22 de julio de 2006

Siete falsedades y…

Jaime Sánchez Susarrey
Reforma
22 de Julio del 2006

1. Hubo un gran fraude electoral. Falso. AMLO y el PRD no han presentado ninguna evidencia consistente. Los ejemplos de irregularidades son aislados. Unas cuantas urnas en un mar de 130 mil casillas. Peor aún. Las quejas contra los resultados de la elección presidencial no se han extendido a las elecciones de diputados y senadores. Sin embargo, fueron los mismos ciudadanos los que contabilizaron los votos en los tres casos. ¿Cómo explicar, entonces, que haya habido irregularidades mayúsculas en una urna y no en las otras? ¿Por qué unas actas están alteradas y las otras son inmaculadas? Es simplemente imposible. No hay lógica ni coherencia. La denuncia de que hubo un gran fraude no es más que eso… un gran fraude.

2. AMLO es un político pragmático con el que se puede negociar; no hay que cerrarle las puertas. Falso. No hay ningún elemento en su biografía política que avale esta afirmación. Antes al contrario, toda su trayectoria está plagada de protestas y movilizaciones. Jamás ha creído en las instituciones. Desconfía de ellas por principio. Pero no sólo eso. Su estructura psicológica no le permite reconocer la realidad. De haber alcanzado la Presidencia, los pronósticos más negros y ominosos se habrían cumplido. Su reacción frente al fracaso confirma lo que algunos advertimos. Es un líder mesiánico que prefiere inmolarse a aceptar la derrota. Su apuesta es el todo por el todo. No hay mediaciones ni matices. Ahora ya nadie lo puede dudar: AMLO es un gran peligro para México.

3. El conteo voto por voto y casilla por casilla despejará las dudas y abrirá la puerta para que Andrés Manuel reconozca su derrota; de otro modo, las sonrisas se convertirán en puños y habrá conflictos e inestabilidad. Falso. López Obrador se comprometió públicamente en tres ocasiones (con Adela Micha, Víctor Trujillo y López-Dóriga) a aceptar su derrota aun cuando fuese por un solo voto de diferencia. No cumplió. Hoy exige el recuento de nuevo, pero no se compromete a aceptar el resultado. Por el contrario, denuncia que la elección está viciada de origen y que bajo ninguna circunstancia reconocerá a Felipe Calderón como un Presidente legítimo. A confesión de parte, dicen los abogados, relevo de pruebas.

4. AMLO y el PRD no pretenden anular la elección; lo que quieren es limpiar el proceso y confirmar que es él quien efectivamente obtuvo la mayoría. Falso. López Obrador, dentro de su demencia, sabe que es imposible que la ventaja de 244 mil votos a favor de Calderón se revierta. Sus colaboradores más cercanos también lo entienden. Su estrategia de abrir todos los paquetes electorales y contar voto por voto busca crear confusión. Porque una vez que aparezca un nuevo resultado, utilizarán ese dato como un argumento más de que hubo un gran fraude y que la elección es un cochinero. Su objetivo fundamental está en otra parte: anular la elección para que AMLO pueda competir de nuevo dentro de 14 ó 18 meses. De hecho, un fallo del Trife anulando los comicios es el único escenario que le resulta admisible al candidato de la Alianza por el Bien de Todos.

5. La resistencia es pacífica; la violencia y la presión por medio de las movilizaciones y las protestas es inexistente. Falso. AMLO amenazó públicamente, ante 1 millón de personas en el Zócalo, a la familia de Felipe Calderón. A los tres días, el candidato victorioso fue objeto de una agresión por un grupo de mujeres y de jóvenes. López Obrador no sólo no la condenó, sino que la justificó: los ciudadanos están irritados por el fraude, le dijo a Loret de Mola. Ahora sabemos, además, que el más violento de los agresores se llama Diego Valle y trabaja en la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal. Todo indica, pues, que el ataque fue orquestado. El mensaje ya fue enviado y es muy claro: mis amenazas, Felipe, no son vanas, cuídate y cuida a tu familia. Y ustedes, el resto de los ciudadanos, incluidos empresarios, periodistas e intelectuales, tomen nota: porque si esto hago a plena luz del día con el candidato vencedor, imagínense lo que puede sucederles a ustedes.

6. La anulación de la elección y la designación de un Presidente interino que convocara a nuevos comicios dentro de 15 meses sería un mal menor; porque de otro modo, habrá inestabilidad, conflictos y Felipe Calderón no podrá gobernar. Falso. La anulación de la elección y la designación de un Presidente interino es el peor de los escenarios. Crearía inestabilidad política y financiera. La fuga de capitales y la devaluación estarían a la orden del día. El País se hundiría en una nueva y larga campaña por la Presidencia de la República en un clima de confrontación y polarización sin precedente. Las presiones sobre los medios de comunicación y sobre el Presidente interino serían enormes. Lo que hoy estamos viendo es apenas la punta del iceberg. AMLO encabezaría personalmente los movimientos para sitiar al Estado. A final de cuentas, él no cree en la imparcialidad de ninguna institución. Los opositores y críticos serían perseguidos y amenazados. Sería, en suma, ponerle la alfombra a una insurrección disfrazada de campaña electoral.

7. Los nuevos comicios son la única forma en que puede haber una reconciliación nacional. De ellos resultará un ganador indiscutible que será reconocido por sus oponentes y podrá gobernar con plena legitimidad. Falso. No hay, de nuevo, ningún elemento que abone esta tesis. Y no lo hay por una razón muy simple: si AMLO pierde otra vez, desconocerá los resultados y clamará fraude. No importará entonces, como no importa ahora, lo absurdos o estúpidos que resulten sus pruebas y sus argumentos. La única elección que López Obrador reconocerá como válida y legítima será aquella que lo convierta en Presidente de la República; todas las demás, no importa cuántas veces ocurran ni cómo se realicen, serán siempre espurias y confirmarán que hay un complot en su contra.

Corolario. Lo que hoy está en juego es el futuro de la República y de las instituciones democráticas que se han venido edificando a lo largo de décadas. Para preservarlas hay que ajustarse a la ley. Los conflictos no se van a solucionar cediendo a los chantajes ni a las presiones. Ya basta. Porque si se trata de evitar la confrontación a cualquier costo, más vale declarar a Andrés Manuel López Obrador Presidente electo desde ahora y proponerle al nuevo Congreso que el 1 de septiembre lo eleve a Presidente vitalicio. Sólo de ese modo su Alteza Serenísima tendrá satisfacción plena y regresará a la República la calma, la paz, la esperanza y, sobre todo, la alegría, sí señor, la verdadera alegría.

Mito y Mitote

Catón
Reforma
22 de Julio del 2006

Aquel señor entró en un elegante bar de Nueva York y se tomó tres whiskies. Pidió su cuenta, la revisó y dijo al cantinero: “-Debe haber un error, amigo. Me tomé tres copas, y mi cuenta es de 30 centavos”. “-No hay ningún error, caballero -responde el individuo-. Estoy cobrando todas las bebidas a 10 centavos”. “-¿Por qué? -se asombra el visitante. Explica el barman: “-Mire usted: mi esposa está en estos momentos con el dueño del negocio. Y lo que él le está haciendo a ella yo se lo estoy haciendo a él”… Alguien le dijo a Empédocles Etílez: “-El vino mejora con los años”. “-Es cierto -confirma el temulento-. Mientras más viejo me hago más me gusta”… Dulcilí llegó feliz a su casa. Les dice alegremente a sus papás: “-¡Por fin conocí el juego del hombre! ¡Y no es el futbol!”… Babalucas era agente viajero. Muy orgulloso comentaba ante sus amigos: “-Mi mujer se pone feliz cuando regreso de un viaje. Llega el lechero y le dice: ‘Mi marido está en casa’. Llega el cartero y le dice: ‘Mi marido está en casa’. Llega el vecino y le dice: ‘Mi marido está en casa’. ¡Y además se los dice en voz baja, para no despertarme!”… La buena noticia para los seguidores de AMLO es que Fox ya no habla. La mala noticia para los seguidores de AMLO es que AMLO habla demasiado. Hace unos días López Obrador puso a temblar a sus devotos seguidores cuando dijo que el fraude electoral no fue cibernético -siempre no-, sino a la antigüita. Ahora los convulsiona al declarar desde su Olimpo la inexistencia de aquella famosa “caída del sistema” que privó de su triunfo a Cuauhtémoc Cárdenas, y al decretar que el fraude cometido en contra del fundador del PRD es sólo “un mito histórico”. Con eso López Obrador busca justificar la presencia a su lado de Manuel Bartlett, a quien los perredistas han considerado siempre autor de aquel monumental engaño, y que es ahora cercano coadyuvante suyo. Jamás imaginó “El Innombrable”, o sea Salinas de Gortari, que López Obrador legitimaría así su llegada a la Presidencia, tan cuestionada siempre por la gente de la izquierda. Cosas risibles y patéticas se ven a diario en la política, pero cuando esas cosas se vuelven demenciales es hora de que la gente pensante se ponga a pensar. Y sin embargo AMLO se da un agasajo postinero con la crema -un poco rancia ya- de la intelectualidad, que le ofrenda la guirnalda de sus dogmas y sus anacronismos. Hay quienes no se explican la entrega incondicional de esos pilares de la cultura a López Obrador. Pero recordemos las “ineptitudes de la inepta cultura” que dijo el inmortal poeta de Jerez, y asistamos como él, con sonrisa depravada, a la visión de ese esnobismo que a fuerza de serlo pisa ya los linderos de lo cursi… En tono de queja le dice el marido a su mujer: “-Cuando hacemos el amor nunca me dices si te gustó”. Replica ella: “-Es que cuando me gusta tú no estás ahí”… La noche era de las más frías del invierno, y el galán observó que su dulcinea se ponía las manos entre los muslos. “-¿Por qué haces eso?” -le pregunta. “-Para calentármelas” -responde la muchacha. Y exclama él: “-¡Qué fría tengo la cara!”… El encargado del censo entrevistaba a la señora. “-¿Estado civil?”. “-Casada”. “-¿Ocupación de su esposo?”. “-Fabricante”. “-¿Hijos?”. “-No. Muebles”… Capronio y su amigo Canuto Capachangos hablaban de mujeres. Le dice Capronio a Canuto: “-Hay cuatro tipos de orgasmos femeninos: el positivo, el vocálico, el religioso y el fingido. En el positivo la mujer grita: ‘¡Oh sí! ¡Oh sí!’. En el vocálico grita: ‘¡Oh! ¡Ah! ¡Oh! ¡Ah!’. En el religioso grita: ‘¡Oh Dios! ¡Oh Dios!’. Y en el fingido grita: ‘¡Oh Canuto! ¡Oh Canuto!’”… FIN.

afacaton@prodigy.net.mx

21 de julio de 2006

Elenita la Provocadora

Carlos Mota
Milenio - Cubículo Estratégico
19/07/2006

Había una vez, hace muchos, muchos años, un reino en el que habitaba un rey, muchos comerciantes, campesinos, niños y animales. Como en todos los reinos, había especial admiración por los curas; y como en esas épocas había poca ciencia y muchos mitos, hasta los animales hablaban.

La anciana más famosa del reino, Elenita, había sido muy respetada por décadas. Su aparente sabiduría había hecho la admiración de muchos, que se decían sus amigos. Ella, sin embargo, con quien realmente tenía amistad era con algunos animales: la arpía, el zopilote, la hiena, el avestruz, el chacal, la zorra, así como varios reptiles de la suborden animal de las serpientes. Todo un zoológico.

Un mal día Elenita, quizá por la edad, quizá por sus amistades, pareció haber perdido el juicio, o cuando menos la cordura. En un arranque atípico de las personas de su talante, la anciana encabezó un bloqueo contra el dueño del comercio más importante del reino. Algunas versiones señalaban que sus amigos del reino animal le habían calentado la cabeza, que casi inerte de su anterior vida intelectual, tragose cuanta falacia le hicieron creer para llevar a cabo aquella manifestación que iba contra las buenas costumbres del reino.

“No dejes que la gente le compre mercancía hoy a este usurero”, le decía la zorra a Elenita. “Pícale un ojo al dueño”, arremetía el zopilote. “Ponte hasta enfrente y no dejes entrar a los aprendices ni a los otros empleados”, le dijo una hiena, mientras reía de ella.

Los animales del reino habían confabulado para lanzar a Elenita contra el comerciante del reino. Estaban enojados porque aquel había realizado la primera gran transacción de negocios de la historia de la humanidad, al fusionar su tiendita con otra del reino vecino. Ello había enfurecido al escorpión, que amenazó con picar a todos los demás si no se unían a su protesta. Según él, la unión de las dos tienditas era cosa del diablo, y antes de que llegara la Inquisición había que hacer algo al respecto.

Pasó el tiempo y Elenita perdió amigos y ganó enemigos. Al final ya ni los zorrillos se le acercaban. Un muy mal día su ex amigo el escorpión la picó. Y así, tristemente, termina la fábula de Elenita La Provocadora.

Comunidades en la fe

José Woldenberg
Reforma
20 de Julio del 2006

A diferencia de los pronósticos de los ideólogos de la ilustración que esperaban que a través del avance de la educación, la ciencia, el conocimiento, las relaciones sociales se empezaran a fundar en la razón y la independencia de criterio de los individuos, la fe -es decir, la confianza ciega e incluso irracional en algo o en alguien- sigue presidiendo la "comprensión" de las "cosas" que nos rodean. La fe es -al parecer- una necesidad profunda.

Las personas necesitan creer, sentirse integrantes de un conjunto más amplio, ver y anhelar lo que otros ven y anhelan, ser parte de una identidad común que les ofrezca calidez, seguridad, sentido de vida; sin ese fervor de pertenencia se encontrarían solos, desorientados, inseguros. Resulta difícil vivir a la intemperie.

Y si bien la religión sigue ofreciendo esa red anímica y espiritual a millones de personas, los procesos secularizadores de la vida moderna la han erosionado -sobre todo en las capas más abiertas a influencias tan disímiles como las de la ciencia y el mundo del espectáculo, de las expresiones "contraculturales" y las modas-, y muchos encuentran en los movimientos políticos una nueva fe, un sustituto de las añejas religiones.

Desde Descartes hasta Voltaire, desde Adam Smith hasta Marx, pasando por Fourier, es decir, los ilustrados, los socialistas, los primeros marxistas y los liberales -todos ellos con visiones universalistas- apostaron y confiaron en que el avance de la razón paulatinamente arrinconaría a las convicciones derivadas de la fe. No obstante, quizá lo que no pudieron presagiar fue el trayecto a través del cual la política -incluso la de raigambre laico- se convertiría en una nueva religión, en un culto tan apasionado y cerrado como los de cuño trascendente.

Nuevos sacerdotes y oficiantes, nuevos santos y fieles, pero ahora integrados en una nueva comunidad de la fe con bases, presupuestos, instrumentos y fines políticos. Y ya lo sabemos: las evidencias empíricas no trastocan las certezas del creyente, las explicaciones racionales no carcomen a la fe. La duda es el principal corrosivo de las verdades reveladas, y quien se aleja del círculo de los "verdaderos", de los devotos, es tratado como hereje, apóstata, renegado.

En todo creyente hay algo de infantilismo. La necesidad de ser guiado, arropado, protegido. Volver a contar con una entidad tutelar que no sólo le evita el penoso trayecto de pensar por sí mismo, sino que además le ofrece el tibio ambiente de un "nosotros" enfrentado a "otros" que encarnan al engaño, a la traición, al Mal.

En las comunidades de la fe política caben todos: el trabajador, el ama de casa, el profesionista, el joven, el científico; los de distintas trayectorias y méritos, el viejo luchador social y el convencido en el instante. Sólo un requisito es necesario cumplir: no disentir, creer, seguir al mensajero, pasar a engrosar las filas de los fieles.

Y la masa de creyentes tiene un poder de atracción nada despreciable. No es sólo su volumen -que de por sí impresiona y atrae como un imán-, sino la seducción de pertenencia a algo más grande, más valioso, único e irrepetible. Se trata de una comunidad abierta a recibir a todos porque su vocación es la de crecer, pero siempre a cambio de una sola y fundamental cesión: la autonomía de juicio.

Porque autonomía de juicio y pertenencia a una comunidad de la fe resultan antónimos. La primera es subversiva al poner en duda las certidumbres consagradas -argamasa que cohesiona a los creyentes-, mientras la segunda necesita y reclama sumisión, integración y adoración.

Esas comunidades son un juego de espejos que siempre reflejan la misma imagen. Una vez que se desencadena la línea argumental, cada eslabón contribuye con un nuevo elemento para reforzar las verdades preconstruidas. Se explotan los prejuicios existentes, se alimenta el sentido común arraigado, se manipula la sensibilidad más extendida. Y al final la comunidad comulga con las creencias menos elaboradas pero fáciles de compartir. Se llega así al reino del mínimo común denominador. Ello cierra el círculo y fomenta la cohesión.

Las comunidades de la fe tienen la necesidad de reunirse. En pequeños o grandes espacios, porque requieren sentir el peso de los acompañantes o la presencia de la multitud. De tal suerte que el sentido de pertenencia se refuerza por y en el encuentro. Las grandes reuniones masivas resultan fascinantes para aquellos que participan en ellas; se genera un "nosotros" potente e indestructible (en apariencia), todopoderoso, lo cual hace que las convicciones se fortalezcan, que el sentido de pertenencia se haga tangible. Pero para muchos de quienes se encuentran más allá del círculo de la fe, "desde fuera", esos rituales resultan amenazantes. Esas demostraciones suelen fundir a los de dentro y alertar a los de fuera. Mientras unos dan rienda suelta a su energía y entusiasmo, gritan y se exaltan, otros sienten miedo.

Las comunidades de la fe tienen y generan liderazgos. La voz del guía es la luz y es más potente y poderosa que cualquier razonamiento. Creer o conocer se vuelve un dilema. Verdades pedestres y hasta elementales resultan impertinentes. No es extraño que incluso saberes y destrezas especializadas hagan su contribución al fortalecimiento del dogma compartido. Cada uno intenta contribuir a la causa con sus propias aportaciones. La misión lo requiere y reclama.

Y aunque no me atrevería a formularlo con tanta contundencia, vale la pena releer a Condorcet: "Mientras existan hombres que no obedezcan a su exclusiva razón, que reciban sus opiniones de una opinión extraña, todas las cadenas se habrán roto en vano".

México: democracia secuestrable

Enrique Krauze
El País (España)
20/07/2006

Para ilustrar el argumento ad terrorem con el que las ideologías totalitarias imponían su verdad a la sociedad, el filósofo polaco Leszek Kolakowski contaba una fábula: dos niñas emprenden una carrera en un parque; la que va atrás exclama continuamente, a grandes voces, "¡voy ganando!, ¡voy ganando!", hasta que la que lleva la delantera abandona la carrera y se echa a llorar en brazos de su madre, diciendo: "No puedo con ella, siempre me gana".

Sin el desenlace, algo similar está ocurriendo en México en estos días. Tras una jornada electoral libre, ordenada y pacífica en la que sufragaron 42.249.541 mexicanos cuyos votos fueron computados en 130.477 casillas por 909.575 ciudadanos (no funcionarios), el candidato del PRD a la presidencia, Andrés Manuel López Obrador, resultó perdedor por un margen de 0,57%, equivalente a 240.822 votos, frente al candidato del PAN, Felipe Calderón. Los números del sistema electrónico de conteo preliminar, avalado por la Universidad Nacional Autónoma de México, coincidieron con el recuento final efectuado en los 300 distritos electorales que concentraron las actas de las casillas. Fuera del resultado adverso en la elección presidencial, en la misma jornada electoral el PRD logró convertirse en la segunda fuerza en el Poder Legislativo (aumentando considerablemente su posición en ambas Cámaras), mientras que su candidato a la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, triunfó con el 47%. Por si fuese poco, el PRD arrasó con casi todos los puestos ejecutivos (las delegaciones en las cuales está dividido el Distrito Federal) y en la Asamblea legislativa del propio Distrito Federal.

Ésa es la realidad que atestiguaron 1.800 consejeros distritales, 970.000 representantes de todos los partidos, 24.769 observadores nacionales y 639 internacionales. No obstante, y a pesar de que López Obrador considera válidas las elecciones que produjeron triunfos nunca vistos para su partido, no acepta su derrota personal. Dado el estrecho margen de la elección presidencial, ha decidido ejercer su derecho a impugnar los resultados en el Tribunal Electoral de la Federación. Esta instancia final e inapelable será la que decida, en un plazo cuya fecha límite es el 6 de septiembre próximo, cuáles irregularidades reclamadas son válidas, en cuáles casillas procede o no un recuento de los votos, y cuál es el resultado final de la elección presidencial.

Si el candidato del PRD se hubiese limitado a instrumentar esa estrategia jurídica, su actitud no habría dañado inadmisiblemente el proceso electoral ni socavado a la frágil democracia mexicana. Pero, como era previsible, López Obrador no podía conformarse con una estrategia legal, que él mismo, despectivamente, ha llamado "formal". Tal y como ha hecho a lo largo de su vida, él tenía que ir por más, ir por todo, y es allí donde encaja la fábula de Kolakowski: tenía que recurrir al argumento ad terrorem para lograr su propósito.

Como la niña del cuento, sabedor desde el 2 de julio por la noche de que las tendencias no le favorecían, acudió al Zócalo (ese lugar teológico-político en el centro histórico de la ciudad de México) para declarar: "Hemos ganado la presidencia de la república". Días más tarde, luego del recuento oficial que en el mismo sentido hizo el Instituto Federal Electoral (organismo ciudadano autónomo que, revirtiendo una larga historia de fraudes, desde 1996 organiza con éxito y probidad las elecciones en todos los niveles federales), López Obrador congregó al "pueblo" a una "asamblea" en la que llamó a Fox "traidor a la democracia", y utilizó la palabra más ominosa del diccionario político mexicano: la palabra "fraude". Esta descalificación de la institución electoral mexicana (que acababa de dar el triunfo a cientos de sus candidatos) y los discursos incendiarios que han seguido desde entonces, hasta culminar, el pasado domingo, en un llamado "a la resistencia civil", representan una táctica nada "formal"; representan precisamente el recurso ad terrorem aplicado con un riesgo enorme para la paz de México. Además de proclamarse vencedor, insultar al presidente Fox, amenazar a Felipe Calderón y a su familia, llamar delincuentes a los funcionarios del IFE, considerarse traicionado por miembros de su propio partido y adelantarse al veredicto del Tribunal Electoral, López Obrador ha echado mano de un repertorio digno de una novela de Orwell.


