Marco Levario Turcott
Crónica
26 de Julio de 2006
El miércoles anterior un grupo de personas encabezadas por Jesusa Rodríguez y Elena Poniatowska cerraron simbólicamente la sede de Banamex.
Con la emoción a flor de declaraciones, aquel día la escritora dijo que el acto era parte de la resistencia civil “que debe ser siempre no violenta y nunca fuera de la ley, pero firme, alegre y creativa, sin molestar a la gente, sólo a los de arriba”. La actriz secundó con una arenga aún más contundente. Dijo que con su causa “están las mejores mentes de México” y luego comentó que “el consejo de ancianos es el que orienta a la nación. ¿Se equivocan Carlos Monsiváis, Sergio Pitol, Rosario Ibarra de Piedra, Fernando del Paso? ¿Le hemos perdido respeto a nuestros ancianos?”
Exabruptos como aquellos son entendibles en momentos de crispación y por eso sólo traigo a colación dos aspectos, en tanto que representativos de una forma específica de ver la vida y, entonces, de hacer ofertas políticas.
El primero: ¿por qué a los de abajo no hay que molestarlos y a los de arriba sí? ¿Arriba los de abajo y abajo los de arriba? Esa arenga podrá ser todo lo que se quiera, menos democrática. No se sustenta en una forma civilizada de entender las relaciones sociales. La equivocada asunción de que los pirrurris son sujetos de exterminio y los otros de culto expresa el fanatismo que, ojalá, no salga de cauce. Sólo hay que recordar que, ese día, al salir de un acto, Felipe Calderón fue increpado por varias personas sin que López Obrador condenara la agresión. Más aún, el político tabasqueño dijo que la verdadera agresión provenía de quienes perpetraron un fraude que, hasta el momento, no ha podido demostrar.
El segundo: a Carlos Monsivaís, Sergio Pitol, Rosario Ibarra y Fernando del Paso los considero entrados en años, no ancianos, pero sobre todo no los pienso infalibles —que es como se les considera a los viejos en algunas comunidades indígenas, por ejemplo en varias zonas de Chiapas, por lo que a ellos les designan decisiones de la más diversa índole, desde el temporal de siembra hasta la autorización de matrimonios. En el EZLN, durante 1994, se habló mucho del consejo de ancianos como la máxima estructura de jerarquía desde la que se tomaban las decisiones más importantes—. Reitero, aquellos no son infalibles, más aún, en el marco del respeto a su trayectoria, sostengo que su lectura del proceso electoral está equivocada; pienso también que su labor intelectual se desdibuja al colocarse en el ámbito de la profesión de fe. Pero sobre todo, me niego a que, como dice Jesusa Rodríguez, ni ese consejo de ancianos inventado por ella ni cualquier otro sea el que defina al país. La única resolución colegiada a respetar es la del Tribunal Federal Electoral.
No exagero al pasar por el tamiz de la razón aquellos dislates porque unos pueden conducir a otros y generar una espiral incontenible. Mientras redacto esta nota, por ejemplo, leo que la coalición Por el bien de todos denunció penalmente a los consejeros electorales, en particular al consejero presidente del IFE al que hace unas semanas el PRD consideró como delincuente electoral. No se necesitaba ser adivino o anciano sabio para decir, como aquí dijimos hace 15 días, que se avecinaba una fuerte campaña contra Luis Carlos Ugalde. Ya comenzó y podría tener mayores proporciones.
El IFE es una institución confiable precisamente por su forma de organización y por la normatividad que lo rige. Incluso, lo es más allá de la forma tan intrincada como los partidos resolvieron la integración de su Consejo, que aquí en Crónica en noviembre de hace tres años consideramos muy cuestionable (tanto que solicitamos a los Consejeros Electorales no asumir el cargo). Ahora, tres años después, sin haberse expresado al respecto y desde la defensa de la demanda de anular las elecciones con la máscara del conteo voto por voto, hay quienes dicen que el fraude comenzó desde la forma en como se integró el IFE. Ese es otro juicio desproporcionado: no hay una sola prueba que respalde la existencia de un fraude cibernético o a la antigüita. Más bien, cuestionar a estas elecciones es una denuncia a la antigüita.
mlevario@etcetera.com.mx
26 de julio de 2006
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