3 de septiembre de 2006

¡Pues al diablo con el diablo!

Carlos Ramírez
La Crisis - Diario de (Pos) Campaña
03-09-2006

El tiempo parece ir más de prisa, pero son los hombres los que corren desaforados porque los minutos se les van adelantando. Y ahí es donde los hombres no resisten la prueba del tiempo y no quieren reconocer que el tiempo es el Gran Señor de la Vida.

Más que el informe no informado o que la toma de la tribuna cual sesión estudiantil en algún CCH alejado de la ciudad, el tema central del debate va a ser la tesis política e ideológica de López Obrador, misma que define y definirá su comportamiento y el del PRD: “¡al diablo con las instituciones!”

Hay una película bastante mala cuyo título en español e historia la hizo ser muy comentada: Al diablo con el diablo. Es la historia de un tipo que anhelaba a una compañera de trabajo, pero él mismo era un poca cosa. Así que se encontró al Diablo sólo que vestido de mujer. Y fue el papel de Liz Hurley la que le dio más vida a la película. El tipo pedía sus deseos de manera directa, pero todos le salían mal. Por ejemplo, pidió tener mucho dinero y el Diablo lo hizo narcotraficante. Pidió ser el hombre más fuerte, pero le condenó un órgano sexual demasiado pequeño. Y así. Todo le salía mal.

Más o menos es lo que le pasa a López Obrador. Pide un deseo, se lo conceden, pero al final las cosas le salen mal. Ganó la toma de la tribuna, pero mostró el rostro de la intolerancia y con ello apuntaló a Fox y obviamente a Calderón. Mandó al diablo las instituciones y éstas mostraron su fuerza frente a la agitación callejera violenta de los lopezobradoristas que no pudieron romper el cerco policiaco. Y así por el estilo.

Lo más importante es su repudió a las instituciones. Y ahí está fácil. Cualquier mexicano tiene el derecho de invocar el “derecho a la revolución” que está consagrado en el 39 constitucional, pero entonces esas personas tienen que salirse de las instituciones repudiadas. López Obrador ya no es nada como funcionario público. Es un ciudadano sin fuero político ni constitucional. Puede, por tanto, declarar la revolución. Sin embargo, los legisladores perredistas juraron cumplir y hacer cumplir la Constitución, las leyes y por tanto las instituciones. Si algunos de ellos quieren seguir a López Obrador, están en su derecho. Pero entonces tendrían que renunciar a su cargo y no cobrar su dieta. Porque es muy fácil hacer la revolución contra las instituciones pero cobrando en las instituciones.

El PRD se enfrenta a su definición básica. Si quiere la calle, entonces debe perder su registro y sus participaciones en efectivo que le entrega el IFE. Si quiere la lucha legal, entonces el camino es dentro de las leyes. Es muy cómodo impedir el funcionamiento de las leyes del congreso y luego exigir cada quincena su salario como diputado.

El PRD ha llegado a la hora de las definiciones.

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