12 de junio de 2006

Las cajas del delito

Germán Dehesa
Reforma
12 de junio del 2006

El “Cuñisgate” ha tenido un giro espectacular y tal vez un poco grotesco. Ahí tienen que, pasado el mediodía de este viernes, una poblada caravana de perredistas avanzaba, entre cánticos y loores al Rayito de Esperanza, por la Colonia del Valle que para ellos es territorio comanche. En esta cívica peregrinación el Sol Azteca los acompañó de un modo enérgico. Todos sudaban como perros hacinados. Sin embargo, la nobleza de su causa no les permitió desfallecer, ni abandonar la marcha rumbo a un refrescante chesco.

El que más sudaba era Jesús Ortega quien estaba a cargo de empujar un diablito azul (¡diablo con vestido azul!) que transportaba varias cajas de algo que parecía plutonio enriquecido, o algún otro material fuertemente radiactivo. Todos conservamos memoria de aquella huelga de hambre de cinco minutos que Jesús Ortega realizó frente a Los Pinos, para luego aclararnos que era “simbólica”. A lo que voy es que no en balde Jesús Ortega es “dirigente” y no chalán. Las tareas pesadas se le dificultan grandemente.

Locos de contento con su cargamento se presentaron frente a las oficinas del PAN y avisaron que venían a entregar unas cajas. A todo esto, los previsores perredistas ya traían una nutrida cauda de camarógrafos, reporteros, gente de la prensa y cuelgababas (llamamos “cuelgababas” a esos audaces tenochcas que en cuanto ven tumulto o borlote, se incorporan para no perder detalle, aunque normalmente terminan con el hocico roto). Quitadazos de la pena, salieron algunos panistas y en menos que se lo cuento, ya se habían hecho de palabras con Claudia Sheimbaum de quien yo no conocía su aguerrida versión bravera y respondona. El diferendo era éste: los perredistas querían dejar las cajas con documentos supuestamente inculpatorios para Felipe y los panistas exigían que ahí mismo las abrieran. Se impusieron los panistas, abrieron las cajas; de la nada apareció un notario listísimo para tomar nota y al final del jelengue los que quedaron en una pose ridícula y descontonera fueron los perredistas: cada caja traía tres pinches carpetitas y en ellas no había un solo documento que vinculara a Felipe con el “Cuñisgate”.

Yo no sé si a la postre Calderón resulte limpio de polvo y paja, pero este numerito de las cajas fue de pena ajena. ¿Se los habrá aconsejado Camacho, o solitos se calentaron los peregrinos?

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