Germán Dehesa
Reforma
20 de Julio del 2006
En Estados Unidos hay muchísimos ricos, pero también muchísimos pobres; pero a nadie se le ha ocurrido hablar de dos Estados Unidos (¡imagínense!, si ya con uno nos va como nos va; claro que habría más espacio para la migración, pero creo que el mundo no resistiría la duplicación de los gringos). Del mismo modo, me parece apresurado y simplista que los académicos agarren nuestro maltratado mapa, tracen una línea imaginaria, pinten de azul lo de arriba, pinten de amarillo lo de abajo y declaren que hay dos Méxicos a punto de entrar en colisión a raíz de la pugna entre Felipe y Andrés Manuel (a) el Divino e Infatigable Verbo.
A mí, háganme el C. favor de no meterme en sus broncas y de no embarcarme en su sonsera de los dos Méxicos. Yo aprendí a querer a un solo México indivisible, explotado, clasista, discriminador, hermoso, transido de prodigios y de horrores, pero habitado siempre por un fulgor de amanecer. Yo conozco a mi patria de punta a punta. Viajo por su bronco territorio desde hace más de 50 años y en ningún lugar, llámese San Luis de la Paz, Guanajuato, o San Cristóbal, Chiapas, o Cd. Obregón, Sonora, o Monterrey (mi amado Monterrey), Nuevo León, y en pueblos y ciudades me he sentido como en mi casa y a veces hasta mejor, porque luego en nuestra casa nos tratan como si fuéramos perros de color café pastel. Entonces, no me vengan a mí con historias. Hay muchísimos fregados en el sur, pero el norte tiene también su buena cuota de miseria, pero en ambas direcciones he asistido a la formación, no tan veloz como uno quisiera, de una honrada clase media que carga en sus espaldas a todo el País y esto lo aceptamos de buen grado; pero además carga con una impresentable y lastimosa clase política que incluye a Niños Verdes, a líderes carismáticos, a burócratas del alarido y a dirigentes de Partido quienes, a la mera hora de los cocolazos, se van a la Riviera Maya (¿no habrán encontrado otro topónimo más mamón?) a descansar de sus inútiles, quizá inexistentes esfuerzos, o se ausentan para recorrer el camino de Santiago. Mantener a esta bola de babosos es lo que realmente nos trae tan enchilados.
Los pobres bien pobres no pagan impuestos, los ricos bien ricos, quizá por el mal ejemplo que les ponen los pobres, tampoco pagan, o no pagan lo que tendrían que pagar (una pregunta suelta: ¿Vázquez Raña, tan bien amado por la Presidenta, pagó lo que Excélsior le debía a Hacienda?); para el apetito de Paco Gil sólo quedamos los de la clase media, que tenemos que becar a ricos y a pobres. Esto sí da muina, o mohína, que es la palabra original que sólo sobrevive en el sustantivo mohín.
¿De qué color se pintan las clases medias?, ¿somos del México amarillo, o del México azul? Aunque nunca nos dejan hablar puesto que somos “burgueses” y “clasemedieros”, respondo que somos y queremos seguir siendo del México de todos los colores creados y por crear; de toda esa gama inmensa que nos proponen los contados amaneceres y los memorables atardeceres que la patria nos regala en nuestra corta, muy corta, existencia. Me da pena decirlo, pero el azul claro me parece el color de la cursilería y el amarillo lo recibo como mentada de madre. México es más, mucho más.
A nosotros los burgueses también nos duelen las cosas, también nos concierne México y también nos alarman las señales de violencia. Un lector tontísimo que se apellida Kindergarten o algo así me acaba de enviar un mensaje que dice: usted será el responsable de la sangre que se derrame. Diré como Siddharta: ¡ashingá!, ¿y yo por qué? Lo vuelvo a decir de una vez y para siempre: jamás festinaré ni justificaré la violencia de los azules, ni de los amarillos. Esto continuará.
[..]
german@plazadelangel.com.mx
20 de julio de 2006
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1 comentario:
Si llega a haber violencia, será por la culpa de López Obrador y Manuel Camacho.
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