Mario Campos
Excpelsior
17-06-06
Ha llegado el momento de dejar a un lado los sondeos de opinión para poner toda nuestra atención sobre los operadores políticos.
Compañeras de viaje de la democracia mexicana, las encuestas se han convertido en protagonistas de todo proceso electoral. Gracias a ellas, los perredistas vieron durante meses al 2 de julio como un mero trámite. No había duda, Andrés Manuel López Obrador iba solo en su camino hacia Palacio Nacional. Luego empezaron las campañas. Felipe Calderón dio la sorpresa en el PAN y el partido que todos daban por muerto logró generar expectativas de triunfo. A lo largo de los últimos meses, el panista alcanzó y hasta rebasó. Los perredistas reaccionaron, recuperaron el terreno perdido y hoy, según todos los estudios de opinión serios, la moneda está en el aire.
De las cinco encuestas más recientes, publicadas ya con el posdebate, dos —El Universal y Gea-Isa— colocan a Felipe Calderón como puntero, y tres —Reforma, Demotecnia y Consulta Mitofsky— ubican a Andrés Manuel al frente de la contienda. La diferencia es importante; sin embargo, en ninguna la distancia entre uno y otro es superior a tres puntos.
Salvo la encuesta de El Universal, todas coinciden en que luego del encuentro entre los candidatos a la Presidencia —y la polémica en torno de Diego Zavala— López Obrador creció y Felipe Calderón perdió terreno en la intención de voto.
No obstante, vistos los datos es posible citar el titular de Excélsior del 7 de junio: pega pero no tumba, atinada frase que en su momento describió el desempeño del panista la noche del 6 de junio y que, ahora, se puede aplicar al posdebate claramente ganado por el perredista.
Que la campaña de la Alianza por el Bien de Todos se encuentra en buen momento, no hay duda, sin embargo aún no puede cantar victoria.
Habrá que esperar la última avalancha de mediciones, no obstante, parece difícil que los datos cambien hasta alcanzar rangos definitivos. De cumplirse este pronóstico, resultará claro que las encuestas, ésas que nos han cautivado durante años, serán instrumentos inútiles a la hora de pronosticar el resultado del próximo 2 de julio. Con resultados que caben dentro de los márgenes de error, un electorado que ha mostrado su volatilidad en los últimos meses y un porcentaje de indecisos que aún puede cargar la balanza, nadie puede asegurar quién será el ganador. Por ello es que ha llegado el momento de dejar las encuestas a un lado para poner nuestra atención sobre los operadores políticos.
Durante los próximos días, la duda no serán más las preferencias electorales, esas ya las conocemos; el reto ahora será convertir esas intenciones en votos en las urnas. Esa será la variable que determine el final de esta historia y ésa, la operación, no hay encuesta que la mida.
Es la hora de Convergencia y su capacidad para movilizar a los electores en Veracruz y la conflictiva Oaxaca; es el tiempo de los gobernadores priistas, cuya fidelidad al PRI ha sido puesta en duda; y es también la hora de Elba Esther Gordillo y su alianza con Vicente Fox.
Dos semanas faltan para el día de la elección y en este plazo será cuando sabremos si las listas partidistas para el Congreso, esas de las que ya no nos acordamos, tuvieron sentido o no. Es el turno de Benjamín González Roaro y Diódoro Carrasco, que pasaron de las filas del PRI al PAN; pero también de Raúl Sifuentes y Enrique Ibarra, que deberán demostrar que su llegada al PRD se traducirá en votos en Coahuila y Jalisco, respectivamente.
17 de junio de 2006
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