Francisco Báez Rodríguez
Crónica
2006-05-11
Hasta él mismo lo ha admitido públicamente. Marcos es mucho mejor como comunicador que como generador de inestabilidad política. En ese sentido, sus contradicciones, reales o aparentes, deben también ser interpretadas como parte de un proceso de propaganda política.
La primera contradicción evidente es un cambio de opinión, que va más allá de los matices, acerca de la candidatura presidencial y el eventual gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Hace meses, cuando iniciaba La Otra Campaña, el dirigente neozapatista afirmaba que a la gente del Partido de la Revolución Democrática “los vamos a hacer pedacitos”, que no tenía nada qué tratar con AMLO, a quien incluso se refirió como El Innombrable (sic) y concluyó que si llegaba a la Presidencia de la República, “nos va a partir la madre a todos”. Ahora sólo “los ricos” están destinados a ser hechos pedacitos, Andrés Manuel queda reducido al papel de “embaucador” frente a candidatos que merecen adjetivos mucho peores y, a diferencia de Calderón (que promete mano dura) y Madrazo (quien promete mano de hierro), López Obrador, en cambio, haría “una administración política de la crisis” social que el sup ve a punto de estallar “de manera espontánea u organizada”. El vaticinio de que El Peje va a ganar sonó a deseo.
¿A qué se debe este cambio de actitud? ¿Cuándo pasó AMLO de ser el Innombrable que nos iba a partir la madre al menos malo de los tres cochinitos? Creo que la respuesta es sencilla: cuando dejó el primer lugar en las encuestas preelectorales.
Al inicio del largo zapatour, hace ya nueve meses, López Obrador iba solito, en caballo de hacienda, hacia la Presidencia en el 2006. En esas condiciones, el proyecto marquista de crear una oposición de izquierda anticapitalista y extraparlamentaria al gobierno populista de AMLO, que seguramente generaría desilusión popular, pasaba por una descalificación desde el inicio.
Nueve meses después, la opinión pública ha parido una ventaja del candidato de Acción Nacional sobre el de la Coalición por el Bien de Todos. Al cambio de circunstancia corresponde un cambio de estrategia. En su lectura, Marcos quiere encabezar la oposición de ultraizquierda a un gobierno de pseudoizquierda. Si ganara algún otro candidato a la Presidencia, ese espacio estaría ocupado, y no habría, en el partido en el gobierno, quién —como los Panchos Villa en el PRD— pudiera fungir de puente para negociaciones y chantajes varios.
La caída de López Obrador en las encuestas implica que se le cierran a Marcos caminos para encabezar un movimiento “popular” proclive a la violencia, pero declaradamente “pacífico”, “legal” y “de la sociedad civil”. El hombre del pasamontañas no trata de tapar esas evidencias de la opinión pública y actúa en consecuencia. La otra contradicción de Marcos es aparentemente más flagrante. Un día declara, en entrevista con La Jornada, que ahora en nuestro país “gobiernan los grandes medios electrónicos”. Ellos son los verdaderos mandamases en una nación ficticiamente democrática, en la que los de arriba despojan a los de abajo, dice. Al día siguiente, cuando el periódico apenas salió de las rotativas, Marcos acude a Televisa, lo vemos en la pantalla, sereno, bromeando y sonriendo detrás del pasamontañas. Si pensáramos de manera lineal, diríamos que Marcos ya entabló diálogo con el Poder.
Pero no hay que entender literalmente las paráfrasis del encapuchado. Hay que entender sus hechos. Ahí reconoce que, más que la plaza pública, los medios electrónicos son el espacio privilegiado para hacer campaña. Más aún en tiempos electorales.
Ahí, Marcos se agarra del mismo dato triste e incontrovertible que volvió tan popular su look. La violencia es espectacular. La violencia da rating. La violencia vende. Y, por muy poderoso que sea el consorcio Televisa, es rehén —como buena empresa capitalista— de su necesidad de vender. Toda televisora privada no vende programas, ni información ni diversión: vende audiencia, vende rating (palabra usada en múltiples ocasiones durante la entrevista con Loret de Mola, prueba del interés del sup por el asunto). Por eso no es casual que las golpizas brutales a policías y a civiles sean repetidas hasta la saciedad.
Marcos tiene eso qué ofrecer a las televisoras: violencia que vende. No es poco; por eso obtiene, a cambio, una buena cantidad de minutos en pantalla, que a los candidatos de los partidos registrados suelen costarles un buen billete. En ese sentido —pienso en Lenin imaginando que el capitalista le vende al revolucionario el fusil con el que será ejecutado— poco importa el futuro del país, no digamos ya la opinión de los televidentes.
fabaez@gmail.com
11 de mayo de 2006
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario