14 de julio de 2006

Ceguera

Sergio Sarmiento
Reforma
14 de Julio del 2006


“Sólo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana.
Y no estoy tan seguro de la primera”.
Albert Einstein

El PRD consiguió un gran avance en la elección federal del pasado 2 de julio. Su candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, se quedó a 0.58 por ciento de ganar la elección. La diferencia es tan poca que los ajustes que efectúe el Tribunal Electoral podrían darle el triunfo.

El número de diputados del PRD pasó de 97 en la LIX Legislatura que está terminando a 127 en la que comenzará el próximo 1 de septiembre. 25 por ciento de las curules de la Cámara serán negro-amarillas. El PRD, de hecho, podría haber tenido otros 33 diputados de no haber establecido su alianza con Convergencia y el Partido del Trabajo, la cual no parece haber aportado gran cosa a la coalición Por el Bien de Todos, pero les dio a estos dos partidos una representación que nunca habrían soñado con sus propias fuerzas.

En el Senado, el PRD logró 29 escaños, que podrían haber sido 36 de no haber tenido que compartirlos con Convergencia y el PT. El partido ha casi duplicado su participación en esta Cámara, en la que actualmente cuenta con apenas 15 lugares.

El problema es que los perredistas -o por lo menos Andrés Manuel López Obrador- no han quedado conformes con este resultado. No están impugnando la votación para las Cámaras del Congreso, seguramente porque se dan cuenta de que han obtenido un avance espectacular. Sólo quieren modificar el resultado de la elección presidencial. La razón, como lo decía hace algunos días Gerardo Fernández Noroña, vocero del Comité Ejecutivo Nacional del PRD, es que: “No somos segunda fuerza: somos la primera”.

Que el PRD y sus aliados presenten impugnaciones ante el Tribunal Electoral no sorprende ni debe molestar a nadie. Para eso existe, precisamente, esta corte. Pero López Obrador y sus aliados no se han detenido en las denuncias legales. Han emprendido una campaña de descalificación de todo el proceso electoral. Han tildado de delincuentes a los consejeros del IFE y a los funcionarios ciudadanos de casilla que trabajaron sin descanso y sin paga el día de la elección. Han acusado de corruptos a sus propios representantes de casilla que cometieron el pecado de no levantar actas por un fraude que nunca percibieron. Han cuestionado, incluso, a los observadores electorales por haber observado sin ver la elección.

El problema es que las pruebas que ha venido presentando López Obrador ante la opinión pública no han sido realmente convincentes. Es posible que él y sus colaboradores hayan encontrado algunos errores de los ciudadanos que generosamente donaron su tiempo para hacer funcionar el complejo sistema electoral mexicano. Pero las pruebas del fraude concertado y generalizado simplemente no están ahí. Y muchas deberían haber quedado de manifiesto en un fraude que, para haberse realizado, debería haber involucrado a cientos de miles de ciudadanos a todo lo largo y lo ancho del País.

Es muy probable que los perredistas de hueso duro y los radicales le tengan una fe tan absoluta a López Obrador que crean su historia del fraude a pesar de la falta de pruebas. El esfuerzo por desacreditar la elección, por lo pronto, ha logrado ya que el subcomandante Marcos, quien había cuestionado duramente a López Obrador en la campaña, haya expresado su apoyo al candidato de la alianza Por el Bien de Todos y su repudio al supuesto fraude electoral. Marcos, quien quizá tenía un acuerdo con López Obrador para no apoyarlo públicamente, se muestra reivindicado en su posición de que la democracia liberal -la que implica el voto libre y secreto de los ciudadanos- no es realmente democrática.

Hay indicios, sin embargo, de que López Obrador está perdiendo el apoyo de los grupos más moderados que le permitieron superar con creces el tradicional voto de izquierda de nuestro país. Esos moderados, que no creyeron la acusación de que López Obrador era un peligro para México, hoy empiezan a tener dudas. El candidato que afirmó que aceptaría la derrota por un solo voto, hoy recurre a una guerra sucia mucho peor que la que supuestamente emprendieron en su contra los panistas cuando dijeron que ponía en riesgo la estabilidad del País al llamar delincuentes a todos los que participaron en la jornada electoral.

Quizá a Andrés Manuel no le importe. Él está dispuesto a hacer lo que sea para convertirse en Presidente. Pero el daño que le está haciendo al PRD, y a los moderados en su partido que quieren construir una verdadera izquierda democrática, es enorme. El PRD corre el riesgo de quedar identificado nuevamente en la mente de los mexicanos como un partido intolerante. Y los perredistas no pueden responsabilizar de esto a ninguna campaña panista sino a su propio candidato presidencial.

[..]

sarmiento.jaquemate@gmail.com

No hay comentarios.: