Leonardo Curzio
El Universal
24 de abril de 2006
El debate de mañana es una especie de semi- final con un equipo calificado. Como es natural el episodio plantea mayores riesgos para los dos punteros: el ausente y el presente. Para el tercero en discordia es una especie de repesca y para los restantes es una oportunidad única para remontar.
Con los números de marzo la postura de AMLO de no acudir al debate parecía lógica, pero ahora que las cosas se han cerrado tanto, su decisión puede ser gravosa. Sus leales le perdonan todo, pero por más vítores que le lancen, lo cierto es que no ha aceptado debatir con nadie. Ha jugado, desde que salió triunfador del desafuero, poniendo él las reglas y los tiempos. ¿Puede un demócrata eludir permanentemente la confrontación de ideas con sus correligionarios y con sus opositores, sin pagar algún peaje?
AMLO debe recordar la noche negra de 1997 cuando Castillo Peraza se hundió solito tras el debate Cárdenas y Del Mazo. No digo que AMLO lo vaya a hacer, pero no está claro como, desde una cultura política democrática, pueda dar una explicación de su desprecio por el intercambio con sus pares. En una democracia deliberativa debe haber demócratas dispuestos a deliberar y no sólo a pagar programas para dar su propia versión.
Con la ausencia de AMLO, Calderón se enfrentará a un dilema estratégico. Sin campeón a quien retar, su línea discursiva tendrá que ser la que separa el proyecto del pasado y el futuro. Es probable que un poco de autocrítica le sea útil y refuerce la idea de su honradez personal y la vocación democrática de su partido (finalmente fue el único candidato que ganó unas primarias).
Calderón sabe que Madrazo y él están interesados en hacer pagar el mayor costo al perredista por su negativa, pero sus intereses no son convergentes; ambos saben que su crecimiento depende de que el electorado "antipeje" los vea como la opción más viable. Calderón juega con más alto riesgo por su cercanía con el ausente, mientras Madrazo flota en los 25 puntos. Un tropiezo del panista sería su fin, pues en vez de reforzar su tendencia ascendente, se empantanaría en una guerra con el tercer lugar.
Las opciones de Madrazo son más restringidas. No tiene más opción que ganar. Tendrá que jugar fuerte porque el tiempo está en su contra y su imagen pública es pésima. Calderón lo intentará descontar de un golpe, pero es muy probable que Campa le haga más de un par de diabluras. Aunque en la fase previa al debate se ha intentado posicionar como un hombre seguro y templado podría perder la brújula. El tercer lugar ya lo tiene y su dilema es: o cierra ahora la brecha con Felipe o ya se descolgó de la carrera.
Para Campa y Mercado todo será ganancia. Mercado desplegará en pantalla sus ventajas comparativas (su condición de mujer y su talante amable) para replicar el fenómeno de Gilberto Rincón Gallardo, quien aprovechó el debate del 2000 para encontrar un votante que está harto de lo mismo. Ella puede ser la gran ganadora en términos relativos. Campa intentará saldar cuentas con Madrazo (esa es su misión fundamental) y aunque es un buen polemista, no creo que gane mucha credibilidad, pero lo que gane será neto.
24 de abril de 2006
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