agravios y odios, delata fuertes distorsiones del conocimiento de la realidad. La terapia cognoscitiva busca darle al paciente algunas herramientas para que se dé cuenta de que los datos del mundo también se pueden interpretar de otras formas, y podría visualizar otros caminos para salvarlo de una situación angustiante.

Existen varias clasificaciones de distorsiones cognoscitivas (ver la página 32 del libro “Cognitive Therapy Techniques”, de Robert L. Leahy, 2003), por ejemplo: a) las exageraciones frecuentes; b) predecir catástrofes futuras, como la inestabilidad del País; c) acusaciones sin fundamento: “REFORMA rechaza la transparencia”; d) pensar en términos de todo o nada: conmigo o contra mí; e) etiquetar a personas: pelele, chachalaca, espurio; f) rechazo de evidencias contrarias; g) sentirse víctima constantemente; h) sobregeneralizar: esto es un “cochinero”; y demás.

Es curioso, pero Andrés Manuel, para mí, cumple con muchas de estas distorsiones cognoscitivas y también se presenta con una grave inestabilidad emocional, por lo tanto podría ser candidato a una terapia cognoscitiva por algún experto acreditado. Se trata de enderezarle el conocimiento y quitarle lo agitado, evitando que pueda ocasionarse más daño.

Sería grave que debido a estos berrinches los mexicanos piensen que la izquierda es intratable, chantajista y destructiva. Nuestros pobres necesitan ayuda tanto de la izquierda asistencial y distributiva como de la derecha productiva y multiplicadora de oportunidades. Por el bien de todos, que Andrés Manuel recupere su sentido común.

enriquecss@gmail.com

Malas sumas

Sergio Sarmiento
Reforma
27 de Julio del 2006

"Yo soy el presidente de México por voluntad de la mayoría".
Andrés Manuel López Obrador

Tengo la impresión de que al candidato presidencial de la alianza Por el Bien de Todos y a sus colaboradores no se les dan las matemáticas. Sólo así se entiende que en una entrevista al periodista Jorge Ramos de la cadena estadounidense de lengua española Univisión le haya dicho que es "presidente de México por voluntad de la mayoría". Esta misma falta de habilidad con las matemáticas puede explicar por qué Andrés Manuel y su gente han afirmado que reunieron a 1.1 millones de personas en el Zócalo el 16 de julio y que congregarán a cuando menos al doble este próximo domingo.

Durante su campaña electoral, López Obrador afirmó constantemente que tenía una misteriosa encuesta de opinión que lo ponía 10 puntos porcentuales arriba de su más cercano contendiente. Esto le habría dado una ventaja de más de 4 millones de votos sobre Felipe Calderón.

Sin embargo, el 2 de julio por la noche, el propio Andrés Manuel dijo que había ganado la elección no por 4 millones sino por sólo 500 mil votos, lo cual equivalía a poco más del 1 por ciento de los sufragios. La verdad es que perder 3.5 millones de votos en unos cuantos días habría sido un verdadero desastre político. Pero Andrés Manuel ni se inquietó ni ofreció explicación alguna. Quizá alguien había hecho mal las cuentas.

El problema es que ahora ni siquiera ese medio millón de votos de ventaja del 2 de julio aparece por ningún lado. La alianza Por el Bien de Todos seguramente tiene ya todas las actas de la elección en su poder. No se entiende por qué, para solucionar todas las dudas, sus colaboradores no presentan simplemente las actas que sumadas supuestamente le dan a López Obrador un triunfo por 500 mil votos en lugar de la derrota por 243 mil 934 votos que arrojan las actas que todos podemos consultar en la página de internet del IFE. ¿Será que a alguien no le salen las sumas? Y si las actas del PRD tienen cifras diferentes a las del IFE, ¿por qué no se dan a conocer las discrepancias acta por acta y la suma corregida?

Debe uno suponer que son las cifras de esas actas las que llevaron a López Obrador a autoproclamarse "presidente de México por voluntad de la mayoría" en su entrevista con Jorge Ramos. Hay que recordar que los perredistas han cuestionado que el IFE señale a Felipe Calderón como el "candidato ganador" o que Elba Esther Gordillo se refiera a él como "Presidente electo". Deben tener los miembros de este grupo, por lo tanto, una confianza absoluta en sus propias cifras y en el hecho de que éstas serán ratificadas por el Tribunal Electoral. Sólo así puede Andrés Manuel presentarse directamente como "presidente de México".

Ahora bien, ¿qué significa ser Presidente "por voluntad de la mayoría"? ¿Quiere decir que la mayoría de los 71.5 millones de ciudadanos empadronados votó por López Obrador? ¿Realmente podemos pensar que 36 millones de mexicanos, y no los 14.8 millones que dice el IFE, votaron por el perredista? O quizá Andrés Manuel se refiera a la mayoría de los 42 millones que votaron el 2 de julio, en cuyo caso debería haber obtenido 21.5 millones de votos. De todas maneras, las sumas tampoco cuadran: faltan 7 millones de votos para ello.

Tal vez lo que quiere decir López Obrador es algo distinto. Quizá ser presidente de México por "la voluntad de la mayoría" simplemente quiere decir que obtuvo "más votos" que Calderón. Lo que sea, incluso esto hay que demostrarlo de alguna manera. Y hasta ahora las sumas del PRD no cuadran.

Y por ello Andrés Manuel ha optado por "demostrar" su triunfo a base de grandes manifestaciones. En la del pasado 16 de julio nos dice que reunió a 1.1 millones de personas. Pero una vez más la suma parece equivocada.

La verdad es que según la información disponible, el Zócalo cuenta con una superficie de 34 mil 515 metros cuadrados. De ella, un 20 por ciento fue ocupado el 16 de julio por el templete y el camino que se dejó abierto en medio de la plaza para permitir el ingreso de los oradores. Esto significa que había unos 27 mil 612 metros cuadrados para los asistentes, que a cuatro personas por metro cuadrado nos da un total de 110 mil 448.

Vamos a suponer generosamente que, además de la gente en el Zócalo, se congregaron 80 mil personas en las calles de Madero, 16 de Septiembre, 5 de Mayo, 20 de Noviembre, Pino Suárez, 5 de Febrero (Norte y Sur) así como en el Hemiciclo a Juárez y en la torre del Caballito. Y seamos generosos una vez más y coloquemos a 40 mil más en el Paseo de la Reforma y en grupos que se retiraron antes de llegar al Zócalo. Aun así, si Pitágoras no me engaña, la suma es de 230 mil 448 personas y no de 1.1 millones.

En fin, parece que las matemáticas no se le dan ni a López Obrador ni a sus colaboradores. Hay que encontrar todavía dónde están esos 500 mil votos que le dieron la victoria el 2 de julio o esos 800 mil participantes en la manifestación del 16 de julio. Aunque quizá fueron estos manifestantes fantasma los que le dieron a Andrés Manuel el triunfo claro que hoy le permite autoproclamarse "presidente de México por voluntad de la mayoría".

Otros tiempos

Manuel Camacho Solís es uno de los activistas que hoy cuestionan el supuesto fraude electoral. En 1988, como operador de Carlos Salinas de Gortari, su trabajo fue validarlo. A Gilberto Rincón Gallardo, quien colaboraba con Cuauhtémoc Cárdenas, lo amenazó entonces con meterlo a la cárcel por su defensa de la democracia.

sarmiento.jaquemate@gmail.com

Casos de alarma

Germán Dehesa
Reforma - Gaceta del Ángel
27 de Julio del 2006

Hoy miércoles, no sin azoro, recibimos la noticia de que Andrés Manuel López Obrador es el Presidente de México por decisión de las mayorías. Así lo anuncia la prensa extranjera y así lo afirmó Cayo Calígula AMLO en entrevista radiofónica. Al oír esto, millones de mexicanos dijeron al unísono: ¡órale!; yo añado que ya podría haberlo anunciado antes del 2 de julio y nos hubiéramos ahorrado las elecciones, el trabajo de un millón de mexicanos, la participación de cuarenta y dos millones de votantes, los edulcorados discursos de Pericles Adams Ugalde y los enojosos trámites post-electorales que han creado un santo enredijo del cual ya no vemos cómo salir.

Tan sencillo que hubiera sido que AMLO se arreglase muy bien, se dirigiera al TRIFE y, ante el Tribunal, anunciara: Oigan, jueces, la mayoría ya me dijo que yo soy el Presidente; ¿dónde paso a recoger mi banda y a dónde mando por la silla?. Con estos sencillos pasos, México sería ahora un país terso, tranquilito y contento de tener un Presidente comprobadamente legítimo y nada espurio. Estaríamos en la pura verbena popular. En verdad no entiendo por qué AMLO se tardó tanto en decirnos lo que siempre ha sabido, lo que es su destino manifiesto y lo que le susurra el Niñito Jesús. Tampoco entiendo por qué no nos dio tiempo de disfrutar tan magnífica noticia. En cuanto terminó de darla, cayó sobre su ser el velo de la ira y se arrancó con unas declaraciones que en España calificarían de acojonantes. AMLO avisó que era muy probable que esta noticia de su asunción a la Presidencia cayera en los fríos y duros corazones de los hombres de poca fe y menos madre quienes seguramente no lo aceptarían como el nuevo Mesías (exigirán un recuento neurona por neurona) y así, en el triste y molesto caso de que la gleba azul se pusiera chirrisca, él procedería a tomar carreteras y aeropuertos y muy probablemente enviaría a su grupo de choque femenil a que clausurara simbólicamente Wall Street y el Capitolio que les queda de camino.

Han de perdonar ustedes (Ma. De la Paz y Fernando), pero estas locuras y estas públicas invitaciones a la subversión ya no caben en la bandera de "primero los pobres". Yo leyendo a Bretch aprendí la noción de "El héroe eficaz" y en el caso (clínico) que hoy nos ocupa no veo la eficacia de retar y amenazar frontalmente al Estado mexicano, a sus instituciones y a los millones de seres que todavía creemos en las soluciones justas y pacíficas. Burla burlando, lo que dijo Andrés Manuel constituye una declaración de guerra. Supongo que al hacerla, AMLO, que ya aprendió la sabia lección de los macheteros de Atenco, cuenta con la parálisis y la inacción del Estado. Yo no estaría tan seguro de eso, ni tampoco confiaría tanto en que sean millones de discípulos los que le acompañen a la hora de saltarse las trancas. Ni siquiera creo que los de su propio partido que tanto ganaron en estas elecciones se lleguen a adherir a las invitaciones de su candidato incómodo.

En la otra esquina, tenemos a Felipe recibiendo con arrumacos y sonrisas a la Gordillo. Otra pésima señal. Como dice una cuata: si se tienen que ver, que se vean; pero que el encuentro sea sigiloso y en la más profunda gruta de Cacahuamilpa.

¿Y los ciudadanos?, ¿y nuestros respetables trabajos cotidianos?, ¿y la paz?, ¿y la patria?.

[..]

german@plazadelangel.com.mx

27 de julio de 2006

Guanajuato, Fox y el 2006

Ricardo Alemán
El Universal - Itinerario Político
27 de julio de 2006

No faltan quienes pretenden justificar la resistencia civil actual con la de hace 15 años


A propósito de la "resistencia civil" que anunció López Obrador contra el presunto fraude cometido el pasado 2 de julio, son muchos los que han pretendido emparentar la protesta de hoy con la realizada del 18 al 28 de agosto de 1991 por el entonces candidato del PAN al gobierno de Guanajuato, Vicente Fox. De manera absurda, sin conocer la historia ni el entorno político ni a los personajes, no faltan quienes -como el propio AMLO- pretenden justificar la resistencia civil actual, con la de hace 15 años.

Y como si no hubiera pasado nada en esos 15 años, como si no existiera el IFE y el TEPJF, como si se viviera con la misma legislación electoral de ese 1991, justifican alegremente que si Fox llenó plazas, llamó contra el fraude, tomó carreteras y aeropuertos, ¿por qué no debía hacerlo hoy AMLO? En la mayoría de los casos, quienes esgrimen ese argumento no sólo ignoran totalmente lo ocurrido entonces, sino que engañan deliberadamente a muchos que de buena fe les siguen creyendo. La siguiente es la historia de esa elección en Guanajuato.

En agosto de 1991 compitieron por el gobierno de ese estado: Ramón Aguirre, por el PRI; Vicente Fox, por el PAN; y Porfirio Muñoz Ledo, por el PRD. El Presidente de la República era Carlos Salinas, la secretaría de Gobernación era ocupada por Fernando Gutiérrez Barrios -de quien Arturo Núñez era director general de Desarrollo Político-, en tanto que presidía al PRI, Luís Donaldo Colosio; al PAN, Luís H. Álvarez; y al PRD, Cuauhtémoc Cárdenas. Los operadores políticos por excelencia eran: por el gobierno y el PRI, Arturo Núñez -hoy estratega de AMLO en la etapa postelectoral-; por el PAN, Diego Fernández de Cevallos y Carlos Castillo Peraza; y por el PRD, el propio Porfirio Muñoz Ledo, a quien acompañaba Jorge G. Castañeda.

La elección de Guanajuato era una más -junto con Baja California y San Luis Potosí- cuya limpieza electoral había sido condicionada por el PAN cuando ese partido decidió legitimar "en el ejercicio del poder" al gobierno de Salinas, luego de las elecciones fraudulentas de 1988. La elección de 1991 se llevó a cabo bajo las mismas reglas antidemocráticas que las de 88, en donde el gobierno en turno -en este caso el estatal-, tenía todo el control del proceso, y los opositores se enfrentaron no al candidato del PRI, sino al poder del Estado.

En ese entonces, Guanajuato fue la extensión de las disputas electorales de 1988, dado que se enfrentaban por la gubernatura estatal: el preferido de Salinas, Ramón Aguirre; uno de los mayores enemigos de Salinas, Porfirio Muñoz Ledo; y el más aventajado pupilo de Manuel J. Clouthier, el bronco Vicente Fox, quien en el Colegio Electoral de 88 había ridiculizado a Carlos Salinas, al colocarse las boletas electorales del fraude a manera de orejas de ratón.

Salinas se propuso, desde el inicio de la contienda, impedir que llegaran al gobierno estatal tanto Fox como Muñoz Ledo, y para ello canalizó todos los recursos económicos necesarios. El 18 de agosto se llevó a cabo la elección, y en medio de ruidosas acusaciones de fraude se anunció que el ganador había sido Ramón Aguirre. Se iniciaron las protestas y una primera señal la dio Muñoz Ledo cuando levantó la diestra de Fox, en señal de triunfo y de repudio al fraude.

Al tiempo que Fox inició una agitada resistencia civil contra el fraude -consistente en multitudinarios mítines en la plaza de León, caminatas a la capital de Guanajuato, bloqueos carreteros y del aeropuerto local-, en la ciudad de México se iniciaron las negociaciones políticas en las que participaron, por el gobierno y el PRI, Fernando Gutiérrez Barrios y Luis Donaldo Colosio, en tanto que por el PAN intervinieron Diego Fernández de Cevallos y Carlos Castillo Peraza. El PAN puso en la mesa, más que el recuento de votos, el gasto descomunal de dinero a favor de Ramón Aguirre. Pero sobre todo el pago de la factura política por haber legitimado al gobierno de Salinas.

El PAN amenazó con romper su alianza con Salinas -y con echar abajo la negociación del TLC- si Ramón Aguirre era declarado gobernador. A su vez, Fernando Gutiérrez Barrios dijo que Salinas no permitiría que Fox fuera gobernador, y entonces buscó una salida política. ¿Y quién creen que fue el encargado de operar la negociación? Sí, nada menos que Arturo Núñez, el entonces director general de Desarrollo Político de Gobernación y hoy operador de AMLO. ¿Y qué fue lo que propuso? Una variante a lo que hoy propone López Obrador a Calderón, una negociación por encima de la ley, que podría llegar al interinato.

Así, Carlos Salinas obligó a Ramón Aguirre a renunciar a su "triunfo". Al no haber gobernador electo, el Congreso Local nombró al panista Carlos Medina como interino. Hoy se le propone a Calderón aceptar el recuento de votos, que no es más que una salida extralegal -porque el TEPJF deberá recurrir a ella, no por un acuerdo político y menos por la presión política, sino porque existan pruebas de irregularidades-, para luego llegar al interinato. Y si hay dudas, ahí está la declaración delirante de AMLO a Univision: "Soy el presidente electo", grita desesperado.

aleman2@prodigy.net.mx

Tipología de los errores

Jorge Alcocer V.
Reforma
25 de Julio del 2006

Según el PRD (www.amlo.org.mx) hay 72,197 actas de escrutinio y cómputo de la elección presidencial (cada acta corresponde a una casilla) con algún error en su llenado, deficiencias que los investigadores perredistas clasifican en cinco tipos o causas, todas ellas ajenas a conductas ilegales como serían la adulteración de votos o la falsificación de actas.

La cifra total de actas con supuestos errores se antoja muy elevada, seguramente la prisa sacrificó la calidad del análisis. Sin embargo, hay una constante: la tipología de los errores tiene como origen común discrepancias numéricas, es decir, estamos ante problemas al transcribir cifras tomadas de otros documentos, al hacer sumas o al cotejar esas sumas, hechas por los funcionarios de casilla, con otros datos como el de número de electores que votaron o número de ciudadanos inscritos en la lista nominal. Los errores cometidos por los ciudadanos que reciben y cuentan los votos no solo tienen una razonable explicación, que nada tiene que ver con fraudes, sino que resultan incluso justificables a la luz de la realidad que viven en la jornada electoral.

Veamos los casos y causas de los errores que registra el listado del PRD.

En 6,739 actas ("causa 1") el PRD encontró diferencia entre la votación total y la boletas depositadas en las urnas. En 5,652 de esas actas, hay una votación total mayor que las boletas depositadas. Las explicaciones pueden ser sencillas: hay ciudadanos que se llevan la boleta y otros que se equivocan de urna. No hay manera de saber quienes fueron. En el caso inverso (votación total menor a boletas depositadas) estamos, muy probablemente, ante una omisión del secretario de la mesa de casilla que olvidó colocar el sello con la palabra "votó" en el recuadro de la lista nominal de electores de cada ciudadano que acudió a votar.