Irregularidades aisladas, presuntas y, en todo caso, no dictaminadas por el Tribunal, son presentadas al público como evidencia palmaria de que todo el proceso estuvo viciado, ignorando el testimonio de los observadores extranjeros y de millones de mexicanos. Cuando sus propios representantes de casilla negaron la supuesta irregularidad que López Obrador pretendió demostrar en un vídeo, el líder aseguró que fueron "comprados". A la mentira insustanciada y generalizada aúna la inconsistencia: aunque pide "abrir todas las casillas y contar voto por voto", ante el Tribunal Electoral sólo presentó impugnaciones en el 39% de las casillas. Pero lo más preocupante, desde luego, es que López Obrador ha convocado a movilizaciones de centenares de miles de personas en toda la república "en defensa de la democracia", la misma democracia cuyas instituciones ha puesto en entredicho. Si bien ha insistido en que las marchas serán "pacíficas" y "no caerán en provocaciones", sabe muy bien que en el actual ambiente de extrema polarización, la provocación puede provenir de cualquier lado. Para calibrar sus intenciones no hace falta ser adivino, él mismo lo ha expresado con todas sus letras, y es preciso creerle: él nunca aceptará un resultado adverso, ni de los votantes, ni del Tribunal Electoral; él "ganó la presidencia" e irá "tan lejos como la gente quiera". "La gente", "el pueblo", no son, por principio, los 27.034.972 mexicanos de todas las clases que no votaron por él; no son siquiera los 14.756.350 ciudadanos que lo apoyaron en las urnas. "La gente", "el pueblo", son aquellos que puede movilizar en las calles y plazas del país, y que lo ven como él se ve a sí mismo, como el Mesías de México. ¿Y quién interpreta los deseos de ese "pueblo", depositario de la ley natural y divina, no de la despreciable ley escrita por los hombres? El líder carismático que encarna la Verdad, la Razón, la Historia y el Bien, el líder que prometió salvar a México de la opresión, la desigualdad, la injusticia y la miseria, el que "purificará la vida nacional": Andrés Manuel López Obrador.

El mundo ha visto muchas veces esa película. Es el huevo de la serpiente dictatorial. Un hombre impermeable a la razón, un Mesías que se ha proclamado "indestructible" y se ha equiparado públicamente con Jesucristo, quiere secuestrar la democracia mexicana y, de no obtener el rescate exigido, incendiar al país. No exagero. De hecho, el vocero del PRD, Gerardo Fernández Noreña, declaró hace unos días a Los Angeles Times que, en última instancia, está abierta la vía de la "insurrección". Pero en una democracia (y México es ahora una democracia, aunque su larga historia se empeñe en desmentirlo) no son las teas ardientes, los comités de salud pública, ni los líderes iluminados los que deciden: es el voto ciudadano, es el imperio de la ley.

Enrique Krauze es escritor mexicano, director de la revista Letras Libres.

Un café con el Rector

Joaquín López Dóriga
Milenio - En Privado
21/07/2006

Hay juegos que no se ganan; sólo se juegan. Florestán

Ayer, unos minutos antes de las ocho y media de la noche, el coche blanco de Andrés Manuel López Obrador entró por el largo túnel que da acceso al estacionamiento subterráneo de la Torre de la Rectoría, símbolo de la Ciudad Universitaria.

Subió al sexto piso, entró al despacho del doctor Juan Ramón de la Fuente y hablaron durante una hora sobre temas que sólo ellos saben, porque del encuentro, privado, no se dieron detalles.

Esta visita provocó muchos comentarios, pero yo la quisiera ubicar como un ejercicio del rector de la UNAM para construir el puente, hoy inexistente, entre uno y otro candidato, entre ellos y la realidad, ellos y las necesidades del país, y que ese puente alcanzara los espacios de la sensatez perdida.

No lo veo como parte de un bando ni del conflicto sino, al contrario, como parte de la solución, de la construcción de una estructura de entendimiento.

Es cierto, hay quienes lo identifican más de un lado que del otro, a raíz del anuncio que López Obrador me hiciera dándolo como su secretario de Gobernación, revelación de la que el rector fue el más sorprendido pues nunca lo hablaron, además de crearle un conflicto en la UNAM al hacerlo parte de un proyecto político.

El rector lo resolvió desde su distancia.

Hoy tengo claro que en este encuentro, su prioridad fue, en una mano, vacunar a la UNAM de la lucha postelectoral, de la “resistencia civil” y, en la otra, la urgencia de distender el conflicto por los caminos de la serenidad, la prudencia y la aproximación de los oponentes.

Si ayer el rector se sentó a hablar con López Obrador, en los próximos días se sentaría con Felipe Calderón, y no como cercano al primero, sino como puente entre ambos, una vía de entendimiento, insisto, entre todos, puente y enlace que hoy no existe.

Por eso hay que saludar el diálogo.

Retales

1. IMPENSABLE. Ayer un joven, pero serio analista económico, me dijo: “Si hace un mes me hubieras dicho que Calderón iba a ganar por 200 mil votos, que no habría Presidente electo y que López Obrador llamaría a la resistencia civil en medio de manifestaciones, nunca hubieras visto el dólar a 10.88, la bolsa encima de los 19 mil 500 puntos y las tasas de interés donde están hoy”. “No cabe duda —agregó— que en el extranjero hay más confianza por las instituciones que en México”. Y sí;

2. ANULACIÓN. López Obrador reiteró ayer con Carlos Loret que no va por la anulación del proceso electoral. Lo mismo sostuvo Leonel Cota. ¿Aires de la rectoría?; y

3. MANCUERNA. Hablan de Enrique Jackson para el PRI y de Emilio Gamboa para la coordinación priista en San Lázaro. Se oponen José Murat y Héctor Hugo Olivares, que la quieren. De ahí el retraso en la elección de ayer al lunes. Anoche aún discutían.

Por vacaciones nos veremos el martes, pero 8 de agosto. Gracias.

Querido pueblo de México

Francisco Martín Moreno
Excélsior
21-07-06

No creo en nadie. No creo en mis conciudadanos.
No creo en los presidentes de casilla. No creo en las instituciones.
No creo en la ley, no creo en Camacho…

Querido pueblo, pueblo mío al que tanto le debo. Pueblo que me vio nacer en mi natal Tabasco. Pueblo con el que todos los mexicanos tenemos contraída una deuda: ¡Perdóname! No me comprenderás, lo sé, pero debes saber que tengo que destruirte, incendiarte, matarte y enterrarte.

Propios y extraños me han comunicado que perdí las elecciones pasadas a pesar de ser indestructible y de tener el éxito asegurado en el bolsillo mucho antes de que se llevaran a cabo los comicios. ¡Juro, lo juro, que yo aventajaba, cuando menos por 10 puntos, a mi más cercano competidor! No puedo probar el fraude a la moderna, al más decantado estilo cibernético, ni a la antigüita, como establecen los más elementales cánones de la mapachería que yo tanto practiqué en mis años mozos… No puedo probar nada, no: pero eso sí, que se sepa que no estoy en estado de indefensión. Me estafó el millón de compatriotas que contaron los sufragios. Me estafaron todos los representantes de casilla de mi propio partido. Me estafó el IFE y me saqueará el TEPJF. No creo en nadie. No creo en mis conciudadanos. No creo en los presidentes de casilla. No creo en las instituciones. No creo en la ley, no creo en Camacho… ¿Cómo voy a creer en Camacho ni en Batres ni en Ortega ni en sus tías..? Entre cueteros no nos olemos…

Mi primera obligación consiste en proteger a los pobres. Primero los pobres: ellos son intocables. Ellos tienen toda la prioridad, al igual que la patria, sí, pero no en las actuales circunstancias. En la presente coyuntura yo estoy antes que el pueblo, al que tanto le debo, quiero y respeto, y antes, mucho antes, que la patria misma, porque no sé cómo administrar el vacío que se producirá en mi persona cuando me vea obligado a aceptar mi derrota en unas elecciones que tenía ganadas. Si las perdí fue, además, por la arrogancia, la prepotencia, la suficiencia, no mías, claro está, sino de mi equipo de colaboradores. Ellos jamás supieron interpretar la luz flamígera que irradiaba del halo estacionado sobre mi frente inmaculada.

Mi carrera política la he hecho violando la ley. La estrategia me ha reportado jugosísimos dividendos, porque desde siempre supe acobardar y arrinconar a una autoridad enemiga de los problemas, adicta a la conciliación, temerosa de la violencia. ¿No quieres violencia? ¿No..? ¡Ya te tengo..! Bastó mostrarle las dimensiones de mi garrote para obligarla a humillar su mirada y someterla a los designios de mi voluntad infalible. La ley, que quede claro, es un instrumento creado a favor de la burguesía.

No respeté la Constitución cuando tomé pozos petroleros ni cuando cerré el paso en las carreteras ni cuando llegué a ser jefe de Gobierno sin demostrar los cinco años de residencia en el DF ni cuando me negué a acatar las sentencias de la Suprema Corte de Justicia ni cuando cerré las calles aledañas al Senado de la República para impedir que los senadores votaran una ley contraria a mis intereses políticos… Una vez demostrado el éxito obtenido a través de la intimidación, esta vez ignoraré al IFE y al TEPJF y, como te dije, querido pueblo, tendré que continuar esta escalada de ilegalidad por el camino que la Divinidad ha reservado exclusivamente para mí.

Perdóname, pueblo, perdóname, pero tendré que mandar 20 mil personas a que se acuesten encima de las pistas del aeropuerto de la Ciudad de México. Gahndih, ¿así se escribe?, nos enseñó el camino. Perdóname, pueblo, perdóname, patria mía, perdónenme todos los pobres, pero tendré que dinamitar las cortinas de las presas para que el país se quede sin luz y las empresas no puedan operar por falta de energía eléctrica. Nadie en nuestro amadísimo México podrá volver a trabajar, sean cuales sean las consecuencias. Yo he perdido la paz y por lo tanto la habrá de perder mi patria entera. Sépanlo todos: al igual que Juzein (demonios con la ortografía…) haré estallar todos los pozos petroleros de mi pobre México. Pondré cargas de dinamita en los puentes ultramodernos. Los lujosos hoteles de las capitales turísticas volarán por los aires de modo que ningún extranjero venga a gastar sus mugrosas divisas en un México llamado a la desaparición porque dicen que perdí las elecciones…

Induciré a las huelgas a lo largo y ancho del país. Llamaré a la violencia. Crearé una trinchera infinita para colocar y armar a los pobres en la lucha contra los ricos. Juro que colgaré de árboles y postes a todos los encorbatados. Juro que no quedará una piedra sobre la otra. Si no hay nada para mí, no hay nada para nadie.

Yo no tengo la culpa de nada. Si este país se incendia yo pereceré como una víctima más. Siempre he sido una víctima, seguiré siendo una víctima y moriré siendo una víctima a la que invariablemente le quieren arrebatar algo. Llegó la hora de recuperarlo…

Pobre de mí, pobrecito de mí, ¿qué voy a hacer conmigo si pierdo mi empleo de presidente y me quedo sin patria donde vivir, porque la convertiré en cenizas por culpa de otros? A mí nunca nadie me destruirá.

fmartinmoreno@yahoo.com

Woldenberg versus Poniatowska

Yuriria Sierra
Excélsior - Nudo Gordiano

21-07-06

Pepe y Elenita. Dos imágenes que resumen el fondo del conflicto: el fabuloso y lúcido texto publicado por José Woldenberg apenas ayer ("Comunidades en la fe"), y la fotografía de Elena Poniatowska "clausurando" el Banamex del Centro Histórico. Dos intelectuales de izquierda que, cada uno a su manera, contribuyeron en enorme medida a la difícil construcción democrática de nuestro país. Pero ayer quedó clara como nunca la gran brecha que a ambos separa (y cada uno de ellos como metáfora de la clase intelectual mexicana en su conjunto): ayer se leía —y se sentía— la enorme diferencia que hay entre la inteligencia y el dogmatismo.

