12 de junio de 2006

¿A quién engañan?

Ricardo Alemán
El Universal - Itinerario Político
12 de junio de 2006

Desde 1988, la lucha político-electoral ha transitado por la exhibición de las debilidades de los adversarios

Cuando los estrategas del PAN decidieron comparar las imágenes de Hugo Chávez retando al presidente mexicano, con las de López Obrador que le espetaba el "cállate chachalaca" a Vicente Fox -como parte de la campaña de spots en favor de su candidato Felipe Calderón-, no faltaron los pudorosos que se escandalizaron y hasta acuñaron el término de guerra sucia para referirse a la inédita y feroz disputa mediática a la que se quería llevar la contienda presidencial.

Esas buenas conciencias llegaron al delirio cuando aparecieron los spots que aseguraban que López Obrador "es un peligro para México", y la esquizofrenia se generalizó cuando el Tribunal Electoral del Poder Judicial decidió la censura de los mensajes. No fuera que los mexicanos "débiles mentales" se creyeran esa perversa manipulación mediática, o dieran crédito a mentiras como esa de que López Obrador endeudó dos o tres veces al Distrito Federal. Pero los pudorosos guardianes de las formas políticas y la urbanidad electoral -los mismos que se escandalizaron cuando la torpeza panista llamó "pobre señora" a Elena Poniatowska, pero callaron cuando el sub comandante Marcos corrió a la escritora de uno de sus mítines- nada dijeron cuando los estrategas de López Obrador pretendieron engañar al electorado con la supuesta firma de Calderón en el Fobaproa y menos cuando AMLO montó la tramoya del "cuñado incómodo".

En el colmo de la manipulación, las buenas conciencias intentaron emparentar la persecución de Estado contra los opositores -vivida en Sudamérica y en México en los años 60 y 70-, con una saludable exhibición del adversario electoral, propia de las luchas democráticas de cualquier país y que en el caso mexicano no es la excepción. Desde 1988, pasando por 1994, 2000 y hoy en 2006, la lucha político-electoral mexicana ha transitado no sólo por el camino de las estrategias tácticas y programáticas, sino por la exhibición de las debilidades políticas y el dudoso pasado de los adversarios.

En política, y sobre todo en las contiendas electorales, resulta más rentable exhibir corruptelas, ineficacias y cuestionables pasados políticos y de gobierno del adversario, que convencer al electorado con las fortalezas, las virtudes y la historia propias. "El pasado es como el trasero; todos tenemos uno, aunque unos lo tienen más sucio que otros", dice el refranero popular. Por eso las "guerras electorales" se valen de esa concepción de filosofía popular. Aunque en el fondo -y para el caso- prevalece la cita bíblica: "El que esté limpio de culpa, que tire la primera piedra".

El problema no es la forma, sino el fondo. En una democracia electoral resulta saludable para los electores que todos los presidenciables, sus partidos y estrategas, intenten la exhibición de las corruptelas, los pasados dudosos, los cadáveres detrás del clóset de cada quien. Incluso resulta saludable que unos y otros se exhiban, y hasta que recurran al engaño y la mentira -engaño y mentira también son una autoexhibición-, porque al final de cuentas la decisión está sólo en el elector. Y no se duda de las capacidades de manipulación de unos y otros, y menos de la perniciosa influencia mediática en tiempos electorales. Pero lo que resulta verdaderamente cuestionable es que todos crean y traten a los electores como retrasados mentales. ¿Cuántos le creen a Calderón cuando dice que el DF se endeudó dos, tres o cuatro veces más? ¿Cuántos le creen a López Obrador el cuento del Fobaproa, o el del "cuñado incómodo"? ¿Cuántos creen que les va a ir muy bien con Roberto Madrazo?

Y es cierto, como lo dice el refranero popular: "La verdad duele, pero la duda mata". Pero en el caso de una elección presidencial, en donde existen 70 millones de potenciales electores, y en donde 40 millones son votantes probables, el engaño y la mentira, la duda sobre tal o cual aspirante, pueden ser la peor herramienta para quien la emplea. Y en el caso más reciente, el del "cuñado incómodo", el golpe puede regresar al lugar de donde salió.

Es probable que la empresa Hildebrando, de la que es socio el cuñado de Calderón, tenga un cuestionable pasado. Pero hasta el momento todas las acusaciones de AMLO y del PRD están montadas en una monumental mentira. Si existieran pruebas contundentes sobre las irregularidades señaladas, ¿por qué no acudió el PRD y su candidato a las instituciones responsables para presentar la denuncia correspondiente? ¿Por qué el grotesco espectáculo de las cajas vacías presentadas en la sede del PAN? Y para los que no tienen memoria, vale recordar que esa estrategia del engaño mediático es común en López Obrador. Sí, entre 2001 y 2002, cuando AMLO decidió sacar de la jugada política a Rosario Robles, filtró al diario Reforma las cuentas publicitarias de la empresa Publicorp. Un escándalo igual al de hoy, que al final terminó en una gran farsa. El problema es que intentan sorprender al electorado con engaños y mentiras, que tarde o temprano terminarán por exhibirlos. Al tiempo.


aleman2@prodigy.net

No hay comentarios.: