Mario Campos
Excélsior
20-05-2006
La voz del candidato se ha escuchado más fuerte que la de sus adversarios. El problema es que se mantiene atado a su discurso
Quizá le suene familiar esta historia. Luego de trabajar varios minutos en la computadora, de pronto ésta queda congelada. El cursor no se mueve y el teclado se vuelve inservible. Ante la frustración, actuamos como guiados por un instinto; presionamos la tecla escape. Nada cambia. ¿Qué hacemos entonces? Pulsamos la misma tecla una y otra y otra vez, como si nuestra necedad fuera capaz de sacarnos del apuro. Por supuesto, el recurso sólo sirve para entretener a quien esté a nuestro alrededor.
La referencia viene a cuento, pues en los últimos días se ha hablado mucho del relanzamiento de la campaña de Andrés Manuel López Obrador. Tan sólo en dos semanas, el perredista ha dado entrevistas en radio y televisión a Joaquín López-Dóriga, Javier Alatorre, Héctor Aguilar Camín y Brozo, por mencionar las más comentadas.
Además, durante abril, el candidato de la Alianza por el Bien de Todos echó la casa por la ventana en materia de spots. De acuerdo con el más reciente monitoreo del Instituto Federal Electoral, AMLO contrató 231 promocionales en horario triple A, es decir, aquellos transmitidos entre las ocho y las diez de la noche. Durante ese mes, el tabasqueño superó los 186 de Felipe Calderón y los 181 de Roberto Madrazo, lo cual confirma que, pese a su dicho, Andrés Manuel entendió que su campaña por tierra –que lo ha llevado a recorrer el país– necesita también de una cobertura por aire, vía la presencia en medios, adicional a la hora diaria que mantiene en Televisión Azteca.
El cambio, reflejado en los datos, ha sido considerado por diversos analistas como un reconocimiento tácito a las siete encuestas más recientes –publicadas por Demotecnia, GEA-ISA, Consulta-Mitofsky, Reforma, BGC, Parametría-Excélsior y El Universal– las cuales han coincidido en colocar a Felipe Calderón en el primer lugar de las preferencias rumbo al 2 de julio.
No hay duda, hubo un cambio cuantitativo en la campaña de Andrés Manuel López Obrador. Un incremento notable en intensidad. También, es cierto, se ha presentado un movimiento cualitativo. El incremento en los spots se ha visto acompañado por nuevos comerciales, más emocionales y enfocados en el liderazgo de su candidato, así como por una campaña negativa –firmada por el Partido de la Revolución Democrática– y una fuerte presencia mediática del Gobierno del Distrito Federal.
Ante las cifras adversas, el partido corrigió y su brazo en el gobierno de la ciudad hizo lo propio. Sin embargo, al analizar la presencia de López Obrador en los medios, uno descubre que el mensaje del candidato es exactamente el mismo de antes del relanzamiento. En sus entrevistas, AMLO insiste en que hay dos proyectos para la nación, acusa a “los de arriba” de querer impedir su ascenso al poder y no puede pasar más de cinco minutos sin mencionar a Roberto Hernández, los banqueros o el presidente Fox.
Peor aún, Andrés Manuel parece afectado por el síndrome mariquita. Como hiciera Francisco Labastida en 2000, ahora el perredista no abandona un foro sin haber negado a Hugo Chávez, referirse a la deuda de la Ciudad de México y repetir todas las críticas que –reales o inventadas– ha recibido. Es cierto, la voz del candidato se ha escuchado más que la de sus adversarios. El problema es que se mantiene atado a su discurso y ello le impide refrescar su imagen. Decirle lo mismo a más personas no necesariamente es la solución. No cuando el mensaje es el problema.
Quizá ya se dio cuenta, y de ahí el giro de hace un par de días del candidato perredista al pedir una entrevista con Vicente Fox para distender los ánimos, mismos que calentó horas antes de solicitar la audiencia al calificar al mandatario como “títere” y “pelele”. Habrá que ver cómo gestiona el gobierno esa papa caliente –que por lo pronto ha enviado a Gobernación para salirse del problema– y si este anuncio es parte de un plan más amplio.
Por lo pronto, Felipe Calderón mantiene su estrategia de comunicación –campaña negativa, spots del candidato y el respaldo de los anuncios del gobierno foxista–, y así lo hará mientras las encuestas y el marco legal lo avalen; en el campo político ha hecho movimientos interesantes. Los más notables: la confirmación de la alianza con Elba Esther Gordillo, vía el presidente Fox, y la comentada adhesión de priístas, como Genaro Borrego, Jesús Reyes-Heroles, Carlos Ruiz Sacristán, Luis Téllez y Diódoro Carrasco. Este movimiento tiene varios fines: mostrar una imagen de candidato capaz de atraer a políticos, agudizar la imagen de crisis en el PRI y, al mismo tiempo, abrir canales de interlocución con actores ajenos al Partido Acción Nacional, señal importante rumbo a la elección y con miras a un eventual gobierno en caso de ganar en julio.
El panista está haciendo su juego. ¿Encontrará una respuesta estratégica en el Partido de la Revolución Democrática? No habrá que esperar mucho tiempo para conocerla. En los próximos días sabremos si existe un auténtico replanteamiento de la campaña perredista o si Andrés Manuel López Obrador seguirá pulsando la misma tecla, una y otra vez, hasta que le sangre el dedo.
macampos@enteratehoy.com.mx
22 de mayo de 2006
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