20 de septiembre de 2006

Lupa Ciudadana, ¿qué sigue?

Fernando García Ramírez
Lupa Ciudadana – Reflexión
20-09-06

La primera etapa de Lupa Ciudadana (dedicada a crear una memoria crítica de las declaraciones y promesas de los candidatos a la Presidencia de la República) ha llegado a su fin. Debido a la coyuntura inédita que vivió nuestro país (un candidato impugnó, a través del Tribunal Federal Electoral del Poder Judicial, los resultados de la elección, y el Tribunal falló en contra de sus impugnaciones), ampliamos la cobertura y cubrimos el conflicto postelectoral: publicamos las declaraciones de los todavía candidatos del PAN y la Coalición por el Bien de Todos, así como las declaraciones más importantes de los principales actores (dirigentes, voceros, etc.) de ambos partidos; todos los documentos (desplegados, anuncios, cartas) que se generaron durante la controversia; los principales argumentos impugnadores (así como sus contraargumentos); y las opiniones de los más destacados escritores, intelectuales y editorialistas sobre el proceso postelectoral. Todo este material –los discursos de campaña y sus evaluaciones, y el seguimiento del conflicto postelectoral- se podrá consultar permanentemente en esta página web. Pretendemos con ello crear una memoria crítica, de interés para los estudiosos, pero también para todo aquel ciudadano que quiera cotejar las declaraciones futuras de los actores políticos con lo que anteriormente dijeron. Es tarea de la ciudadanía impedir la impunidad declarativa: México debe dejar de ser un país sin memoria.

¿Qué sigue? Nuestra labor –de vigilancia de los poderes públicos- apenas comienza. En los próximos meses lanzaremos, alojados en este mismo portal web, los siguientes proyectos: Lupa Ciudadana Poder Legislativo (que dará seguimiento crítico, desde el 1° de noviembre, a los quehaceres de los 500 diputados federales y los 132 senadores de la República); Lupa Ciudadana Poder Ejecutivo (que recogerá, desde el 1° de diciembre, todas las declaraciones, y hará la crítica de las mismas, del titular de la Presidencia y de sus principales Secretarios de Estado); y Lupa Ciudadana Distrito Federal (que, desde el 4 de diciembre, se encargará de hacer un registro crítico de las declaraciones del Jefe de Gobierno del Distrito Federal y de sus principales colaboradores).

Cada uno de estos proyectos perseguirá el mismo fin: vigilar a los poderes públicos, brindar a la ciudadanía instrumentos para que vaya acotando la discrecionalidad con la que actúa nuestra clase política. Nuestro objetivo –consolidar y ampliar los cauces de nuestra democracia- se verá cumplido si una ciudadanía activa hace suyo este sitio. Para cumplir dicho objetivo, Lupa Ciudadana enfatizará el contacto directo con sus usuarios, hará más interactivas sus funciones; se propone, en fin, brindar un servicio a la ciudadanía, fortalecer sus cimientos.

Mientras trabajamos en la preparación de las siguientes etapas, Lupa Ciudadana brindará el seguimiento de las declaraciones del presidente electo, Felipe Calderón Hinojosa, sin soslayar por ello las participaciones del ex candidato Andrés Manuel López Obrador. Lo hacemos en el ánimo de no excluir a nadie, bajo el supuesto de que entre todos –titulares y opositores- construiremos un mejor país.

18 de septiembre de 2006

“¡Traidor, traidor!”

Ciro Gómez Leyva
Milenio - La Historia en Breve
18/09/2006

Dante Delgado tuvo que acercarse a la pasmada Elena Poniatowska. “Siga leyendo, siga leyendo”, le dijo al oído con firmeza diplomática.

Poniatowska dejó correr todavía unos segundos antes de retomar la lectura del discurso inaugural de la Convención Nacional Democrática, que había sido interrumpido por el grito “¡traidor, traidor”!”, que la multitud le dedicaba a Cuauhtémoc Cárdenas por haberse osado a criticar un par de días antes a Andrés Manuel López Obrador; por advertirle que sería un craso error jugar a ser un “presidente en rebeldía”.