Woldenberg. En su editorial de ayer, el ex consejero presidente del IFE ilustra con gran lucidez lo que sucede con la política en la actualidad. Argumenta que ésta no se convirtió —como lo hubieran esperado los ilustrados— en un ejercicio dominado por la razón y la inteligencia: al contrario, las dinámicas propias del pensamiento religioso son las que han terminado por pautar la ejecución de lo político (puras cuestiones de fe, en las que la duda y el pensamiento autónomo son castigados con las llamas del infierno eterno). Escribe Woldenberg: "La política se ha convertido en una nueva religión (…) En las comunidades de la fe política caben todos (...) Sólo un requisito es necesario cumplir: no disentir, creer, seguir al mensajero, pasar a engrosar las filas de los fieles (...) Se trata de una comunidad abierta a recibir a todos porque su vocación es la de crecer, pero siempre a cambio de una sola y fundamental cesión: la autonomía de juicio".

Poniatowska. Y ahí, justamente ahí, vimos a "Elenita" hace dos días: en la profesión de fe que da a cambio de la autonomía de juicio, envuelta en el éxtasis de la feligresía invidente, en el frenesí de la verdad revelada por el nuevo evangelio de una izquierda a merced de su mesías. Ahí, Elenita: sacerdotisa de una causa que no quiere/puede cuestionar. Se ha lanzado a los pies de su redentor para lavárselos con el carísimo perfume de su fama y su prestigio. Apedreada por el subcomandante, Elenita es salvada en cadena nacional por López Obrador. Y de ahí en avante, la magdalena se arrepentirá de sus pecados pasados y dedicará sus días y sus noches a repetir el mágico mantra de los iniciados: fraude, fraude, fraude... amén. Y junto a Poniatowska de Magdala, vemos a todos los apóstoles haciendo últimas cenas cada día, acusándose los unos a los otros de traidores (a la causa, a la verdad, al maestro) y frotándose las manos porque alguno de ellos será el fundador de su futura iglesia. Así la fe y así la política de culto.

Las trampas de la fe. No puedo evitar la Respuesta a sor Filotea, en la que sor Juana defiende genialmente su autonomía de pensamiento para zafarse de las trampas de la fe: "Lo que sí es verdad que no negaré (porque, aunque sea contra mí, me ha hecho Dios la merced de darme grandísimo amor a la verdad) que desde que me rayó la primera luz de la razón, fue tan vehemente y poderosa la inclinación a las letras, que ni ajenas reprensiones —que he tenido muchas—, ni propias reflejas —que he hecho no pocas—, han bastado a que deje de seguir este natural impulso que Dios puso en mí: Su Majestad sabe por qué y para qué; y sabe que le he pedido que apague la luz de mi entendimiento dejando sólo lo que baste para guardar su Ley, pues lo demás sobra, según algunos".


yuriria_sierra@yahoo.com

Las elecciones y el racionalismo

Ciro Murayama
Crónica
21 de Julio de 2006

Hay una fórmula muy simple pero útil del racionalismo para conocer la veracidad de cualquier aseveración: toda afirmación para probarse cierta tiene que ser demostrada, mientras que toda negación es válida hasta que se demuestre lo contrario. Así, si digo que existen los fantasmas, para que sea algo más que una ocurrencia debo comprobarlo; en cambio, si digo que no existen los fantasmas, estoy en lo cierto hasta que alguien demuestre lo contrario y nos presente a un señor o señora fantasma. La ciencia es tal porque sustenta sus dichos: la existencia del átomo, la evolución de las especies, la erosión de la capa de ozono, la circulación de la sangre, que la tierra es redonda. En cambio, las religiones escapan del campo de la racionalidad porque sus axiomas prescinden de la demostración: Dios existe, venimos de Adán y Eva, tras la vida te espera el cielo o el purgatorio, etcétera.

Entre el racionalismo y los actos de fe hay un océano inmenso. A diario vemos y conocemos explicaciones racionales y otras fundadas en supercherías. Que si alguien no encuentra empleo no es por la situación del mercado de trabajo, sino porque su ascendente en el zodiaco no lo está ayudando, y así por el estilo.

Pero hay temas que conciernen a todos donde las aseveraciones más drásticas deberían pasar por el cernidor del análisis racional y no sustraerse al ámbito de la mera creencia. Un tema que merece ser tratado de forma estrictamente racional, es lo referido a lo que ocurrió en las elecciones.

De esta manera, quien diga que las elecciones fueron limpias lo debe de probar y lo mismo debe hacer quien afirme que hubo alteración de la voluntad popular –quedémonos con la última versión, es decir, la que descarta al “fraude cibernético” y reconoce, nada más el hecho “a la antigüita”.

Para sustentar que las elecciones fueron limpias, aporto los siguientes elementos:

1) El padrón electoral fue aprobado con el respaldo del conjunto de los partidos que lo escudriñaron, a nivel nacional, estatal y distrital. Nadie ha presentado a una sola persona, o proporcionado un nombre, de alguien que haya obtenido dos credenciales para tratar de votar dos veces, ni hay un solo caso de una persona excluida del padrón de forma arbitraria.

2) No hay una sola evidencia de “embarazo de urnas”. Esa coloquial expresión se refería a que, antes de iniciar la elección, la urna ya estaba rellena de votos a favor de cierto partido. Para evitar eso, se utilizan urnas transparentes que, además, se arman en el mismo lugar de instalación de la casilla al inicio de la elección. Imposible que contengan algo previamente.

3) Nadie pudo introducir “tacos” de boletas. Sólo se depositaron boletas electorales legítimas. Los votos se contaron el domingo 2 de julio y en los conteos distritales se volvieron a abrir 2,800 casillas y en ninguno de esos ejercicios alguien dijo que existieran boletas falsificadas a favor de uno u otro candidato —las originales tienen tantas medidas de seguridad como un billete y fueron producidas bajo estrictas medidas de seguridad en archivos gráficos de la nación—. Además los funcionarios de casilla y los representantes de los partidos cuentan las boletas antes de que inicie la votación para comprobar que no falte una sola y, por si fuera poco, las firman en su reverso y al hacer el conteo comprueban que se trate efectivamente de las boletas que ellos entregaron, una a una, a cada ciudadano que legítimamente acudió a votar.

4) No se puede votar más de una vez. Antes llegó a ocurrir que se organizaba un tour de grupos de personas por distintas casillas, en las que sufragaban una y otra vez. Ahora hay que identificarse con la credencial de elector con fotografía, aparecer en la lista nominal correspondiente y, luego de votar, cada ciudadano es literalmente marcado en el pulgar con un líquido indeleble que tarda en desaparecer varios días. Así, aunque alguien tuviera varias credenciales —supuesto difícil— y apareciera en la lista nominal de diferentes casillas –cosa prácticamente imposible porque el IFE opera un programa para evitar duplicados—, además se tendría que cortar el dedo pulgar para esconder la marca del líquido indeleble. Dudo que hubiera alguien en esa disposición.

5) Si de las maneras anteriores no se pudo hacer fraude, ¿cómo sí? Con la connivencia de: a) el presidente de casilla, b) el secretario de casilla, c) el primer escrutador de la casilla, d) el segundo escrutador de la casilla y, e) los representantes de los partidos. Es decir, de por lo menos cinco personas por casilla. Cuatro de las primeras, fueron ciudadanos sorteados —nacieron en enero— y capacitados para recibir la votación de sus vecinos. La quinta persona o la sexta —pueden ser más, porque en cada casilla, en promedio, asistieron al menos dos representantes de partidos diferentes— las escogieron los propios partidos. Es decir, tendría que haber, en una manzana, en un pueblo, al menos cinco ciudadanos elegidos al azar y por los partidos que resultaran ser, todos, unos perfectos corruptos. ¿Dónde ocurrió eso? No se reporta un solo caso.

Queda ahora que quien afirma que sí hubo fraude, lo pruebe.

ciromurayama@yahoo.com

Y sin embargo, de izquierda

Ricardo Raphael
El Universal
21 de julio de 2006

¿Es posible ser de izquierda sin renunciar a criticar a la izquierda? ¿Se puede estar en contra de los privilegios, de las oligarquías, de la moralina derechosa, sin que tal cosa implique renunciar a los juicios propios? ¿Tener derecho a creer en una causa y al mismo tiempo disentir de los caminos que se toman para defenderla?


No siempre la izquierda ha acusado a sus críticos de traidores o colaboracionistas, pero mucho se ha equivocado ésta cuando ha hecho de la fe, y no de la razón, su argumento principal.

En estos días de intolerancia cruzada es compatible oponerse a la derecha y mantener alerta las capacidades para evaluar a la izquierda. También lo es combatir la desigualdad y sentirse defraudado por el uso abusivo de las declaraciones infundadas.

Antes de continuar insistiendo en que durante la jornada del 2 de julio se perpetró un gran fraude electoral, Andrés Manuel López Obrador habría de darse un poco de tiempo para practicar el sano ejercicio de la autocrítica. De lo contrario, el erradero de su conducción política podría terminar siendo desastroso para el futuro de la izquierda mexicana.

¿No sería ya tiempo de asumir que la coalición Por el Bien de Todos también cometió errores durante la campaña electoral? Que no todo lo que hoy le está sucediendo es culpa del otro: del IFE, del tribunal, de los empresarios, de Cuauhtémoc Cárdenas, de Patricia Mercado, del EZLN, de los medios de comunicación, de Vicente Fox Quesada, de Felipe Calderón Hinojosa, etcétera.

Tengo para mí que antes de seguir andando por este camino tan accidentado, bien valdría la pena realizar un primer balance que permitiera evaluar serenamente el trato otorgado al líder moral del 88. Sopesar las razones por las que se extraviaron los servicios que el ingeniero Cárdenas podía haber prestado. ¿Qué habría sucedido de no haberse impuesto a Leonel Cota Montaño como presidente del PRD, o de haber mantenido abiertas las puertas para que los candidatos cardenistas llegaran al Senado por el Distrito Federal?

Quizá sea tiempo también para aceptar que, de haber mantenido cerca a alguno de "los grupitos", como despectivamente llama Carlos Monsiváis al partido que ahora encabeza Patricia Mercado, no andarían hoy los perredistas buscando votos hasta por debajo de las urnas. ¿Sabrán que no fue el supuesto protagonismo de la candidata socialdemócrata lo que originó el rompimiento entre ambas izquierdas, sino el rechazo conservador hacia las causas que, hace ya tiempo, ellos valoran como despreciables y marginales?

¿Habrán tomado conciencia de que la inasistencia al primer debate no fue una buena estrategia de campaña? Que al desairar, ofendieron a los electores más que al resto de los candidatos. ¿Se habrán dado cuenta ya de que colaboraron con el PAN para que la campaña del miedo echara raíces? Si los pobres también tuvieron miedo fue porque tanto el lobo como Caperucita lamentablemente se pusieron de acuerdo.

¿Habrán ya descubierto lo encerrados en sí mismos que estuvieron durante estos meses de contienda? ¿Tendrán claro que fue un error devolver tanta descortesía, desconfianza, y hasta paranoia, cuando alguien fuera de su círculo cercano les ofreció un diálogo franco?

¿Habrán ya evaluado el pésimo papel que hicieron algunos de los integrantes de su equipo de campaña? ¿El daño que hizo, con su frivolidad y soberbia, el vocero Federico Arreola? ¿O la lamentable imagen que dejó entre muchos el insufrible cretinismo de Leonel Cota Montaño (cuya estatura política sólo es comparable en este país con la de Manuel Espino Barrientos)?