Dice el PRD ("causa 2" con 78.3% del total reportado) que en 22,932 casillas la votación total más las boletas sobrantes es mayor al número de boletas recibidas; mientras que en 33,575 casillas ocurre lo inverso, para un total de 56,507 casillas con error. La fuente del error podría ser que las secciones electorales tienen como máximo teórico 1,500 electores, pero por cada 750 se debe instalar una casilla. Pero hay miles de secciones que superan el máximo, lo que obliga a tener más de dos casillas por cada una de ellas -una básica y otras contiguas-. Las boletas recibidas para cada sección se distribuyen previamente entre las casillas, con errores de origen al momento de hacer el reparto, lo que provoca innumerables problemas al momento en que se llenan las actas. (Ver el inciso d del párrafo 2 del artículo 207 del Cofipe). Otra fuente de error es la suma de los votos nulos a las boletas sobrantes. Sin embargo, esos errores no afectan los votos por cada candidato presidencial.

La "causa 3; operaciones aritméticas" se incluye en la "causa 1".

La "causa 4" (8,740 casillas) consistente en que la votación total sumada a las boletas sobrantes sea mayor o menor que la lista nominal de electores, parte de la hipótesis de que en todos los casos el número de boletas para cada sección debe ser igual al número de electores en la mencionada lista. Eso puede ser cierto para cada sección, pero puede no serlo para cada casilla, por los problemas, antes mencionados, que provoca el reparto de las boletas entre las casillas, la suma de boletas sobrantes a los votos nulos o errores al copiar el número de ciudadanos en lista nominal.

En la "causa 5", boletas depositadas más boletas sobrantes menor o mayor que la lista nominal, (211 actas) las fuentes del error podrían ser que se sumó a las boletas sobrantes los votos nulos, que el elector se llevó la boleta o que la depositó en urna incorrecta.

En suma, toda elección presenta múltiples contingencias que afectan el desempeño de los ciudadanos, que se acrecientan cuando la competencia partidista se extrema y los ánimos se crispan. Recordemos que el nivel de escolaridad de la población de 18 años y más sigue siendo muy bajo, y que el analfabetismo funcional es penosa realidad entre amplios segmentos de la ciudadanía, tanto en zonas rurales como urbanas. Pero esas realidades no autorizan a lanzar la acusación, hasta hoy sin pruebas, de que decenas de miles de ciudadanos realizaron, o se prestaron, a un fraude maquinado. En injusto, por decir lo menos, señalar con dedo flamígero a los ciudadanos que el 2 de julio actuaron como funcionarios o como representantes partidistas.

Esperemos que el IFE verifique la calidad y veracidad del reporte; por ahora queda reconocer a quienes hicieron el arduo trabajo de clasificar supuestos errores en miles de actas de casilla. A reserva de confirmar su número, la tipología establecida por el PRD parece ser, en lo esencial, correcta: se trata de errores, no de un fraude.

26 de julio de 2006

¿Fascistas?

Sergio Sarmiento
Reforma
26 de Julio del 2006

“La democracia moderna no está amenazada por ningún enemigo externo sino por sus males íntimos”.
Octavio Paz

Leonel Cota, presidente nacional del PRD, señaló ayer que la respuesta de Felipe Calderón a la carta que previamente le hizo llegar Andrés Manuel López Obrador “no corresponde a la de un político demócrata. Corresponde a la de un político autoritario que quiere quedarse en el poder bajo cualquier circunstancia y pasando por encima de la voluntad nacional”.

Es curioso: yo tuve exactamente la impresión contraria. López Obrador le pidió en su misiva a Calderón que éste demande la apertura de todos los paquetes electorales y el recuento de todos los votos. La respuesta de Calderón fue la siguiente: “La decisión de recontar votos no corresponde a los candidatos ni a los partidos sino al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que, en ejercicio de sus atribuciones, aplicará la ley. Al final del proceso dictará sentencia definitiva a la que todos debemos someternos”.

Ésta es la respuesta que debe dar un demócrata. Efectivamente, no les toca a los candidatos -que son parte y no jueces- modificar post facto la ley electoral. Las reglas del juego se establecen antes y no después de los procesos electorales.

Los magistrados del Tribunal Electoral están considerando todas las impugnaciones presentadas y, sin duda, tomarán en cuenta la petición de la alianza Por el Bien de Todos para que se abran todos los paquetes electorales, se lleve a cabo un recuento de los votos y se garantice de esta manera el principio de certeza que establece el artículo 41 de la Constitución.

Un acuerdo entre los candidatos, sin embargo, no puede legitimar una decisión de violar la ley. Sólo el Tribunal puede, en apego a derecho, ordenar ese famoso recuento. Y Calderón está cumpliendo con la situación como un verdadero demócrata cuando señala que deben ser los magistrados los que fallen sobre este tema.

No es ésta la primera vez que el presidente nacional del PRD parece equivocarse al respecto de lo que debe ser el comportamiento de un demócrata. Después de la manifestación del Zócalo del 16 de julio, Cota señaló en una entrevista que Calderón debía aceptar la demanda de los perredistas para hacer el recuento de los votos ya que sólo un “fascista” no atiende los reclamos de los manifestantes. Quizá Cota no sabe realmente cómo operaban los fascistas. Eran ellos, después de todo, los que empleaban las marchas de presión para lograr sus propósitos frente a los demócratas.

Benito Mussolini conquistó el poder en Italia el 29 de octubre de 1929 gracias a “la marcha sobre Roma” de sus camisas negras. Adolf Hitler promovió su ascenso al cargo de canciller de Alemania en 1933 también gracias a una serie de manifestaciones. Juan Domingo Perón, quien era uno de los golpistas de 1943 en Argentina, se consolidó en el poder por la gran manifestación de Buenos Aires del 17 de octubre de 1945. Hugo Chávez también se sirvió de marchas para conseguir el poder en Venezuela.

Un demócrata, al contrario de un fascista, busca alcanzar el gobierno a través de elecciones democráticas y de respeto a la ley. En ese sentido, Calderón ha sido más demócrata que López Obrador, quien ha cuestionado los procedimientos democráticos legales y ha montado manifestaciones para presionar a las autoridades del País, a los funcionarios del IFE y a los magistrados del Tribunal Electoral.

En distintas ocasiones he señalado en esta columna que estoy de acuerdo con un recuento de los votos, pero no porque piense que haya habido un fraude. Ese recuento, sin embargo, sólo puede ser ordenado legalmente por el Tribunal Electoral. Ésa es la posición de cualquier demócrata.

El problema es que en México es tan corta la experiencia democrática que muchos políticos piensan que pueden hacer creer a los ciudadanos que las prácticas fascistas son democráticas. Pero debe quedar claro que en el mundo quienes aceptan los resultados de las elecciones y se ciñen a la ley son los demócratas, mientras que quienes usan las grandes concentraciones populares para obtener el poder son los fascistas.

Revolución cubana

Hoy se cumplen 53 años del asalto al cuartel de Moncada que según la propia filosofía castrista dio origen a la revolución cubana. Lo que empezó como un movimiento liberador, sin embargo, se convirtió en el inicio de un régimen abiertamente autoritario. Fidel Castro lleva ya 47 años en el poder.

sarmiento.jaquemate@gmail.com

Se buscan cuerdos

Manuel J. Jáuregui
Reforma
26 de Julio del 2006

Nadie niega ni desconoce la capacidad de destrucción que tiene en sus manos actualmente la fracción ex priista que ahora se llama PRD.

Cualquier piromántico con un cerillo en la mano puede causar grandes daños, ya no digamos los radicales que militan en esa agrupación y que espuman por la boca ante la oportunidad de desestabilizar al País y ganar por la fuerza lo que en las urnas no pudieron.

No obstante lo anterior, gente que antes se consideraba cuerda en el medio político, tales como Chucho Ortega y Ricardo Monreal, deben saber que al surgir la primer llamarada en el País, el primer achicharrado será el propio PRD, quien perderá opciones políticas en general, y las presidenciales del 2012 en particular.

No hablamos sólo de las oportunidades futuras del señor López, las cuales se desvanecen día a día ante su evidente carencia de estatura política, sino nos referimos a las oportunidades del PRD como organización, una en la que militan personas valiosas.

Nos referimos a opciones políticas reales para el futuro, tales como LÁZARO CÁRDENAS BATEL, Marcelo Ebrard (quien tendrá que administrar una ciudad complicada y dividida con base en avances concretos y no en disturbios), como Cuauhtémoc Cárdenas (fundador y líder moral de ese partido), y otros más que entienden de democracia y de política moderna.

Las democracias de hoy se construyen y fortalecen con base en INSTITUCIONES, no con base en personajes mesiánicos, pasajeros.

Si el PRD desea subsistir como opción política nacional más allá del 2006, necesariamente debe colocarse como una opción seria, confiable y CONSTRUCTIVA ante el electorado.

Los berrinches no funcionan, las amenazas son contraproducentes: las causas de que hayan perdido una elección que tenían ganada no son externas sino INTERNAS.

La soberbia de creerse por encima de todos y de todo (no asistir al primer debate, no reunirse con representantes del sector privado, etc.) sin duda contribuyó a la derrota.

Entonces, será el Trife el que decida si las quejas interpuestas son válidas, y si el resultado se oficializa, mientras los pretextos esgrimidos por el candidato perdedor para desconocerlo lucen contradictorios, vacilantes, variantes, inverosímiles y francamente falsos.

Por ello, pretender PRESIONAR por la vía de la fuerza a los tribunales es indebido.

El “voto por voto” YA SE HIZO, en ocasiones hasta tres veces, y lo realizó un ejército de UN MILLÓN DE CIUDADANOS que garantizaron la limpieza del proceso, en el cual no hubo ni “fraude cibernético” ni “cuchareo a la antigüita” ni nada.

Los errores que el mismo IFE ha detectado son errores humanos menores en casos aislados, que de ninguna manera alteran el resultado de la elección.

Esto lo saben propios y observadores extranjeros, por ello, ante la reticencia de aceptar los resultados por parte del PRD, la comunidad internacional ve cada día con mayor escepticismo a los perredistas.

Una gran mayoría de mexicanos, y así lo demuestran las encuestas, está conforme con el resultado de las elecciones y sabe que éstas fueron limpias y confiables.

Al AMENAZAR y pretender chantajear al País entero para que se cumpla el capricho irracional de un solo hombre, el PRD anula sus propias posibilidades futuras.

Vaya, cada día se aleja más de ser un partido político SERIO, de izquierda, para convertirse en un apéndice revoltoso remedo de los ZAPATISTAS, con mucha capacidad de hacer ruido, con mucho potencial para trastocar el orden, pero con menguadas opciones democráticas.

México busca, pues los necesita, entonces a esos perredistas cuerdos, a los prudentes, a los sensatos (que por supuesto hay), para que tomen el liderazgo de sus correligionarios y los convenzan de que el mejor resultado posible para el PRD es aquel que los conduce a RESPETAR las leyes y las instituciones, y a ACEPTAR un resultado que si acaso les fue adverso, no se debió a ningún “compló”, sino al haber caído en el exceso de confianza y soberbia.

fricase@elnorte.com

El huerfanito

Germán Dehesa
Reforma - Gaceta del Ángel
26 de Julio del 2006

Emplearé palabras que sólo los mexicanos pueden entender plenamente y lo haré para dar un brevísimo boletín acerca del estado de mi maltrecha salud: creo que estoy mejorcito y con esto quiero decir que gracias a la acción de enérgicos antibióticos y de unas “nebulizaciones” tan drásticas que soy yo el que queda nebulizado, grandes dosis de agua y oxígeno en abundancia; creo que gracias a todo esto y a un anafre copalero que me va a traer mi amiga La Bruja que baila alrededor del anafre y entona antiguos cánticos aztecas, me voy sintiendo mejorcito y en vías de recuperar mi plena forma. Nomás faltaba que me diera de alta en el ejército de las calacas sin saber en qué paró el desmadre de AMLO y de Felipe.

Aquí me tienen dándole a la talacha sin proyecto alguno de irme a la “Riviera Maya” y, por si algo faltara, sometido a una dieta terrible. Hoy desayuné, lo juro, un tazoncito de melón, ¡seis almendras! y café al gusto (no sé al gusto de quién, pero así dice). Dehesa sufre, aunque confieso que estoy pagando una larga factura que comencé a acumular la Navidad pasada y que hoy me tiene con una silueta de perfil que parece o de Hitchcock, o de alguien que se hubiera tragado un Volkswagen. Pero ahora sí, nada ni nadie me detendrán hasta que quede como Agustín Lara. Insisto: Dehesa sufre.