Poniatowska parecía cobrarse, a la vez, el atrevimiento de Cárdenas por haberle escrito una carta invitándola a reflexionar. La dulce Elena decidía tirar la imagen del ingeniero a la jaula de los lobos hambrientos. Fiel estampa de lo que ha sido el lopezobradorismo en las últimas semanas: autoengaño, intolerancia y sevicia. La noche del 2 de julio tenía al menos a 15 millones de almas en la bolsa y al México político en un puño. El sábado, en una convención sin representación efectiva, se desvanecía en un circense acto de onanismo masivo. Pero quien se atreve a decírselos es un traidor.

¿Quién se hace cargo de la derrota? ¿Quién ahí adentro encarará a López Obrador para reprocharle que dilapidara una ventaja tan formidable que llegó atener a los adversarios de rodillas, rezando para que el tsunami amarillo fuera benevolente con ellos? ¿Todo es culpa de la “propaganda sucia”, de la lengua de Fox? ¿Cuántos nuevos adeptos tiene hoy el “movimiento”? ¿Quién, honestamente, cree que la autoridad moral de Andrés Manuel es más grande hoy que en julio, mayo, marzo...? ¿Quién se hace cargo de los millones que votaron por él y hoy vomitan al “presidente legítimo”?

Es un desastre. Lo que López Obrador y su pequeño círculo (ni siquiera fueron capaces de abrirle al “pueblo” un lugar en las tres comisiones creadas por la convención) han hecho con la esperanza de millones de personas es una infamia.

Dilapidaron una gran cosecha de votos a cambio de, Carlos Marín dixit, crearse su república patito; a cambio de convencerse a sí mismos que son los elegidos para purificar a la sociedad.

Cuauhtémoc Cárdenas debe estar tranquilo. Es un honor ser acusado de traidor por la intolerancia democrática nacional.

gomezleyva@milenio.com

La decepción nacional democrática

Benito Nacif
Excélsior
18-09-06

La campaña de resistencia civil lanzada por Andrés Manuel López Obrador, el candidato presidencial de la coalición Por el Bien de Todos, ha sido un rotundo fracaso. Ha fallado en la realización de sus objetivos y, el costo para quienes han participado en ella, principalmente el PRD, ha sido muy alto.

A poco más de dos meses de que López Obrador convocara a sus huestes a luchar en contra del resultado electoral anunciado por el IFE, conviene recordar cuáles eran las metas de la movilización. Esencialmente, se buscaban dos cosas. Primero, convencer a la opinión pública de la existencia de un gran fraude electoral orquestado con el propósito de robarle la elección al "candidato del pueblo". Segundo, presionar al Tribunal Electoral para que invalidara la elección de Presidente de la República.

El recuento voto por voto fue su mejor carta en este juego. Al parecer, saldrían ganando cualquiera que fuera el resultado. Si el TEPJF rechazaba la petición de un recuento total, tal como terminó ocurriendo, de todas formas serviría para desacreditar el triunfo de Felipe Calderón. Por otro lado, si por alguna razón se procedía a abrir todos los paquetes y se reconfirmara la ventaja del "candidato de la derecha", las inconsistencias y los errores encontrados serían material suficiente para "reventar" la elección. López Obrador, el genio de la política, había encontrado la respuesta al predicamento al que él mismo había llevado a sus seguidores, tras una campaña electoral plagada de desaciertos en la que despilfarró una ventaja de al menos diez puntos en las encuestas.

Pero, la ejecución de la campaña de resistencia civil fue un desastre y la fortaleza de las instituciones electorales mucho mayor de lo esperado. Con el paso del tiempo, el convencimiento de que Felipe Calderón ganó la elección no sólo se mantuvo, sino que ha ido en aumento. El IFE ha resistido la campaña de descrédito emprendida por el PRD y sus aliados en la coalición; sigue siendo, después del Ejército, la institución pública con mayor credibilidad en el país. Las resoluciones del Tribunal Electoral, desde el rechazo al recuento voto por voto hasta la declaración de Presidente electo, han tenido enorme aceptación en la opinión pública.

Al mismo tiempo, la popularidad de López Obrador se ha desplomado. A cada acción relevante de la campaña de resistencia civil ha seguido el rechazo abrumador de la opinión pública. Pero López Obrador no ha caído solo, se ha llevado consigo al PRD y al actual jefe de Gobierno del DF, Alejandro Encinas. El PRD, cuya imagen mejoró sustancialmente durante la campaña contra el desafuero, ha recuperado su reputación de partido conflictivo y violento. Su aceptación entre el electorado ha caído por debajo de los niveles a los que llegó con los escándalos de corrupción de 2004. Si López Obrador tuviera un jefe, ya lo hubiera despedido.

Pero López Obrador no rinde cuentas a nadie. Para salir del nuevo embrollo al que seguramente lo llevaría el fallo adverso del Tribunal Electoral, decidió organizar la Convención Nacional Democrática. Este evento sería el escenario para proclamarse "presidente legítimo" y anunciar al mundo entero que se mantendría a la cabeza del movimiento, por encima de cualquier otro liderazgo −formal o informal− dentro del PRD.

Aun así, en este ejercicio de egocentrismo político, algunos líderes de izquierda vieron también una oportunidad. La Convención Nacional podría ser también el momento apropiado para definir un nuevo curso de acción que, apartando al PRD de su confrontación con las instituciones, detuviera su caída. La carta pública de Cuauhtémoc Cárdenas a Elena Poniatowska hizo crecer las expectativas de un cambio de rumbo. En ella, el líder fundador del PRD hace un fuerte llamado de atención sobre la intolerancia que priva en el círculo más cercano a López Obrador e invita a tomar distancia respecto al movimiento de resistencia civil.

Sin embargo, la Convención fue más de lo mismo. No hubo sorpresas. Las esperanzas de que López Obrador saliera de la Convención simplemente como "coordinador de la resistencia civil" se vinieron abajo. Al parecer ya no le importa hacer el ridículo ni recuperar el respeto del que alguna vez gozó en la opinión pública. Tal como estaba escrito en el guión, los "delegados" alzaron la mano para nombrarlo "presidente legítimo". Asimismo, tampoco hubo cambios en los objetivos del movimiento. Su principal razón de ser seguirá siendo el hacerle la vida imposible a Felipe Calderón. Sobre cómo refundar la República o purificar las instituciones poco o nada se dijo; por ahora, lo que importa es hacer protestas en todos los lugares donde se presente el "usurpador".

Quizás el único resultado positivo de la tan anunciada Convención es que coincidió con el fin del plantón que por más de cuarenta días mantuvo bloquedas las calles del centro de la Ciudad de México, incluido el Paseo de la Reforma. Un poco tarde, pero finalmente el PRD corrigió el error más costoso en este concierto de desatinos que ha sido hasta ahora la campaña de resistencia civil.

bnacifmx@yahoo.com

La farsa

Ricardo Alemán
El Universal - Itinerario Político
18 de septiembre de 2006

Lo que vieron todos aquellos que quisieron verlo, no fue más que un montaje teatral

Es una farsa que se juegue con el sueño legítimo de "cambio" de miles o de millones de mexicanos que anhelan, sin duda, un México mejor. Es una farsa que con la demagogia fácil de un caudillo iluminado se les haga creer que, por encima de las más elementales reglas de la convivencia política y de las reglas de la democracia, puedan elegir, a mano alzada, sin discusión alguna, sin alternativas, y sin más razón que su intolerancia a la derrota y su desprecio a las reglas aceptadas por todos, a un supuesto "presidente legítimo".

Es una farsa que se hable de una Convención Nacional Democrática cuando lo que presenciamos el pasado sábado en el zócalo capitalino no fue sino una demostración de la capacidad de engañar a una importante porción de la sociedad y de colocar los recursos públicos de las instituciones -esas que tanto desprecian- para derribar precisamente las instituciones democráticas. Es una farsa que se hable de "democracia" cuando lo que vieron todos aquellos que quisieron verlo, no fue más que un montaje teatral, de miles de personas a las que se llevó a convalidar una de las más grotescas y antidemocráticas concentraciones de que se tenga memoria. ¿De dónde salieron los millones y millones de pesos para un montaje de esa naturaleza, para pagar los nada baratos costos de esa farsa? Salieron de la otra farsa, la de cobrar o desviar dinero público, que luego se trasladan a la causa de la farsa democrática.

Es una farsa que en respuesta a un supuesto o real fraude electoral, se responda con otro fraude de legitimidad presidencial, igual o peor de ofensivo, ilegal y atentatorio de la vida institucional que aquel que supuestamente combaten. Es una farsa que los partidos políticos otrora coaligados para competir con las reglas del juego -PRD, PT y Convergencia-, que ganaron posiciones en el Congreso, que viven del dinero público, cuyos grupos parlamentarios se negaron a dejar el cargo y las dietas, y cuyas dirigencias también viven de ese dinero de todos, hoy salgan con la farsa de que respaldan al "presidente legítimo". ¿Son o no partidos y legisladores institucionales?

Es una farsa que se digan de izquierda, revolucionarios y demócratas políticos como Manuel Camacho, Marcelo Ebrard, Leonel Cota, Dante Delgado, Alberto Anaya, Ricardo Monreal, Arturo Núñez -todos vinculados con los gobiernos del PRI, responsables de la ruina del país, que persiguieron al FDN y al naciente PRD-, y que hoy se autoproclamen como los próceres de la nueva izquierda mexicana, que en nombre de esa izquierda enarbolen las banderas de una corriente política que por décadas fue perseguida por los hoy modernos cruzados de la democracia. Es una farsa que intelectuales y académicos ya no quieran acordarse de quiénes son y qué representaron para la izquierda, en sus respectivos momentos, los Camacho, Ebrard, Delgado, Anaya, Monreal y Núñez, entre muchos otros que también hoy se han "purificado" gracias al "movimiento".

Es una farsa que el "presidente legítimo", proclamado al amparo del artículo 39 constitucional -sin tomar en cuenta los artículos 40 y 41-, pretenda convertirse en los próximos días en el principal promotor, propagandista y acarreador de votos de la causa de su paisano tabasqueño Raúl Ojeda, el candidato al gobierno de aquella entidad, que sí competirá por el gobierno bajo las reglas establecidas, que sí usará el dinero público, que sí aceptará el resultado -siempre y cuando le sea favorable-, pero que tendrá como su promotor al "presidente legítimo". ¿Qué no fue la intervención ilegal del presidente Fox el mayor reclamo para argumentar el fraude? Hoy el autoproclamado "presidente legítimo" hará lo mismo. Más que farsa, más que un chiste, ese parece un síntoma de esquizofrenia.

Es una farsa que se hable de resistencia civil pacífica -no sólo por la concepción primigenia del concepto-, cuando todos saben que para perseguir al presidente electo se han diseñado grupos de choque que buscan precisamente exaltar el supuesto carácter "represivo" del gobierno "ilegal y espurio". Es una farsa que se cuestione la "imposición" de Calderón como un "gobierno espurio" y que al mismo tiempo una minoría no mayor al 2% de los potenciales electores mexicanos y que no llega al 1% del total de la población -en el supuesto del millón de delegados-, pretenda imponer lo que ellos llaman "presidente legítimo".

Es una farsa que los convencionistas del 16 de septiembre -a quienes nadie escuchó, nadie tomó en cuenta y sólo les pidieron alzar la mano, como en las viejas asambleas del PRI que siempre cuestionó la izquierda- hayan votado por reclamos fundamentales como "acabar con el presidencialismo y sus excesos, y por someterlo a un estricto marco de responsabilidades", y con sólo levantar la mano avalaran los excesos del "presidente legítimo" que no se apega a marco alguno, sea legal o de responsabilidades sociales y políticas básicas, que sólo representa a sus leales y simpatizantes, y que rechazan una mayoría.

"Farsa", para los desmemoriados, según el Diccionario de la Lengua Española significa: "Comedia", "Pieza cómica breve", "Obra cómica chabacana y grotesca", "Compañía de farsantes, cómicos", "Mentira". Al tiempo.

aleman2@prodigy.net.mx

17 de septiembre de 2006

Cartón Excélsior - ¡Al diablo también con la popularidad!

AMLO visto por Fuentes y Cárdenas

René Avilés Fabila
Excélsior
17-09-06

¿Harán un Constituyente con taxistas pirata, ex priistas, corruptos como Bejarano y Padierna?

Carlos Fuentes es la figura más relevante de las letras nacionales y un escritor muy prestigiado en el mundo. Junto con Vargas Llosa, uno de los más serios aspirantes para darnos (a la América hispana) otro premio Nobel. De España llegan declaraciones suyas. Habla de las recientes elecciones que nos tienen metidos en un grave atolladero. Tajante, afirma que no hubo fraude electoral. Explicó que es imposible tener dos experiencias distintas en una sola: la elección de jefe de Gobierno capitalino, senadores y diputados en extremo aseada, mientras que la presidencial estuvo llena de suciedad. ¿A quién creen tomarle el pelo? Contrasta con la actitud de otros mexicanos ilustres, quienes en lugar de contribuir a la reconciliación y al debate de las ideas, algo que permita la edificación de una izquierda inteligente, atizan el fuego, tales son los casos de Elena Poniatowska y Juan Ramón de la Fuente. La primera habla por puro amor, el segundo porque se le fue de las manos Gobernación.

Otras palabras dignas, valerosas, que de nuevo señalan al enorme político que es, provienen de Cuauhtémoc Cárdenas; harto de recibir acusaciones simplistas, escribió un documento en forma de carta a Poniatowska. El texto es brillante y revelador, allí Cárdenas explica sus diferencias con el movimiento de López Obrador, precisa que quienes lo rodean (como lo hemos señalado en estas mismas páginas) son ex priistas del peor estilo, lo cual es mucho decir. Culpables del que sí fue un fraude en 1988, personajes como Camacho, Ebrard, Núñez y Socorro Díaz, ahora son "demócratas y plurales", de "izquierda". La misiva es fundamental para entender lo que está ocurriendo y para tomar un rumbo racional que corresponda a los retos de la globalización neoliberal que padecemos. Ante los insultos y las bajezas, Cárdenas responde con argumentos sólidos. Son cuestiones de fondo, de cómo entender la política, no de envidias, como acusa Elena. Dos mundos con coincidencias y abismales diferencias. La de Cárdenas es la visión de un estadista.

Carlos Fuentes dijo que AMLO podría recuperar lo perdido en el siguiente proceso electoral, siempre y cuando asuma una postura sensata, cosa que no ocurrió. Rodeado como está de tramposos y resentidos, perdió tal oportunidad. Es demasiado tarde: los hechos subsecuentes al 2 de julio son la fosa que albergará el féretro político de AMLO y los suyos. Abandonó la dignidad de la lucha política de altura y se concentró en una pelea callejera del más bajo nivel con resultados adversos: hoy la popularidad de Andrés Manuel (y del PRD) están a la baja. La ciudad capital se ha poblado con arrepentidos de darle su voto y en el resto del país las deserciones aumentan, mientras que la cúpula perredista –Encinas y Ebrard incluidos–, festejan la segunda gran derrota del pobre Fox: la primera fue obstaculizar la lectura de su último Informe Presidencial y ahora impedir que diera el Grito en el Zócalo. Son victorias pírricas: su violencia deja felices a los perredistas duros y pierden más y más simpatizantes. Cárdenas advierte: el camino a la dictadura o el sectarismo pasa por la intolerancia hacia quienes piensan diferente.