¿Tendrán conciencia del autoritarismo que exudan por los poros algunos de sus más acérrimos defensores? ¿Habrán notado ya que entre sus dirigentes el número de agitadores es mayor que el de los argumentadores? ¿Serán lo suficientemente maduros para saber que si las sonrisas se convierten en puños ocurrirá en buena medida porque ellos así lo provocaron?

A pesar del enorme entusiasmo que entre los desposeídos despertó la candidatura de Andrés Manuel López Obrador, hoy porhoy la izquierda está en peligro. Lo está porque, de faltar a la verdad en sus denuncias, las expectativas terminarán estrellándose contra el muro de la imposibilidad. No ha de olvidarse que entre la euforia y la apatía puede haber sólo un paso. Sería injusto fracturar un futuro prometedor con tal de evitar, cueste lo que cueste, que en esta ronda otro ocupe la silla presidencial.

Profesor del ITESM

Corre, corre y no lo alcanza

Raúl Cremoux
El Universal
21 de julio de 2006

Serpentea entre toneladas de papeles; va de las computadoras a las sábanas colocadas a las afueras de 130 mil y pico de casillas. A veces se sumerge entre los cientos de tambos que contenían la tinta indeleble. Cuando se le cree atrapado en el algoritmo, pega un salto y se escurre entre casi un millón de secretarios, representantes, escrutadores, vigilantes y representantes de todos los partidos.


Ante la multitud la destemplada voz exige que le traigan pruebas del lugar en que se ubica; algunos en su entorno dicen que sin duda estará entre 30, quizás 50 mil actas. De esa convicción sale un par de gritos que retóricamente son impecables: "¡Voto por voto, casilla por casilla!". Por ahí debe de estar escondido, es cosa de ver bien y no como los observadores extranjeros que sólo vinieron a hacer el turista, puesto que no miraron adecuadamente. Si lo hubieran hecho, lo habrían notado.

Luego viene lo peor, muchos de los suyos, de esos que eran sus representantes, cedieron como Judas Iscariote ante las monedas de plata. Se vendieron antes de que cantara tres veces el desplumado gallo. Cientos, quizás miles se atragantaron con la deslealtad. ¡Qué infamia! Uno de sus fieles sugirió que el asunto era igual que en 1988 cuando el delicado sistema se vino por tierra. En ese entonces, el secretario de Gobernación era el mandón con voto de calidad. No había representación ciudadana en la Comisión Federal Electoral. Ahora es distinto, no hay nadie del gobierno, puros ciudadanos comunes.

¿Cómo buscar entre tanta gente que voluntariamente el domingo 2 de julio sacrificó la barbacoa, las chelas, el paseo a la feria con los niños? Habría que indagar bien entre ellos y sus mezquinos intereses. No, ya no está entre lo complejo de lo cibernético, pues los matemáticos, físicos y académicos dicen que por ahí no se puede, debe estar en otro lado; ahí en el origen de la votación, tal y como se hacía antes, a la manera "antigüita". Mejor en los dos sitios, bueno, en realidad hay que buscarlo en todas partes, dado que no lo encuentran.

Vienen las asambleas informativas y no hay mucho que probar, pero sí mucho que gritar y que insultar. ¿Quién se salva? La Presidencia es fuente de veneno, los partidos están siempre predispuestos al engaño, las televisoras fueron timadas, los periodistas están vendidos, muchísimos, millones de ciudadanos están equivocados; los jefes de Estado extranjeros son ignorantes, el tribunal sólo puede entregar los laureles del triunfo a quien, desde hace años, pide lo den por muerto. ¿Y si se investigara entre todo ese dinero gastado en las campañas? Es altamente probable que por ahí se pueda desenhebrar la madeja. Los ricos siempre son sospechosos.

Ahí entre ellos y sus cuentas bancarias pudiera haberse refugiado o quizás pueda estar entre tantos pobres que desde sus rincones ven con envidia los segundos pisos del Periférico, en donde circulan muchos autos lujosos. Quizás es cosa de averiguar. De repente pareciera estar en las iglesias en contubernio con los curas y hasta en las escuelas religiosas y de ultraderecha.

Miradas de cerca esas montañas más bien parecen molinos de viento. La lucha debe continuar y hay que seguir corriendo aquí y allá, aunque se atropelle al líder "virtualmente" ganador. Júrenlo ustedes, por ahí debe estar, es cosa de buscar bien: ese gigantesco fraude no puede seguir en lo oscurito. Hay que encontrarlo por el bien de la patria.

cremouxra@hotmail.com
Escritor y periodista

Los demócratas

Sergio Sarmiento
Reforma
21 de Julio del 2006

“No hay democracia sin demócratas”.
Anónimo

Las cosas eran distintas en ese entonces. Jorge Alcocer, director general de la revista Voz y Voto, rememora en el programa de televisión Quinto Poder la situación que vivían los representantes del Frente Democrático Nacional que apoyó la candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas en los comicios de 1988.

En uno de los consejos de distrito, cuando se cantaban los resultados que había que sumar, el secretario general simplemente añadía un cero a las cifras del PRI. Los representantes del FDN protestaron por ese fraude que se realizaba directamente frente a sus ojos y que podía verificarse nada más con cotejar los resultados y las cifras de las actas.

El presidente del consejo no aceptó las protestas y pidió, en cambio, que se sometiera a votación “democrática” si debían o no quedar los resultados tal y como los había asentado el secretario general. La automática mayoría priista en el consejo aprobó mansamente las cifras “enriquecidas”.

Más adelante, cuando los representantes del FDN volvieron a protestar porque el secretario general seguía añadiendo ceros a los resultados del PRI, un molesto presidente del consejo se volvió hacia ellos y los increpó: “¿En qué quedamos? ¿Qué no somos democráticos? Eso ya se votó”.

Tenemos que reconocer que las cosas hoy son muy distintas. Pretender comparar el 88 con el 2006 es simplemente cerrar los ojos a la realidad. Pero hay muchos que no quieren aceptarlo. A veces parece que, tras conseguir la democracia, nos hemos quedado sin demócratas.

Afortunadamente no es así. Gilberto Rincón Gallardo, ese legendario luchador por la democracia y las causas sociales, encarcelado en 1968 por el régimen de Gustavo Díaz Ordaz, advierte en ese mismo programa de Quinto Poder que hay que tener mucho cuidado de no echar para atrás los logros de muchos años de sacrificio para construir una democracia real.

Que haya manifestaciones y protestas, eso no importa, dice Rincón Gallardo. El problema fundamental de este momento es que, por tratar de deslegitimar un resultado electoral, se eche para atrás el esfuerzo de muchos años por crear un sistema en que los ciudadanos son los responsables de contar los votos.

José Woldenberg, luchador también en las causas democráticas de los años 70 y 80, miembro del comité ejecutivo del Partido Mexicano Socialista que formó parte del FDN en 1988 y un magnífico presidente del Instituto Federal Electoral de 1996 a 2003, descarta en varias entrevistas la posibilidad de que haya habido un fraude en los comicios de este 2006.

La idea de que exista un algoritmo que haya podido cambiar los votos de López Obrador por sufragios a favor de Calderón en un fraude cibernético la desecha como una simple fantasía. Y en cuanto al conteo físico de los votos, señala que no es posible comprar a todos los que estuvieron en las casillas. “Yo sí confío en los ciudadanos”, afirma.

En medio de la cacofonía que nos invade en este momento, me da gusto escuchar las voces de viejos demócratas como éstos. No son gente que se deje llevar por el último caudillo o por el imperio de lo políticamente correcto. No son políticos que acepten dogmas.

En 1988 ellos estaban en la trinchera luchando contra un fraude electoral real y tratando de construir una democracia cuando muchos de quienes hoy afirman que ha habido un fraude en contra de López Obrador defendían las burdas maniobras del Estado priista. Y es saludable ver que, aun con el paso del tiempo, incluso cuando los antiguos defraudadores protestan contra el supuesto fraude de este 2 de julio, ellos se siguen colocando inequívocamente del lado de la democracia.

Hay voces que se lamentan que México esté hoy viviendo una democracia sin demócratas. Y es verdad que muchos políticos no tienen pudor en atacar a la democracia en supuesto nombre de la democracia si eso les permite llegar al poder.

Pero deberíamos también celebrar que, a pesar de todo, seguimos teniendo a muchos demócratas a nuestro alrededor. Son hombres y mujeres que están dispuestos a defender el principio de que una elección se gana o se pierde por un voto: que aceptan que los ciudadanos se pueden equivocar, y que precisamente por eso se ha creado un Tribunal Electoral que ventile las quejas surgidas de los comicios, pero que saben que un millón de ciudadanos no participarían en un fraude sin protestar.

En estos últimos días que he tenido oportunidad de escuchar a Rincón Gallardo, a Alcocer y a Woldenberg he dejado atrás el pesimismo que empezaba a invadirme. Quizá tenemos una democracia imperfecta: finalmente todas lo son. Pero mientras contemos en nuestro medio con demócratas como éstos, que fueron objeto de persecución real por sus esfuerzos para construir la democracia y que hoy siguen creyendo en ella aunque ya no sea políticamente correcto, no me queda duda de que la democracia aún tiene futuro en nuestro país.

sarmiento.jaquemate@gmail.com

López Obrador se queda solo

Diario ABC (España)
Editorial
20/07/2006

El líder populista mexicano Andrés Manuel López Obrador ha causado a su país un daño inmenso del que solo la sensatez de una inmensa mayoría podrá librarlo. México acababa de salir de más de un siglo de dictaduras en las que las elecciones eran procedimientos simulados que carecían de legitimidad, y cuando intentaba cimentar la solidez institucional para emprender firmemente el camino de la democracia, la irresponsable actitud de este dirigente político ha puesto al país en una situación de infarto y ha logrado minar el prestigio del Instituto Federal Electoral, que fue creado como la piedra angular del sistema político de México, tan dado a las suspicacias. López Obrador se ha comportado como la madre mezquina de la parábola salomónica y no le ha importado pedir que la espada parta en dos al hijo en disputa, antes que reconocer que los votantes han decidido que no era para él. Ha apostado por la calle, la pancarta y el griterío y ha sumido a un país entero en la incertidumbre diciendo que de todos modos no aceptará ni resultados ni sentencias, porque sigue afirmando que el proceso electoral estaba viciado desde el inicio. Pocas veces se ha visto en un país civilizado semejante despropósito político.

Como era de esperar, después de la confusión inicial el insensato dirigente se ha ido quedando solo, conforme se ha visto que sus denuncias carecían de solidez. Los países más importantes del mundo han reconocido la victoria de Felipe Calderón porque los observadores internacionales confirmaron que los comicios se desarrollaron de forma limpia y correcta y los resultados fueron proclamados legítimamente por el Instituto Federal Electoral. El recuento revisado en las urnas consideradas «dudosas» ha aumentado incluso la ventaja de Calderón, aunque, como era de esperar, los representantes de López Obrador insisten en contestar incluso los datos de este conteo minucioso. Al final, su terquedad no ha dejado más salida que enviar las reclamaciones al Tribunal Supremo Electoral, en cuyas manos está ahora la decisión final, que de todos modos no será la de recontar «voto por voto» como pretende el candidato derrotado.


