11 de junio de 2006

Fue en un cabaret…

Vianey Esquinca
Excélsior - La Inmaculada Percepción

11-06-06

El próximo 2 de julio no habrá elección de Estado, sino de percepciones. Durante meses, los candidatos presidenciales y los partidos políticos han sembrado la sospecha, la duda y la incertidumbre y han provocado la confusión entre los electores indecisos. La única certeza que hay, gracias a la guerra sucia, es que cualquier candidato por quien se vote tiene algo reprochable, oculto, reprobable y siniestro, por lo que el voto recaerá en el menos malo, no en el mejor.

Y si quedaba alguna duda de ello, sólo basta tomar la semana pasada como ejemplo. Ya lo han dicho muchos analistas: el debate del 6 de junio no fue sino el tentempié de lo que vendría después. El posdebate ha dejado al descubierto lo más oscuro de las campañas políticas.

¡Fuera moral!, ¡fuera buenas costumbres!, ¡fuera careta!, "al fin que ya nadie espera que nos casemos de blanco…" Los partidos políticos se enfundaron sus baratos vestidos de lentejuelas, se colgaron su estola de plumas made in mercado de Sonora y comenzaron a mascar chicle, agarraron su elegante bolsa de mandado y salieron a la calle dispuestos a todo. Con una mezcla entre la Chimoltrufia, Paquita la del Barrio y la más codiciada cabaretera de Tepito, los partidos políticos y los candidatos piensan que ya no se trata de convencer, sino de arrebatar.

"Deslúmbralos", parece ser la consigna de los partidos y sus candidatos, quienes creen que el que grite más fuerte, quien agite los brazos más alto, el que logre montar el mejor sketch, quien logre mantener el escándalo del contrincante más tiempo en los medios, será el vencedor de las elecciones. Quien use más maquillaje, el vestido más entallado y el escote más bajo podrá acaparar las miradas (¿Cuánto, mi reinita?).

Las campañas se han convertido en las reinas del amor fingido, donde la verdad y la transparencia han sido secuestradas. Si el elector comienza a protestar, ve a las oficinas del contrincante haciendo la faramalla de llevar cajas y cajas de pruebas, las cuales están semivacías. ¿La gente sigue dudando? Deslúmbralo, poniendo a tus hijos en prenda de tu honor. Utiliza comerciales del más absoluto mal gusto, para que la gente critique el spot del delincuente orinándose en los pantalones y no la falta de propuesta. Es el todo por el todo, hasta sus últimas consecuencias. Hay amenazas de bombas por todos lados: videoescándalos, denuncias, más pruebas y ¡todavía faltan 20 días para las elecciones!, que Dios nos agarre confesados.

Ante esto, a la mitad de semana surgieron almas caritativas que trataron de darle a los partidos políticos un vestido más adecuado para la ocasión, un poco más fino. Intentaron ponerles zapatos y peinarlos distinto, buscaron un pacto de civilidad que les devolviera el rostro perdido; pero no, aunque la mona se vista se seda, mona se queda. Habría que meter a los partidos políticos, a sus dirigentes, voceros y candidatos a centros de rehabilitación, donde les enseñen que se pueden ganar la vida (o la contienda electoral) de otra manera.

Los ciudadanos han quedado en medio de una batalla de percepciones donde, como en cualquier guerra, la confusión, la desesperanza y la resignación aparecen. Los partidos se han valido del uso más perverso de la imagen express, del marketing político, de las herramientas de comunicación disponibles. El desprestigio, la difamación, la mentira y las verdades a medias, con una gran dosis de falta de creatividad y ética, están creando un negro expediente en la historia democrática de este país.

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