Macario Schettino Yáñez
El Universal
03 de julio de 2006
Ayer sufrimos sin razón. Sin deberla ni temerla. Tuvimos una gran jornada electoral en la que privó la participación, la serenidad, la voluntad ciudadana. Sin embargo, el cierre resultó incierto porque las encuestas de salida, a diferencia de tantas otras elecciones, ahora no pudieron establecer ganador.
La razón no estuvo en que los punteros estuviesen demasiado cerca, sino que hubo muchos ciudadanos que no quisieron responder las encuestas mencionadas. Dependiendo de la casa encuestadora, entre 8% y 15% de los encuestados declinaron responder, de manera que, al final, no había la solidez estadística necesaria para decir quién había ganado. La gran mayoría de las empresas encuestadoras, con mucha responsabilidad, optaron por no publicar nada y esperar a los conteos rápidos, que no tienen este problema de no respuesta.
Una de las razones que parece estar detrás de este elevado nivel de no respuestas es el comportamiento electoral de Nueva Alianza. Este partido, de reciente creación, ha logrado obtener cerca del 5% de los votos para el Congreso, pero sólo 1% en la votación para presidente. Sin lugar a dudas, se trató de un voto diferenciado, pero con destinatario claro. Sin embargo, no parece que los encuestadores hayan previsto este tipo de voto, porque lo habían concentrado en los movimientos entre los tres partidos principales. La pregunta era cuántos votos del PRI se movían, y quién los recibía. Pero pocos recordaron que Nueva Alianza es en realidad un movimiento que sale del PRI, es decir, es un voto dividido muy adelantado.
Sin embargo, este periodo incierto que vivimos entre las ocho de la noche, en que las encuestas no pudieron determinar ganador, y los conteos rápidos, motivó comportamientos irresponsables de los partidos políticos. Ninguno debió salir al público en ese lapso, porque en realidad no tenían nada qué decir, pero todos lo hicieron. El PRI, para descalificar de entrada los conteos y buscarle a un conteo total de votos, que sólo complicaría los escenarios. El PAN, para festejar que les estaba yendo bien, sin que nadie les preguntara. Y el PRD, peor, para movilizar, que es su manida herramienta cuando lo demás no les sale.
Frente a ello, el Intituto Federal Electoral no sólo no actuó para impedir estos comportamientos, sino que reaccionó evitando dar a conocer los resultados de su conteo rápido. A decir de Luis Carlos Ugalde, presidente de ese instituto, el margen entre el primero y segundo lugar era tan pequeño que no permitía declarar un ganador. Sin embargo, no dijo de qué tamaño era ese margen, ni quiénes eran los candidatos que competían por ese primer lugar.
Como el PRI había pedido tres horas antes, ahora habrá que esperar a que el miércoles inicie el conteo formal. Éste de cualquier manera hubiera ocurrido, pero ahora será sin que sepamos quién fue el ganador. Serán días de mucha incertidumbre, que no van a ayudar a que los conflictos propios de las campañas puedan olvidarse para pasar a la etapa, necesaria, de negociación y acuerdos que correspondería.
Las reglas con las que compitieron los partidos fueron claras, y en ellas se incluía el conteo rápido, y sin duda el PREP. Esto no obsta para que, si alguno tiene una queja fundada, proceda como la ley lo indica, pero no más allá de ello. Ni movilizaciones, ni acusaciones infundadas, ni búsqueda de conflictos, que el país no está para eso. Pero tampoco estamos para instituciones que no tienen la capacidad de sacar adelante su trabajo de manera completa. Insisto, si el IFE no tenía un resultado claro, sí podía dar a conocer la diferencia en votos y los dos competidores punteros. Pero eso daba la puntilla a un PRI, que no está alcanzando ni 25% de los votos, según se registra en el PREP, que a duras penas puede ganar tres estados, cuando hace dos décadas ganaba todos. Un PRI que, en su derrumbe, está dispuesto a arrastrar al país.
Con malas decisiones, con falta de presencia, con indecisión, se acaban los países. Es una desgracia que, frente a una ciudadanía que hizo suya la fiesta democrática, ni el Instituto Federal Electoral imponga su autoridad, ni los partidos estén dispuestos a respetarla. Ahora, como en tantas ocasiones, nos toca a todos soportar la incertidumbre, aminorar el golpe de la duda y seguir trabajando.
macario@macarios.com.mx
3 de julio de 2006
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