El Abogado del Pueblo
El Norte
18 de Julio de 2006
El domingo 27 de junio del 2004, hace dos años, una masa humana igual o superior a la que se reunió ayer llenó el Zócalo de la Capital y las avenidas aledañas protestando contra la delincuencia y la inacción de las autoridades capitalinas.
Como Alcalde de la Ciudad, el Señor López minimizó en ese tiempo el grito ciudadano de ¡Ya Basta! Y posteriormente hasta se dio el lujo de burlarse de los organizadores y de la marcha, pese a que llenaron no sólo el Zócalo, sino que también los 4 kilómetros de longitud de la Ave. Reforma entre el Ángel y esta plaza y cuando menos tres calles aledañas.
Dijo entonces que todo era una manipulación de los medios, que detrás de los marchantes había una “mano negra” y que “la derecha” estaba detrás de los manifestantes.
Nada ha cambiado, pues, en la actitud de descalificación que exhibe este hombre ante las realidades adversas que enfrenta como político.
Los numeritos, finalmente (visto lo acontecido hace dos años), de los agitadores perredistas de este domingo pasado no apantallan: el único conteo que vale ya se hizo, voto por voto, casilla por casilla; y hasta en tres ocasiones distintas (PREP, conteo distrital, y reconteo en casos disputados), mismas ocasiones que son las únicas contempladas en nuestras leyes electorales.
En este conteo oficial las masas silenciosas, que superan por mucho a los reunidos ayer, ya rindieron su veredicto.
Nada se puede cambiar a estas alturas sacando gente a la calle, por más numerosa que sea su presencia, pues esta película de llenar el Zócalo ya la hemos visto.
Ha salido igual número de gente a protestar en contra del Señor López como a favor de él.
Al recurrir, como lo hizo este domingo pasado, al azuzamiento de sus seguidores, al invitarlos a la desobediencia civil y rehusar esperar a que los tribunales que estudian las quejas interpuestas por su partido rindan su veredicto, descalificando a priori a todos y a todo lo relacionado con las elecciones, conforman indicios de que el Sr. López está consumido por una destructiva desesperación.
Los dichos y contradichos que se le han escuchado, las falsas pseudoevidencias presentadas, la falaz argumentación para justificar su negativa a aceptar el resultado de la elección, todo lo que hasta el momento ha exhibido este político puede considerarse como el ruido precursor de una asonada.
¡Así de simple!
Pretende este hombre con sus acciones, pretextos y justificaciones inverosímiles, romper con el orden establecido y entorpecer la buena marcha del País amenazando a las instituciones, a quienes intenta convertir en rehenes de la violencia.
Las declaraciones que han externado tanto él como su brazo derecho, el ex salinista Manuel Camacho, indican, palabras más palabras menos, que si no se hace su voluntad desatarán los perros bravíos de la violencia sobre México.
Que esta amenaza provenga del que fuera “Comisionado por la Paz” en Chiapas no deja de ser harto paradójico, a la vez que absurdo.
Queda claro, muy claro, que esta gente radicalizada al punto del terrorismo pretende conquistar el poder por CUALQUIER vía posible y que para lograr sus caprichos están dispuestos -como ellos mismos han manifestado- “a incendiar el País”.
No dudamos que lo puedan lograr: lo que está por verse, y que viene a demostrar la nula vocación democrática de estos pirómanos, es si una vez incendiado México haya alguien capaz de apagar el fuego.
En esto no piensa López, pues México y los mexicanos le importan un bledo: es su ego y ansia de poder lo único que lo alimenta.
fricase@elnorte.com
18 de julio de 2006
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