Se diría que en estos momentos el único que no cree que México sea un Estado de Derecho es precisamente López Obrador, que sigue empeñado en tensar la cuerda amenazando con un estallido social, con la esperanza poco disimulada de lograr que se repitan las elecciones. Lo más probable es que los comicios se repitan, pero dentro de seis años, y es de esperar que para entonces la estrambótica figura de López Obrador solo sea un mal recuerdo de los mexicanos. Si esto es lo que ha hecho en las elecciones, ¿qué no habría sido si hubiera llegado a la Presidencia? Él mismo se ha encargado de confirmar los rumores que vaticinaban que a México y al continente americano les venía muy mal la radicalidad de un dirigente que, visto está, no sabe perder.

20 de julio de 2006

López Obrador comienza a perder seguidores

Ciro Gómez Leyva
Milenio - La historia en breve
18/07/2006

Hoy, la realidad le indica que sus 15 millones de votantes no lo van a seguir por arte de magia, ni a cualquier lugar ni a cualquier precio…

Frente a la fraseología y la superstición, siempre será útil salir a preguntarle a la gente qué es lo que piensa y luego ordenar sus respuestas.

GEA/ISA (la firma encuestadora que, a partir de los números que conocemos, obtuvo el mejor porcentaje de acierto en las elecciones de hace dos semanas) efectuó entre el 8 y el 10 de julio mil 152 entrevistas en domicilio, que arrojan resultados significativos.

En primer lugar, 15 por ciento de las personas que votaron por Andrés Manuel López Obrador piensan que las elecciones fueron limpias, y 8 por ciento no tienen opinión al respecto. Si esto se proyecta al mundo de carne y hueso, puede afirmarse que, nada más en el arranque de las impugnaciones, López Obrador perdió entre 2 y 3 millones de seguidores; 2 ó 3 millones de votantes que no creen en las pruebas de fraude que está presentando su candidato.

Relevante, también, es que sólo otro 15 por ciento, sólo otros 2 millones de personas que votaron por el abanderado de la coalición Por el Bien de Todos, están a favor de que se anulen las elecciones.

Y algo más: 23 por ciento, es decir, más de 3 millones de ciudadanos que sufragaron por López Obrador, no ven con buenos ojos la convocatoria a movilizaciones.

No sorprende, por lo mismo, que a la pregunta de por quién votaría si hoy se celebraran las elecciones, la ventaja de Felipe Calderón se amplíe a 8 puntos: derrotaría a López Obrador por 43 a 35. En la última encuesta de GEA/ISA previa al 2 de julio (difundida el 22 de junio), el panista superaba al perredista por sólo 2 puntos.

Cuando hace cuatro meses las encuestas comenzaron a marcar que el probable triunfo de López Obrador no sería holgado, e incluso estaba en riesgo, él descalificó esas mediciones. Ahí están las consecuencias. Hoy, la realidad le indica que sus 15 millones de votantes no lo van a seguir por arte de magia, ni a cualquier lugar ni a cualquier precio.

No todos los que votaron por López Obrador comparten la idea del fraude. Y 3 millones de ellos, 3 veces la gente que lo vitoreó el domingo en el zócalo, se oponen a la estrategia de trasladar a las calles un asunto que es dirimible en los tribunales.

Allá él si, por segunda ocasión consecutiva, no lo quiere tomar en cuenta.

¿A qué suena un fraude?

Denise Maerker
Excélsior - Atando cabos

20-07-06

El único que podrá determinar si hubo o no fraude en las pasadas elecciones del 2 de julio es por supuesto el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Lo que pensemos todos los demás es prácticamente irrelevante. Sin embargo, en nuestra vida social actualmente es un tema sobre el que se nos exige prácticamente que todos tengamos una opinión. Y es que este caso se ha convertido en un acto de fe, en una declaración pública de pertenencia a un grupo. Si queremos ser parte o ser considerados parte de un grupo determinado, ya sabemos cuál es la respuesta correcta. Pero más allá de los círculos más apasionados, la mayoría observa la discusión sin saber muy bien a qué agarrarse para responder a la pregunta: ¿Tú piensas que hubo fraude? Desde luego cualquiera de nosotros se puede hacer una opinión al respecto escuchando a las diferentes partes involucradas: IFE, coalición, PAN. Pero si queremos ir más a fondo, superando el nivel de la fe, ¿en qué elementos nos tenemos que fijar? Propongo esta lista de preguntas que todos se pueden hacer para responder si el 2 de julio existían condiciones para que se diera un fraude.

1) La composición de los órganos electorales. ¿Quién tiene a su cargo las elecciones? Durante años las elecciones estuvieron a cargo del Consejo Federal Electoral que encabezaba el secretario de Gobernación y donde invariablemente el PRI tenía mayoría. Hoy el IFE lo encabezan consejeros ciudadanos que independientemente de las críticas que se les puedan hacer han votado en muchos asuntos de manera dividida.

2) Organización de la elección: el 2 de julio. ¿Hubo denuncias sobre la instalación de las casillas? En elecciones competidas anteriores, las acusaciones sobre los temas más variados llovían desde el mediodía de la jornada electoral: que se había cambiado la ubicación de las casillas; que no se había permitido la presencia de los representantes de los partidos de oposición; en ciertas casillas se denunciaba tortuguismo de los funcionarios para desalentar la participación; enfrentamientos y violencia en ciertas casillas.

3) La experiencia personal. ¿Cómo vio la organización el día que fue a votar? ¿Qué le dicen sus amigos, familiares y vecinos? ¿Vio acarreo de votantes? El acarreo solía ser muy visible y denunciado desde el mismo día de la elección.

4) ¿Qué cuentan los medios? Desde luego es un tema difícil porque, durante años, salvo muy honrosas excepciones, no dijeron nada. Pero siempre ha existido al menos un periódico, una revista que consignara desde el día después de las elecciones las historias de cómo se impidió votar a algunos ciudadanos que tenían derecho; o se narraban las correrías de grupos que, haciendo ruido y sin vergüenza, iban a votar de casilla en casilla; los muertos que sufragaban; los vivos que habían sido convenientemente recortados del padrón y las urnas que estaban llenas desde la apertura de la casilla.

5) Los resultados. ¿En qué se basan los candidatos para declararse ganadores? En esta elección, por ejemplo, algún día nos tendrá que explicar Martí Batres de dónde sacó sus datos para gritar en el Zócalo, la misma noche del 2 de julio, que López Obrador tenía cuatro puntos de ventaja.

6) ¿En manos de quién se quedan los paquetes con la votación?

7) ¿En cuántas casillas la oposición tuvo presencia y por lo tanto copia del acta? Ayer el IFE dio a conocer que, el 2 de julio, en 95% de las casillas hubo representantes de al menos tres partidos y coaliciones.

8) El conteo. ¿Cómo y dónde se lleva a cabo la suma de los datos que contienen las actas?

9) ¿Qué opinión tienen de esta elección las personas a las que usted respeta? Por supuesto, en este caso la denuncia de López Obrador y de su equipo ha influido en un número muy importante de personas que simplemente creen en él.

10) ¿Cuántos partidos, además del que denuncia el fraude, están apoyando el movimiento de protesta? Aquí vale recordar que en 1988 el PAN y Clouthier se unieron al reclamo de Cuauhtémoc Cárdenas. Rosario Ibarra de Piedra, candidata del PRT que había rechazado unirse a Cárdenas, no aceptó el registro que le ofrecían y apoyó las protestas por el fraude.

11) ¿Cuál es la solidez de las pruebas de quienes reclaman el fraude? Este es un punto difícil. Como ciudadanos, no somos expertos. Sin embargo antes los partidos no tenían siquiera copias de las actas, para defenderse. Hoy el principal reclamo es que se falsificaron las actas. Y eso para el Tribunal es fácil de resolver. Existen muchas copias de las actas en manos de los partidos y de las autoridades.

12) Opinión de la prensa internacional. En estos casos la mirada exterior es muy útil.

Podría incorporar muchas preguntas más. El Cofipe es en realidad un fabuloso recuento del miedo al fraude. Todas las prohibiciones que establece surgen de lo más oscuro de nuestra historia. Por eso es voluminoso y complejo. Es un monumento a los fraudes cometidos anteriormente.

Al día de hoy no veo elementos claros de que hubo un fraude el 2 de julio pasado. No dudo que muchas actas contengan errores aritméticos, como los llaman, pero no logro ver cómo es que en 60 mil casillas o más los funcionarios ciudadanos, en presencia de los representantes de los partidos, pudieron haber actuado de manera organizada para dañar a un candidato.

El fraude solía oírse y verse claramente. Dejaba huellas. Ahora hay que buscarlo.


denise.maerker@nuevoexcelsior.com.mx

La carta de la violencia

Jorge Fernández Menéndez
Excélsior - Razones
20-07-06


Carlos Monsiváis inició su panegírico dedicado a López Obrador el domingo pasado recordando a José Stalin. No estuvo mal, pero, en realidad, para acercarse más al personaje en cuestión tendría que haber invocado a Benito Mussolini (cuántas similitudes en los desplantes del ex candidato con Il Duce, en el desprecio a las leyes y las instituciones, en el trato con sus colaboradores, en la visión del mundo en blanco y negro, en la manipulación de la gente, incluso en la copia de la Marcha sobre Roma tropicalizada como la Marcha sobre el DF) o a nuestros mucho más cercanos, en tiempo y espacio, Hugo Chávez o Fidel Castro. Porque López Obrador mismo reforzó esa imagen en su discurso cuando lanzó una grosera amenaza contra Felipe Calderón, su familia y sus allegados. Fue un exabrupto, equivalente a aquel "cállate, chachalaca", que le costó tanto electoralmente. Peor aún, lo hizo inmediatamente antes de convocar a la resistencia civil contra las elecciones y enmedio de carteles que, "con todo respeto", como diría AMLO, pregonaban: "Haz patria, mata a Felipe".

Fue tan burda, tan peligrosa, la expresión de López Obrador que al día siguiente trató de justificarla en una entrevista con Miguel Ángel Granados Chapa, donde sólo logró enredarse aún más. Sus operadores entonces recurrieron a un expediente extremo: en su página oficial de internet retiraron la frase en cuestión del discurso, como si ésta nunca hubiera existido (¿recuerdas, Monsiváis, cuando Stalin ordenó borrar de todas las fotos a Trotsky y Bujarin?) y comenzaron a negar que la hubiera pronunciado... pese a que estaba grabada y se había mostrado en prensa, radio y televisión.

Ese domingo, López Obrador llamó a la "resistencia civil" y dijo que el lunes informaría sobre cómo se desarrollaría la misma y quiénes la coordinarían. Hemos llegado al jueves y nadie sabe qué sucederá con ello, pero lo cierto es que un grupo de provocadores, el martes, siguiendo las instrucciones de su líder, agredieron a Calderón y sus colaboradores al salir éstos de un acto cerrado con un grupo de sindicalistas. Más grave aún, López Obrador, quien sigue quejándose de que no tiene espacio en los medios, tuvo una corta entrevista de 50 minutos con Carlos Loret de Mola y, cuando fue interrogado sobre el incidente, no sólo no lo lamentó ni rechazó esos hechos de violencia realizados en su nombre, sino que los justificó y agregó que se generalizarían si no se cumplían sus demandas. Como había dicho también el domingo otro futuro desempleado, Manuel Camacho, "las sonrisas se convertirán en puños" si no se acepta la demanda perredista que consiste, lisa y llanamente, en que se le otorgue el triunfo a López Obrador o se anulen las elecciones. Un día después, ayer miércoles, Alejandro Encinas tuvo que salir a decir que lamentaba el incidente e incluso que le ofrecía seguridad nada más y nada menos que de la SSP-DF a Calderón. ¿Quién dice la verdad: López Obrador amenazando a Calderón, su familia y sus colaboradores; Camacho amenazando con "los puños" de sus simpatizantes, el propio López justificando y advirtiendo sobre más agresiones o Encinas lamentándolas? Y que nadie nos diga que los provocadores son grupos de espontáneos, porque todos sabemos cómo mueve la estructura del PRD a esos contingentes y cómo con la sola palabra de López Obrador se podrían frenar las agresiones. Ayer mismo, a unas cuadras de donde fue agredido Calderón, otro contingente, pero éste encabezado por la ahora combativa Elena Poniatowska bloqueó las oficinas de Banamex.