Entiendo que todo esto que he dicho es una colección de minucias junto al severo engarrotamiento que vive la República. Acepto que Andrés Manuel organice actos de masas, envíe a su rival misivas inútiles y visite los medios para descalificarlo todo, salvo su eventual victoria; acepto también que Felipe ande en lo suyo, que conteste lo único que tiene que contestar y que entre él y su oponente libren la guerra de los moñitos. Sin embargo, lo que todo esto me provoca es, como a Denise Dresser, una aguda sensación de orfandad. No es que quiera yo apurar a los del Trife, pero con la debida cortesía les pido que ya no la hagan de episodios y expidan un pronunciamiento en el que anuncien a) el recuento voto por voto, o bien b) el triunfo de alguno de los dos. Sólo así podremos terminar con todo este jueguito tan irresponsable y tan perjudicial para esa patria que, por lo visto hasta hoy, les viene quedando muy lejos a ambos candidatos. Si sólo se tratara de un conflicto personal, pero está de por medio un país en donde cada vez hay más ciudadanos, un país que ha aguantado y ha luchado mucho por el respeto a sus derechos y a sus logros y que a la vista de la espléndida actuación de sus ciudadanos el 2 de julio, no merece, ni tiene por qué aguantar ese juego de vencidas que están librando dos que no acaban de entender que, por lo pronto, únicamente son pretendientes a servidores públicos; no se mandan solos, aunque actúen como si así fuera y algún día no muy lejano tendrán, eso espero, que rendir cuentas a esos millones de ciudadanos que no votaron ni por uno, ni por otro y que no entienden ni aceptan que a instituciones nuestras y respetables como el IFE y el Trife, se las cargue AMLO con tropical desenfado y nos comunique que ambas carecen ya de legitimidad, nomás porque no le alzan el brazo y por los monumentales lapsus del buen Pericles Ugalde. Sería importante que ambos contendientes comprendieran que no pueden servirse del país; su chamba, si es que decidimos otorgársela, consistirá en todo lo contrario; será servir a su país.

Y ya. Creo que esta colaboración salió muy semejante a mis nebulizaciones, pero es que me urge que mi patria vuelva a ser respetada y respetable, cuidada y no maltratada, impecable y diamantina. La muchedumbre gritona contra la mayoría silenciosa; premio único e indivisible: lo que quede del país.

¿Qué tal durmió? DCCCXLIV (844)

Ya regresó ARTURO MONTIEL. Ésas son buenas noticias. ¿Por qué no lo encarcelan?


german@plazadelangel.com.mx

Deprimidos otra vez

Jorge G. Castañeda
Reforma
26 de Julio del 2006

Cuando gente sensata e ilustrada, normalmente prudente en sus juicios, desvaría, las explicaciones simples no resultan satisfactorias. No basta el “están enojados”, “fue su última oportunidad”; todas esas expresiones, aplicadas a la corte pejista de intelectuales y políticos, sin ser falsas, son insuficientes. Comprender el porqué de las comparaciones delirantes entre el 88 y el 2006, entre Pinochet y Fox; de la fidelidad a comportamientos en el mejor de los casos erráticos y volubles, cuando no desquiciados; del apoyo a un rumbo que conduce al suicidio político; comprender todo ello requiere buscar un poco más lejos que la desestimación superficial.

Quizás la respuesta yace en un dilema más profundo. Hasta 88, parecía que la salida del autoritarismo priista sería hacia la izquierda: con Cárdenas hacia un régimen más social, laico, nacionalista y plenamente democrático. Ésa era la salida deseada: no podía ser de otro modo porque si bien el “pueblo mexicano” quería democracia, también quería, en teoría, justicia social, juarismo, nacionalismo antiyanqui, entendidos todos estos nobles objetivos tal como los había definido el consenso ideológico imperante en México y en AL hacia los 80. No podía haber otra salida más que a la izquierda porque así era “el pueblo” y la mejor prueba de que eso anhelaba “el pueblo” es que correspondía perfectamente a lo que postulaban los intelectuales y políticos de izquierda.

El 94 debió de haber sido la primera señal de alarma. Volvió a ganar el PRI en una elección casi seguramente limpia e inequitativa, pero la “derecha” conservadora, mocha y entreguista llegó en segundo lugar, distanciando a la “izquierda” por 10 puntos. Pero se podía siempre argumentar que eso se debió al conflicto en Chiapas, a Salinas, a la falta de reglas justas del Gobierno.

En 2000, se complicaron más las cosas. Se jugó con reglas en las que participaron muy activa e inteligentemente muchos de esos intelectuales y políticos de “izquierda”. El PRI estaba agotado y además dividido. El candidato correcto contendía por tercera vez, ahora con acceso a medios, recursos, aliados, y sin anatemas en su contra. Pero otra vez empezó a despuntar la “derecha”, ahora francamente “cocacolera”, guadalupana y plenamente entregada al gran capital.

La salida del autoritarismo por fin se dio, pero no como se esperaba: no hacia Cárdenas, no hacia un nacionalismo revolucionario resurrecto y purificado, no hacia un juarismo resurgido del alma misma del “pueblo”, sino hacia Fox: ¡horror de horrores!, por encarnar todos los pecados aborrecidos por “el pueblo”. El pequeño problema es que “el pueblo” votó por él, en contra de la mejor opinión de esa “izquierda” y, por supuesto, de los verdaderos intereses del “pueblo”.

No obstante, seguía intacta la esperanza de que al comprobar las barbaridades que cometería en el poder la “ultraderecha” pro-yanqui y persignada, “el pueblo” recapacitaría y, rápidamente, rectificaría y reencontraría el camino del bien (de Todos). Lo haría con tanta o más fuerza y razón, ya que ahora contaba con un candidato carismático, vigoroso, cercano al “pueblo” y con capacidad de atraer a sectores del no “pueblo” que podrían redimir sus culpas aliándose con él. Y en esta ocasión “el pueblo” no estaba solo: en su gesta lo acompañaban otros “pueblos” de AL, unos ya liberados (Cuba, Venezuela, Bolivia) y otros en proceso.

Sin embargo, otra vez el pueblo se mostró rejego. No sólo no compartió la visión correcta de “la izquierda”, sino que votó al revés. En cualquier caso, 65 por ciento del electorado no consideró que el país se encontraba en una posición postrada, desesperada, al borde del abismo. Tampoco consideró ese 65 por ciento que el “candidato de los pobres” no fuera un pobre candidato. Un candidato formidable montado en una gran ola popular, en un país en desastre, enfrentado a dos enanos políticos… no saca 35 por ciento del voto, ni gana o pierde por un punto: arrasa.

Pero además los pobres no se reconocieron en “su candidato”. De acuerdo con las encuestas de salida de Gaussc, Parametría, BCG y Consulta, el perfil del votante de Calderón y de AMLO es prácticamente idéntico. Madrazo obtuvo más votos que su promedio entre los más pobres y de menor educación, y Calderón obtuvo más votos que su promedio entre los de mayor ingreso y escolaridad. Pero en el equivalente de los ocho deciles intermedios, desde los pobres a secas hasta la clase media superior, a Calderón y al Peje les fue más o menos igual. El Peje no fue el candidato de los pobres ni Calderón el de los ricos. Otra vez o alguien se equivocó o hubo trampa: “el fraude más grande de la historia”.

Para propósitos de transparencia, confieso que en 88 yo hubiera querido la salida hacia la izquierda, y trabajé para ello; en 94 traté de apoyar la salida de izquierda, pero me mantuve al margen fundando con Sodi el Grupo San Ángel. En 2000 llegué pronto a la conclusión que sólo era viable la salida hacia la derecha, porque sólo Fox podía dividir a las élites y movilizar al pueblo. En 2006 supe que con una “izquierda” como ésta, ni se dividirían las élites ni jalaría el pueblo; de nuevo la salida no fue hacia la izquierda, y no lo será hasta que esta izquierda sea totalmente otra.

Denuncia a la antigüita

Marco Levario Turcott
Crónica
26 de Julio de 2006

El miércoles anterior un grupo de personas encabezadas por Jesusa Rodríguez y Elena Poniatowska cerraron simbólicamente la sede de Banamex.


Con la emoción a flor de declaraciones, aquel día la escritora dijo que el acto era parte de la resistencia civil “que debe ser siempre no violenta y nunca fuera de la ley, pero firme, alegre y creativa, sin molestar a la gente, sólo a los de arriba”. La actriz secundó con una arenga aún más contundente. Dijo que con su causa “están las mejores mentes de México” y luego comentó que “el consejo de ancianos es el que orienta a la nación. ¿Se equivocan Carlos Monsiváis, Sergio Pitol, Rosario Ibarra de Piedra, Fernando del Paso? ¿Le hemos perdido respeto a nuestros ancianos?”

Exabruptos como aquellos son entendibles en momentos de crispación y por eso sólo traigo a colación dos aspectos, en tanto que representativos de una forma específica de ver la vida y, entonces, de hacer ofertas políticas.

El primero: ¿por qué a los de abajo no hay que molestarlos y a los de arriba sí? ¿Arriba los de abajo y abajo los de arriba? Esa arenga podrá ser todo lo que se quiera, menos democrática. No se sustenta en una forma civilizada de entender las relaciones sociales. La equivocada asunción de que los pirrurris son sujetos de exterminio y los otros de culto expresa el fanatismo que, ojalá, no salga de cauce. Sólo hay que recordar que, ese día, al salir de un acto, Felipe Calderón fue increpado por varias personas sin que López Obrador condenara la agresión. Más aún, el político tabasqueño dijo que la verdadera agresión provenía de quienes perpetraron un fraude que, hasta el momento, no ha podido demostrar.

El segundo: a Carlos Monsivaís, Sergio Pitol, Rosario Ibarra y Fernando del Paso los considero entrados en años, no ancianos, pero sobre todo no los pienso infalibles —que es como se les considera a los viejos en algunas comunidades indígenas, por ejemplo en varias zonas de Chiapas, por lo que a ellos les designan decisiones de la más diversa índole, desde el temporal de siembra hasta la autorización de matrimonios. En el EZLN, durante 1994, se habló mucho del consejo de ancianos como la máxima estructura de jerarquía desde la que se tomaban las decisiones más importantes—. Reitero, aquellos no son infalibles, más aún, en el marco del respeto a su trayectoria, sostengo que su lectura del proceso electoral está equivocada; pienso también que su labor intelectual se desdibuja al colocarse en el ámbito de la profesión de fe. Pero sobre todo, me niego a que, como dice Jesusa Rodríguez, ni ese consejo de ancianos inventado por ella ni cualquier otro sea el que defina al país. La única resolución colegiada a respetar es la del Tribunal Federal Electoral.

No exagero al pasar por el tamiz de la razón aquellos dislates porque unos pueden conducir a otros y generar una espiral incontenible. Mientras redacto esta nota, por ejemplo, leo que la coalición Por el bien de todos denunció penalmente a los consejeros electorales, en particular al consejero presidente del IFE al que hace unas semanas el PRD consideró como delincuente electoral. No se necesitaba ser adivino o anciano sabio para decir, como aquí dijimos hace 15 días, que se avecinaba una fuerte campaña contra Luis Carlos Ugalde. Ya comenzó y podría tener mayores proporciones.

El IFE es una institución confiable precisamente por su forma de organización y por la normatividad que lo rige. Incluso, lo es más allá de la forma tan intrincada como los partidos resolvieron la integración de su Consejo, que aquí en Crónica en noviembre de hace tres años consideramos muy cuestionable (tanto que solicitamos a los Consejeros Electorales no asumir el cargo). Ahora, tres años después, sin haberse expresado al respecto y desde la defensa de la demanda de anular las elecciones con la máscara del conteo voto por voto, hay quienes dicen que el fraude comenzó desde la forma en como se integró el IFE. Ese es otro juicio desproporcionado: no hay una sola prueba que respalde la existencia de un fraude cibernético o a la antigüita. Más bien, cuestionar a estas elecciones es una denuncia a la antigüita.

mlevario@etcetera.com.mx

La sombra del fraude

Katia D Artigues
El Universal - Campos Elíseos
26 de julio de 2006

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La derrota estuvo rodeada de la sombra del fraude.

O bueno, quizá no la misma noche, pero al pasar de los días la duda comenzó su efecto corrosivo.

Para muchos, en el resultado final hubo gato encerrado. ¿Cómo es que siempre estuvo en las preferencias para ganar, clarísimo, y ahora resultaba que siempre no? ¿Los expertos se equivocaron? Es más, sus seguidores no dejaban de echarle porras. Su porra, sin duda, era de las más numerosas.