Son dueños del Zócalo y qué. No acaban de percatarse de cuán bajo están cayendo. Lo peor no son las deserciones sino el ridículo que están organizando ante el país y la comunidad internacional que han dejado de considerar a López Obrador un personaje con el cual tratar. La Convención, así como le hicieron una campana de Dolores al gusto de López Obrador (que no utilizó), lo designa presidente "legítimo" de México. ¿Alguien lo tomará en cuenta? Por ejemplo, si el PRD desea que el DF se convierta en estado con gobierno propio y autonomía plena, deberá negociar con los poderes. Anticipemos a Ebrard tratando no con Calderón ni con instituciones como las cámaras, sino con la "Convención" y con el "presidente" López, quien lo recibirá en su tienda de campaña en el Zócalo, llamada, a semejanza de Los Pinos, Macuspana, para tratar la modificación política. Hasta ese sitio llegarán los diplomáticos extranjeros a presentar sus cartas-credenciales. Es obvio, el entorno tendrá que ser dignificado por Ebrard: quitar ambulantes y alejar letrinas.

López Obrador quiere ser, además, un mandatario itinerante, al modo de Juárez. Olvida que Juárez llevaba la dignidad de la República ante una intervención militar europea a gran escala. Cuánta razón tenía Marx al decir que la historia se repite: la primera vez es tragedia, la segunda farsa. Tenemos una Convención "democrática" y "revolucionaria" y un presidente "legal" e itinerante. Lograron que Fox corriera a Dolores. ¿Conseguirán hacerle creer a los mexicanos que sus actos demenciales tienen sentido? ¿Borrarán las instituciones para crear nuevas? Por último, ¿harán un Constituyente con taxistas pirata, ex priistas, corruptos como Bejarano, Ímaz y Padierna, ambulantes y más de un intelectual despistado?

www.reneavilesfabila.com.mx

Despeñadero

Jaime Sánchez Susarrey
Reforma
16 de Septiembre del 2006

La crónica de El Universal no tiene pierde: el 1o. de septiembre, antes del VI Informe, AMLO se encuentra reunido con su Estado Mayor. Ahí están Jesús Ortega, Manuel Camacho Solís, Ricardo Monreal, Leonel Cota, Horacio Duarte y, por supuesto, Marcelo Ebrard. López Obrador está decidido a encabezar una marcha que partiría del Zócalo, donde se encuentran reunidas unas 35 mil personas, al Palacio Legislativo de San Lázaro.

Sorpresivamente, contra todo su estilo, el ex candidato de la coalición Por el Bien de Todos decide consultar a sus 15 más cercanos. Es más, no sólo los consulta sino que somete a votación la decisión que está a punto de tomar. La pequeña asamblea se divide: Manuel Camacho, Porfirio Muñoz Ledo, Marcelo Ebrard y Jesús Ortega se oponen. Leonel Cota y Fernández Noroña, entre otros, están incondicionalmente con el Jefe.

AMLO procede entonces a la consulta: "Voy a preguntar a ustedes: ¿Vamos allá o nos quedamos aquí? A ver, que levanten la mano los que quieren ir. Bájenla. Que levanten la mano los que prefieren quedarse aquí". El resultado de la votación es muy apretado: ocho en contra y siete a favor. López Obrador realiza el conteo de nuevo, mano por mano, y concluye: "Esa es la decisión, es la decisión correcta. Eso es lo que vamos a hacer" (El Universal online, 8/sep/06).

La imagen vale más que mil palabras. El líder se está resquebrajando. López Obrador consultaba poco y oía menos. Se guiaba por su instinto y era inflexible. No aceptaba que sus decisiones se discutieran. Era parte de su estilo de hacer política. La autoridad y el carisma que ejercía sobre sus seguidores derivaban, en buena medida, de esa seguridad. Andrés Manuel nunca se equivoca, murmuraban todos en voz baja. O para decirlo en palabras del propio López: soy indestructible e invencible.

Y así parecía ser. AMLO ha ido a contracorriente toda su vida. Su biografía es la de un navegante solitario. Nunca había tratado como pares a sus colaboradores más cercanos. La forma en que trazó las estrategias de campaña lo confirman. El desconocimiento de las encuestas, los 10 puntos que proclamaba tener por encima de Calderón y los 500 mil votos la noche del 2 de julio son un ejemplo fehaciente de ese estilo. No consultaba ni escuchaba a nadie. Él decidía por instinto y por impulso.

