11 de julio de 2006

Voté por López Obrador (y ya me arrepentí)

Roberto Blancarte
Milenio Diario
11-07-06

Andrés Manuel López Obrador está cumpliendo la profecía de sus principales adversarios. Está apareciendo en este proceso electoral, luego de haber perdido en las urnas, como la persona peligrosa, intolerante, autoritaria y antidemocrática que anunciaron. En muy poco tiempo le ha dado razón a quienes predecían que si perdía no aceptaría los resultados y a todos aquellos que pronosticaron su poco respeto a las instituciones democráticas del país y su desprecio por las leyes, cuando éstas no le favorecen. Al hacer esto, el candidato de la Alianza Por el Bien de Todos no sólo está acabando con sus posibilidades de ganar una futura elección y el destino de su propio partido, sino que está minando, sin que le importe mayormente, las todavía frágiles instituciones que garantizan elecciones limpias y creíbles en el país.

Ciertamente, los candidatos y sus partidos tienen todo el derecho de inconformarse e impugnar las elecciones, si consideran que hubo irregularidades o abiertamente un fraude electoral. Pero no pueden amenazar ni chantajear al sistema políticoelectoral con la idea de que la estabilidad del país depende del resultado en el conteo de votos o del juicio de los tribunales electorales. Eso es lo que está haciendo López Obrador. Pero el mayor daño que está ocasionando no es el de pretender forzar los resultados con movilizaciones de masas. Eso difícilmente le dará resultados, simple y sencillamente porque hubo un 65 por ciento de ciudadanos que no votaron por él. El verdadero peligro de esta estrategia es que durante muchos años la izquierda quedará marcada como una opción antidemocrática, que no respeta los resultados electorales y que está dispuesta a todo para obtener y mantener sus posiciones de poder. Se cancelará así toda opción real de cambio. El efecto podrá resentirse en las elecciones federales de 2009 y por supuesto en las de 2012. Pero un impacto todavía más nocivo será el de generar en la población una percepción de que en México se sigue cometiendo fraude electoral desde el poder y que las instituciones electorales son cómplices del mismo. Lo cual no puede conducir más que al aumento del abstencionismo, o peor aún, a las opciones políticas extralegales y violentas. Lo menos que se puede decir entonces es que la actitud de López Obrador es irresponsable.

Insisto. Cualquier candidato o partido tiene todo el derecho de impugnar los resultados de las urnas ante los tribunales electorales. Pero no puede al mismo tiempo cuestionar los resultados o las instituciones electorales sin tener pruebas fehacientes de múltiples irregularidades o de un fraude orquestado, como se ha sugerido, o dicho. Mucho menos amenazar con desestabilizar al país. Aprovecharse de un evidente error de comunicación del IFE (al no informar éste oportunamente del lugar donde se encontraban las inconsistencias) para sembrar la duda entre los ciudadanos, es manipulador y tramposo. Decir que la llamada guerra sucia es parte del fraude electoral es como si Calderón hubiera perdido y dijera que fue un fraude por las acusaciones contra el cuñado incómodo en el caso de Hildebrando. La verdad es que con mayor o menor madurez, con mayor o menor información y criterio, los mexicanos votamos y Calderón obtuvo más votos en una elección bastante cerrada, pero limpia, ordenada y pacífica. Las acusaciones de compra o inducción de votos no las puede hacer el PRD mirando la viga en el ojo ajeno e ignorando la propia en el Distrito Federal.

Los signos estaban todos allí, pero uno no les hace caso; por la fidelidad a una opción global de izquierda, por que el voto se construye más en contra que a favor, o simplemente por ingenuidad política. A todos mis lectores les consta que llevo seis años criticando a Fox, que durante meses defendí al candidato López Obrador y que incluso llamé a votar por él, argumentando la necesidad de un cambio. No me gusta que haya ganado el PAN y me desagrada la idea de tener que aguantar seis años más a los carlos abascales, a las ana teresa arandas y sus colegas. Me parece que México no se merece eso. Pero tampoco se merece un retroceso de la democracia, aunque éste se haga a nombre de los pobres. México se merece una izquierda moderna, responsable y verdaderamente democrática, que todavía está por construirse.


rblancarte@milenio.com

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