En la misma lógica de lanzar un disparate tras otro, el lunes, López Obrador descubrió que lo que había dicho durante dos semanas consecutivas no era verdad. Dijo después del 2 de julio que se había dado un fraude cibernético y por eso no había sido detectado por los representantes de casilla y de partidos. Pero ya este lunes "descubrió" que siempre no, que hubo un fraude a la "antigüita", con relleno de paquetes electorales y urnas: ¿cuándo, cómo, en qué circunstancias, basado en qué pruebas? No lo dijo.

Lo que sucede es que si no hubo fraude cibernético (en parte porque no lo pudo justificar, ya no hablemos de probar) y se pasó al fraude a la "antigüita", el ex candidato queda peor: a la "antigüita" se podía hacer fraude porque ocurría lo que López Obrador quiere que se haga ahora: concentrar todos los votos en un solo lugar donde se pudieran manipular. Desde las reformas del 94, el IFE no sólo es autónomo, sino que además se pulverizó el conteo en las 135 mil casillas electorales para que nadie pudiera manipular los votos y el conteo y, si eso ocurría, sería en porcentajes que no alterarían la elección porque los partidos tienen representantes en todas las casillas y los funcionarios de las mismas son un millón de ciudadanos imposibles de manipular o corromper.

El martes, el IFE informó que en 95% de las casillas hubo por lo menos representantes de dos partidos y la coalición Por el Bien de Todos los tuvo en 85% de las casillas. Todos esos representantes firmaron y avalaron el conteo voto por voto. Y el domingo de la jornada electoral no hubo impugnaciones por irregularidades en la votación por el conteo en esas 135 mil casillas. El fraude a la antigüita, como ahora dice López Obrador, simplemente es imposible, salvo que se afirme que alguien logró corromper a un millón de ciudadanos elegidos aleatoriamente y a otro millón que representaba a los cinco candidatos participantes, incluidos los de López Obrador. Entre provocaciones, agresiones, amenazas, mentiras, es imposible no ir quedándose cada vez más solo.


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www.mexicoconfidencial.com

Fox Maquiavelo

Sergio Sarmiento
Reforma - Jaque Mate

20 de Julio del 2006

“Es doble placer
engañar al engañador”.
Maquiavelo

¿Dónde nos cambiaron a Vicente Fox? Como lo señalaba el lector Francisco Quiroz en un correo, los partidos de oposición, y en especial el PRD, han presentado al Presidente a todo lo largo del sexenio como un hombre torpe e ineficaz que difícilmente puede andar y mascar chicle al mismo tiempo. Ahora resulta, sin embargo, que los propios colaboradores de Andrés Manuel López Obrador lo describen como un político que habría envidiado el propio Maquiavelo.

Los integrantes de la alianza Por el Bien de Todos, efectivamente, nos dicen que el Presidente Fox ha realizado un fraude maquinado que habría dejado en ridículo a los grandes operadores políticos de todos los tiempos.

Según sus acusaciones, el Presidente primero nos habría hecho creer a todos que su candidato a la Presidencia de la República era Santiago Creel, cuando el delfín real era Felipe Calderón. Después de todo, no puede pensarse que quien ha montado una elección de Estado tan compleja como la que supuestamente hizo Fox hubiera permitido que un ex subalterno, a quien despidió de su gabinete por desobediente, le arrebatara la candidatura de su propio partido.

No sorprendería que Fox hubiese supuestamente comprado a los nueve consejeros del Instituto Federal Electoral. Es relativamente fácil cooptar a nueve individuos sin dejar huellas. Pero más complicado habría sido corromper a miles de consejeros de distrito y a decenas de miles de funcionarios de carrera del IFE, cuya complicidad habría sido imprescindible para ejecutar y ocultar el fraude.

En la conjura debieron haber entrado también miles de observadores electorales nacionales y cientos de expertos internacionales que los asesoraron. Sólo así se explicaría por qué, como dijo López Obrador, observaron todo pero no vieron nada.

Todavía más difícil debe haber sido meter en el fraude a los más de 100 mil representantes de la alianza Por el Bien de Todos que estuvieron en las casillas el día de la elección. Coincido con López Obrador: muchos pudieron haber sido comprados. Pero corromperlos a todos, especialmente si consideramos que en su mayoría se trataba de militantes o simpatizantes del PRD, debe haber sido una tarea monumental. Sin su complicidad, sin embargo, el fraude habría sido imposible, porque ellos hubieran asentado las irregularidades en actas de protesta que simplemente no se elaboraron. Lo más sorprendente es que se les corrompió sin que uno solo hubiese rechazado el pago y denunciado el intento.

De poco habría servido comprar a los representantes de la alianza si no hubieran estado también en la nómina unos 400 mil representantes de otros partidos y 900 mil ciudadanos funcionarios de casilla que, de otra manera, habrían sido testigos del fraude “a la antigüita” y lo habrían denunciado. La operación debe haber sido particularmente perfecta porque ni uno solo del más de millón de mexicanos que participaron en la elección ha dicho públicamente: “A mí me trataron de comprar, pero rechacé la oferta”.

El fraude, sin embargo, necesitaba todavía más para tener éxito. Había que comprar a los principales encuestadores del país para que sus sondeos y conteos rápidos se cucharearan y salieran empatados o con ligeras ventajas para Felipe Calderón. También había que corromper a los miles de representantes del IFE en las casillas desde donde se transmitieron los resultados del conteo rápido oficial que desde un principio dio una pequeña delantera a Calderón. Y en la compra había que incluir también a los respetados científicos que participaron en el comité técnico de este conteo rápido.

Mucho se ha hablado ya de ese algoritmo misterioso -que seguramente le ganará un Premio Nobel o un Premio Fields a su inventor- que transformó los votos de López Obrador en sufragios por Calderón en el PREP. Pero además de corromper a los operadores del programa y a los prestigiados expertos que lo supervisaron, debió aplicarse una increíblemente compleja operación para que el resultado del PREP correspondiera con casi total exactitud con el conteo rápido, con el recuento físico de las boletas que se hizo en las casillas y con la suma de actas que se llevó a cabo en 300 consejos distintos en el país. La precisión es especialmente sorprendente si tomamos en cuenta que, en los consejos, se abrieron y recontaron 2 mil 800 paquetes a instancias del PRD.

Yo tengo dudas muy serias de si realmente existió ese fraude de Estado, pero si tuvo lugar ya nadie podrá cuestionar al Presidente por su supuesta falta de inteligencia. Estaríamos, de hecho, frente a uno de los grandes genios de la historia. Después de todo, hacer un fraude no es difícil, pero hacerlo con tanta precisión, a pesar de las enormes salvaguardas del sistema electoral mexicano y sin dejar huellas, es algo que sólo una mente privilegiada podría lograr.

Pero ¿es verdad que no quedaron huellas? Por supuesto. Si las hubiera, López Obrador no estaría todavía tratando de decidir si el fraude fue cibernético o a la antigüita.

Descartado

Por lo pronto, los inversionistas están descartando que pueda haber problemas de fondo en México. Sólo así se entiende que la Bolsa Mexicana de Valores haya avanzado más de 5 por ciento ayer.

sarmiento.jaquemate@gmail.com

¿Dos Méxicos?

Germán Dehesa
Reforma
20 de Julio del 2006

En Estados Unidos hay muchísimos ricos, pero también muchísimos pobres; pero a nadie se le ha ocurrido hablar de dos Estados Unidos (¡imagínense!, si ya con uno nos va como nos va; claro que habría más espacio para la migración, pero creo que el mundo no resistiría la duplicación de los gringos). Del mismo modo, me parece apresurado y simplista que los académicos agarren nuestro maltratado mapa, tracen una línea imaginaria, pinten de azul lo de arriba, pinten de amarillo lo de abajo y declaren que hay dos Méxicos a punto de entrar en colisión a raíz de la pugna entre Felipe y Andrés Manuel (a) el Divino e Infatigable Verbo.

A mí, háganme el C. favor de no meterme en sus broncas y de no embarcarme en su sonsera de los dos Méxicos. Yo aprendí a querer a un solo México indivisible, explotado, clasista, discriminador, hermoso, transido de prodigios y de horrores, pero habitado siempre por un fulgor de amanecer. Yo conozco a mi patria de punta a punta. Viajo por su bronco territorio desde hace más de 50 años y en ningún lugar, llámese San Luis de la Paz, Guanajuato, o San Cristóbal, Chiapas, o Cd. Obregón, Sonora, o Monterrey (mi amado Monterrey), Nuevo León, y en pueblos y ciudades me he sentido como en mi casa y a veces hasta mejor, porque luego en nuestra casa nos tratan como si fuéramos perros de color café pastel. Entonces, no me vengan a mí con historias. Hay muchísimos fregados en el sur, pero el norte tiene también su buena cuota de miseria, pero en ambas direcciones he asistido a la formación, no tan veloz como uno quisiera, de una honrada clase media que carga en sus espaldas a todo el País y esto lo aceptamos de buen grado; pero además carga con una impresentable y lastimosa clase política que incluye a Niños Verdes, a líderes carismáticos, a burócratas del alarido y a dirigentes de Partido quienes, a la mera hora de los cocolazos, se van a la Riviera Maya (¿no habrán encontrado otro topónimo más mamón?) a descansar de sus inútiles, quizá inexistentes esfuerzos, o se ausentan para recorrer el camino de Santiago. Mantener a esta bola de babosos es lo que realmente nos trae tan enchilados.

Los pobres bien pobres no pagan impuestos, los ricos bien ricos, quizá por el mal ejemplo que les ponen los pobres, tampoco pagan, o no pagan lo que tendrían que pagar (una pregunta suelta: ¿Vázquez Raña, tan bien amado por la Presidenta, pagó lo que Excélsior le debía a Hacienda?); para el apetito de Paco Gil sólo quedamos los de la clase media, que tenemos que becar a ricos y a pobres. Esto sí da muina, o mohína, que es la palabra original que sólo sobrevive en el sustantivo mohín.

¿De qué color se pintan las clases medias?, ¿somos del México amarillo, o del México azul? Aunque nunca nos dejan hablar puesto que somos “burgueses” y “clasemedieros”, respondo que somos y queremos seguir siendo del México de todos los colores creados y por crear; de toda esa gama inmensa que nos proponen los contados amaneceres y los memorables atardeceres que la patria nos regala en nuestra corta, muy corta, existencia. Me da pena decirlo, pero el azul claro me parece el color de la cursilería y el amarillo lo recibo como mentada de madre. México es más, mucho más.

A nosotros los burgueses también nos duelen las cosas, también nos concierne México y también nos alarman las señales de violencia. Un lector tontísimo que se apellida Kindergarten o algo así me acaba de enviar un mensaje que dice: usted será el responsable de la sangre que se derrame. Diré como Siddharta: ¡ashingá!, ¿y yo por qué? Lo vuelvo a decir de una vez y para siempre: jamás festinaré ni justificaré la violencia de los azules, ni de los amarillos. Esto continuará.

