Ezra Shabot
Reforma
11 de Agosto del 2006
La Ciudad de México fue tomada como rehén por su propio jefe de Gobierno, al estilo de las mafias que amenazaban y brindaban protección a sus clientes
La vida democrática institucional se caracteriza por poseer instrumentos de negociación lo suficientemente poderosos como para soportar conflictos agudos y largos y encontrar soluciones viables. El problema postelectoral, derivado de comicios cerrados y una campaña agresiva previa, llegó a su clímax en el momento en que el candidato de la coalición Por el Bien de Todos asumió el resultado como un desafío personal y se apropió no sólo de las instancias propias de su partido, sino del movimiento en su totalidad. Habiendo considerado a todo el sistema político-electoral como producto de la conspiración, una sola pieza quedaba con posibilidades de ser reconocida en su integridad ética, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
La resolución emitida el sábado pasado por esa instancia jurídica, según la cual el proceso electoral se desarrolló de acuerdo a los procedimientos reconocidos legalmente, y por lo tanto sí existió certeza sobre el resultado emitido, canceló la posibilidad de un conteo total de los votos. En ese momento el Tribunal dejó de ser la tabla de salvación de la coalición, para incorporarse al grupo de corruptos y conspiradores conformado prácticamente por todos aquellos no dispuestos a reconocer la victoria ficticia de López Obrador. Con cada evento que reafirma la validez del proceso electoral, la mente del líder mesiánico crea nuevos episodios de la leyenda de la conspiración.
Desde los imaginarios diálogos de Salinas con Calderón y Fox, hasta los correos electrónicos de César Nava con Juan Molinar en donde se reproducen los criterios del Tribunal Electoral, la mentalidad persecutoria de López Obrador se asemeja a la de los fiscales de la Gestapo y la KGB, en donde cualquier acontecimiento común y corriente se convertía en una prueba irrefutable de la culpabilidad de los conspiradores. No en vano, la figura de Stalin está presente en el Zócalo como símbolo de una parte del movimiento encabezado por el tabasqueño.
El bloqueo de Reforma como demostración de fuerza no es producto de un acto de resistencia civil en contra de un régimen autoritario y antidemocrático, como aquellos encabezados por Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel Clouthier entre otros. Es, por el contrario, una agresión inclemente en contra de las instituciones de una democracia notablemente imperfecta, por parte de aquellos que, desde el autoritarismo mismo, se alzan como redentores de la sociedad. No es fortuito que el mismo Cuauhtémoc Cárdenas, su hijo Lázaro y algunos otros rechacen las medidas de fuerza por considerarlas contrarias al interés de su propio partido.
El PRD construyó a través de López Obrador su opción para llegar al poder, pero terminó por perder el partido mismo en manos de un Frankenstein que sin contrapeso alguno toma decisiones, paraliza la ciudad y amenaza con incendiar al país en nombre de la democracia. El ejercicio permanente de preguntarle a la masa aquello que él ha decidido previamente, es un indicador claro de que las instancias del partido han desaparecido y que nada ni nadie detienen al desilusionado déspota. Sin embargo, ha llegado la hora de que esta democracia imperfecta ponga un alto a la desmedida voracidad del caudillo.
La Ciudad de México ha sido semiparalizada por su propio gobierno, en un acto de vergonzosa concentración excesiva del poder que, entre otras cosas, demuestra la pequeñez de un político como Alejandro Encinas, cuya actuación es similar a la de un jefe de la mafia que negocia la protección para sus clientes cautivos. Una vez que dentro de unos días el Tribunal Electoral emita su dictamen definitivo, llegará el momento de aplicar la ley, y actuar en consecuencia sin temer las acusaciones de represión. La memoria histórica de los ciudadanos es corta, pero dentro de tres años, al acercarse el próximo proceso electoral habrá que recordar los abusos de aquellos que intentaron sabotear la democracia mexicana. Basta.
11 de agosto de 2006
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario