1 de julio de 2006

Llega el 2 de julio...

Razona tu voto

Mañana 2 de julio estaremos todo el día ocupados en actividades ligadas a la elección por lo que nos será imposible actualizar la información durante e inmediatamente después de la elección. Cuando volvamos a conectarnos, ya habremos elegido y sabremos (eso esperamos) quién resultó ser el ganador de esta complicada y competida contienda.

Desde que iniciamos este blog, nuestra idea principal fue insistir que en esta elección está en juego mucho más que quién nos gobernará por los próximos 6 años. En esta elección para los mexicanos sólo hay dos opciones muy claras: seguir avanzando por donde vamos (y no rezagarnos en el avance que el mundo, con o sin nosotros, seguirá teniendo) o, más que cambiar, que regresemos a lo que ya tuvimos hace 25 o 30 años.

También por muchos de los motivos que buscamos expresar a través de la publicación de los artículos y opiniones que fuimos recopilando (los más) o que nosotros mismos creamos (los menos), nuestro voto razonado será a favor de Felipe Calderón.


Pero también reconocemos y valoramos los avances democráticos que hoy tenemos en México, mismos que implican una libertad irrestricta para que cada quien vote por quien quiera. Por eso, aún a sabiendas de que no necesitas que nosotros te lo digamos, de todos modos queremos decirte que si quieres votar por Andrés Manuel López Obrador o por alguien más, lo hagas, que para eso es la democracia.

Nosotros tenemos confianza que Felipe Calderón será el ganador y esperamos estarlo celebrando mañana por la noche, pero también reconocemos que, a unas cuantas horas de realizarse la elección, nadie a ciencia cierta puede estar seguro de cual será el resultado.

Por eso mismo, de ser Andrés Manuel López Obrador quien resulte ganador, también queremos decirte que, si tú votaste por él, ojalá haya sido después de haber sopesado información imparcial, y que no sólo haya sido un voto esperanzado, sino un voto razonado y, sobre todo, un voto con responsabilidad, para que después no te sorprendas o te llames engañado por las consecuencias.


En unas cuantas horas sabremos cuál fue el sentido de la decisión mayoritaria de los electores. Que todo sea por el bien de México.

razona2voto@yahoo.com

Nueve predicciones

Jaime Sánchez Susarrey
Reforma
1 de Julio del 2006

1. Ésta no es una elección como las otras. Lo que está en juego es todo el proceso de modernización y, con ello, el futuro de México. La victoria de AMLO implicaría un giro de 180 grados. Equivaldría al regreso del viejo PRI, el de Echeverría y López Portillo. Con un agravante adicional: López Obrador es un líder popular que no se detendrá ante nada ni ante nadie. Es un personaje mesiánico con una veta profundamente irracional. Su visión del mundo es maniquea: él es la encarnación del Bien y quien se le opone personifica al Mal. La Presidencia de la República lejos de moderarlo, potenciará todos y cada uno de sus rasgos autoritarios e intolerantes.

2. Para entender la forma en que López Obrador orientará su política económica hay que recordar una frase de Mao: la política debe estar al mando del fusil, y otra de Lenin: la política es economía concentrada. AMLO regirá sus decisiones económicas por objetivos políticos y no técnicos. Su prioridad será distanciarse del “modelo neoliberal” y hacer que la población sienta una mejoría tangible e inmediata. Para hacerlo utilizará todos los recursos del Estado. El incremento del gasto y del déficit fiscal se pueden dar por descontado. Las consecuencias son previsibles: deuda pública, inflación, devaluación y crisis. Tal como en los años 70.

3. López Obrador no tendrá el 2 de julio mayoría en el Congreso, pero podrá forjarla fácilmente en los meses posteriores. La victoria de AMLO y el fin del PRI son la misma cosa. Lo estamos viendo desde hace tiempo. Los priistas no tienen complicaciones para sumarse a la causa de Andrés Manuel. Cada vez son más y provienen de muy diversos ámbitos: desde Muñoz Ledo hasta Manuel Camacho, pasando por Socorro Díaz y Manuel Bartlett. Los priistas medios lo sienten, por razones evidentes, como uno de los suyos. Además de que utilizaría todo el poder de la Presidencia de la República para forjar con ellos un bloque mayoritario. Por paradójico que parezca, el único candidato que está en condiciones de restaurar el régimen de partido de Estado es AMLO. Y no tendrá empacho en hacerlo. Porque él es la encarnación de la República y de la soberanía popular.

4. Una de las convicciones más profundas de AMLO es que cuando hay contradicción entre la Justicia y la Ley hay que optar por la primera y reformar la segunda. Ése fue el principio que utilizó en caso de El Encino y del Paraje San Juan. Además, está convencido de otras dos cosas fundamentales: a) Mariano Azuela, presidente de la SCJN, fue parte del complot en su contra; b) la reforma del Poder Judicial es inaplazable. Así que el choque es más que previsible. Utilizará todo el poder de la Presidencia para forzar la renuncia de Mariano Azuela y, posteriormente, para “reformar” al Poder Judicial. No habrá, en consecuencia, equilibrio de poderes. AMLO hará hasta lo imposible por someter a sus designios al Poder Judicial. Lo hará por todos los medios a su alcance. Sólo así, piensa él, habrá justicia expedita para el pueblo.

5. Las descalificaciones constantes y abiertas que ha hecho de Guillermo Ortiz, gobernador del Banco de México, no han sido ninguna broma u ocurrencia. Anuncian, como en el caso de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que una de sus prioridades como Presidente de la República será forzar la renuncia de Guillermo Ortiz y, posteriormente, presionar a la Junta de Gobierno del Banco de México para que no choque con los lineamientos de la Secretaría de Hacienda. Todo eso se hará bajo una consigna: eliminar los reductos y los candados que los neoliberales le quieren imponer al Proyecto Alternativo de Nación del Presidente de la República.

6. AMLO conoce bien el funcionamiento interno del PRD. No tiene respeto por las corrientes internas, que él y otros definen como “las tribus”. La tregua que pactó con Ortega es coyuntural. Finalmente, López Obrador sabe y está convencido de que con la sola estructura perredista no puede ganar la elección. Su apuesta fuerte es a las redes ciudadanas que están coordinando Ricardo Monreal y Manuel Camacho. Así que desde la Presidencia emprenderá una reestructuración del PRD para acabar de apoderarse de lo que queda de ese partido. En esa ecuación, Cuauhtémoc Cárdenas y Lázaro Cárdenas no tienen cabida. Son el tumor que hay que acabar de extirpar. Porque además, en una estrategia de largo plazo, el Presidente López Obrador se fijará como objetivo la creación de un partido que esté en movimiento permanente, tal como hizo en Tabasco cuando fue presidente del PRI en 1983. Más temprano que tarde, AMLO impulsará la formación de su propio partido. Lo fundará sobre las cenizas del PRD y el PRI. Será el partido del Presidente de la República, como en los mejores tiempos del priato. Un partido disciplinado y al servicio del Gran Salvador y Restaurador de la República, su Alteza Serenísima, el Presidente López.

7. En sus “Cincuenta Compromisos de Gobierno” AMLO se ha comprometido a efectuar un plebiscito para que su mandato sea (o no) ratificado. Pero dice el dicho, y dice bien, que cuando alguien se despide muchas veces es que no quiere irse. Y eso aplicado al referéndum se traduce en algo muy sencillo: quien le pregunta al pueblo si debe continuar a la mitad de su mandato, igual le interrogará si debe continuar al final del mismo y, consecuentemente, reelegirse. Perogrullo: López Obrador en la Presidencia tendrá el poder de hacer y deshacer un sinfín de cosas; amén de que está convencido de que él y sólo él encarna la oportunidad y la posibilidad de restaurar la República. Así que quienes creen que al cabo de seis años se irá tranquilamente a su casa, bien se podrían llevar una sorpresa. O para decirlo de otro modo: el problema no es que AMLO llegue al poder, el problema es que no se va a querer ir.

8. Apenas tome posesión, AMLO iniciará una cacería de brujas. Lo hará por convicción, pero también por oportunidad. ¿Qué mejor manera de ganar popularidad que cortando cabezas y exhibiéndolas en el Zócalo de la Ciudad de México? La lista es amplia. Incluye a políticos, empresarios, periodistas e intelectuales. No habrá gracia.

9. Si AMLO pierde el 2 de julio por unos cuantos puntos no reconocerá el resultado. Denunciará un fraude electoral fraguado por el Gobierno de la República, los empresarios y otras fuerzas oscuras y malignas. Las manifestaciones y las presiones sobre el Tribunal Federal Electoral serán enormes. Su intención será revertir o el resultado o, en el peor de los casos, anular la elección. No le importarán los costos ni los riesgos. Su ambición y su obsesión están por encima de la patria.

¿Por quién votar?

Gerardo Puertas Gómez
Reforma
1 de Julio del 2006

Hay imágenes televisivas que se graban en la memoria. Dejan huella por su contenido y su efecto. Ayudan a apreciar el pasado y a vislumbrar el futuro. Ante la elección de mañana, recuerdo dos de ellas.

Hugo B. Margáin, Secretario de Hacienda y Crédito Público, aparece en la pantalla. Un boletín comunica su renuncia. El Ejecutivo designa en su lugar a José López Portillo.

Mayo de 1973. Luis Echeverría Álvarez es Presidente. La crisis económica internacional profundiza la disminución en el ritmo de crecimiento del País.

El mandatario en turno toma una medida trascendente para la nación: modificar el modelo económico.

Abandonamos el “desarrollo estabilizador” que, mediante el mantenimiento de finanzas públicas sanas y la promoción de la inversión privada, había conducido a una etapa conocida en el mundo como el “milagro mexicano”.

Entramos al llamado “desarrollo compartido”, que se caracterizó por el impulso al gasto público y la intervención del Estado en la economía. Ambos elementos aderezados con una retórica populista. Se inicia lo que Gabriel Zaid identifica como la “economía presidencial”, es decir, el manejo de las finanzas desde Los Pinos.

¿Cuáles fueron los resultados del viraje impulsado por Echeverría? Pérdida de la disciplina fiscal, incremento del déficit, elevación de la deuda, aumento del sector paraestatal, altos índices de inflación y devaluación de la moneda.