¿Por qué entonces el cambio y, sobre todo, qué significa? La derrota, se dice y se repite, no es buena consejera. Andrés Manuel no estaba ni está preparado psíquicamente para lo que le ocurrió. Su primera reacción fue negar la realidad e invocar el fraude y el complot. No había en ello ninguna sorpresa y al principio todo parecía ir sobre ruedas. Es más, el Mesías de Macuspana se sintió de nuevo como pez en el agua. Las movilizaciones y las protestas deberían culminar con una decisión favorable del Tribunal o en una larga marcha para rescatar la República.

El problema está en que todo se ha complicado. La vía legal quedó atrás. Ya hay Presidente electo y el entorno nacional e internacional le es completamente adverso. Pero además, la convocatoria de la Convención Nacional Democrática se está convirtiendo en una aventura muy costosa y riesgosa. Porque, en el fondo y en la superficie, el desconocimiento de todas las instituciones y la referencia al artículo 39 de la Constitución constituyen una proclama revolucionaria sin más, aun cuando se maquille con el término de movimiento pacífico.

No hay duda. Por segunda vez en su vida el Mesías de Macuspana ha perdido el rumbo y no sabe cómo ni hacia dónde dirigirse. La primera, vale recordarlo, ocurrió en el 2000 cuando en el último minuto dudó en postularse a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. En esa ocasión Cuauhtémoc Cárdenas lo sacó adelante. Hoy la historia se repite: López ya no confía en López; ha perdido la confianza y la fe en sí mismo.

Sólo así se explica que haya reculado ya en dos ocasiones claves para su estrategia y para su movimiento. La primera la describí arriba. La otra es aun más importante: la decisión de levantar el plantón en el Zócalo y Reforma constituye una doble derrota. Primero, porque nunca en su vida se había echado para atrás; siempre había ido hacia delante y en el filo de la navaja hizo retroceder a todos sus adversarios. Baste recordar lo que ocurrió con el proceso del desafuero.

La segunda, porque la estrategia del movimiento se ha vuelto contradictoria y errática. No se puede, con un mínimo de consistencia, llamar a una insurrección civil, montar una magna provocación contra todas las instituciones, que incluye la toma del Zócalo, de Reforma y el anuncio de la celebración de la Convención el 16 de septiembre, para luego hacer mutis y retroceder. López hizo un petate, el tiro le salió por la culata y quedó en ridículo.

Para decirlo de otra forma, una vez que AMLO convocó a la Convención Nacional Democrática y se trazó como objetivo impedir la toma de posesión de Felipe Calderón, debió haber ido hasta las últimas consecuencias: mantener el plantón contra viento y marea para obligar al Ejército a usar la fuerza o, en su caso, hacerlo recular y con él al Estado en su conjunto. En ese juego de provocación pudo haber obtenido beneficios en cualquiera de las dos canchas: ganando la apuesta si no lo desalojaban o denunciando la "represión del Estado autoritario" por haberlo confrontado.

Las desgracias y las malas noticias no terminan ahí. El siguiente paso complicará más las cosas. La Convención Nacional Democrática, sin representación efectiva alguna, seguramente proclamará al señor López presidente legítimo de los Estados Unidos Mexicanos. El sainete se convertirá entonces en una opera bufa: el presidente de chocolate con nariz de cacahuate blandirá la amenaza de impedir la toma de posesión de Felipe Calderón y anunciará un nuevo orden institucional.

Sin embargo, nadie le va a creer porque no dispone de los medios para cumplir su bravata. Y no sólo eso. El tiempo corre en contra del hijo más preclaro de Macuspana. Tanto los diputados como los senadores del PRD, para no hablar de los gobernadores y de Marcelo Ebrard, entrarán paulatinamente en el aro de las negociaciones. Las instituciones que el señor López mandó al diablo hace unas semanas están muy lejos de haberse agotado. El interés del PRD como partido no coincide con los delirios de su ex candidato. El final del Indestructible se anuncia, pues, caricaturesco. Paso a paso, el tabasqueño se enfila a un verdadero despejadero, pero gracias a Dios y para su consuelo, Marcos le ha organizado ya un encuentro intergaláctico de pronóstico reservado.