6 de septiembre de 2006

¿Esquizofrenia?

Jorge G. Castañeda
Reforma
6 de Septiembre del 2006

El proceso electoral ha terminado: Felipe Calderón será el próximo Presidente; las coyunturas pendientes -grito, desfile, toma de posesión- serán sorteadas y, como diría Borges, “tout le reste est literature”. El fallo del Tribunal fue unánime, no sin regaños al PAN, al CCE y a Fox. Y todo ello nos permite iniciar una reflexión que tomará más tiempo y esfuerzo sobre el balance del sexenio de Fox y las razones del triunfo de Calderón. Éste es sólo un principio.

Impera en México algo que los norteamericanos llaman “disconnect”: un desfase entre la visión de México y Fox que sostiene la “comentocracia”, y el sentir que, de acuerdo con las encuestas, parece prevalecer entre la población. Esta esquizofrenia es especialmente visible en aquellos periódicos -como el nuestro- que tienen encuestadores de casa y páginas editoriales elocuentes y comprometidas.

La comentocracia, detalles más detalles menos y con excepciones, sostiene que el sexenio ha sido representado, en el mejor de los casos, por una profunda decepción y, más bien en la mayoría de los casos, por un desastre total, plagado de fracasos, faut pas e impericias, y que culmina con el país postrado y en el peor estado en el que lo ha dejado presidente alguno. Si algún mérito detectan, con lupa, al sexenio es atribuible a factores ajenos a Fox como Gil y Ortiz, el precio del petróleo, Frenk o la tradición de Tlatelolco. Todos los desaciertos, en cambio, sí son de Fox y son muchos: más pobres que nunca, más corrupción, más violencia e inseguridad, menos crecimiento, más ilegitimidad del nuevo presidente, más incidentes bochornosos ante el mundo que nunca. Exagero pero creo que no pocos colegas de la comentocracia se reconocerán en esta rápida reseña.

El problema es que de acuerdo con las encuestas, el resto del país no parece compartir esta Apocalipsis. Las encuestas de los últimos meses y sobre todo posteriores a la elección, en vivienda y telefónica, públicas y privadas, de medios e independientes, con simpatías por el PAN o el PRD, muestran que Fox está a punto de terminar su sexenio con los mayores índices de aprobación desde la Cumbre de Monterrey del 2002, superiores a los de sus predecesores y comparables a los de los presidentes de América Latina de mayor éxito en tiempos recientes como Lagos en Chile. Esta aprobación no se limita a la persona de Fox sino que abarca también su desempeño rubro por rubro: manejo de la economía, manejo de las relaciones internacionales, combate a la pobreza, honestidad. No es un juicio a su persona, es una apreciación de su gestión.

Pero no sólo contamos con estas encuestas sino también con la madre de todas: la del 2 de julio. Aquí la comentocracia tiene que optar: o comparte la opinión de López Obrador de que Calderón ganó gracias a Fox, en cuyo caso Fox no puede ser visto como el peor presidente de la historia; o bien considera que es efectivamente el peor presidente de la historia, en cuyo caso no se entiende cómo pudo haberle ayudado a Calderón. El hecho es que gracias o a pesar de Fox, su candidato default ganó, su partido pasó a ser la primera mayoría en el Congreso y ganó todas las gubernaturas que estaban en juego el 2 de julio y en estados donde ya gobernaba. Para un presidente fracasado terminar con niveles de aprobación superiores al 60 por ciento con su opción sucesoria confirmada en las urnas y con su partido habiendo logrado su mejor desempeño, no está mal.

Muchos se explican a estas alturas el innegable desfase entre “circulo rojo” y “verde” de varias maneras, unas absurdas, otras atendibles. Las absurdas: 1) el “pueblo” se equivoca, vean el caso Hitler en 1933 -no merece comentario; 2) es pura mercadotecnia por la aplastante campaña de spots durante el primer semestre del 2006. No es falsa la explicación, pero sí insuficiente: en distintos grados la misma campaña se dio todo el sexenio y no logró estos resultados, como ejemplo, la elección del 2003 y también Salinas y Zedillo lo hicieron, pero no lograron lo mismo; 3) se trata de un efecto efímero que se desvanecerá con el tiempo. Esto no es imposible pero tampoco seguro: la impresión de final de sexenio o de semanas después de la entrega del poder suelen ser duraderas -si no habría que preguntarle a Echeverría o a Salinas; 4) no sirve de nada esa popularidad porque no se traduce en apoyo en el Congreso. Esto es cierto, pero es un problema distinto.

Quizás la mejor explicación se encuentre en la perspectiva diferente que tienen la gente y la comentocracia. A esta última, le preocupa mucho la diferencia entre Borges y Borgues; pero a la gente le interesa la tasa de interés hipotecaria. Al círculo rojo le importan las metidas de pata verbales de Fox; a la gente su situación económica personal, el seguro popular o la extensión de Oportunidades. Los 10 años de estabilidad económica con crecimiento mediocre pero constante que termina en diciembre, han ensanchado de manera muy significativa la clase media mexicana hacia abajo. Se ve en los vuelos de las líneas de bajo costo, en los hoteles, en el parque vehicular, en el mercado de vivienda.

De acuerdo con una encuesta reciente de GAUSSC, no sólo 63 por ciento aprueba a Fox, sino que 39 por ciento opina que su situación económica personal es mejor ahora que en el 2000 contra sólo 19 por ciento que dice es peor -el resto dice que es igual-; o que en el último año 58 por ciento de la población con teléfono había obtenido crédito de algún tipo. No es lo que se esperaba de Fox ni es lo que el país necesitaba, pero es mucho más de lo que reflejan las páginas editoriales. Por desgracia, aún con todos los avances bioquímicos recientes, la esquizofrenia sigue siendo una enfermedad incurable. El país y muchos de sus medios la padecen. ¿Cómo superarla?

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