El País pasó de 7.6 por ciento de crecimiento en 1973, a apenas 1.9 por ciento tres años después. Las crisis que nos azotaron a mitad de los 70 y durante los 80 encuentran su epicentro en dicha modificación de rumbo.

José López Portillo, Presidente de la República, aparece en el televisor. Rinde su último informe ante el Congreso de la Unión.

Septiembre de 1982. El incremento de la deuda externa y el aumento en el gasto público, la elevación de la inflación y la fuga de capitales, unidos a la disminución de los precios del petróleo, provocan la debacle.

El Ejecutivo resuelve tomar dos medidas de importancia para la nación: establecer el control de cambios y expropiar la banca privada.

Las determinaciones se dan sin el consenso de la Secretaría de Hacienda y del Banco de México.

El ejército ocupa las instituciones financieras. La bancada priista del Congreso aplaude al gobernante y la Suprema Corte de Justicia le felicita. Las organizaciones sindicales mayoritarias expresan su apoyo.

¿Cuáles fueron las consecuencias del cambio encabezado por López Portillo? El autoritarismo muestra su capacidad de destrucción de las instituciones. Dos terceras partes de la economía quedan bajo el control del Estado.

El problema se profundiza. La inflación sube a casi 100 por ciento anual y el tipo de cambio cae a 150 pesos por dólar. Faltan recursos para cubrir la deuda.

¿Avanzar o retroceder? Los comicios de mañana son cruciales. Encaramos grandes desafíos: consolidación de la democracia y actualización del derecho; construcción de una economía participativa y edificación de una sociedad incluyente. Hacia ese horizonte debemos caminar.

Hay imágenes televisivas que se graban. Mayo de 73 y septiembre de 82. Símbolos de una irresponsabilidad gubernamental que colocó a México al borde del precipicio. Populismo y autoritarismo. Yerros que ayer costaron mucho y errores que hoy no debemos repetir. Elementos de juicio para decidir por quién votar.

gerardo_pg@terra.com.mx

¿Piensas votar?




Caricaturas de Paco Calderón, tomadas de www.noteolvides.org

30 de junio de 2006

¿Cómo denunciar los delitos electorales?

Razona tu voto

Todo aquel ciudadano que tenga conocimiento de que alguien ha cometido algún delito electoral tiene el deber de denunciarlo inmediatamente.

En el Distrito Federal, las denuncias se pueden presentar en la FEPADE, ubicada en Blvd. Adolfo López Mateos No. 2836, Colonia Tizapán, San Ángel, Del. Álvaro Obregón, C. P. 01090, Distrito Federal; o en cualquier agencia del Ministerio Público de la Federación o del fuero común. En los estados de la República las denuncias se pueden presentar en las agencias del Ministerio Público de la Federación o del fuero común.

También se puede llamar gratuitamente a FEPADETEL al número 01 800 8 33 72 33 y en el Distrito Federal al 53463101 y 53463102; o vía correo electrónico a fepadenet@pgr.gob.mx.

Adicionalmente, la FEPADE cuenta con un sistema de Predenuncias de Delitos Electorales Federales a través de internet.

Además de presentar una identificación oficial y sus datos personales, quien presenta una denuncia deberá acompañarla con los documentos, fotografías, videos y cualquiera otra prueba que tenga a su disposición y que estime útiles para acreditar los hechos que denuncia.

Adicionalmente, el denunciante deberá proporcionar los nombres y, de ser posible, los domicilios y cualquier otro dato que pueda servir para localizar e identificar a las personas a quienes se señalen como inculpados o como testigos de los hechos.

Los Notarios Públicos tienen obligación de asistir gratuitamente a dar fé de los hechos que se les solicite durante la jornada electoral.

Si se tiene simpatía por algún partido político, puede resultar conveniente ponerse en contacto con los representantes locales de dicho partido, quienes seguramente estarán interesados en orientar a los ciudadanos que sean víctimas o testigos de delitos electorales para que los denuncien de la manera más adecuada.

razona2voto@yahoo.com

¿Qué son los delitos electorales?

Razona tu voto

Los delitos electorales son conductas que describe y sanciona el Código Penal Federal, que lesionan o ponen en peligro la función electoral federal y específicamente el voto en cualquiera de sus características, en lo relativo a la elección de Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Diputados y Senadores al Congreso de la Unión.

Los principales delitos electorales son:














Los delitos electorales se castigan con multa o cárcel; dependiendo de las penas establecidas en el Capítulo Vigésimo Cuarto del Código Penal Federal y de la gravedad de la falta.

Si eres víctima o testigo de un delito electoral ¡Denúncialo!

razona2voto@yahoo.com

AMLO sólo contempla 2 posibilidades: ganar o arrebatar

Razona tu voto

Hoy por la mañana al menos en 2 noticieros de radio (Pedro Ferríz de Con - Imagen y Oscar Mario Beteta - Radio Fórmula) estuvieron difundiendo la noticia de que la página oficial de Andrés Manuel López Obrador (
www.amlo.org.mx) contenía una carta, fechada el 3 de julio, en la que se mencionaba que "el gobierno y la derecha" le estaba arrebatando su triunfo obtenido en las urnas e invitaba al pueblo a manifestarse. Al poco rato la página fue "corregida" y al momento de escribir estas líneas ya ni siquiera es posible entrar.

A continuación una imagen de como amaneció la página oficial de AMLO:


Aquí una imagen ampliada sólo del comunicado:


Lo curioso es que viendo el código fuente de la página, está hace referencia a una imagen llamada 3dejulioposibilidad2.jpg, que es la carta en cuestión. Siguiendo la lógica del nombre del archivo, si en esos momentos uno buscaba la imagen 3dejulioposibilidad1.jpg aparecía la siguiente imagen:


Claro que si uno buscaba algún otro archivo para ver otras posibilidades, por ejemplo 3dejulioposibilidad3.jpg, 3dejulioposibilidad4.jpg, etc. éstos no existían.

Con esto queda claro que para AMLO sólo existen 2 posibilidades para amanecer el 3 de julio:

  • Posibilidad 1: Que el IFE lo declare ganador la noche del 2 de julio
  • Posibilidad 2: Si el IFE no lo declara ganador, argumentar que él ganó y que "el gobierno y la derecha" le están tratando de robar la elección, y llamar a la movilización de sus simpatizantes para "defender su triunfo"
Para él no hay de otra; si gana gana y si pierde arrebata.

Ya lo dijo Catón "El que tenga ojos para ver que vea..."

razona2voto@yahoo.com

29 de junio de 2006

Confesión del Gallito Inglés: Una historia sin censura

El siguiente texto fue escrito por El Boy. Para quienes no estén familiarizados con él, les comento que El Boy es fundador, productor y director de Neurótica FM, una exitosa estación de radio del valle de Toluca, muy escuchada por chavos (y no tan chavos). Antes de fundar Neurótica FM, El Boy fue director de producción de Radioactivo 98.5 en la ciudad de México.

Hoy voy a hacerles una confesión: por quién voy a votar el 2 de Julio.

Para muchos, no será sorpresa... pero permítanme explicarles el proceso.

Una calurosa tarde de hace 13 meses, subí el elevador de un altísimo edificio en la Ciudad de México. Para variar, por el denso tránsito de la metrópoli, iba tarde. Me pasaron a una salita de juntas. Ya esperaba ahí Felipe Calderón, con 3 personas más. Estaba muy serio.


Había tensión en el cuarto. Presenté algunos comerciales que he producido a lo largo de muchos años, y luego, escuché a los demás. Le decían a Felipe que aceptara el lema "Con México en la Piel", para destacar su color moreno mexicano, frente a la lechosa de Santiago Creel. Felipe dijo que no quería que lo acusaran de plagiar a Luis Miguel, que acababa de sacar un disco con el mismo título. ¡Iluso!, de lo que lo acusarían después...

En ese entonces, me dí cuenta de que Felipe no tenía apoyo. Sólo era él, su asistente y dos amigos. Comentaba que en Los Pinos ya no le contestaban las llamadas. En el PAN lo veían cuasi con lástima, chiquito. Pero tenía muy claro que iba en serio por la Presidencia.

Después de escuchar su biografía e ideas políticas, le dije que por mí, él podía ser Juan Camaney, pero de resultar Presidente ¿cómo le haría para chambear con un Congreso cerrado y contreras? Respondió: con un Gobierno de Coalición. Platicando con los partidos, sacando intereses en común, armando un proyecto de país que beneficie a la gente (y no a grupos de poder), y repartiendo secretarías de estado en destacados militantes del PRI, PRD, PAN e incluso ciudadanos independientes; pero eso si, dejando Secretarías clave en manos de gente de su confianza. Me dijo "piénsalo, ni modo que el PRI vete una propuesta emitida por un Secretario de su partido". Me latió la idea de unir a los partidos, repartir el pastel. Platicamos de muchos temas. Noté la seguridad con la que hablaba, la claridad de las ideas.


Era muy serio. Pero al final, después de 2 horas de reunión, se relajó y nos contó unos chistes del Peje. Todos nos reímos. Se despidió, pues tenía un mítin en Tlalpan... con apenas 7 personas. Pero iba decidido a convencerlas, aunque fueran poquitas.

Esa noche, llegué con mi chava y le dije: "acabo de conocer al futuro Presidente de México". "¿Quién?". "Felipe Calderón". "¿Y ése, quién es?"..."Ya lo verás".

En aquél 2005, él no tenía ni el 4% de conocimiento en la gente. Peje andaba en 80% de preferencias. Felipe se enfrentó, sin dinero o apoyo alguno, al poder político y económico de Santiago Creel, favorito de Fox, ganándole en el debate panista.

Se fletó cenas y eventos para reunir fondos para su campaña, recaudó su propio dinero.


Se ha enfrentado a Peje y Madrazo, quienes llevan 6 años de ventaja trabajando su candidatura, y los tiene en jaque. Prácticamente ha convencido a la población en los 3 debates que lleva, con sus discursos (su campaña publicitaria realmente dejó muuuucho que desear... ´ora si que "yo no fuí", y no lo digo por ardilla). Ha resistido embates, ha demostrado tanates atacando (también se vale, esto es política, no un juego de comiditas) y está a punto de conseguir su meta.

He pensado que si Felipe Calderón ha sido capaz de construir todo esto empezando de cero y en apenas meses, sería capaz de acciones realmente grandes siendo Presidente. Este, el candidato más joven a la Presidencia, está cabrón.

En cambio, Peje sólo ha acarreado energía negativa a su alrededor, y no deja de confrontar a todo mundo a favor o en contra... Madrazo es falso, todos lo percibimos. Paty Mercado es inteligente, pero su partido está verdísimo. Campa... ¿who is Campa?.

No soy panista. Soy cuasi-ateo. Desde chavo soy liberal. Guácala los 70s. No concuerdo totalmente con Felipe, pero lo veo mejor como Presidente. No votaré por el partido. Mi voto, será útil.

Este 2 de Julio, votaré por Calderón.

Hasta siempre, amigo Fox. Ya tuvimos corazón. Ahora, necesitamos cerebro. El hígado, puede esperar.

elboy@neurotica.fm


Para ver el debate que ha generado entre los radioescuchas de Neurótica FM la postura pública de El Boy, pueden entrar a la siguiente liga:

http://www.neurotica.fm/index.php?option=com_content&task=view&id=991&Itemid=195


Paco Calderón - 29/06/06

No tenemos tiempo que perder

David Páramo
Excélsior - Personajes de renombre

29-06-06

Hasta el último día de su campaña, Andrés López mantuvo una posición abiertamente en contra de los empresarios a quienes, por lo menos, calificó como delincuentes de cuello blanco, parásitos, evasores fiscales y traficantes de influencias...

A pesar de que el Consejo Coordinador Empresarial y las doce organizaciones que lo integran (equivalen a más del 85% del empleo del país y que entre sus miembros tiene a micro y pequeños empresarios) en todo momento le tendieron la mano, pero el perredista no sólo los ignoró sino que públicamente se enfrentó a ellos.

A Sociedad en Movimiento no respondió La Pregunta de la Semana porque dijo que sólo eran "finolis", aludiendo a la Coparmex, cuando son casi mil 300 organizaciones entre las que están indígenas, académicos y hasta la CROC, cuya dirigencia, indebida y públicamente, dijo estar con López.

En los últimos diez días, José Luis Barraza ha enviado dos cartas al candidato del PRD que no le han sido respondidas por la vía institucional, sino a través de mítines. En un mitin dijo "los del CCE no son empresarios, son los que han hecho jugosos negocios al amparo del poder público. Son delincuentes de cuello blanco". ¿Realmente cree que la mayoría de los empresarios no pagan impuestos o que trafican influencias?

Parecería que AMLO está enojado por la campaña del CCE en la que se recuerda la importancia de la estabilidad económica y el combate a la inflación que, aun cuando los políticos no quieran verlo, es lo más benéfico a los pobres.

Los políticos, en su afán de simplificarlo todo, inventan etiquetas y se las creen.

¿Cuánto tiempo ha perdido el país con el debate sobre los neoliberales? Nadie sabe a qué se refieren, pero lo usan como arma. Se dice que los neoliberales han fracasado, no generan crecimiento y no les importan los pobres.

Si se realiza un análisis serio, tendrá claro que no hay políticas neoliberales, de izquierda o de derecha, hay correcto e incorrecto. Así como no puede meterse en sólo un cajón a las políticas de izquierda puesto que hay un abismo entre las que practica Michel Bachelet con las de Hugo Chávez, tampoco las de derecha.

Hay un mundo de diferencia entre la política seguida por Bill Clinton y la de George Bush en Estados Unidos, quien ha manejado con gran irresponsabilidad la economía de su país.

Lo mejor que puede hacerse para disminuir la pobreza es controlar la inflación como lo ha hecho Banco de México, gobernado por Guillermo Ortiz, y generar espacios para que las empresas aumenten el empleo formal. La pobreza sólo se cura con trabajo y estabilidad económica.

Si López gana las elecciones, pueden pasar dos cosas con el sector empresarial.

Primero. El perredista da marcha para atrás a todos sus dichos y el CCE da por cerrado el capítulo. Juntos se ponen a trabajar y el país recupera no sólo competitividad sino empleo… Este escenario es poco probable puesto que AMLO iría en contra del discurso que ha sostenido históricamente de los pobres en contra de la clase media y los ricos.

Segundo. Lo más probable es que López use al sector empresarial como justificación de todos sus fracasos. Que volvamos a la época de Luis Echeverría y José López Portillo cuando se decía que los empresarios eran hambreadores del pueblo, especuladores, riquillos compra dólares y demás tonterías que no generaron un empleo.

El país debe mantener la estabilidad económica que ha permitido aumentar el ingreso per cápita, que cada vez más mexicanos salgan de la pobreza y que el salario no se deteriore. Eso es poner en primer lugar a los pobres.

A partir de ahí, debe construir un país más competitivo, eficiente y que genere mucho más empleos dentro de la economía formal para lo que son fundamentales los empresarios, quienes son los que dan trabajo y permiten a la gente mejorar su nivel de vida.

Pelearse con quienes generan empleo es perder el tiempo. Las venganzas y los odios jamás han servido para disminuir la pobreza ni mejorar las condiciones de vida.

El país no tiene tiempo que perder en revanchas de una lucha de clases que no comparte la sociedad y que sólo promueven los políticos.


dinero@nuevoexcelsior.com.mx

Vayamos a votar, y a optar

Denise Maerker
Excélsior - Atando cabos

29-06-06

Yo no voy a votar por el menos malo –me dijo airado un amigo del equipo de Excélsior–, por eso voy a anular mi voto". Fue hace ya algunas semanas. En los últimos días he vuelto a escuchar este argumento. Digamos que está de moda entre ciertos círculos. Y tiene una posible explicación: el encono provocado por las campañas es muy grande y la sociedad está muy enfrentada. Decir que se va a anular el voto es una buena estrategia para los que no quieren pelearse con nadie cuando hay que contestar la inevitable pregunta de: ¿Tú por quién vas a votar?

Pero ojalá se quede sólo en eso, en una estrategia social y llegado el domingo 2 de julio todos vayamos a las urnas con un voto decidido, por difícil que haya sido optar por uno de los contendientes.

Y es que la decisión de anular el voto tiene varias implicaciones. La primera es que quien lo hace acepta el método democrático para elegir a los gobernantes pero manifiesta que estos candidatos y estos partidos concretamente no ofrecen alternativas aceptables. En ese sentido poco falta para que quienes defienden este voto agreguen que la democracia mexicana no los merece. Son los que aspiran a no sé qué ideal democrático en el que los candidatos sean unos más atractivos que los otros. ¡Todos son un asco!, es la exclamación favorita de estos exquisitos.

Francamente no sé en qué democracia estén pensando. Yo nunca he participado como ciudadana o seguido como periodista una elección en la que las opciones sean calificadas como excelentes y maravillosas. Eso no existe. Ni aquí ni en ningún país. Recuerdo, eso sí, elecciones dificilísimas como a la que se enfrentaron los venezolanos en 1998 y dónde tenían que elegir entre un militar golpista como Hugo Chávez y una ex miss Universo llamada Irene Sáez. ¡Esa sí era una decisión difícil! En ese caso, y en otros muchos, el voto en blanco es una forma legítima de protesta por las condiciones de la competencia o por la calidad de los contendientes. No veo razón alguna para aplicarlo al caso de México hoy en día.

Incluso respecto de nuestro propio pasado, los candidatos que hoy tienen posibilidades de ganar el domingo, Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador, son igual o mejores que sus antecesores. ¿O acaso vamos a idealizar ahora a Diego Fernández de Cevallos, a Francisco Labastida, a Cuauhtémoc Cárdenas o a Vicente Fox?

Los criterios para definir el voto son múltiples. Hay para quienes el voto no es un problema: ahí están los que se enamoran de los candidatos, los fans y los militantes que participan en la vida política a través de organizaciones y partidos, esos nunca tienen dudas. Para los demás el voto es más difícil, pero tenemos elementos suficientes para tomar una decisión. Este 2 de julio se enfrentan en nuestro país dos opciones diferentes y con distintas posibilidades reales de sacar adelante su proyecto. Conocemos las opciones y mucho se ha analizado sobre quién tiene mayores posibilidades de efectivamente poner en práctica sus planteamientos. Por eso todos tenemos que ir a votar y asumir la responsabilidad de optar.

Mientras escribo esto, me retumba en la cabeza la crítica de mi amigo John Scott, economista del CIDE, con quien desde hace años sostengo apasionadas discusiones. Antes de cada elección y no sin un dejo de burla, me recuerda que ir a votar es totalmente irracional. –Tu voto nunca va a hacer la diferencia –me insiste– porque las elecciones nunca se deciden por un voto; si te quedas en tu casa el resultado va a ser exactamente el mismo. En estricto sentido y desde el punto de vista del individuo tiene razón. Así explican los economistas y los sociólogos las dificultades de la acción colectiva. Lo más rentable para un individuo, en el caso de una huelga por ejemplo, es dejar que sean los otros los que paguen los costos de organizarse y esperar tranquilamente el fruto, si lo hay, del trabajo de los demás. Sin embargo, votar es mucho más que eso. No es un asunto de rentabilidad. No salimos ese domingo únicamente para que el candidato que nos gusta gane, sino para refrendar simbólicamente que pertenecemos a este conglomerado llamado México y que asumimos conjuntamente la responsabilidad de decidir quién nos va a gobernar.

Por eso me molesta el voto en blanco. Quienes lo defienden cumplen con el rito de pertenecer pero eluden la responsabilidad de optar como los demás bajo el argumento de que las ofertas son muy malas.

No es así. Aunque las campañas nos hayan agotado y los veamos a todos deslavados y manchados estamos hablando de dos hombres, Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador, que son políticos profesionales y que conocen las dificultades de gobernar México hoy. Y si no caemos en las posiciones más militantes es imposible no reconocerles a ambos su honestidad individual y su entrega a la política. Estoy convencida de que ninguno de los dos representa una desgracia ni un peligro para el país. Caminos y posibilidades distintas, eso sí, pero hasta ahí.

Por eso no hay que dudar, salgamos el domingo, refrendemos que somos parte de este grupo y optemos con responsabilidad.


denise.maerker@nuevoexcelsior.com.mx

¿La “Ley Kikín”?

Francisco Báez Rodríguez
Crónica
29 de Junio de 2006

En la Comisión Permanente acaba de presentarse una iniciativa inusitada. Bajo el argumento de que los deportistas profesionales son "representantes nacionales", una diputada del PRD pretende obligarlos por ley a que "se abstengan de emitir su apoyo a candidatos o candidatas de partidos políticos o independientes".

