10 de julio de 2006

Agitación injustificada

Catón
Reforma
10 de Julio del 2006

El lobby bar del hotel estaba lleno de guapas chicas. En la barra bebía un hombre joven y galán. Le dice al barman: “Ya no me sirvas nada, amigo. Una sola copa más y voy a sentirme un Romeo”. El adamado señor que estaba al lado se dirige al guapo joven: “Le invito otra copita. Yo ya me estoy sintiendo una Julieta”… El individuo le dice a la mujer: “No veo cómo puedo formalizar nuestra relación, Clorilia. Ya sé que tu mamá me quiere, que tu papá me acepta bien, que tus hermanos me ven como cuñado… El problema es tu marido”… El veterinario le indica a la linda muchacha de exuberantes formas: “Tendré que examinar al gatito, señorita Susiflor. Por favor desvístase”… El paciente abraza con emoción a su siquiatra: “¡Gracias, doctor! ¡Me curó usted aquella invencible timidez que sufría!”. “Lo celebro -responde el analista-. Mi secretaria le enviará la cuenta”. Contesta engallado el hombrecito: “¡No se la voy a pagar, caón, y hágale como quiera!”… La esposa de Empédocles Etílez fue a buscarlo en la cantina. Le dice con disgusto: “¡Qué antro repugnante! ¡Qué olores fétidos, qué oscuridad, qué hombres patibularios!”. “¿Lo ves, viejita? -responde con mansedumbre Empédocles-. ¡Y tú que crees que vengo aquí a pasarla bien!”… La buena noticia es que López Obrador pide a sus seguidores que sus demostraciones sean pacíficas. La mala es que su discurso no lo es. Habla de fraude electoral, aunque la prueba mayor que hasta ahora ha esgrimido para fundar su afirmación es que los panistas no mostraron demasiado júbilo cuando supieron que su candidato había ganado. Eso, claro, demuestra remordimiento de conciencia por el fraude en que incurrieron. Si hubiesen echado marometas en el aire entonces sí la victoria de Calderón habría sido indiscutible. Alguien dirá que al denunciar un fraude que no ha comprobado -y que todas las evidencias niegan- AMLO atenta contra el futuro de la democracia en México y desprestigia al país en el extranjero. Eso sucedería si no se supiera que los perdedores en una elección siempre suelen alegar fraude para justificar su vencimiento. López Obrador está en todo su derecho de llevar su caso ante la autoridad. Lo que no es correcto es que ejerza presión sobre ella para sacar adelante su propósito. Ya convocó a una marcha nacional, a nuevas movilizaciones en el Distrito Federal -que, desde luego, no afectarán a terceros- y anuncia una segunda “asamblea informativa”. ¿Acaso quiere hallar en las calles lo que no encontró en las urnas? Si en verdad su movimiento es pacífico deje que la tranquilidad y la paz vuelvan al DF y al país, utilice los recursos que la ley le ofrece, y espere a que el Trife rinda su dictamen. Lo demás es agitación que nada justifica y que a ninguna parte lo conducirá… “¡Abran la caja, por favor! ¡Abran la caja!” -gritaba con desesperación la esposa del difunto en el momento en que el féretro descendía a la fosa. “Cálmese, madre, se lo ruego -le pide con emoción uno de los hijos-. Ya todos nos despedimos de él. Deje usted que papá descanse en paz”. “¡No! -clama la señora-. ¡Abran la caja! ¡Acabo de recordar que en la bolsa del saco trae las llaves del coche, y no tenemos duplicado!”… Aquel señor viajaba por ferrocarril. Le dice al conductor: “Quiero bajarme en Poopville”. Al pasar por ahí el conductor agarra al hombre y lo arroja violentamente al exterior. El infeliz cae todo maltrecho en el andén, y alcanza a oír que el hombre le gritaba: “¡Lo aventé, señor, porque en esta estación no se detiene el tren!”. A duras penas se levanta el infeliz, se sacude las ropas y toma su maleta. En eso llega el jefe de estación, lo agarra con rudeza y lo arroja por la ventana al interior del último vagón. El lacerado pasajero alcanzó a oír que le gritaba el hombre: “¡Lo aventé, señor, porque en esta estación no se detiene el tren!”… FIN.

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