11 de agosto de 2006

¿Y ahora?

Macario Schettino
El Universal
08 de agosto de 2006

El Tribunal ya habló. Confirmó lo que ya sabíamos, aunque haya muchos que no lo quieran ver. La demanda de la coalición de López Obrador no estaba bien hecha, y por lo mismo no se pueden contar todos los votos. Claro que el caudillo culpa a los jueces, aunque hayan sido sus abogados los que erraron el camino. Sin embargo, el mismo Tribunal decidió que se vuelvan a contar cerca de 11 mil casillas, que deben significar 3.5 millones de votos. La mayoría de ellos, en los estados en que no ganó López. Esto es importante, porque si es cierto que hubo alteraciones significativas, este recuento puede cambiar el resultado temporal y poner arriba a AMLO. Ya después vendrán las anulaciones en otras casillas, porque ese es otro paso en el proceso, y al final de todo habrá un presidente electo. Hoy, todavía no lo hay.


Dicho de otra manera, el Tribunal ha fallado con base en lo que tenía, y aunque López Obrador y sus seguidores hayan pedido recuento total en las plazas y en los medios, no se lo pidieron a la corte. Se trata, una vez más, de un engaño. Como todas las "pruebas" de fraude que nunca se materializaron, como los análisis "estadísticos" que buscaban probar un fraude cibernético partiendo de errores elementales, como pensar que la elección es un proceso aleatorio (¿decidió usted su voto echando un volado en la casilla?).

El Tribunal, hasta el momento, no ha encontrado fraude en las elecciones, pero sí errores que le llevan a volver a contar un número importante de casillas. En esto creo que no hay duda: la elección es tan cerrada que los errores aritméticos pueden ser determinantes. Pero eso no es lo que ha argumentado López Obrador en las calles. Para él hay un fraude, porque le parece imposible haber perdido.

Y como es costumbre en él, va radicalizando a sus seguidores. No parece importarle que las encuestas muestren una caída muy importante en el número de sus seguidores. Para desestabilizar a la ciudad de México le basta con los que tiene, que además han llegado ya a un nivel de devoción que les nubla el pensamiento. Incluyendo, claro, a las autoridades de la ciudad.

En pocos días, el recuento habrá terminado, se procederá a anular casillas en donde las irregularidades lo obliguen y, si procede, se declarará un presidente electo. ¿Qué va a hacer López Obrador con sus seguidores? Porque si gana, le exigirán de inmediato traducir la radicalización en venganza. Y si pierde, ¿a dónde los llevará el desengaño?

Este es el problema del camino, absurdo, que eligió López Obrador. Porque él, y sólo él, creó este viciado ambiente postelectoral. Las impugnaciones, como es evidente, están siguiendo su curso legal, y la coalición de AMLO no está perdiendo. Obtiene lo que pidió al Tribunal, ni más ni menos.

Para lograr esto no necesitó nunca inventar un fraude, ni insultar a autoridades, adversarios e incluso seguidores. No necesitaba dilapidar capital político como lo ha hecho. No necesitaba castigar a la ciudad de México, ni poner en ridículo al actual jefe de Gobierno y al recién electo. No necesitaba colocar a diputados y senadores del Partido de la Revolución Democrática en la triste situación en que hoy quedan. Le bastaba con promover adecuadamente sus recursos de impugnación.

Pero el problema es su lógica mental. Para él, la ley no tiene importancia. La movilización lo es todo. Lo que nos confirma, para quien lo haya dudado, que no respetará la decisión final del Tribunal, a menos que sea él el presidente electo.

Vendrá entonces un momento de definición de la mayor importancia. Los diputados y senadores de la coalición, que fueron elegidos, ellos sí, en una elección inmaculada, ¿qué van a hacer? El jefe de Gobierno electo, ¿se mantendrá en plantón en contra de sí mismo? Y esos seguidores que ya no piensan, sino que sólo siguen los mandatos de su caudillo, ¿qué harán?

Y los demás, los más de 100 millones de mexicanos restantes, ¿qué vamos a hacer?

Ahora sería el momento de tender puentes, y empezar a construir el día después. Pero Andrés Manuel López Obrador no parece querer nada que no sea la Presidencia. Para él, o para nadie. Aunque paguemos todos.

macario@macarios.com.mx
Profesor de la EGAP del ITESM-CCM

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