El asunto surgió a raíz de que Francisco Kikín Fonseca, junto con otros seleccionados nacionales y ex futbolistas, ha participado en promocionales a favor del candidato de Acción Nacional a la Presidencia, Felipe Calderón. La popularidad del Kikín, junto con el buen desempeño de Osorio en el Mundial y la historia futbolística de Claudio Suárez -sus acompañantes en el spot- hicieron mella en la mente suspicaz de algunos incondicionales de López Obrador, quienes vieron los anuncios como una torva maniobra de la derecha y no se les ocurrió mejor remedio que intentar callarlos. El Kikín como chachalaca.

Es evidente que a AMLO no le gustó el anuncio, porque sintió que lo afectaba, ya que la selección gozaba en ese momento de mucha popularidad. Tras la eliminación del Tri, el tabasqueño encontró la manera de darle la vuelta al asunto, diciendo que los saló Felipe.


Podemos discutir si es de buen gusto o no aprovechar las candilejas en las que estuvieron los futbolistas para obtener réditos políticos. Lo que no podemos discutir es su derecho para expresarse, como cualquier ciudadano.

Hay otro problema. Al menos dos conocidos deportistas, tan "representantes nacionales" como los del Tri, han apoyado públicamente la candidatura de AMLO. Ambos son medallistas olímpicos y uno de ellos ha sido funcionario del GDF: Bernardo Segura y Belem Guerrero. Igual lo ha hecho Eder Sánchez, actual carta fuerte de la marcha mexicana. Varios beisbolistas, tan profesionales como los futbolistas, han hecho explícito su apoyo al abanderado de la Coalición Por el Bien de Todos. Segura, incluso fue candidato del PRD y diputado de ese partido mientras era deportista en activo, y representante nacional en competencias mundiales.


Por su parte, El Púas Olivares, el Ratón Macías, Raúl González y varios luchadores en activo han hecho campaña abierta por Roberto Madrazo. Y el taekwondoin y medallista olímpico Víctor Estrada es, incluso, candidato de Nueva Alianza, y aparece en comerciales.

A uno le queda la duda razonable de que la iniciativa tiene origen y destino en la selección de futbol, por ser la más expuesta a los medios actualmente (hago notar que dentro de seis años serán los olímpicos). Que el malo de la película es el Kikín, y que bajo el argumento de que "México es primero" se les quiere callar porque están con el candidato equivocado. Reflejos estalinistas, pues.

Ahora bien, no sólo los deportistas pueden entrar en este supuesto. También están los artistas y creadores, igualmente profesionales. Creo que nadie puede negar que Chespirito es no sólo un representante, sino un símbolo nacional. Y él también ha hecho campaña por Calderón en la TV. Me pregunto si Luis Mandoki era o no "representante nacional" este año en la entrega del Oscar, y él vaya que ha hecho campaña por "el Sr. López". Y ya encarrerados, podríamos preguntarnos lo mismo acerca de José Luis Cuevas, Vicente Rojo y Elena Poniatowska (bueno, de Elenita mejor no, porque se me van a echar encima).

Obviamente, la Comisión Permanente pondrá en la congeladora el engendro presentado por la diputada Eliana García y no habrá tal "Ley Kikín".

Pero, más allá de sus resultados específicos, el asunto evidencia varias cosas. En primer lugar, que en el entorno de AMLO abunda la gente más pejista que El Peje, dispuesta a interpretar un gesto suyo como una orden perentoria. En segundo, que el resorte autoritario entre ellos está muy vivo, y con ganas de convertirse en ley.

Cuando empezamos a distinguir entre ciudadanos con derecho a opinar y "ciudadanos" sin derecho a hacerlo, estamos cortando un principio básico de la democracia. Más allá de cualquier manipulación mercadotécnica, real o imaginada.

Por eso bien vale parafrasear a Brecht y decir: "Primero callaron a los miembros de la selección, pero como yo no soy futbolista, no dije nada… luego callaron a todos los deportistas, pero como yo no practico deporte, no dije nada… luego callaron a los artistas, pero como yo no soy artista, no dije nada… ahora me callan a mí".

fabaez@gmail.com


Un Mesías armado a la vista del 2 de julio

José Carreño Carlón
Crónica
29 de Junio de 2006

Al cerrase ayer las campañas, los lectores de los dos más influyentes diarios de Estados Unidos —y del mundo globalizado—: The Wall Street Journal y The New York Times, integraron dos versiones complementarias del candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador, quien, tardía y sinuosamente, trató en las últimas horas de enviar mensajes de apaciguamiento tras una campaña de seis años de agresiones a sus enemigos identificados como “los de arriba”.
En el NYT, Enrique Krauze planteó que una presidencia de Amlo conduciría a una forma de izquierdismo latinoamericano hasta ahora desconocido: el populismo mesiánico, con lo cual la primera víctima sería la frágil democracia mexicana.


Mientras el WSJ, en su primera plana, completaba esa imagen mesiánica con una particularidad pavorosa que parece describir a Amlo como un Mesías Armado, no a la manera de la figura del Profeta Armado con la que Isaac Deutcher describió a León Trotsky al mando del Ejército Rojo, sino en la versión lumpen de un poder basado en la fuerza de jefes de pandillas urbanas, como la del “Rey de los bloqueos” (o de los retenes) como se anuncia el espléndido reportaje de John Lyons en el Journal: “King of Roadblocks”.

“Obras para desbloquear un camino en la carrera presidencial”, sigue el “balazo” que enmarca el título del texto: “‘El Grandote’ de México moviliza su ejército de manifestantes en apoyo de López Obrador”.

“En la arena sin controles ni reglas de la política de la ciudad de México, el peso completo es El Grandote”, empieza el reportaje sobre Alejandro López Villanueva, acusado de matar a un juez, y cabeza de una organización de 34 mil familias de militantes invasores que le deben a El Grandote sus casas —y con frecuencia sus empleos— y que se han convertido en sus soldados políticos.

Con sus cuarenta años y su pelo rizado hasta los hombros —continúa el reportaje— El Grandote López Villanueva puede despachar 10 mil manifestantes en dos horas para bloquear cruces de calles y carreteras y “en estos días” —registra el reportero—“ha puesto sus tropas a disposición del candidato presidencial izquierdista Andrés Manuel López Obrador.

¿Cuántos de estos “grandotes” le aseguraron ayer a Amlo un lleno del Zócalo y cuántos dirigirán las operaciones de intimidación en las casillas de la capital, y las protestas en el caso de una derrota de Amlo?

De que el fenómeno Amlo es una regresión en el desarrollo político del país da cuenta el párrafo de Lyons que plantea que los caciques urbanos —los líderes callejeros al estilo de López Villanueva— habían sido una correa de trasmisión de la política mexicana, pero se sugería que su influencia supuestamente se iba a desvanecer en la medida en que maduraba la democracia del país.

Con buen sentido del humor, vuelve Enrique Krauze con su artículo en el NYT para establecer que Amlo tiene modelos más altos a emular que a Hugo Chávez de Venezuela, Evo Morales de Bolivia o Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil, que le atribuye la crítica.

Los grandotes de Amlo

Y probablemente para estos días de reflexión Krauze recuerda que en una entrevista de principios de año, el entrevistador (López Dóriga) le preguntó sobre su religión. “Soy católico, fundamentalmente cristiano”, le respondió. “La vida y la obra de Jesús me llenan de pasión. Él, también, fue perseguido en su tiempo, espiado por los poderosos de su era y fue crucificado”.

El entrevistador estaba sorprendido y le preguntó si hablaba de un paralelismo, en el que se funda buena parte de la metáfora del Mesías Tropical o de Mesías Mexicano al que se ha referido tanto Krauze como el mexicanólogo norteamericano George Grayson.

Pero cerradas anoche las campañas, y con datos del seguimiento —que se continúan haciendo sobre la intención de voto— que parecerían indicar un repunte final de Calderón que lo perfila al triunfo en las urnas del domingo, emerge como primer peligro del fin de semana la figura del Mesías, que no admitirá ninguna decisión terrenal de los votantes en su contra. Y del Mesías armado, con decenas de “Grandotes” dispuestos a imponer la voluntad mesiánica sobre la voluntad ciudadana.

Entre los escenarios probables, parece evidente que, con este tipo de agentes en acción, la ciudad de México vivirá momentos de alta tensión desde las primeras horas de la tarde en que los actores interesados conozcan los resultados de las encuestas de salidas, que serán bastante aproximadas, las que se hagan con seriedad, al resultado final.

Una derrota de Amlo —que éste quiera revertir con la movilización de sus clientelas y fanáticos— hará más peligrosa que de costumbre a la ciudad de México en los días que sigan a la elección. Y un eventual triunfo de Amlo podría hacer insoportable la vida en todos el país en los siguientes, incalculables años.

jose.carreno@uia.mx

Ni AMLO ni el fascismo

Ricardo Alemán
El Universal- Itinerario Político
29 de junio de 2006

En 88-89, la izquierda partidista pareció encontrar el rumbo en la lucha político-electoral

Buena parte de la generación de mexicanos nacidos en la segunda mitad de los años 50 del siglo pasado -que hoy somos cincuentones- nos educamos en la cultura popular; en las calles polvorientas y los mercados insalubres, por donde pasaban, de boca en boca, las ideas de la izquierda. La escuela pública reforzó, en muchos de esa generación, la convicción de la izquierda, hasta llevar a algunos a un paso, sólo un paso, de la aventura guerrillera.

Muchos seguimos de cerca la evolución partidista de esa izquierda dogmática, desde el PC, pasando por el PSUM, el PMT, además de otras formaciones. Entre 1988 y 1989, luego de encuentros fallidos de esa izquierda, y de un desprendimiento del PRI nacionalista y revolucionario, la izquierda partidista pareció encontrar el rumbo en la lucha político electoral. Nació entonces el PRD, la representación partidista de la izquierda que no sin intentos de aplastamiento -precisamente del gobierno de Salinas-, se convirtió en alternativa electoral.

Pero en su corta vida -de 1989 a 2006-, y desde su nacimiento, esa izquierda partidista que se comprometió con el espíritu democrático -al grado de incluirlo como parte de sus siglas- convirtió su rica herencia en lastre que lanzó por la borda, hasta convertirse en una grotesca y desfigurada copia del PRI. El PRD de 2006, eso que nos pretenden vender a los electores como la izquierda, enfrentó durante años una crisis ideológica y de identidad, hasta que, en la actual contienda presidencial, se confirmó como la restauración del PRI. O si se quiere, el triunfo colonizador del PRI. Y eso se explica si entendemos que la izquierda mexicana era una minoría que, sin el aliento y el alimento priísta, no habría llegado a donde hoy se encuentra.

Por eso algunos, acaso unos cuantos, de quienes nos educamos en la izquierda de los principios, la congruencia y la identidad ideológica, hoy no podemos votar por el PRD convertido en la restauración del PRI, y menos por sus candidatos a casi todos los puestos de elección popular, empezando por AMLO, que no son más que una impostura de izquierda.

Por congruencia no podemos votar por López Obrador, un político y candidato que nada tiene de izquierda, que traicionó principios, doctrina y espíritu fundacional del PRD, que secuestró al partido con los métodos más antidemocráticos, que lo convirtió en la nueva sucursal del PRI de Salinas y de Zedillo, que impuso desde su poder absoluto, como jefe de Gobierno y de facción, a la dirigencia del partido y a sus candidatos a casi todos los puestos de elección popular, que encumbró a Manuel Camacho, Marcelo Ebrard y Socorro Díaz, entre otros, de los responsables del fraude patriótico de 1988 y la persecución del PRD; que impuso a los Leonel Cota, José Guadarrama, Javier Berganza y muchos otros cuestionables ex priístas, y que gustoso recibió en su campaña a lo más corrupto del sindicalismo corporativo del PRI.

Por vergüenza no podemos votar por AMLO, quien se hizo candidato al GDF mediante artes ilegales y mentirosas, que como jefe de Gobierno se alió a los corruptos Bejarano, Ímaz y Ponce -a los que negó para salvar el pellejo-, quien usó su cargo y el dinero público para convertirse en candidato presidencial, quien jefatura al primer gobierno de izquierda que tiene presos políticos -en el caso Ahumada-, quien se negó a la transparencia de su gestión, se burló y desdeñó a los capitalinos que marcharon contra su ineficacia y a favor de la seguridad, escondió las auditorías de los segundos pisos y desvió millonarias sumas de dinero público de esas obras, para favorecer a los constructores amigos.

Por memoria no podemos votar por AMLO, porque recordamos a quienes dieron la vida por el ideal del naciente PRD -que cayeron en el gobierno de Salinas, del que eran operadores Camacho, Ebrard y Díaz-; porque a diario nos enseña su autoritarismo y desprecio por la democracia y la vida institucional; que cultiva la incondicionalidad absoluta, hasta la abyección; que elogia y eleva a los cortesanos y convierte en enemigos a quienes piensan distinto, que persigue a quienes lo critican y premia a los que lo ensalzan.

Por conciencia no podemos votar por AMLO, por el PRD y por la mayoría de sus candidatos, porque son responsables de la destrucción del más importante proyecto partidista de la izquierda mexicana, porque llevaron la corrupción y las peores prácticas del PRI a ese partido, porque presionaron con las nefastas "cargadas" a escritores, periodistas e intelectuales, porque en su delirio del poder olvidaron las ideas, la discusión, la crítica y la autocrítica -valores esenciales de la izquierda-, para refugiarse en el fanatismo, la popularidad y el mesianismo. No podemos votar por quien en lugar de una elección democrática pretende una imposición monárquica.

Por esas y otras razones -fundamentalmente de principios-, mi voto no será por Andrés Manuel López Obrador, ni por el PRD y menos por sus candidatos a otros puestos. Pero también por congruencia, mi voto no será para el PAN, porque nunca votaré por la derecha. El voto para el PRI siempre ha estado descartado. Mi voto es secreto.

aleman2@prodigy.net.mx

Tiempo de reflexión

Editorial de EL UNIVERSAL
29 de junio de 2006

Terminadas anoche las campañas electorales, a los ciudadanos nos resta el tiempo de una reflexión serena, rigurosa, para decidir, en estos tres días, qué haremos con nuestro voto el próximo domingo 2 de julio.


A salvo de la estridencia de los enfrentamientos verbales y de las ofertas inverosímiles, el reto que nos queda es resolver cómo vamos a contribuir a la construcción del país ideal que imaginamos, ya sin presiones y con el solo apremio de nuestra conciencia.

El domingo elegiremos al Presidente de la República, pero también a los 628 representantes que integran la Cámara de Diputados y el Senado de la República, además de las elecciones locales que se darán en varias entidades.

Es decir, el gobierno federal va a ser renovado para que nadie permanezca indefinidamente en el cargo y para dar oportunidad a otros mexicanos, con nuevas ideas y frescas energías. Ese es uno de los sentidos del cambio democrático.

A la hora de votar estaremos solos con el resultado de nuestro razonamiento, con nuestras convicciones y, sobre todo, con nuestra responsabilidad. Vamos a depositar nuestros votos, los que son una apuesta por el futuro inmediato en lo que al mandato se refiere, porque la marcha del país es tarea conjunta.

Cerca y lejos hay naciones que, estando igual que nosotros, o arrastrando pesados lastres, pudieron en pocos decenios revertir su destino con decisiones acertadas, trabajo, educación y apertura. La articulación con el desarrollo mundial es ahora imprescindible para avanzar.

Más allá de las personalidades de los contendientes, lo que importa es percibir qué tan aptos son para gobernar eficiente y honradamente, por encima de los intereses de partidos, grupos y sectores; qué tanto son hombres de Estado.

La notable disparidad del progreso de México es insostenible, pero hay posibilidades de justicia social sin desgarramientos ni retrocesos.

El cambio que necesitamos es hacia la modernización, hacia la justicia, hacia la seguridad, hacia el abatimiento de la pobreza, de la desigualdad y hacia el fortalecimiento de las instituciones democráticas. Un cambio que mire hacia adentro, pero que no olvide que formamos parte de un mundo ahora globalizado.

A la hora de votar, pensemos quién puede bosquejar para nosotros rutas adecuadas, y qué Congreso se requiere para equilibrar los poderes, que no enfrentarlos.

Los mexicanos habremos de considerar qué tipo de presidente necesita el país durante los próximos seis años; qué tipo de Congreso y si ambos estarán dispuestos a asumir la responsabilidad que les estaremos otorgando. Asimismo ocurre en los estados -como en el DF- que llevarán a cabo comicios para resolver su futuro.

Todas las elecciones son importantes. Las del domingo sobresalen porque, además de ser una oportunidad de consolidar nuestro sistema democrático en circunstancias diferentes, representan efectivamente el momento de elegir en democracia: es decir, está a prueba asimismo nuestra voluntad por consolidarla.

El voto es nuestro recurso para participar democráticamente. Con éste, que es el capital más importante con el que contamos los ciudadanos, habremos de construir el nuevo tiempo mexicano.

Bringing Mexico Closer to God

Enrique Krauze
The New York Times
June 28, 2006

SHOULD Andrés Manuel López Obrador, the front-runner in Mexico's presidential race, emerge victorious on Sunday, it could usher in a form of Latin American leftism as yet unseen: messianic populism. Mexico's fragile democracy could become its first casualty.

Outside of Mexico, people ask which Latin American leader Mr. López Obrador most resembles: Hugo Chávez of Venezuela, Evo Morales of Bolivia or Luiz Inácio Lula da Silva of Brazil. The truth is that he's not like any of them. He does not have the military stamp of Comandante Chávez or the indigenist roots of Mr. Morales. Nor is he a born compromiser like Mr. Lula who, as some Brazilians say, seems to "know the value of 10 percent." Mr. López Obrador is different: he always strives for 100 percent. And he has higher models to emulate.

Earlier this year an interviewer asked him what religion he followed. "I'm Catholic, fundamentally Christian," Mr. López Obrador responded. "The life and work of Jesus fill me with passion. He, too, was persecuted in his time, spied on by the powerful of his era, and he was crucified."

The interviewer was surprised (there is an unwritten rule that Jesus is never mentioned in Mexican politics) and asked him whether he intended some parallelism. "Not at all," he said. "I say it because sometimes it is forgotten."

Many thought his comment was a cynical appeal to win the hearts of the religious Mexican people. Others, including myself, believe, however, that his words were a sincere reflection of the way he sees himself: "I am calling together a movement of consciousness, a spiritual movement," he told a reporter in 2004. "Many people see me, humble people, what they tell me is that they are praying for me .... I am very democratic and very mystic."

Millions of poor Mexicans, particularly in the center and south of the country, see in him what he sees in himself: a bestower of manna who will provide the poor with cash handouts and all the services of a great welfare state. His oratory increasingly blends the theological with the revolutionary: he has repeated that he will "purify national life," inaugurating a new era of "historic transcendence" in which "those on top," "those with money," will no longer oppress "those on the bottom." Believe him: he's a man of his word.

Mr. López Obrador should be strongly commended for placing the fight against poverty at the center of his social platform. But his numbers don't add up. He has said repeatedly, for example, that he will finance his proposal with the more than $9 billion a year to be shaved from the budget by cutting salaries or firing top members of the bureaucracy. However, if the salaries of the 4,000 top officials of the executive branch were cut in half, it would yield scarcely 4 percent of that sum.

Mr. López Obrador has also talked of revising Nafta's agricultural provisions and subsidizing exporters with cheap fuel (a practice prohibited by Nafta). He has declared that he will "allow" private investment, but not national or foreign interest in strategic areas that urgently require it, like oil and gas.

His platform is full of unrealizable initiatives: a microcredit program (a very promising project) but for a whopping eight million people (consider that the successful Grameen Bank of Bangladesh has taken on fewer than six million borrowers since 1976); bullet trains from Mexico City to the northern border (which would not only be expensive, but also face competition from low-cost airlines).

But more troubling than his economics is his political messianism, which could undermine our democracy. As the Mexican writer Gabriel Zaid pointed out last week in the newspaper Reforma, Mr. López Obrador, a former member of the Institutional Revolutionary Party, which ruled Mexico from 1929 to 2000, wants to return to the political structure of the old days. When the P.R.I. held power, the president controlled the country's legislature, judiciary, natural resources, state-run businesses, electoral system, monetary policy and federal budget and could place limits of freedom of expression.

