16 de mayo de 2006

El fin de la transición

Macario Schettino
El Universal
16 de mayo de 2006

Hace un par de semanas comentaba con usted acerca de la dificultad que tenemos los seres humanos para interpretar la realidad. Es tan complejo lo que ocurre que tenemos que estructurarlo de alguna manera, para que nos sea comprensible. La estructura le da sentido a la realidad, pero al mismo tiempo la distorsiona. Hay quienes, por ejemplo, gustan de usar una estructura conspirativa, en donde cada hecho de la realidad está dictado por alguna fuerza oscura, a través de mecanismos sumamente complicados. Con base en ello, puede uno encontrarse explicaciones muy raras en donde nuestra vida está dictada por las multinacionales, o por la hermandad masónica, o por algún secreto código milenario.

Y esta fuga de la realidad es más común de lo que parece. Cuando nuestra forma de explicar ya no da más, le inventamos "fuerzas sociales" a la estructura, que dictan que hoy América Latina vota por la izquierda, o que los empresarios se asocian para impedirlo. Normalmente estas explicaciones sólo muestran el agotamiento de la razón y la vuelta a lo religioso, a las fuerzas inexplicables del bien y del mal.

Me parece que podemos explicar buena parte de lo que ocurre sin apelar a ángeles y demonios, a conspiraciones o fuerzas sociales. El proceso electoral que vivimos es sólo el último de la etapa de transición de México. Se decide ahora si queremos continuar con el camino iniciado en 1986 o si queremos regresar al anterior. Eso es todo, pero es bastante.

Esto significa que la elección termina con 20 años de partidos de fin de régimen, unidos sólo por la expectativa del poder y no por ideas comunes. No son, el Partido Acción Nacional y el Revolucionario Institucional, los partidos creados a fines de los 30, sino organizaciones reconstruidas a mediados de los 80. Con mayor claridad, así es el PRD.

Los tres partidos, en su forma actual, no podrán sobrevivir a la elección. Como ya habíamos comentado hace varios meses, el PRI no puede ganar, y no puede sobrevivir. No es mala fe de este comentarista, es simplemente que ese partido no podía elegir un candidato presidencial y seguir unido. Así ha sido, y a diferencia de lo que opinan muchos, me parece que no es culpa de Roberto Madrazo Pintado. Hubiese ocurrido lo mismo con cualquier otro. Nunca el PRI había elegido un candidato presidencial sin la presencia arbitral del presidente de la República. No tenían cómo lograrlo.

La forma en que se rehagan los partidos depende mucho de quién gane la elección, pero ocurrirá de cualquier manera. Si pierde López Obrador, el PRD estará destruido. A golpe de encuestas, Andrés asignó candidaturas desde 1996, y con ese mismo instrumento logró desplazar a Cuauhtémoc Cárdenas e instaurar su mando absoluto. Si pierde, el PRD no tendrá ya nada que lo cohesione: ni la figura del ingeniero ni la promesa del poder, y ni siquiera espacios, porque las candidaturas fueron otorgadas a recién llegados.

En el PAN el fenómeno parece ocurrir al revés. Si Felipe Calderón pierde, entonces todo el poder queda en manos de la fracción retardataria de ese partido. Porque, a diferencia de lo que ocurrió en PRI y PRD, en Acción Nacional no fue el candidato el que otorgó candidaturas, sino el partido. Si a alguien le preocupa la extrema derecha, lo que sea que esto signifique, la puede encontrar en los primeros lugares de las listas del PAN. Si Calderón gana, esto significa que entrarán al Congreso no sólo los extremistas, sino buena parte de los moderados de su partido.

Visto de esta manera, el triunfo de Andrés Manuel López Obrador implica un Congreso conservador. De derecha y de izquierda, si acaso eso tiene sentido. Si el ganador es Calderón, no vaya usted a imaginarse que ocurre exactamente lo contrario, porque no es así. Pero un vistazo a las listas de los candidatos nos permite imaginar, al menos, la posibilidad de una amplia coalición de centro, que saque adelante, de una vez por todas, los cambios de fondo necesarios para que México tenga alguna posibilidad de éxito en este siglo XXI.

La transición termina, como nosotros decidamos, este 2 de julio.

macario@macarios.com.mx

Profesor de la EGAP del ITESM-CCM

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