F. Bartolomé
Reforma: Templo Mayor
LA GRAN LECCIÓN del debate presidencial es que no es lo mismo ser el gran ausente que el gran ignorado.
LA NEGATIVA de Andrés Manuel López Obrador a presentarse en el debate, evidentemente le va a salir muy cara en términos electorales.
PORQUE esa decisión la tomó cuando todavía conservaba una amplia ventaja sobre sus contrincantes, pero ayer el escenario era muy distinto.
Y SI BIEN el tabasqueño le apostó a que estar presente a través de la silla vacía, la realidad es que le dejó toda la cancha a Felipe Calderón, quien asumió el papel del puntero.
HABRÁ QUE VER si López Obrador decide mantener su estrategia del candidato ermitaño negándose a dialogar con empresarios, a reunirse con estudiantes, a contestar preguntas de cultura general, a debatir sus propuestas...
YA SE VIO que los fantasmas no dan la pelea.
QUIZÁ la imagen más representativa del debate fue cuando Roberto Madrazo desapareció de escena para recoger un papel.
ESOS SEGUNDOS en los que sólo se vio el atril del priista fueron una rápida alegoría de lo estrepitoso de su caída ante las cámaras.
Y SI Felipe Calderón fue declarado el ganador de la contienda, sin duda la sorpresa de la noche la dio Patricia Mercado con una imagen fresca, un discurso bien enfocado a las minorías y con un lenguaje distinto al del resto de los candidatos.
HAY QUIENES DICEN que también Roberto Campa logró causar una buena impresión en los tele-espectadores, por su presencia, sus frecuentes ataques y sus pausas dramáticas.
SOBRE TODO porque dedicó buena parte de su tiempo a lanzar puyas contra Madrazo, quien con una mano tenía que defenderse mientras con la otra trataba de arañar a Calderón.
Y LA MEDALLA al mérito es para todos los electores que se soplaron dos horas de un debate entre algodones, cuyo formato urge cambiar.
26 de abril de 2006
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