But there would be a disturbing novelty to the process as revived by Mr. López Obrador: his presidency wouldn't be institutional and bureaucratic like the old regime, but instead bound to his personal charisma. One of his most insistent proposals is to amend the Constitution to allow for referendums and plebiscites, so that halfway through his prospective term (in 2009) "the people" would decide whether he goes or stays.

Knowing that he would take the microphone daily to report on his government's progress — as he has said he will — it's easy to imagine the result of such a plebiscite. And after that, who is to stop him from altering the law of the land and being re-elected indefinitely, or remaining the power behind all powers, if "the people" demand it? Redemption won't be achieved in the constitutionally allotted six years. A messiah needs time.

With the uncharismatic P.R.I. candidate, Roberto Madrazo, running third in the polls, Mr. López Obrador's main obstacle for Sunday is Felipe Calderón of the center-right National Action Party. Where Mr. López Obrador is strong, Mr. Calderón is weak: he has failed to convey real concern for Mexico's poor.

But in economic matters he seems more coherent: a young lawyer who studied at Harvard's Kennedy School of Government, Mr. Calderón seeks to reform the remains of the old corporate structures and the country's traditional inward-looking mentality.

His idea is for Mexico to carve out a competitive niche for itself in a globalized world (as has been done, at different times, by other backward Catholic countries like Chile, Ireland and Spain) and thus generate productive jobs and growth. Mr. Calderón has let it be known that if he wins, he'll call for a coalition government with the P.R.I. and even Mr. López Obrador's Party of the Democratic Revolution.

It is not impossible that Mr. Calderón could win — some recent polls have the race too close to call. But even if he does, he'll face great obstacles. While Mr. López Obrador has said publicly that he would acknowledge the official results no matter what, he always hedges such claims with a "but" — such as making it conditional on the voting being without irregularities.

As the race has tightened, he has taken to criticizing the federal electoral institute and has told the crowds that he suspects "intentions of fraud." This raises fears that he will acknowledge defeat only if Mr. Calderón wins by a significant margin, say, greater than 5 percent.

If Mr. López Obrador were to dispute a Calderón victory in the streets and at the tribunal, the P.R.I. would be likely to join him. If the tribunal cannot name a winner to take the oath on Dec. 1, the day President Vicente Fox Quesada must step down, the national legislature has to name an interim president who would have to call a new election. Mexicans would live in a state of political volatility and our electoral institutions would be discredited.

This would be a serious setback for democracy. But would it be worse than a López Obrador victory? "Mexico has yet to console itself for never having been a monarchy," the Nobel Prize-winning poet Octavio Paz told me in his last years, with great sadness. Maybe his words will prove prophetic. In the long run Mexico will find no consolation in a monarchy cloaking itself in the trappings of democracy and harboring messianic ambitions.

Enrique Krauze is the editor of the magazine Letras Libres and the author of "Mexico: Biography of Power." This article was translated by Natasha Wimmer from the Spanish.

Calderón, con el mayor número de propuestas aprobadas

Lupa Ciudadana
28.Jun.2006

24 de 34 propuestas de Felipe Calderón fueron aprobadas por los especialistas de Lupa Ciudadana (Notimex).

En estos seis meses de campaña, Lupa Ciudadana recogió y transcribió 1,475 discursos y entrevistas (512 de AMLO; 51 de RMP; y 443 de FCH). De las miles de promesas que prodigaron los candidatos, Lupa Ciudadana eligió 102 propuestas -34 por candidato- que fueron calificadas por 130 especialistas. El candidato que más evaluciones aprobó fue Felipe Calderón, con 27 sobre 34 (porcentaje de aprobación: 79.41%), seguido por Andrés Manuel López Obrador, con 14 sobre 34 (PA: 43.75%) y de Roberto Madrazo, con 10 sobre 34 (PA: 29.41%).

28 de junio de 2006

Calderón o las verdades compartidas

Jorge Fernández Menéndez
Excélsior - Razones

28-06-06

Si hubiera una sola razón para diferenciar a Felipe Calderón de López Obrador o de Madrazo sería la forma en que llegó a la candidatura presidencial. Mientras Andrés Manuel utilizó el GDF con ese objetivo y no permitió que creciera una sola voz disonante en su partido respecto de ella, incluso deshaciéndose de quienes en buena medida lo llevaron al poder, como Cuauhtémoc Cárdenas (con quien se negó incluso a debatir, ya no sólo sobre la candidatura, sino incluso sobre la propuesta programática); mientras Roberto desoyó todas las voces y se empeñó en obtener la candidatura, aunque todos los estudios de opinión coincidían en que para el PRI era preferible un candidato con otro perfil, con menos negativos; en el caso de Felipe Calderón, éste ganó la candidatura contra los deseos del presidente Fox, de la superestructura del PAN y rompiendo los moldes que se habían establecido en el propio foxismo, que oscilaban entre una sucesión tradicional, orientada a postular a Santiago Creel o una alternativa que nunca cuajó en torno de Marta Sahagún de Fox. Calderón decidió, cuando advirtió la primera reacción presidencial en su contra, renunciar al gabinete, abandonar el gobierno para competir sin ataduras e ir, como él mismo lo ha dicho, al "lado oscuro de la luna", de donde regresó para quedarse con la candidatura presidencial y colocar al PAN en una pelea que apenas hace un año tenía perdida y que hoy puede ganar.

Conozco a Felipe Calderón desde hace años, desde 1989, cuando comenzó a colaborar con el periódico unomásuno, donde yo entonces trabajaba. Desde entonces, hasta ahora, Calderón ha mantenido una constante, que también lo diferencia de sus dos principales contendientes: es un hombre que escucha, que aprende de sus errores, que sabe cambiar, que cuando se equivoca rectifica y lo hace abiertamente y que además tiene principios. No se necesita estar de acuerdo en todo, ni siquiera en mucho con Calderón, para poder estar de acuerdo con lo esencial y en torno de ello trabajar en otros consensos, otros acuerdos. Es, además, pese a la publicidad tramposa de la que han sido objeto él y su familia, un político honesto, con una formación sólida y que, sobre todo después de que terminó su periodo como presidente del PAN (recordemos que podría haberse reelegido en esa posición, pero prefirió dejarla precisamente para que llegara un dirigente con mayores afinidades con el equipo del entonces precandidato Vicente Fox) y se fue a estudiar a Harvard, que ha crecido, ha madurado, comprende mucho mejor que sus contendientes la perspectiva de México en la globalidad.

México no puede tener un presidente que simplemente no sabe, porque no le interesa saberlo, cómo funciona el mundo real, que no le ha interesado jamás salir de nuestras fronteras, que no conoce los desafíos y posibilidades de la globalidad porque nunca se ha asomado a ella. Peor aún, que cree tener todas las respuestas mirando un pasado que, paradójicamente, conoce sólo a través de la historia oficial.

Es verdad que Calderón no ha cambiado tanto como algunos quisiéramos: a veces termina siendo un hombre producto demasiado evidente de una historia familiar panista; a veces le cuesta mostrar plenamente el talante, la ideología liberal que lo caracteriza a él y a su equipo más cercano de colaboradores, comenzando con su esposa Margarita Zavala. Se podrá argumentar que en última instancia ello es relativo: Calderón se opone a despenalizar el aborto, tiene sus dudas respecto a la píldora del día siguiente o sobre la unión civil de personas de un mismo sexo (temas en los que coincide, paradójicamente, con Madrazo y López Obrador), pero la diferencia es que asume esos temas como convicciones personales, no como objetivos de Estado y por lo tanto nunca ha luchado por imponerlos a los demás por encima de sus propias convicciones. Es un hombre creyente, religioso, pero formado en una visión laica de la política. Es la diferencia entre un liberal y un autoritario.

Como buen liberal, cree en la apertura; cree en la empresa privada; ubica al sector público, no como el motor de la economía, sino como el facilitador de las actividades de los particulares, y a la política social como un empuje para las oportunidades de la gente, no como una dádiva asistencialista que los mantendrá en la pobreza; cree más en el ciudadano que en el Estado, más en las libertades que en el control social desde el poder. La suya es una visión de cara al futuro porque sabe que no tiene, ni él ni nadie, todas las respuestas. Cuando Madrazo califica como traidores a todos los que lo han abandonado porque no están de acuerdo con su candidatura, cuando López Obrador lanza su campaña a una confrontación de clases donde los pobres, sólo por serlo, son "buenos", y todos los demás son "delincuentes de cuello blanco" y habla de un pacto nacional, pero enfatiza que gobernará sólo con los suyos, Calderón ha insistido en que si gana las elecciones conformará un gobierno de unidad e incluso de coalición con las otras fuerzas políticas para lograr tener un proyecto legislativo con bases comunes. Y eso sólo se puede proponer cuando se sabe que la verdad está en los grises y México es demasiado plural para optar entre blancos y negros. En nuestro país ya hemos tenido demasiados mandatarios convencidos de que sólo ellos tienen la verdad y por eso están decididos a "salvarnos", aunque para ello tengan que excluir a la sociedad y a sus adversarios del propio proyecto de "salvación". Eso es lo que, en última instancia, estará en disputa el domingo: un gobierno quizá bien intencionado pero de y para unos pocos (¿quién puede argumentar que tiene la mayoría si gana con poco más de diez millones de votos en un país con 73 millones de electores?), marcado por la confrontación social, o un gobierno abierto a los demás grupos políticos y de poder que tengan una visión común para garantizar una
verdadera mayoría y un tránsito pacífico hacia el futuro. Los primeros creen tener la verdad absoluta; los segundos aceptan que hay muchas verdades para compartir.

www.nuevoexcelsior.com.mx
www.mexicoconfidencial.com

Conciencia y crítica

Ricardo Alemán
El Universal - Itinerario Político
28 de junio de 2006

Entre los saldos negativos del reciclado del PRI bajo las siglas del PRD, se percibe un peligroso retroceso en libertades recién conquistadas

Durante el proceso electoral de 1988 -arranque de la entonces naciente apertura en los medios-, cuando los periodistas críticos orientaban sus cuestionamientos hacia los abusos del gobierno de De la Madrid por imponer, al costo que fuera, el triunfo de su candidato Carlos Salinas, eran vistos como profesionales que contribuían a la anhelada democratización mexicana.

Lo mismo ocurrió cuando se intensificó la crítica periodística por las maniobras extralegales utilizadas para arrebatarle el triunfo electoral, en ese 1988, al candidato Cuauhtémoc Cárdenas -maniobra que operaron personajes como Manuel Camacho, Marcelo Ebrard, Socorro Díaz y muchos otros que hoy forman el primer círculo de AMLO-; cuando se criticó la alianza del PAN para legitimar al gobierno de Salinas, y hasta cuando se criticó la forma irregular en que Fox se apoderó del PAN y de la candidatura presidencial por ese partido. También se reconoció la crítica al candidato y luego presidente Vicente Fox, porque ofrecía fantasías ideales. Entonces criticar al PRI y al PAN era, en un extremo delirante, lo más cercano al patriotismo.

Pero cuando la libertad de expresión ya es una realidad en México, y cuando la democracia electoral garantiza elecciones creíbles, transparentes, equitativas y confiables, a muchos de los que hoy se encuentran cerca del poder -que casualmente son una mezcla de la izquierda nada democrática y el PRI antidemocrático-, ya no les gusta la crítica. Y entonces los críticos de esa perversa restauración del viejo PRI -en que se ha convertido la candidatura de AMLO- y de la cancelación de los ideales de la izquierda son vistos como "traidores a la patria", como sobornados por la derecha, corruptos, si no es que despreciables enemigos de los pobres.

Hoy es casi un "pecado capital", sinónimo de traición, motivo de insulto y amenaza, criticar a López Obrador, cuestionar su candidatura, el uso y abuso del engaño y la mentira en su periplo presidencial y, sobre todo, pensar diferente, con cabeza propia, y hasta defender la conciencia. Para el nuevo perredismo conservador -o para el PRI restaurado- es casi un delito ejercer una de las libertades básicas de la democracia, la de expresión. En un absurdo de la democracia mexicana, criticar a AMLO y a los suyos es exponerse, por decir lo menos, a la irracionalidad de las fieras babeantes del pasado priísta.

Y acaso por eso, o porque intentan conseguir un salvoconducto de sobreviviencia para los tiempos de un "gobierno de izquierda", no son pocos los medios que parecen haber decidido dejar de lado la crítica, para mostrar una clara complacencia con el que creen ya es el elegido, el señor López Obrador. Ya nada merece ser criticado en torno al "mesías", no sea la de malas que de verdad llegue. Periodistas e intelectuales cierran la boca ante espectáculos vergonzosos, como la suma corporativa del estercolero sindical siempre afín al PRI, que hoy se viste de amarillo para votar por AMLO.

Pero lo más preocupante, conciencias personales aparte, es que entre los saldos negativos del reciclado del PRI bajo las siglas del PRD, se percibe un peligroso retroceso en libertades recién conquistadas. Al mejor estilo del más rancio PRI, presenciamos las "cargadas" de intelectuales y periodistas que descubren inéditas virtudes y ocultas cualidades. Sea por perder la beca, la chamba, el favor; sea la presión descomunal que ejerció contra intelectuales, medios y periodistas la muy noble y democrática "neoizquierda" que aspira al poder.

En público pocos se atreven. En pequeños círculos son muchos los que lo aceptan: un gobierno de AMLO no tolerará la crítica. Y acaso por eso algunos ya se curan en salud. Buscan aparecer en desplegados de apoyo, como modernos cortesanos. Ejemplo de que también en la libertad de expresión ya se vive la restauración del viejo PRI. Por eso vale insistir en que el periodista tiene una responsabilidad fundamental, más allá de partidos políticos, creencias religiosas e identidad mediática o grupo de poder, político o económico; la responsabilidad con su conciencia. La conciencia de un periodista hace las veces de la iglesia, el partido y la empresa en las que milita. Los objetivos del trabajo periodístico son la verdad y la justicia -por trillado que parezca-, en tanto que las herramientas para alcanzar esos objetivos son el análisis crítico de los actos de poder -cualquiera que sea ese poder y del signo político e ideológico que se quiera-, a partir de la información, obtenida mediante los géneros periodísticos. En una sociedad que se dice democrática, la crítica a los poderes -públicos o privados, políticos o sociales, institucionales o fácticos- es "la joya de la corona". No es concebible un gobierno democrático sin libertad de expresión y sin crítica. La crítica, y en general la opinión, más que en la veracidad de los hechos, se sustenta en la percepción de los hechos, y es tan diversa como emisores existan. Por eso es un desatino esperar imparcialidad y equidad en la crítica. Pero pocos lo entienden y menos lo aceptan. Al tiempo.


aleman2@prodigy.net.mx

Última llamada

Juan Molinar Horcasitas
El Universal
28 de junio de 2006

Este es el último artículo que escribo antes de la jornada electoral del próximo domingo. De hecho, el día de hoy se cierran las campañas y el proceso entra la veda final de tres días previos a la votación. El propósito de esta veda es permitir a los ciudadanos una pausa de cierta paz para que puedan reflexionar sobre la decisión que deberán de tomar el siguiente domingo. Comparemos los proyectos que se confrontan, evaluemos el voto útil.


La campaña presidencial de 2006 ha sido la más reñida de nuestra historia, en muchos sentidos. Destacan el tipo de proyectos que se confrontan y las expectativas de los electores.

Ha quedado claro que las ideas de López Obrador y las de Felipe Calderón no sólo son distintas, sino en algunos casos totalmente opuestas. López Obrador habla de un "nuevo modelo económico", pero cada vez que lo explica, o mejor dicho, que lo esboza, nos repite las ideas que todos los mexicanos mayores de 40 años conocen muy bien, demasiado bien. El proyecto de López Obrador está basado en la vieja idea de que el motor del crecimiento económico es el gasto del gobierno. Esa política ha desembocado siempre en crisis. Y cada crisis ha significado un enorme daño al patrimonio de todas las familias mexicanas, especialmente de las más pobres.

Si tú eres un lector joven, quizá no tengas claro lo que ocurría en México cada vez que el gobierno decía que controlaría los precios por decreto, o cada vez que decía que subiría los salarios 10, 20 y 30 %, también por decreto. Lo que pasaba era que los bienes de precios controlados desaparecían del mercado abierto y aparecían en el mercado negro con grandes sobreprecios. Lo que pasaba es que se desataba una carrera precios-salarios-precios en la que los salarios siempre perdían. Lo que sucedía es que las tasas de interés se elevaban vertiginosamente y todos los hogares y las empresas enfrentaban insolvencias y pérdidas. Si eres muy joven para recordarlo, pregúntale a tus mayores. Pídeles que te describan lo que fue la economía en México con Echeverría y López Portillo. O lo que pasó al final de Salinas, cuando los mercados nos pasaron a todos la cuenta de la pachanga de gasto salinista.

El proyecto de Calderón, en cambio, se basa en crear las condiciones que permitan combinar estabilidad y crecimiento. Y para ello sólo hay un camino: la inversión. La economía sólo ofrece dos opciones: hacer que los trabajadores se vayan a donde hay inversión, o llevar la inversión a donde hay trabajadores capacitados. México tiene trabajadores capacitados. Lo que se necesita es que la inversión del mundo venga a México, y que la inversión de los mexicanos se quede aquí. Para lograr eso hay que tener impuestos competitivos, respeto a la ley, orden en el país, clima favorable a las empresas que generan empleos.

Nada de eso se logra llamando a los empresarios "delincuentes de cuello blanco", como ha hecho, una y otra vez, López Obrador. Nada de eso se logra promoviendo la inestabilidad en Oaxaca, como han hecho los candidatos perredistas que todos hemos visto bloqueando carreteras, cerrando bancos y estaciones de radio, dejando a todos los niños de uno de los estados más pobres del país sin clases durante semanas enteras. Nada de eso se logra amenazando al adversario con lanzarlo al basurero de la historia.

Lo que sí queremos se logra presentando propuestas serias, estimulando a quienes generan empleos a perseverar en su esfuerzo, garantizando la igualdad ante la ley y el respeto del derechos de todos a expresarse, pero sin afectar a terceros inocentes, que son privados de sus derechos a circular, a trabajar, a educar a sus hijos.

Las expectativas de la mayoría de los ciudadano son claras: se orientan por los dos candidatos punteros, AMLO y Calderón. Al final, la suma de quienes ya simpatizan con Calderón, más los que se sumen porque coloquen el interés de México por encima de su preferencia partidaria, impulsará la mayoría que respalda a Felipe Calderón. Ese es un deseo y un pronóstico. Será para bien.

juanmolinarhorcasitas@hotmail.com
Diputado federal (PAN)

'Cuartos de paz'

Rossana Fuentes-Berain
El Universal
28 de junio de 2006

Entre el futbol y la política los niveles de testosterona en el país están disparados. Se entiende que para las campañas hayan sido necesarios los "cuartos de guerra", pero a partir de mañana, en el silencio obligado hasta antes del sufragio, tendríamos que estar preparando los "cuartos de paz".


Uno de los dos va a ganar; esperamos que Andrés Manuel López Obrador o Felipe Calderón hayan convencido a un número suficiente de electores para que el triunfo sea incontrovertible. Los dos han ofrecido que respetarán el resultado de un proceso que no tiene por qué no ser limpio y legítimo.

No son sólo los consejeros y los funcionarios de carrera del IFE los que estarán organizando las 12 horas cruciales del día de la elección, son miles de ciudadanos honorables, como usted, o como el cardiólogo de mi mamá, que hablaba en la consulta de esta semana sobre "la alta responsabilidad" que significa ser presidente de su casilla.

Su bata blanca, su escritorio lleno de expedientes, sus ejemplares de revistas de especialidades médicas, las muestras farmacológicas en su credenza; lo escucho y pienso que si a este hombre le confiamos la vida, sin metáforas, ¿por qué podríamos desconfiar de él este domingo cuando se quite la bata?

Esos mexicanos, los miles que como nuestro doctor cuidarán las casillas, quieren hacer las cosas bien, quieren que sus conciudadanos, sus vecinos, tengan una buena elección, una elección apegada a los valores cívicos que implican reconocer tanto el triunfo como la derrota.

Todos ellos, y los que no fuimos insaculados pero votaremos, deseamos que los políticos no se atrevan a ensuciar la elección, sugiriendo siquiera, al final de la jornada, que sólo puede reconocerse un proceso democrático en el supuesto "de que gane yo".

Los comportamientos de "macho alfa" no tienen cabida ya en la política; vamos, ni siquiera en las canchas de fut, los árbitros les sacan tarjeta roja a los jugadores que no demuestran una conducta deportiva.