[..]

german@plazadelangel.com.mx

Agresividad

Catón
Reforma - De Política y Cosas Peores
20 de Julio del 2006

Hay quienes se molestan al advertir las contradicciones en que continuamente incurre López Obrador. La última fue haber declarado en una entrevista radiofónica que el fraude electoral de que se dice víctima no fue cibernético -cosa que siempre había sostenido-, sino “a la antigüita”, cometido en las casillas el día de la elección. Seguramente sus asesores le hicieron ver la inconveniencia de afirmar tal cosa en vista de la naturaleza de las impugnaciones presentadas ante el Trife por el PRD. El caso es que AMLO se patraseó otra vez, para decirlo con expresión de uso en Tabasco, donde “patrasearse” equivale a recular, a desdecirse. Ahora López Obrador manifiesta que (siempre sí) el fraude fue cibernético… pero también a la antigüita. Algunos ven inconsistencia en el discurso del candidato perredista, y se preocupan por lo errático de su pensamiento. A mí eso no me inquieta. Lo que me intranquiliza es la creciente agresividad de sus palabras, y la condonación que hace de la violencia a que recurren sus partidarios para manifestar su descontento. No pudo ser más desafortunada la mención que AMLO hizo de la familia y los hijos de Felipe Calderón. Hay dos posibilidades: que en sus palabras López Obrador haya puesto una sugerencia de amenaza, en cuyo caso estaríamos en presencia de una canallada, o que no les haya dado intencionadamente esa connotación violenta, en cuyo caso estaríamos en presencia de un imprudente líder político que no piensa lo que dice ni mide el alcance de sus pronunciamientos. Ciertamente ninguno de los dos extremos favorece a López Obrador. Tampoco lo favorece la ligereza -cinismo, diría alguien más claridoso que yo- con que descalificó la preocupación suscitada por la acción violenta de algunos partidarios suyos que injuriaron y amenazaron a Calderón y atacaron el vehículo en que iba. No nos pongamos tan exquisitos, dijo. Desde luego es imposible que un líder controle a todos aquellos que le siguen, pero López Obrador no descalifica esas manifestaciones violentas, antes bien parece aprobarlas. Con eso hace más graves las tensiones que ha creado no con sus impugnaciones, que son un recurso legal, sino con su actitud de menosprecio a las instituciones y a la ley, y con su tolerancia a la violencia. Cuando en un movimiento aparecen carteles con la leyenda “Haz Patria, mata a Felipe”, tiempo es de preocuparse y de lamentar que México se vea en esta coyuntura. En recta conciencia nadie puede pensar que en manos así debe quedar este país… El detective le pregunta al asesino en serie: “-¿A cuántas personas mató usted?”. “-A cinco” -responde el criminal. “-Miente -le dice el investigador-. Excavamos en el sótano de su casa y encontramos 15 cadáveres”. “-Bueno -se justifica el hombre-. Tome en cuenta que soy contratista. Lo que le dije era solamente un estimado”… Estaban tres bebés en el cunero. Uno de ellos era Pepito. Le pregunta alguien al primer bebé: “-¿Eres niño o niña?”. “-Niña”. “-¿Cómo lo sabes?”. “-Porque traigo calcetincitos color de rosa”. Le preguntan al segundo bebé: “-¿Eres niño o niña?”. “-Niño”. “-¿Cómo lo sabes?”. “-Porque traigo calcetincitos azules”. Le preguntan a Pepito: “-Eres niño o niña?”. “-Niño” -responde él sin vacilar. Dice quien le preguntaba: “-¿Cómo sabes, si no traes calcetincitos?”. Y contesta Pepito: “-Porque tengo mis atributos tan grandes, que no me dejan ver si traigo calcetincitos azules o color de rosa”… FIN.

afacaton@prodigy.net.mx

No al tercer conteo

Enrique Canales
Reforma
20 de Julio del 2006

La agresión contra Felipe es una agresión contra el 60 por ciento de la población que no considera necesario hacer un tercer conteo porque ya contaron voto por voto los representantes del PRD en cada casilla y, luego, en los casos de dudas, ya se volvieron a contar voto por voto en cada Distrito Electoral. ¿Cuántas veces quieren contar? Andrés Manuel confirma que es un peligro porque está provocando las agresiones para aumentar su chantaje.

Por el mismo motivo que López Obrador pide ahora un tercer conteo total, también cualquier candidato podría pedir un cuarto conteo total. Pues el motivo es que AMLO no acepta lo que contaron sus representantes y los acusa de estar vendidos y coludidos, lo cual lo hace sujeto a ser demandado por difamación. Pero si El Peje ya no confía en el IFE, y dice que tampoco confiará en el Trife, a menos que se doblegue a sus caprichos, ¿a qué estamos jugando? A matar a la democracia e imponer la violencia.

Andrés Manuel nos ha insultado a todos, a Felipe, al IFE, al Estado, a las instituciones, y amenaza con soltar los demonios para destruir nuestra estabilidad política, económica y financiera, a menos que todos nos rindamos ante sus requisitos irracionales. Hasta parece que López Obrador le está aprendiendo a los maestros huelguistas de Oaxaca que solicitan sus demandas bajo chantaje destructivo. Cuidado. Los tranquilos también nos sabemos alborotar para defender a nuestras instituciones. Cuidado.

Tantas veces ha mentido Andrés Manuel, que parece otra gran mentira el decir que si se vuelve a contar voto por voto, ahora sí ya dejarán sus movilizaciones. ¿Quién le cree a su chantaje? Ya ha dicho que aunque el Trife confirme que Felipe ganó, de todas maneras no reconocerá el triunfo de Felipe. Estamos frente a un tiránico que busca hacerse su propia ley electoral. Precisamente la palabra privilegio significa el mandarse hacer una ley de uso privado y exclusivo.

Andrés Manuel ha criticado a los privilegiados, sin embargo, exige una ley particular: un privilegio, para contarle a él, otra vez voto por voto, so pena de agredirnos.

Andrés Manuel, para no aceptar su derrota, amplifica cada irregularidad. Como la ley se lo pide, el Trife debe aclarar cada una de las impugnaciones. Hasta ahora han resultado todas falsas o mínimas. Esperemos pues una determinación legal. Pero si AMLO de antemano aclara que no aceptará su derrota, ¿qué podremos esperar? Bueno, pues que retiemble en su centro la Tierra, aunque yo tenga que rentar un bridón.

Andrés Manuel, finalmente, apadrinó la agresión contra Felipe, pues en vez de condenar dicha violencia callejera de palabras y patadas, los autorizó, ¿cuál resistencia pacífica?, ¿a mentadas y puñetazos? Andrés Manuel es inconsistente, no duda del proceso electoral que le dio el triunfo a Marcelo Ebrard, pero enloda el mismo proceso electoral porque él no ganó.

Cuando una persona no acepta la realidad, no importa cuántas veces se podrán contar los votos, de nuevo va a encontrar motivos suficientes para no aceptar la realidad una y otra vez.

Podríamos pactar una segunda vuelta o modificar la ley electoral y sus procedimientos para que cualquier candidato que obtenga una votación, digamos del 3 por ciento menor al triunfador, pueda solicitar un triple conteo de votos y que toda esa logística ya se encuentre afinada por el IFE. Sería un gasto inútil, pues el resultado sería igual, salvo algunos mínimos errores.

enriquecss@gmail.com

19 de julio de 2006

Detener la crispación

La Jornada - Editorial (fragmento)
19/07/2006

La intimidación de que fue víctima ayer el aún candidato presidencial de Acción Nacional, Felipe Calderón Hinojosa, en el centro de esta capital, es una acción incivilizada, condenable por sí misma y porque contribuye a tensar los ánimos políticos, de por sí crispados, y a ahondar la polarización social. Es de lamentar que la dirigencia de la coalición Por el Bien de Todos no lo haya comprendido así y se haya negado a repudiar un conato de agresión que en nada ayuda a la causa de su aspirante presidencial, Andrés Manuel López Obrador, ni a la reivindicación de un nuevo recuento de los sufragios emitidos durante la cuestionada elección del pasado 2 de julio.

[..]

Repetimos que es muy significativo que incluso La Jornada condene en su editorial de hoy la agresión de que fue objeto Felipe Calderón el día de ayer, cosa que por ningún motivo quizo hacer AMLO.


¿Condenarán AMLO y el PRD a La Jornada por asumir esta postura y la acusarán de sumarse también al compló en su contra?

Problema de la Incredulidad - Magú

La Jornada
19/07/2006


Para nosotros la mayor incredulidad es ver que ya hasta La Jornada está pasando a formar parte del compló.

Los errores no se lavan, se pagan

Joaquín López Dóriga
Milenio - En Privado
19/07/2006


Ahí van, tras una causa, un enemigo y un mártir. Florestán

Ayer, Andrés Manuel López Obrador cometió un error que trató de ser subsanado con un comunicado de prensa del PRD, en el que se nos recomienda tener “la cabeza fría y el corazón caliente”.

Todo comenzó al mediodía, a la salida del encuentro de Felipe Calderón con los dirigentes del Congreso del Trabajo, en el Club de Periodistas: cuando unas ocho personas al coro de “¡voto por voto, casilla por casilla!”, se le cruzaron al subir a la camioneta, le gritaron e insultaron.

Una hora después, con Carlos Loret de Mola en una entrevista, López Obrador volvía a mostrar su dificultad para desmarcarse de lo que tiene que deslindarse, al negarse a condenar la agresión.

—¿Justifica usted lo que pasó esta mañana? —le preguntó Loret.

—No, no, no lo justifico —le contestó—. Sencillamente lo explico. Sí es un fenómeno que se está dando porque hay mucha inconformidad en la gente; la gente fue burlada, no se respetó la voluntad de los ciudadanos...

—¿Condena usted los hechos de esta mañana contra Felipe Calderón...?

—No, no, no, no. Condeno el fraude electoral y me explico...

—¿No condena que haya una agresión física, verbal, una increpación directa a un candidato presidencial?

—No, no, no, Carlos. A ver —le reviró—, ¿tú condenas el fraude electoral?

—Otro día, si quiere, me hace una entrevista....

—No, no, no (...). Un comunicador como tú, en un país democrático, después de ver (el fraude), te dedicarías a repetir, cada vez que tuvieses un micrófono enfrente, de que esto es inaceptable (...). Tú me pides condenar (el ataque a Calderón) y yo condeno el fraude electoral porque es el resultado de una inconformidad legal, legítima, esto es, legítima defensa.

Y el diálogo siguió, ríspido, una hora más en la que López Obrador no quiso desmarcarse de lo que tenía que haberse desmarcado.

Por lo demás, los hechos de Filomeno Mata son expresión del riesgo de convocar a la resistencia civil y no decir de qué se trata.

Retales

1. LOS PUÑOS. Preocupante, la declaración de Manuel Camacho sobre el cambio de sonrisas por puños. Ayer se vieron los primeros;

2. MANDA. En medio de conflicto postelectoral no se entiende, bueno, quizá sí, que Manuel Espino se haya ido de vacaciones a España, abandonando la plaza y al candidato de su partido. Por más mandas que se invoquen, la generosidad del apóstol Santiago no alcanza; y

3. DURÍSIMO. Alfonso Durazo no será senador. Sólo logró 16 por ciento de los votos, López Obrador en la presidencial llegó hasta 26 por ciento en Sonora. Como primera fuerza sonorense en el Senado quedó el PAN, luego el PRI y al final, el PRD. En la presidencial primero Calderón, segundo Andrés Manuel y tercero Madrazo.

Nos vemos mañana, pero en privado.