Pero como siempre pasa, se quedó en el ya merito. No impugnará el resultado, hasta donde ha dicho. Dice que dio el 150% de su persona para ganar, pero no pudo.

Ese es el sentimiento que tiene ahora Priscila Perales, quien representó a México en el certamen Miss Universo, pero sólo llegó a estar dentro de las 10 semifinalistas. Priscila siempre fue mencionada dentro de las favoritas para adjudicarse la corona, la cual quedó, al final, en manos de la puertorriqueña Zuleyka Rivera.

De hecho, ya hubo quien dejó entrever que posiblemente hubo fraude dentro de este concurso.

Fue el productor Emilio Larrosa:

-El hecho de que no haya conseguido un mejor papel no es preocupante, pues muchos concursos son truqueados.

Él fue parte del equipo que organizaba y transmitía el concurso Señorita México.

Y para que no se llegue a hablar de que hubo embarazo de. la ganadora, que no de urna, ya se aclaró que el desmayo sufrido por la nueva reina de la belleza se debió al calor y al peso del ajustado vestido que lució esa noche.

[..]

katiushka@prodigy.net.mx

¿Carta o coartada?

Ricardo Alemán
El Universal - Itinerario Político
26 de julio de 2006

Más allá del espectáculo mediático por el "carteo", la misiva de AMLO resulta no sólo ilustrativa, sino una "perla" del autoritarismo

En política, sobre todo en la política mexicana, el intercambio epistolar suele ser un precursor del diálogo, la negociación y los acuerdos políticos. Y sabedor del impacto y la importancia de ese peculiar camino, sobre todo cuando el "carteo" es público, el candidato López Obrador decidió enviar una carta a su adversario Felipe Calderón, en la que propone "una solución legal y política" a la crisis postelectoral.

En su misiva a Calderón, el caudillo de la coalición Por el Bien de Todos califica de "irregular y fraudulenta" la elección del pasado 2 de julio y le propone al panista lo siguiente: "Si usted se pronuncia a favor del recuento de todos los votos, y el Tribunal Electoral del Poder Judicial (sic) ordena esa diligencia, yo ofrezco el compromiso de aceptar los resultados, si a usted le favorecen, y no convocar a más movilizaciones. De la misma manera, usted tendrá que aceptar el fallo emitido por el Tribunal si resulto triunfador en el recuento".

Líneas más adelante, AMLO amaga frente a la eventualidad de una respuesta adversa de Calderón. Dice: "En caso de que usted no acepte esta propuesta, asumirá su responsabilidad de cara a los mexicanos. Si el Tribunal no cuenta los sufragios y avala su ´triunfo´, quedará para siempre la sospecha o la certidumbre de que usted no ganó en las urnas y de que hubo fraude en la elección. De ser así, para millones de mexicanos usted será un presidente espurio y nuestro país no merece ser gobernado por alguien que no tenga autoridad moral ni política". La respuesta de Calderón a López Obrador fue casi inmediata, y luego de recordarle a AMLO que la decisión de recontar votos no corresponde a los candidatos y menos a los partidos, sino que es facultad exclusiva del tribunal electoral, convocó al diálogo entre los dos candidatos presidenciales.

Pero más allá del espectáculo mediático por el "carteo", la misiva de AMLO resulta no sólo ilustrativa, sino una "perla" del autoritarismo, el desprecio a la legalidad y las reglas democráticas y, sobre todo, la camuflada intención de anular la elección del 2 de julio. En el fondo asistimos más que a la difusión de una carta con fines políticos, a la exhibición de una coartada política que muestra con toda claridad -para los que insisten en el voto por voto- que a AMLO lo que menos le importa son las reglas y las instituciones de la democracia electoral mexicana.

Vamos por partes. En primer lugar, por primera ocasión López Obrador acepta, de su puño y letra, que más que una solución legal e institucional, busca una salida política al conflicto, la cual pretende ser vestida con ropajes presuntamente legales. "Lo que nosotros proponemos es una salida racional; legal y política". Pero vale preguntar: ¿realmente se trata de una salida racional y legal? La respuesta la ofrece el propio AMLO.

Como señalamos líneas arriba, el candidato López Obrador le propone a Calderón que acepte el "voto por voto". Es decir, lo exhorta a una negociación política que -como también dice AMLO- le daría al TEPJF "todos los elementos políticos y legales". En pocas palabras, es una invitación a que se presione al Tribunal Electoral para que, más allá de que existan o no evidencias de irregularidades, realice de nuevo el conteo de todos los votos. Si Calderón acepta la propuesta, y si el tribunal "ordena esta diligencia", el tabasqueño se compromete a "aceptar los resultados". Es decir, AMLO aceptará la democracia y sus reglas, sólo si esas reglas se negocian como él lo propone. De lo contrario, la elección y el presidente electo serán espurios.

Y ratifica su postura antidemocrática y contra las instituciones cuando señala que si Calderón no acepta la negociación política, y si el tribunal tampoco se somete a esa presión -y si avala el triunfo del panista sin contar todos los votos-, entonces la elección será fraudulenta. A los ojos de AMLO, el TEPJF y los resultado que emita sobre la calificación presidencial sólo serán válidos si cuenta todos los votos, sin importar si existen o no irregularidades. Es decir, que Obrador propone el acuerdo político y decide cuándo y cómo respetará los resultados. De lo contrario, el tribunal y sus magistrados se sumarán a la perversidad del fraude. El mensaje es claro: "negociar la ley, que es igual a buscar una salida política; de lo contrario, todos son perversos, defraudadores y canallas". Valiente democracia.

Pero el fondo es otro. AMLO sabía -y lo corroboró la carta de Calderón- que para el panista su propuesta es inaceptable. ¿Y entonces por qué la envió y la hizo pública? Por eso, porque se trata de una coartada ante la posibilidad harto factible, de que el TEPJF no ordene el recuento total de la elección. Así, mañana aparecerá como víctima de los canallas. Al tiempo.

Muchos vieron a Rocío Culebro, secretaria particular de Isidro Cisneros, presidente del IEDF, y a Édgar Cortés, consejero distrital del famoso distrito 15 del DF, en la segunda Asamblea Informativa de AMLO. ¿Qué tal con la imparcialidad a toda prueba?

aleman2@prodigy.net.mx