Ricardo Alemán
El Universal - Itinerario Político
04 de septiembre de 2006
López Obrador y el PRD se convierten en aliados de aquellos a los que decían combatir
En el discurso pueden "mandar al diablo" a las instituciones. En la retórica pueden crear su "república patito". Pueden intentar que el nuevo presidente no tome posesión. En el imaginario pueden decir lo que les plazca, crear los conflictos políticos o mediáticos que se les antoje. Pero lo cierto es que en la práctica, lo que AMLO, el PRD y sus leales están logrando es crear una creciente tendencia de apoyo a la derecha mexicana, al PAN y a su probable presidente, Felipe Calderón.
La radicalización que por la vía extrainstitucional promueve AMLO, las venganzas políticas que consigue a través de las herramientas institucionales como las representaciones del PRD en el Congreso, los agravios a sectores católicos, a grupos empresariales y el insistente golpeteo a periodistas que disienten con su causa -informadores a los que arroja a la plaza para que la turba se encargue de ellos-, no sólo le han restado a AMLO una buena porción de la imagen y aceptación que había ganado, sino que se han convertido en acciones que consolidan, entre cada vez más amplios sectores sociales, lo que sus adversarios emplearon como eslogan de campaña; que es un peligro para México.
Pero lo más grave y peligroso para la naciente pluralidad mexicana, y sobre todo para las organizaciones que se dicen de izquierda, es que el movimiento de AMLO y del PRD se convierten de manera acelerada en el mejor aliado de aquellos a los que decían combatir, de la derecha en el poder. En realidad el papel de la izquierda en toda sociedad que aspira a una democracia real es precisamente el de equilibrio y contrapeso de la derecha. Pero lo que estamos presenciando en la etapa postelectoral mexicana es que cuando esa desdibujada izquierda parece haber alcanzado su mejor momento histórico, su mayor fuerza en la vida institucional, se empeña en volver a su estatura histórica -la de mera fuerza testimonial- para ceder los espacios reales de poder a la derecha, esa que anida lo mismo en el PAN que en las filas del viejo PRI.
Y es que precisamente al jugar el papel de radicales callejeros e intransigentes institucionales, AMLO y el PRD lo que en realidad están provocando es "coagular" los intereses de la derecha del PAN, de Felipe Calderón y de Vicente Fox, con los intereses de la otra derecha, la de Manlio Fabio Beltrones, de Emilio Gamboa Patrón, de Elba Esther Gordillo y la de no pocos gobernadores del PRI que representan a los grandes grupos empresariales. Pero además, a los ojos de sectores amplios de la sociedad mexicana -entre los que se encuentran los millones que no votaron y los millones que no sufragaron por AMLO- se crea una sensación de fastidio que, tarde o temprano, se traducirá en una tendencia de rechazo a sus métodos, y al mismo tiempo de justificación de lo que decidan en el terreno institucional los aliados del PRI y el PAN.
Y viene a cuento el tema por dos tendencias que se cocinan entre las fuerzas políticas que han preferido la vía institucional. Resulta que mientras AMLO y sus leales siguen el camino de la construcción de su "república patito" y de sus venganzas personales, las representaciones del PRI y el PAN en el Congreso trabajan en el cabildeo de otras fuerzas políticas de menor tamaño -como el Panal, Alternativa, el PVEM y Convergencia- en el diseño de un paquete legislativo que sería uno de los primeros "tiros de precisión" con los que arrancaría el nuevo gobierno de Felipe Calderón.
Se trata de una ambiciosa estratagema que pretende arrebatarle las banderas políticas, sociales, económicas y energéticas a AMLO, al PRD y a esa desdibujada izquierda. Los puntos de arranque para esa respuesta -que busca ser el instrumento de legitimación del nuevo gobierno- son la declaratoria de presidente electo por parte del TEPJF, por un lado, y la toma de posesión del nuevo presidente constitucional, por el otro. Pero además, el diseño va acompañado de una cuidadosa estrategia mediática -que por cierto ya está en marcha- y que consiste en dejar que AMLO y sus leales saturen los espacios, la tolerancia social, de tal suerte que a diciembre próximo, salvo lo más duro del núcleo perredista, el resto de los votantes y los ciudadanos estén hartos de AMLO y de sus lances.
Parte de esa estrategia es el bajo perfil que ha preferido el candidato Felipe Calderón, cuya agenda de apariciones esporádicas contrasta con la estridencia de AMLO, con la sobreexposición mediática del caudillo -lo que por cierto desmiente el cuento del cerco informativo-, mientras que Calderón trabaja no sólo en la integración de su gabinete, en el diseño de las políticas que serán la columna vertebral de su gobierno, sino también en las alianzas con otros partidos políticos. Al 1 de diciembre, y más allá de gritos y sombrerazos, Calderón podría llegar al Congreso como el segundo presidente de la alternancia, pero sobre todo como el primero de ese periodo con una mayoría parlamentaria de aliados. ¿Y la izquierda? Salvo que las mujeres y los hombres sensatos regresen pronto, esa izquierda se habrá convertido en la mejor aliada de la derecha. Ver para creer. Al tiempo.
aleman2@prodigy.net.mx
4 de septiembre de 2006
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