Leo Zuckermann
Excelsior - Juegos de poder
15-05-2006
A 48 días de la elección presidencial son pocos quienes apuestan que el PRI puede regresar a Los Pinos. Desde enero, todas las encuestas consistentemente sitúan a su candidato en el tercer lugar, con alrededor de 27% de las preferencias. Los apostadores que están arriesgando su dinero para predecir el resultado de la elección le dan hoy a Madrazo una probabilidad de ganar de menos de 5%. Los priístas están nerviosos y el candidato presidencial comienza a tener un discurso de perdedor, buscando excusas de por qué va rezagado. Finalmente, en lo que parece ya un acto de desesperación, Madrazo ha llamado al publicista Carlos Alazraki para que lo saque del atolladero.
Así, por donde se vea, el panorama se advierte sombrío para el PRI. En este sentido, son muchos quienes se preguntan qué pasó. ¿Dónde quedó la supuesta fuerza del PRI? ¿Cuál fue el error?
La respuesta que todo el mundo suelta de inmediato es que la culpa la tiene Madrazo, por ser un mal candidato. Para empezar, en su agresiva búsqueda por la candidatura priísta, el tabasqueño alienó a muchos de sus correligionarios y propició divisiones partidistas. Luego, Madrazo siempre ha tenido coberturas noticiosas negativas, lo cual ha dejado una huella negra sobre su persona. De acuerdo con todas las encuestas, desde hace mucho, son más los mexicanos que tienen una opinión desfavorable de Madrazo de quienes tienen una favorable. Es, además, el candidato que mayor porcentaje de rechazo concita. Y, para colmo, cuando ataca, le sale el tiro por la culata. Por ejemplo, los spots donde criticaba a AMLO por no querer debatir le costaron más en términos de imagen al priísta que al perredista, según la más reciente encuesta de Excélsior-Parametría.
Pero decir que Madrazo es el problema del PRI enmascara el verdadero meollo de lo ocurrido, el error lo cometieron los priístas al aceptar un dirigente nacional preocupado y ocupado en su agenda política personal y no en la renovación que el partido necesitaba.
En la elección de su dirigente nacional en el 2002, los priístas eligieron a un político de quien todos sabían que su intención última era asirse de la candidatura presidencial y no la de reconstituir al partido. Esa fue la pifia que sólo unas pocas voces dentro del PRI, como la de Dulce María Sauri, criticaron. Porque, después de la derrota del 2000, ya sin la figura del árbitro último que era el presidente, lo que el partido necesitaba era un líder neutral, una especie de jefe de Estado partidista ubicado por encima de todas las facciones políticas, con la misión de construir nuevas reglas para resolver el principal problema de todo partido, cómo elegir a sus candidatos.
En su papel de líder nacional, Madrazo, en cambio, hizo todo lo posible por quedarse con la candidatura presidencial en vez de reconstituir las instituciones partidistas. Se olvidó de una práctica muy sana del Revolucionario que el partido reconoce en su mismísimo nombre.
Un presidente del PRI neutral lo hubiera podido dotar de las instituciones necesarias para que los aspirantes legítimos a las candidaturas pudieran competir por ellas. Ya con reglas claras, muchos priístas, entre ellos Madrazo, hubieran competido por la candidatura presidencial. Y, al final, al PRI probablemente le hubiera ocurrido lo mismo que al PAN, es decir, que, por medio de una competencia real, las bases eligieran a un candidato más popular y competitivo.
Sin embargo, para desventura de ese partido, Madrazo se comportó más como jefe de camarilla que como auténtico líder partidista. A quienes se le opusieron, los arrolló sin misericordia. Y lo más importante de todo, los priístas le permitieron esto.
Hoy, cuando una nueva debacle se presenta en el horizonte, muchos del Revolucionario deben estar arrepentidos. Porque, ¿de verdad hubiera salido Madrazo como candidato en una competencia partidista real con reglas justas y equitativas? ¿No tendrían los priístas hoy a un mejor representante en la contienda presidencial? ¿No suspiran al imaginar dónde estaría el PRI si Enrique Jackson o Enrique Martínez ocuparan el lugar que hoy tiene Madrazo?
Obtusos, sin una visión de fortalecimiento institucional, creyendo que sólo los errores de Fox los regresarían a Los Pinos, los priístas se dejaron liderar por un político a quien sólo le importaba su agenda personal. Fueron complacientes. Perdieron la oportunidad de renovar al Revolucionario para hacerlo más competitivo a nivel nacional.
Ahora, cuando las cosas no les funcionan, sería bueno que también reconocieran su responsabilidad porque, al final del día, fueron ellos, los priístas, quienes permitieron que Madrazo los regenteara.