14 de junio de 2006

Los mercados comienzan a votar

Leo Zuckermann
Excélsior - Juegos de Poder

14-06-06

La Bolsa Mexicana de Valores a principios de mayo se acercó a los 22 mil puntos, un máximo histórico. Esta semana ronda los 17 mil puntos, lo que representa una caída de 23%. El peso mexicano se ha devaluado 9% desde principios de marzo. En aquel entonces, un dólar en el mercado interbancario se compraba en 10.47 pesos. Ayer se cotizaba en 11.43. Al menudeo alcanzó los 11.60.

En el mercado de deuda, si bien las tasas de interés de corto plazo no han sufrido alteraciones (los Cetes a 28 días mantienen una tasa anualizada de 7%), los instrumentos de largo plazo sí han cambiado. En marzo, el rendimiento de un bono mexicano a 20 años era de 8% anual. Ayer estaba en 9.6%. Finalmente, el riesgo país medido en el índice EMBI llegó a estar en 100 en marzo; actualmente está en 150, un incremento de 50%.

Es cierto que la caída de los mercados mexicanos se explica por un efecto global: la percepción de que la Reserva Federal de los Estados Unidos subirá aún más las tasas de interés en aquel país. Sin embargo, el descenso en México ha sido más sostenido que en otros mercados emergentes. Al parecer, los factores internos también están pesando en el ánimo de los inversionistas.

Algunos han mantenido sus posiciones y otros de plano se han retirado. Lo que no hay son nuevas posiciones. Todo indica que no existe apetito por asumir el riesgo de invertir en México. En el lenguaje del póquer se diría que los inversionistas "están pagando por ver", es decir, que están dispuestos a asumir una pérdida temporal hasta tener más información para tomar una decisión más contundente: retirarse paulatinamente o seguirle apostando al país.

Los mercados siempre son adversos a la incertidumbre y lo que está ocurriendo en el ámbito político los inquieta. Por una parte, les disgusta la posibilidad de una elección muy reñida donde el vencedor termine ganando por un margen estrecho que pueda incitar no sólo la impugnación judicial de los resultados sino movilizaciones sociales violentas.

Pero también les preocupa que gane un López Obrador radicalizado. Hay que reconocer que este candidato había armado una estrategia muy eficaz para calmar a los principales operadores internacionales. Colaboradores como Manuel Camacho y Rogelio Ramírez se reunieron con ellos para darles garantías de que, de ganar, AMLO no se radicalizaría.

Sin embargo, en su discurso, el candidato perredista últimamente ha hecho precisamente eso. Ha declarado que respetará la autonomía del Banco de México con ciertos límites, que va a renegociar la deuda como lo hizo el presidente argentino Néstor Kirchner y que va a abrir el Tratado de Libre Comercio. A los banqueros los caracterizó como parásitos y a los empresarios los acusó de no pagar impuestos.

El caso Hildebrando también inquieta a los inversionistas, ya que los perredistas enseñaron que están dispuestos a utilizar información fiscal secreta con propósitos políticos. Ante tal perspectiva, los capitales prefieren colocar sus recursos en países donde sí se respeta la confidencialidad tributaria.

Me parece que los mercados están comenzando a votar en México: no quieren un empate que genere incertidumbre y tampoco que gane un AMLO radicalizado.

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