Rosa Albina Garavito
El Universal
27 de mayo de 2006
Desde 1999 señalé que el riesgo del PRD era reeditar al PRI. Ese riesgo ya se hizo realidad. Durante los últimos siete años el PRD se convirtió en el espacio de recomposición del PRI. Y uno de los grandes damnificados de esa ya no tan nueva esencia del PRD, se llama Roberto Madrazo. Por otra parte, si el proyecto económico que él representa es el mismo que el del PAN, ¿cuál es la funcionalidad de su candidatura? Más allá de conservar espacios políticos para una parte de los priístas, cierto es que históricamente es un proyecto agonizante.
La historia de la agonía priísta no empezó en este proceso electoral, sino en 1982, con la llegada de la llamada tecnocracia al poder. Bastaron seis años de modernización autoritaria y los profundos costos sociales que generó, para que en 1988 se produjera una rebelión ciudadana en las urnas. Detrás de esa rebelión estuvo el derrumbe del control corporativo que hasta entonces había garantizado el PRI.
De esa herida, el PRI ya nunca se recuperó. Frente a su evidente obsolescencia, Carlos Salinas intentó botarlo en el camino y construir otro bajo el paraguas del Programa Nacional de Solidaridad. Pero aun cuando no hubiera dado la pelea, matar a un dinosaurio no es cosa sencilla. Por eso, frente al infructuoso resultado de impulsar el proyecto de territorializar al PRI y hacer a un lado su organización sectorial, Luis Donaldo Colosio, el entonces presidente priísta, tuvo que hacer las paces con Fidel Velázquez en aquel abrazo de Mérida, Yucatán, en 1990. No obstante, el eficaz control electoral del Pronasol sobre la extendida población en pobreza extrema, hizo cada vez más evidente lo caduco del otrora poderoso control corporativo del PRI.
Para garantizar el control político, Carlos Salinas se sirvió no sólo del clientelismo electoral del Pronasol, sino también de la legitimidad que el PAN le otorgó mediante su alianza histórica. Un apoyo invaluable, y más que bien pagado, para legalizar todas las reformas estructurales de ese ciclo. En ese proceso, el PRI fue sólo comparsa de la consolidación de un proyecto económico que se le impuso, y del cual los panistas, con toda razón, reclamaban los derechos de autor. Un golpe más a la funcionalidad política priísta. Pero ¿qué le quedaba a un partido que fue creado desde el Estado, y que como tal cumplió con las funciones de una dependencia gubernamental? Sólo obedecer.
Y ahora todo indica que el gran capital al que diligentemente sirvió, prefiere continuar gozando de los servicios que el panismo le ha brindado durante el gobierno foxista. A esa tragedia, el PRI debe sumar la que significa que el PRD haya reeditado al PRI, no sólo por la apertura indiscriminada a personajes del PRI, cualquiera que sea su trayectoria política; sino también por la reivindicación del programa nacionalista que el PRI hizo a un lado. De manera que en la disputa sobre cómo continuar gobernando al país, si con un proyecto económico excluyente y con la entrega de las dos industrias estratégicas que aún son propiedad de la nación, o quitándole las aristas más filosas a ese proyecto y conservando el control del Estado sobre las mismas, el PRI ya nada tiene que hacer. El posible triunfo del PAN recuperaría por segunda ocasión la gestión del proyecto neoliberal inaugurado por el PRI en 1982; por su parte, en el probable triunfo de AMLO se reconocerían amplios sectores de sus cuadros dirigentes y de sus bases militantes. La más reciente evidencia es la convocatoria de Manuel Bartlett en ese sentido.
Madrazo está consciente de la pérdida de representatividad de su partido. Como indicadores de su tragedia tiene no solamente los resultados de las encuestas sobre preferencias electorales de las que ya difícilmente saldrá del tercer lugar. Además, los reductos de poder priísta que son los gobernadores lo han dejado solo. Están apoyando a sus candidatos al Congreso, pero no a su candidato a la Presidencia. Pero Madrazo no es tonto. Por eso está ofreciendo la alianza política con el PRD. Ello le es útil en dos sentidos: si AMLO gana la próxima elección, su acercamiento le permite negociar desde ahora su sobrevivencia política. Pero también le sirve en caso de que gane Calderón, porque en ese caso tratará de negociar lo posible después del 2 de julio, bajo la amenaza de impugnar la elección; camino que está intentando legitimar desde ahora. En ambas situaciones ganará lo que pueda, que siempre será más que cruzarse de brazos frente a su derrota anunciada.
Por su parte, con la aceptación del juego de Madrazo, AMLO está guiñando el ojo al voto útil del PRI. Pero es un guiño innecesario porque ese voto priísta a su favor de cualquier manera se producirá. En cambio, seguir el juego a Madrazo, aun con discreción, lo contamina de la imagen perdedora del priísta y evidencia al PRD como espacio de recomposición del PRI. ¿Y todo ello sin costo electoral?
rosage@prodigy.net.mx
Consejera nacional emérita del PRD
29 de mayo de 2006
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3 comentarios:
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