Eso es lo que tendríamos que hacer nosotros los ciudadanos: aplicar estrictamente el reglamento y cuando termine el tiempo regular, las 12 horas del 2 de julio, sólo aceptar los tiempos extras, el periodo previsto para las impugnaciones, hasta el 31 de agosto, o para que el Tribunal Federal Electoral dé su última palabra, el 6 de septiembre. Después de eso, nada.

Si tuviésemos que llegar hasta ahí, que es el peor escenario posible, hay que prepararse desde el 3 de julio para hacer "cuartos de paz" con la misma intensidad y pasión con las que los estrategas trabajan en los otros.

Vamos a necesitarlos en cualquiera de los casos, en el escenario positivo, de un ganador incontrovertible, o en el indeseable de que se arrastre el proceso electoral hasta septiembre; esos cuartos son el inicio de un diálogo nacional.

Ya hay una convocatoria abierta para realizarlo, con ayuda de las metodologías de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), aplicadas en ocasiones anteriores en países como Sudáfrica y Guatemala.

No sugiero que la polarización en la República mexicana esté a niveles del apartheid o de una guerra civil, ¡afortunadamente! Sin embargo, sí pienso que las campañas han tensado la liga tanto que si no hacemos un esfuerzo por distensarla, se puede romper.

El propio Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicó hace unos 18 meses un preocupante diagnóstico sobre el estado de la democracia en América Latina, un estudio que resalta las asignaturas pendientes para tener una democracia que satisfaga a los ciudadanos.

En ese estudio no se hablaba lo suficiente del papel de la sociedad civil; en el curso de los meses posteriores a su publicación se revisó esta omisión y hoy el PNUD apoya, en donde se le pida, procesos de diálogos nacionales como el que México necesitará a partir del 3 de julio.

Buscar las mejores prácticas a nivel internacional para que la sociedad civil mexicana: individuos con trayectorias profesionales destacadas, organizaciones no gubernamentales, empresarios, sindicatos, entren de lleno a los "cuartos de paz".

Todos a tratar de crear consensos, sí, pero también directrices para que gane quien gane no se le olvide que será el presidente de todos los mexicanos, no sólo de quienes lo eligieron.

rfuentes@itam.mx
Periodista e investigadora, ITAM

El voto de Wal-Mart, la IP y AMLO

Carlos Mota
Milenio - Cubiculo Estratégico
28 de junio de 2006

Qué mala idea la de AMLO de pelear con la iniciativa privada. Al cuarto para la hora se metió en el peor de los mundos, pues la gente que trabaja en cualquier empresa siente un agravio directo a su legítima actividad empresarial. Porque hay que tomar en cuenta que en este país muchos somos empresarios. Así tengamos un negocio unipersonal o pequeño, el carácter empresarial del mexicano no se puede negar.

De tal suerte, si AMLO gana la Presidencia, tendrá que aplicar la mayor operación cicatriz de que se tenga memoria, pues la enemistad que promovió fue de clases sociales y no sólo dentro de un grupo político. Y como José Luis Barraza, presidente del Consejo Coordinador Empresarial, no ha tenido empacho en calificar de inadecuadas sus propuestas económicas, pues no se antoja fácil que se sumen a un pacto que convocase el perredista el 3 de julio.

Por eso muchas empresas andan muy activas promoviendo el voto. Algunas lo hacen con sesgo —la minoría—. La mayoría promueve entre sus empleados ejercer ese derecho en plena libertad y sin presión. No obstante, ¿qué pensarán los millones de empleados de empresas que escucharon estos días que los empresarios son detestables porque no pagan impuestos y han hecho jugosos negocios al amparo de su tráfico de influencias?

Por eso, hizo muy bien Wal-Mart —la empresa no estatal más grande del país—, que convocó a los candidatos a comunicarse con sus empleados. Todos fueron, excepto AMLO. Eso sí, la empresa que encabeza Eduardo Solórzano no se quedó quieta. Incluso, echó a andar varias acciones para promover "el voto libre y razonado" y lanzó una iniciativa para promocionar al IFE en los tickets de compra que se imprimen en 358 tiendas.

Ayer mismo, Eduardo Solórzano salió en video ante sus 130 mil asociados de todo el país para invitarlos a votar. Eso incluyó a Suburbia, Vips, Sam's, El Portón, BodegAurrerá, etcétera. ¿Por quién pensarán votar los empleados de Wal-Mart —y sus familiares—, que invitaron a los candidatos, escucharon a todos, y sólo recibieron el desaire de AMLO?

Una cosa es cierta. Gane o pierda AMLO, una herida está muy abierta: la relación de la izquierda con toda la gente que trabaja en cualquier empresa. Qué feo.

27 de junio de 2006

AMLO: el neoconservadurismo

Jorge Fernández Menéndez
Excélsior - Razones

27-06-06

Aquellos que sostienen que Patricia Mercado tendría que resignar su candidatura para apoyar a López Obrador, con el argumento de que ambas son candidaturas de izquierda, no comprenden a ninguno de los dos aspirantes ni a su respectiva ubicación política. López Obrador, y la alianza que encabeza, no pueden ubicarse, bajo ninguna consideración, en la izquierda democrática: se puede destacar el compromiso del tabasqueño con los pobres; sus legítimas ambiciones de poder; su visión nacionalista de la política, pero nada de eso lo muestra como un hombre de izquierda. En realidad, su visión política es tradicionalista e incluso conservadora: López Obrador no defiende ninguna de las premisas actuales de la izquierda democrática en el mundo, comenzando con la tolerancia y terminando con la transparencia administrativa. En todo caso, la suya es una candidatura marcada por el personalismo y, como se ha dicho muchas veces, por un sentido de "misión", que se ha identificado como una forma de mesianismo político y social que no acepta ni divergencias ni opiniones diferentes y no ha dudado en deshacerse de los mejores hombres y mujeres de su partido si no le son incondicionales.

Paradójicamente, ese es el secreto de parte de su éxito: en su entorno no hay prácticamente nadie que no sea incondicional. En la Presidencia del PRD colocó a Leonel Cota Montaño, un ex priista sin experiencia en el PRD que, en el mejor de los casos podría calificarse como un político tradicionalista, que no comulga con la izquierda. En su equipo no pueden decirse ni remotamente de izquierda Nicolás Mollinedo, Manuel Camacho, Federico Arreola, Octavio Romero Oropeza, Ricardo Monreal, Socorro Díaz, César Ojeda, Marcelo Ebrard. En sus listas de candidatos los ex priistas superan con amplitud a los hombres y mujeres de izquierda. Entre éstos, salvo excepciones como Jesús Ortega o Alejandro Encinas, la mayoría proviene de sectores de la izquierda más retrógrada, representada por los partidarios de René Bejarano. Los cardenistas han sido literalmente segregados de las listas, del equipo de campaña, de las posiciones. De todo.

Quizás el rasgo más conservador de Andrés Manuel es su intolerancia. No acepta la crítica ni tampoco que le señalen errores: no escucha y ello se refleja en hechos tan disímiles como su decisión de no deslindarse de los Bejarano o los Ímaz (ahí está Claudia Sheinbaum como su principal escudera), como por su desinterés en siquiera conocer el mundo. ¿Qué le puede aportar el mundo a alguien que cree que tiene todas las respuestas?

En su libro más reciente, Federico Arreola, siguiendo la línea de su candidato, dice, por ejemplo, que quien esto escribe critica a López Obrador, por "añejos agravios personales". No es verdad. No tengo un solo agravio personal con López Obrador y estoy seguro de que él no puede tener ninguno conmigo, porque nunca he incursionado en ataques personales. He marcado con él diferencias, como con muchos otros hombres y mujeres de la vida política, primero porque esa es la labor de un analista político y, segundo, porque evidentemente no he coincidido con sus decisiones. Pero nada tiene eso que ver con "agravios personales". Con López Obrador, como con cualquier político, siempre he tratado de mantener separadas las opiniones políticas de los agravios personales, y ése es un principio profesional que se mantendrá, gane o pierda López Obrador los comicios del 2 de julio. El problema es que, con muchos de sus críticos, tanto López Obrador como algunos de sus más cercanos colaboradores sí asumen las diferencias como agravios personales y todo termina siendo parte de un enorme complot siempre en construcción. Y eso para gobernar un país tan grande, tan plural, con tantas posiciones divergentes como México, se torna en un lastre político indudable.

Si ello es en el terreno político, en el económico tampoco encontramos posiciones progresistas. Ninguna izquierda moderna apuesta al asistencialismo o el estatismo. Al contrario: no son estatistas ni Rodríguez Zapatero ni lo fue Felipe González, pero tampoco Ricardo Lagos, Michelle Bachelet o incluso Luiz Inácio da Silva Lula. Tampoco lo es, por ejemplo, Cuauhtémoc Cárdenas. Quienes hacen girar sus propuestas económicas en torno al Estado, son hombres como Hugo Chávez, Evo Morales o Néstor Kirchner (o por supuesto, en un caso extremo, Fidel Castro), bien o mal intencionados pero con historias provenientes de corrientes, en todos los casos, autoritarias y con pocos lazos con una trayectoria de izquierda y mucho menos democrática. Incluso López Portillo o Echeverría se decían de izquierda, se abrazaban con los líderes del Tercer Mundo, pero eran, en los hechos, profundamente conservadores. Querer repetir su política económica será volver a repetir sus errores. La visión de que el Estado (o incluso el líder mesiánico) puede reemplazar al ciudadano no es progresista, es reaccionaria, independientemente del ropaje con el que se recubra.

Patricia Mercado, en ese sentido, es todo lo contrario. Es una mujer abierta, que sabe escuchar, que aprende, que ha hecho de la tolerancia y la transparencia su principal carta electoral. Mercado proviene de una izquierda no tradicional que nunca ha buscado en los modelos priistas su identificación y eso la hace completamente diferente de López Obrador. Votar por uno o por otra implica elegir entre dos proyectos que son absolutamente divergentes. Patricia Mercado y Alternativa son un proyecto de futuro, tolerante, abierto, incluso provocador para ciertos sectores del establishment. Son una opción que, aunque sea en forma embrionaria, necesitaremos en el futuro inmediato de nuestro país para contraponerla a las distintas opciones tradicionalistas y conservadoras, incluyendo la del propio López Obrador.


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