Ricardo Alemán
El Universal - Itinerario Político
28 de junio de 2006
Entre los saldos negativos del reciclado del PRI bajo las siglas del PRD, se percibe un peligroso retroceso en libertades recién conquistadas
Durante el proceso electoral de 1988 -arranque de la entonces naciente apertura en los medios-, cuando los periodistas críticos orientaban sus cuestionamientos hacia los abusos del gobierno de De la Madrid por imponer, al costo que fuera, el triunfo de su candidato Carlos Salinas, eran vistos como profesionales que contribuían a la anhelada democratización mexicana.
Lo mismo ocurrió cuando se intensificó la crítica periodística por las maniobras extralegales utilizadas para arrebatarle el triunfo electoral, en ese 1988, al candidato Cuauhtémoc Cárdenas -maniobra que operaron personajes como Manuel Camacho, Marcelo Ebrard, Socorro Díaz y muchos otros que hoy forman el primer círculo de AMLO-; cuando se criticó la alianza del PAN para legitimar al gobierno de Salinas, y hasta cuando se criticó la forma irregular en que Fox se apoderó del PAN y de la candidatura presidencial por ese partido. También se reconoció la crítica al candidato y luego presidente Vicente Fox, porque ofrecía fantasías ideales. Entonces criticar al PRI y al PAN era, en un extremo delirante, lo más cercano al patriotismo.
Pero cuando la libertad de expresión ya es una realidad en México, y cuando la democracia electoral garantiza elecciones creíbles, transparentes, equitativas y confiables, a muchos de los que hoy se encuentran cerca del poder -que casualmente son una mezcla de la izquierda nada democrática y el PRI antidemocrático-, ya no les gusta la crítica. Y entonces los críticos de esa perversa restauración del viejo PRI -en que se ha convertido la candidatura de AMLO- y de la cancelación de los ideales de la izquierda son vistos como "traidores a la patria", como sobornados por la derecha, corruptos, si no es que despreciables enemigos de los pobres.
Hoy es casi un "pecado capital", sinónimo de traición, motivo de insulto y amenaza, criticar a López Obrador, cuestionar su candidatura, el uso y abuso del engaño y la mentira en su periplo presidencial y, sobre todo, pensar diferente, con cabeza propia, y hasta defender la conciencia. Para el nuevo perredismo conservador -o para el PRI restaurado- es casi un delito ejercer una de las libertades básicas de la democracia, la de expresión. En un absurdo de la democracia mexicana, criticar a AMLO y a los suyos es exponerse, por decir lo menos, a la irracionalidad de las fieras babeantes del pasado priísta.
Y acaso por eso, o porque intentan conseguir un salvoconducto de sobreviviencia para los tiempos de un "gobierno de izquierda", no son pocos los medios que parecen haber decidido dejar de lado la crítica, para mostrar una clara complacencia con el que creen ya es el elegido, el señor López Obrador. Ya nada merece ser criticado en torno al "mesías", no sea la de malas que de verdad llegue. Periodistas e intelectuales cierran la boca ante espectáculos vergonzosos, como la suma corporativa del estercolero sindical siempre afín al PRI, que hoy se viste de amarillo para votar por AMLO.
Pero lo más preocupante, conciencias personales aparte, es que entre los saldos negativos del reciclado del PRI bajo las siglas del PRD, se percibe un peligroso retroceso en libertades recién conquistadas. Al mejor estilo del más rancio PRI, presenciamos las "cargadas" de intelectuales y periodistas que descubren inéditas virtudes y ocultas cualidades. Sea por perder la beca, la chamba, el favor; sea la presión descomunal que ejerció contra intelectuales, medios y periodistas la muy noble y democrática "neoizquierda" que aspira al poder.
En público pocos se atreven. En pequeños círculos son muchos los que lo aceptan: un gobierno de AMLO no tolerará la crítica. Y acaso por eso algunos ya se curan en salud. Buscan aparecer en desplegados de apoyo, como modernos cortesanos. Ejemplo de que también en la libertad de expresión ya se vive la restauración del viejo PRI. Por eso vale insistir en que el periodista tiene una responsabilidad fundamental, más allá de partidos políticos, creencias religiosas e identidad mediática o grupo de poder, político o económico; la responsabilidad con su conciencia. La conciencia de un periodista hace las veces de la iglesia, el partido y la empresa en las que milita. Los objetivos del trabajo periodístico son la verdad y la justicia -por trillado que parezca-, en tanto que las herramientas para alcanzar esos objetivos son el análisis crítico de los actos de poder -cualquiera que sea ese poder y del signo político e ideológico que se quiera-, a partir de la información, obtenida mediante los géneros periodísticos. En una sociedad que se dice democrática, la crítica a los poderes -públicos o privados, políticos o sociales, institucionales o fácticos- es "la joya de la corona". No es concebible un gobierno democrático sin libertad de expresión y sin crítica. La crítica, y en general la opinión, más que en la veracidad de los hechos, se sustenta en la percepción de los hechos, y es tan diversa como emisores existan. Por eso es un desatino esperar imparcialidad y equidad en la crítica. Pero pocos lo entienden y menos lo aceptan. Al tiempo.
aleman2@prodigy.net.mx
28 de junio de 2006
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