Federico Reyes Heroles
Reforma
18 de Julio de 2006
“Está de por medio la estabilidad política del país”. La expresión la hemos escuchado ene veces. La más reciente fue en la reveladora entrevista de López Dóriga a AMLO. Acostumbrados a las exageraciones, a las distorsiones y a las francas mentiras, pareciera que nuestros oídos o quizá nuestro cerebro se van cerrando a las sinrazones. Será quizás un acto de autodefensa, de protección. Pero esa actitud tiene un problema, poco a poco vamos despreciando la palabra, la vamos vaciando de su verdadero contenido. Por ese camino terminamos extendiendo una licencia a la barbarie.
“Está de por medio la estabilidad política del país”. ¿De verdad? Pues entonces hay algo que no estamos viendo. El 2 de julio hubo, es cierto, una elección muy reñida. Novedad para nosotros, pero las hay frecuentemente en otros países. No hubo violencia, ni muertos ni sucesos que lamentar. De hecho podríamos decir, por la simple acumulación de votantes, que fue la jornada cívica más importante de nuestra historia: casi 42 millones de votantes. ¿De dónde surge la asechanza, el peligro? En las semanas posteriores a la elección ha habido una discusión muy intensa provocada por lo cerrado de la contienda, pero, por fortuna, la violencia no ha aparecido. Las dos concentraciones de los seguidores de AMLO con sus respectivas marchas han sido expresiones pacíficas, enardecidas, pero pacíficas.
Sin embargo, en el discurso de AMLO la cantaleta no desaparece. Resuena “Está de por medio la estabilidad…”. Si nada en los hechos nos anuncia violencia, lo que ocurre es que quien pronuncia la frase sabe algo que nosotros ignoramos. Las impugnaciones ante el Tribunal no deberían ser motivo de gran preocupación. Bueno, eso si partimos del supuesto de que todos los actores respetarán la decisión. Es allí donde está el quid de la discusión. La estabilidad política del país sólo está en riesgo si alguien ha decidido ir más allá e incitar a la violencia. ¿Quién?
Toda advertencia es en el fondo un consejo: AMLO está viendo una fuerza social de tal manera enojada que en el caso de negársele el triunfo estaría dispuesta a todo. Pero allí de nuevo hay algo que no cuadra. En sus primeros años de vida, el PRD tuvo que lidiar con el estigma de ser un partido que buscaba la violencia, que coqueteaba con ella. Pero ese juicio puede estar viciado. Durante el 88 y los años posteriores hubo muchos incidentes violentos en contra de miembros y simpatizantes de ese partido, de entrada la muerte de Ovando y Gil, de tal manera que el ambiente se tensó y las confrontaciones brotaban con frecuencia. Pero una vez superada esa etapa, el PRD ha apostado a la vía pacífica. Los perredistas, en proporción de dos a uno, declaran creerle más al IFE que a su candidato. Así que la expresión “está de por medio la estabilidad…” no opera como advertencia.
Supongamos sin conceder que hubiese al interior del PRD grupos radicales dispuestos a todo, la pregunta sería si AMLO los está conteniendo o, por el contrario, los azuza. AMLO siempre se ha declarado a favor de la vía pacífica. Sin embargo, por algún motivo, no logra convencer a muchos, tan es así que ha tenido que reiterarlo mil veces. La duda está en aire. López Dóriga se lo preguntó: ¿Hasta dónde? “Hasta dónde la gente quiera, ya contesté”. López Dóriga insistió, “…yo voy a estar consultando a la gente… va a ser un proceso también democrático… tengan confianza: yo voy a actuar con responsabilidad…”, pero remató: “Fui agredido, muy agredido durante la campaña”. La pregunta es entonces a quién va a “consultar”, a los demócratas o a los radicales. A quién le va a hacer caso, ¿a la mayoría o a las minorías? ¿Las va acompañar o no? Ése es el asunto crucial.
AMLO recibió más de 14 millones de votos. Supongamos que un 10 por ciento lo siguiera o él los siguiera en su radicalismo, con eso es suficiente para generar infinidad de confrontaciones. Supongamos que 1 por ciento fuese violento, ¿los va a seguir? De allí la importancia de la pregunta de López Dóriga, de su definición: “¿Hasta dónde vas a conducir a la gente?”. Violentos hay en todas partes, pero de un líder político se supone una definición básica a favor de la legalidad o acaso estamos ante un subversivo que quiere reventar las instituciones. Ésa es la disyuntiva que muchos han señalado a AMLO. Un auténtico líder político no puede brincar de la legalidad a la ilegalidad dependiendo del humor de la gente, de algunos. Un líder democrático evita la violencia y controla a sus huestes. Cárdenas los hizo en el 88 y ése es un mérito indiscutible. ¿Cuál es la postura de AMLO?
Pero “Está en riesgo…”, opera como advertencia sólo si AMLO de verdad quiere evitar que ocurra algo. Quien advierte de un peligro busca salvarnos. En tal caso debe dar la fórmula: que abran los paquetes. Sin embargo, AMLO sabe perfectamente que abrir los paquetes es desacreditar al IFE y a los ciudadanos, abrir los paquetes es una condición indebida e incluso puede ser causal de anulación. Su advertencia no es la vía para evitar el peligro. Además, como lo señaló López Dóriga: ¿por qué deberíamos ahora creerle que respetará al Tribunal?
Hay otra posibilidad. “Dar a entender con actos o palabras que se quiere hacer un mal a otro”, ésa es la definición de amenaza de la Real Academia. “Está de por medio…” quizá no es advertencia. Quizá AMLO ha decidido radicalizarse, no es que el radicalismo esté en la calle, por eso no vemos el riesgo, porque es una decisión interior que opera como amenaza: si no llego a la Presidencia habrá problemas, los habrá porque yo lo he decidido. Ése es el dilema de fondo. ¿Estamos acaso viviendo en una república amenazada por un hombre?
18 de julio de 2006
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