José de la Colina
Milenio
09/08/2006
El texto publicado en la revista Proceso en el que Denise Dresser se despega de López Obrador es de una intelectual de buena fe que no tiene ideología ni partido (ni falta que le hacen), pero que si alguna vez mostró simpatía política hacia el líder del PRD ahora entiende hasta qué clase de guerra más incivil que civil quiere éste llevar al país con su manejo de una muy gritada y muy gesticulada fraseología de izquierda, con su retórica que ya no sólo es populista sino además pobrista, con su absoluto odio a leyes e instituciones sin las cuales es imposible un mínimo equilibrio de la sociedad.
AMLO, como otros líderes carismáticos, es un dictador en ciernes que para tomar el poder práctica una política violenta que su double talk rebautiza “resistencia pacífica”. Por ejemplo: es violencia la ocupación del Paseo de la Reforma y de otras zonas de la ciudad, y esto lo confirma el todavía leal Monsiváis, que ha llamado agravio a tal operación de “resistencia civil”. Y los cada vez más delirantes y energuménicos mítines (dizque asambleas, aunque sólo haya diktat y vítores), los ilegales cierres de las vías urbanas, la utilización de fervorosos artistas e intelectuales de la izquierda romántica como “tontos necesarios” (según recomendaban los marxistas leninistas históricos), las constantes injurias y amenazas vociferadas “con todo respeto”, etcétera, están conformando una especie de lento (pero poco a poco acelerado) “putsch” en episodios. Ya hasta en los gestos iracundos y soberbios, en la chillona voz agresiva y el lenguaje de matón (“¡Se van a amolar!”), el reyecito Ubu sobradamente financiado con nuestra tributación al Fisco va tomando un carismático estilo de Führer tropical.
Sí, es verdad: además de la “gauche divine” hay buenas y respetables firmas de intelectuales avalando al amo del PRD, pero también Heidegger sirvió a Hitler y Louis Ferdinand Céline estuvo del lado de los nazis y Ezra Pound enloqueció de entusiasmo por Mussolini y Dalí adoró a Franco y Picasso amó a Stalin y García Márquez idolatra a Castro. Y ahora el nuevo reyecito Ubu, con su furiosa, führeriana gesticulación y su fascismo “de izquierda”, ya no sólo exige el recuento voto por voto. Ahora promete amolar a todo el que rechace la luz del tierno rayito de sol azteca.
11 de agosto de 2006
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