12 de julio de 2006

Credibilidad

Sergio Sarmiento
Reforma
12 de Julio del 2006

“La credibilidad es como la virginidad. Una vez que se pierde, ya no se recupera”.
Anónimo

Una es la batalla por la legalidad, ésa que se está peleando en el Tribunal Electoral. Otra muy distinta la batalla por la credibilidad, que tiene como escenario los medios de comunicación.

La mayoría de quienes votaron por Andrés Manuel López Obrador o por Felipe Calderón no han sido disuadidos por la guerra mediática. Los simpatizantes del tabasqueño están convencidos -con la misma convicción con la que aceptaron la idea de que el desafuero era un complot para impedir que López Obrador llegara a la Presidencia- de que México vivió este 2 de julio un fraude electoral de históricas proporciones. Los que simpatizan con el michoacano sostienen, por el contrario, que la elección fue notable por su limpieza.

Hay muchos mexicanos, sin embargo, que no aceptamos ni rechazamos en automático la tesis del fraude. Exigimos pruebas. No nos sentimos a gusto con los dogmas.

La alianza Por el Bien de Todos ha presentado pruebas de un supuesto fraude en 53 mil casillas. La documentación y los argumentos tendrán que ser sopesados por el Tribunal Electoral. Ésa es la batalla legal, la cual es muy importante porque los siete magistrados tienen la facultad de decidir si, efectivamente, la elección ha cumplido con los requisitos de ley para declarar a un Presidente electo.

En el campo de la credibilidad, sin embargo, me parece que el equipo perredista está perdiendo la batalla. Este lunes López Obrador presentó un video de una casilla electoral, la 2227 de Salamanca, Guanajuato, en que supuestamente se muestra a un funcionario de casilla en el momento de “embarazar” una urna. Cuando se definieron el lugar y el número de la casilla, así como las circunstancias del caso, empero, quedó en claro que no se estaba embarazando nada. Lo que hacía el presidente de casilla, con el aval de los demás funcionarios y representantes de partido, era pasar boletas para diputados y senadores colocadas por error en la urna para Presidente a las urnas que les correspondían.

La representante del PRD en esa casilla estuvo de acuerdo con esta medida. De hecho, la casilla ni siquiera está entre las 53 mil impugnadas ante el Tribunal Electoral. Quien le dio el video a López Obrador, y lo convenció de que era prueba de un fraude, metió a su candidato en un brete y lo obligó a ampliar su ya extensísima teoría de la conspiración: “No todos los representantes nuestros actuaron con rectitud,” dijo ayer en una conferencia de prensa, fiel a su dogma de que quien no sigue su guión es culpable de corrupción.

Otras de las pruebas que López Obrador ha presentado para confirmar el fraude han caído también por tierra. La conversación telefónica entre Elba Esther Gordillo y el Gobernador de Tamaulipas, Eugenio Hernández Flores (¿se acuerdan cuando el PRD se oponía al espionaje telefónico?), no exhibe un acto fraudulento sino un simple intento de la maestra por lograr un “amarre” como tantos que hacen nuestros políticos, incluidos por supuesto los del PRD.

La acusación de que el PREP fue manipulado a través de un misterioso algoritmo se enfrentó no sólo al escepticismo de los expertos en informática sino al argumento contundente de que este programa proporciona solamente un adelanto electrónico de información que después se recopila físicamente. Hacer un fraude al PREP, por lo tanto, sólo conseguiría retrasar unos días el inevitable resultado del conteo de las actas. En el afán de demostrar una conspiración cualquier dato se considera probatorio, incluso los que sugieren una conclusión opuesta; ahí está, si no, el razonamiento de que es “muy sospechoso” que las encuestas de salida, el PREP y el conteo final hayan coincido con enorme precisión.

Sostengo la posición que he mantenido desde un principio. Que gane quien gane, pero no por berrinches o triquiñuelas, sino por haber recibido más votos. La elección no debe resolverse como una cuestión de fe. Estoy dispuesto a aceptar cualquier impugnación, siempre y cuando tenga sustento. No tengo objeción, de hecho, a que se cuenten nuevamente los 42 millones de votos, si esto ayuda a aclarar la elección y si el Tribunal Electoral encuentra una base legal para ordenarlo.

Pero si bien la batalla legal apenas empieza, en el campo de la credibilidad López Obrador está perdiendo la guerra. Todo en el proceso se ha convertido a su juicio en excusa para descalificaciones. Todo es prueba de un complot. No hay ninguna disposición de su parte o de la de su gente para aceptar que una elección se puede perder tanto como ganar.

¿Puede haber errores en la elección? Por supuesto. Debido a ello me inclino por aceptar el recuento en un proceso tan cerrado. Pero, ¿un fraude maquinado? Por más que he tratado no he encontrado ninguna prueba.

sarmiento.jaquemate@gmail.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

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