11 de agosto de 2006

Tontos utiles

Jorge G. Castañeda
Reforma
9 de Agosto del 2006

Cuentan que hace unos años, al término de una larga conversación que sacó muy a flote los desacuerdos que los separan, López Obrador le espetó a Felipe González: "el problema contigo es que eres un social-demócrata, un reformista". A lo que el ex presidente de España dijo: "pues sí, pero no creo que sea un problema, y además al término de mis 13 años de gobierno en España, es bastante evidente". Palabras más o menos, el diálogo ilustra el problema de fondo que vive México hoy. La izquierda mexicana, representada principal más no sólo por el PRD y LO, sigue presa de la vieja división entre reformistas y revolucionarios: reforma o revolución.

En otros países, desde Europa hasta Chile, desde la India hasta El Salvador, la izquierda parece haber superado las divergencias y cicatrizado las heridas que empezaron a finales del siglo XIX con los debates entre Marx, Lasalle, Kautsky y Bernstein, que prosiguieron con la fundación de la Tercera Internacional por Lenin y Trotsky y las escisiones de los partidos socialistas (Congresos de Tours y Livorno, entre otros) esas divergencias tuvieron su más nítida expresión en AL mucho más tarde con la irrupción en la escena de la Revolución Cubana y la pugna feroz entre castristas y comunistas, ilustrada por el magistral pero desacertado texto de Debray ¿Revolución en la revolución? y que desembocó en la muerte del Che.

Es cierto que en algunos países subsisten resabios del pasado: a Lula se le ha abierto una escisión del PT hacia su izquierda, y los Sin Tierra se considera el ala revolucionaria del PT, aunque sean minoritarios. Es cierto que aun sobrevive un pequeño PC en Chile y en España, pero de revolucionarios ya tienen muy poco, si alguna vez fueron. Pero en términos generales, la izquierda en el mundo ha ido abandonando la idea de revolución, por muchas razones, pero sobre todo por una: han fracasado y así no se ganan elecciones.

Sólo que en México, una corriente del PRD no ha podido enterrar para siempre su nostalgia revolucionaria. En dicha corriente figuran algunos ex miembros del PCM, ex integrantes de ACNR, de las guerrillas y movimientos estudiantiles (CEU, CGH, etcétera) de los setenta, ochenta y noventa. A ellos se suma ahora uno que otro intelectual trasnochado y ex priístas desbrujulados, y a su cabeza se ha colocado LO. Él obviamente no cree en la revolución -sólo cree en sí mismo- pero usa a los tontos útiles que sí creen.

Una consigna y dos proclamas ejemplifican de maravilla la vigencia de la revolución: "si no hay solución habrá revolución"; "la democracia es una vía, la más importante para hacer realidad la justicia social"; "ya no sólo va a ser el reclamo por el recuento de los votos, vamos a iniciar el movimiento para transformar a las instituciones de nuestro país". Entre el proyecto alternativo de nación, los plantones y cierres de carreteras hay una conexión, esa sí, indestructible, para esos fines (la revolución): todos los medios son válidos, unos sirven mejor que otros; y sin esos medios los fines son inalcanzables. La corriente revolucionaria del PRD asomó su cabeza en 94, con el alzamiento zapatista: más allá del entusiasmo por la aparición de una "guerrilla heroica" en México, la frase clave fue "compartimos su causa mas no sus medios". Pero la verdadera causa de la Primera Declaración de la Selva Lacandona entonces, y de una parte de los seguidores de LO hoy es la misma: la revolución. La vertiente revolucionaria del PRD no busca ni el recuento de votos, ni siquiera la anulación y el interinato, menos construir la democracia. Ese sector busca "la trasformación revolucionaria de México" (lo que esto quiera decir). Y tiene chantajeado al sector reformista del PRD, que también existe, pero que no se atreve a dar la cara porque será tildado inmediatamente de traidor, cobarde, vendido, social-demócrata y reformista, como Felipe González.

Durante los años de plomo de la Internacional Comunista, la prueba de ácido para distinguir entre reformistas y revolucionarios era el apoyo incondicional a la URSS y a Stalin. En México hoy, una de las piedras de toque de la convicción revolucionaria es, inevitablemente, la fidelidad a Fidel, "más que un hermano mayor, es el papá de todos nosotros, los revolucionarios de este continente" como le dijo ayer Chávez. La gran hazaña de Fidel en AL, para bien o para mal, fue haber inventado la revolución en un subcontinente donde ya no existía, destruida por la burocracia comunista y los demagogos populistas. Su paso a la historia seguramente significará el fin de la idea de revolución tal y como ha existido desde hace más de medio siglo en AL. En muchos países la izquierda rompió con Fidel y enterró la revolución. México no rompió con Cuba y no enterró la revolución; no renunció a ella y por tanto no cortó con Castro. Va junto con pegado. Pero las cuentas que no se saldan vuelven por sus fueros; si la revolución no desaparece, reaparece. Es "le retour du refoulé" (el regreso de lo reprimido no resuelto). La interminable ira de La Habana y la ultra contra el que escribe proviene de una frase clave pronunciada como secretario de Relaciones Exteriores en febrero de 2002: "ha terminado la era de las relaciones entre el gobierno de México y la Revolución Cubana; empieza la era de las relaciones entre el gobierno de México y el gobierno de Cuba".

Mientras la totalidad de la izquierda mexicana no abdique de la revolución y se vuelva reformista, no ganará elecciones; mientras no se deshaga de la idea mítica del paraíso terrenal ("soberano, educado y saludable") representado por la Revolución Cubana, no se volverá reformista. Son decisiones desgarradoras, sobre todo cuando no se entienden.

No hay comentarios.: