Editorial de EL UNIVERSAL
29 de junio de 2006
Terminadas anoche las campañas electorales, a los ciudadanos nos resta el tiempo de una reflexión serena, rigurosa, para decidir, en estos tres días, qué haremos con nuestro voto el próximo domingo 2 de julio.
A salvo de la estridencia de los enfrentamientos verbales y de las ofertas inverosímiles, el reto que nos queda es resolver cómo vamos a contribuir a la construcción del país ideal que imaginamos, ya sin presiones y con el solo apremio de nuestra conciencia.
El domingo elegiremos al Presidente de la República, pero también a los 628 representantes que integran la Cámara de Diputados y el Senado de la República, además de las elecciones locales que se darán en varias entidades.
Es decir, el gobierno federal va a ser renovado para que nadie permanezca indefinidamente en el cargo y para dar oportunidad a otros mexicanos, con nuevas ideas y frescas energías. Ese es uno de los sentidos del cambio democrático.
A la hora de votar estaremos solos con el resultado de nuestro razonamiento, con nuestras convicciones y, sobre todo, con nuestra responsabilidad. Vamos a depositar nuestros votos, los que son una apuesta por el futuro inmediato en lo que al mandato se refiere, porque la marcha del país es tarea conjunta.
Cerca y lejos hay naciones que, estando igual que nosotros, o arrastrando pesados lastres, pudieron en pocos decenios revertir su destino con decisiones acertadas, trabajo, educación y apertura. La articulación con el desarrollo mundial es ahora imprescindible para avanzar.
Más allá de las personalidades de los contendientes, lo que importa es percibir qué tan aptos son para gobernar eficiente y honradamente, por encima de los intereses de partidos, grupos y sectores; qué tanto son hombres de Estado.
La notable disparidad del progreso de México es insostenible, pero hay posibilidades de justicia social sin desgarramientos ni retrocesos.
El cambio que necesitamos es hacia la modernización, hacia la justicia, hacia la seguridad, hacia el abatimiento de la pobreza, de la desigualdad y hacia el fortalecimiento de las instituciones democráticas. Un cambio que mire hacia adentro, pero que no olvide que formamos parte de un mundo ahora globalizado.
A la hora de votar, pensemos quién puede bosquejar para nosotros rutas adecuadas, y qué Congreso se requiere para equilibrar los poderes, que no enfrentarlos.
Los mexicanos habremos de considerar qué tipo de presidente necesita el país durante los próximos seis años; qué tipo de Congreso y si ambos estarán dispuestos a asumir la responsabilidad que les estaremos otorgando. Asimismo ocurre en los estados -como en el DF- que llevarán a cabo comicios para resolver su futuro.
Todas las elecciones son importantes. Las del domingo sobresalen porque, además de ser una oportunidad de consolidar nuestro sistema democrático en circunstancias diferentes, representan efectivamente el momento de elegir en democracia: es decir, está a prueba asimismo nuestra voluntad por consolidarla.
El voto es nuestro recurso para participar democráticamente. Con éste, que es el capital más importante con el que contamos los ciudadanos, habremos de construir el nuevo tiempo mexicano.
29 de junio de 2006
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