Ciro Murayama
Crónica
21 de Julio de 2006
Hay una fórmula muy simple pero útil del racionalismo para conocer la veracidad de cualquier aseveración: toda afirmación para probarse cierta tiene que ser demostrada, mientras que toda negación es válida hasta que se demuestre lo contrario. Así, si digo que existen los fantasmas, para que sea algo más que una ocurrencia debo comprobarlo; en cambio, si digo que no existen los fantasmas, estoy en lo cierto hasta que alguien demuestre lo contrario y nos presente a un señor o señora fantasma. La ciencia es tal porque sustenta sus dichos: la existencia del átomo, la evolución de las especies, la erosión de la capa de ozono, la circulación de la sangre, que la tierra es redonda. En cambio, las religiones escapan del campo de la racionalidad porque sus axiomas prescinden de la demostración: Dios existe, venimos de Adán y Eva, tras la vida te espera el cielo o el purgatorio, etcétera.
Entre el racionalismo y los actos de fe hay un océano inmenso. A diario vemos y conocemos explicaciones racionales y otras fundadas en supercherías. Que si alguien no encuentra empleo no es por la situación del mercado de trabajo, sino porque su ascendente en el zodiaco no lo está ayudando, y así por el estilo.
Pero hay temas que conciernen a todos donde las aseveraciones más drásticas deberían pasar por el cernidor del análisis racional y no sustraerse al ámbito de la mera creencia. Un tema que merece ser tratado de forma estrictamente racional, es lo referido a lo que ocurrió en las elecciones.
De esta manera, quien diga que las elecciones fueron limpias lo debe de probar y lo mismo debe hacer quien afirme que hubo alteración de la voluntad popular –quedémonos con la última versión, es decir, la que descarta al “fraude cibernético” y reconoce, nada más el hecho “a la antigüita”.
Para sustentar que las elecciones fueron limpias, aporto los siguientes elementos:
1) El padrón electoral fue aprobado con el respaldo del conjunto de los partidos que lo escudriñaron, a nivel nacional, estatal y distrital. Nadie ha presentado a una sola persona, o proporcionado un nombre, de alguien que haya obtenido dos credenciales para tratar de votar dos veces, ni hay un solo caso de una persona excluida del padrón de forma arbitraria.
2) No hay una sola evidencia de “embarazo de urnas”. Esa coloquial expresión se refería a que, antes de iniciar la elección, la urna ya estaba rellena de votos a favor de cierto partido. Para evitar eso, se utilizan urnas transparentes que, además, se arman en el mismo lugar de instalación de la casilla al inicio de la elección. Imposible que contengan algo previamente.
3) Nadie pudo introducir “tacos” de boletas. Sólo se depositaron boletas electorales legítimas. Los votos se contaron el domingo 2 de julio y en los conteos distritales se volvieron a abrir 2,800 casillas y en ninguno de esos ejercicios alguien dijo que existieran boletas falsificadas a favor de uno u otro candidato —las originales tienen tantas medidas de seguridad como un billete y fueron producidas bajo estrictas medidas de seguridad en archivos gráficos de la nación—. Además los funcionarios de casilla y los representantes de los partidos cuentan las boletas antes de que inicie la votación para comprobar que no falte una sola y, por si fuera poco, las firman en su reverso y al hacer el conteo comprueban que se trate efectivamente de las boletas que ellos entregaron, una a una, a cada ciudadano que legítimamente acudió a votar.
4) No se puede votar más de una vez. Antes llegó a ocurrir que se organizaba un tour de grupos de personas por distintas casillas, en las que sufragaban una y otra vez. Ahora hay que identificarse con la credencial de elector con fotografía, aparecer en la lista nominal correspondiente y, luego de votar, cada ciudadano es literalmente marcado en el pulgar con un líquido indeleble que tarda en desaparecer varios días. Así, aunque alguien tuviera varias credenciales —supuesto difícil— y apareciera en la lista nominal de diferentes casillas –cosa prácticamente imposible porque el IFE opera un programa para evitar duplicados—, además se tendría que cortar el dedo pulgar para esconder la marca del líquido indeleble. Dudo que hubiera alguien en esa disposición.
5) Si de las maneras anteriores no se pudo hacer fraude, ¿cómo sí? Con la connivencia de: a) el presidente de casilla, b) el secretario de casilla, c) el primer escrutador de la casilla, d) el segundo escrutador de la casilla y, e) los representantes de los partidos. Es decir, de por lo menos cinco personas por casilla. Cuatro de las primeras, fueron ciudadanos sorteados —nacieron en enero— y capacitados para recibir la votación de sus vecinos. La quinta persona o la sexta —pueden ser más, porque en cada casilla, en promedio, asistieron al menos dos representantes de partidos diferentes— las escogieron los propios partidos. Es decir, tendría que haber, en una manzana, en un pueblo, al menos cinco ciudadanos elegidos al azar y por los partidos que resultaran ser, todos, unos perfectos corruptos. ¿Dónde ocurrió eso? No se reporta un solo caso.
Queda ahora que quien afirma que sí hubo fraude, lo pruebe.
ciromurayama@yahoo.com
21 de julio de 2006
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