Francisco Martín Moreno
Excélsior
04-08-06
El voto mayoritario de los mexicanos no me ha favorecido. Esto mismo le he declarado telefónicamente a Felipe Calderón, después de felicitarlo, como corresponde en una contienda civilizada.
Compatriotas!: Hoy, miércoles 5 de julio, me dirijo a la nación, a través de los medios masivos de difusión, para aceptar mi derrota en las últimas elecciones presidenciales celebradas el domingo próximo pasado.
Reconozco que los resultados han resultado muy apretados dado que el IFE le ha concedido el triunfo a Felipe Calderón por un margen insignificante que ni siquiera remonta 1% de los sufragios. Es irrelevante el número o el porcentaje: yo empeñé mi palabra y mi palabra es el único patrimonio que poseo, en el sentido de que si la votación de los mexicanos no me favorecía por un solo voto, yo le concedería la victoria a mi adversario político como un acto de elemental respeto, antes que a nadie, a la ciudadanía a la que me debo y, por supuesto, a las instituciones y a las leyes de la República, que establecen el marco de convivencia entre todos nosotros.
El voto mayoritario de los mexicanos no me ha favorecido. Esto mismo le he declarado telefónicamente a Felipe Calderón, después de felicitarlo, como corresponde por su éxito en una contienda civilizada en la que, por ningún concepto, se pueden poner en juego los supremos intereses de México. Hacerlo, es decir, dudar de las instituciones, no sólo implicaría una agresión imperdonable a nuestro país, sino que tal acción derogaría de golpe lo aseverado a lo largo de la campaña electoral, en que insistí desde todos los foros en la defensa de los pobres. ¡Que quede claro!: el desconocimiento de las instituciones afectará antes que a nadie a quienes más deseo proteger: a los que nada tienen, a los desposeídos, a los marginados, cuya existencia sólo se reconoce durante los discursos electorales… No tengo nada que demandar ante una instancia judicial.
El hecho de haber perdido en esta contienda de ninguna manera me descalifica para la siguiente. Soy un guerrero político. Volveré a la oposición para seguir luchando a través de las instituciones republicanas por el bienestar de mi país. Con las leyes en la mano y si no, creándolas, por medio de los mecanismos constitucionales dispuestos al efecto, haré todo aquello que esté al alcance de mi poder y el de mi partido para convencer a la representación nacional de la procedencia de mis ideas por el bien de todos.
Sé muy bien que el presidente François Mitterrand contendió por la Presidencia de su país en 1965, nada menos, que ante Charles de Gaulle y que perdió dichos comicios a pesar de que 44.48% del electorado había votado por el líder de la izquierda francesa. Sé que volvió a competir en contra de Valéry Giscard d’Estaing en 1974, para ser nuevamente derrotado. Mitterrand alcanzó esa vez una votación de 49.19%, mientras que Giscard tan sólo alcanzó 50.81%. Sé que la tenacidad de Mitterrand, así como el respeto ganado de la comunidad, lo condujo a ser el primer Presidente socialista de la Quinta República, en 1981, después de dos intentos infructuosos y sé también que se convirtió en el primer jefe de Estado francés que pudo permanecer en el cargo 14 años después de haber sido reelegido en una ocasión.
Ese es el ejemplo que tiene que dejar una izquierda inteligente que pretende abrir espacios en un mundo político saturado de adversarios amantes del inmovilismo económico. Sé muy bien que Luiz Inácio Lula da Silva contendió en 1989 contra Fernando Color de Melo y que perdió las elecciones como candidato de la izquierda brasileña. Sé muy bien que en 1984 volvió a contender por la Jefatura de Estado de su país en contra del sociólogo Fernando Henrique Cardoso y que volvió a fracasar en el intento. Sé que, al igual que Mitterrand en la tercera oportunidad, Lula logró finalmente su objetivo, obteniendo 52 millones de votos, que representan el mayor número de sufragios para elegir a un presidente en la historia de la política mundial. Sé que 61% de los brasileños votaron por él y también sé, nunca lo olvidaré, que en el discurso de toma de posesión de su cargo, Lula da Silva declaró, entre sollozos: "Y yo, que durante tantas veces fui acusado de no tener un titulo universitario, consigo mi primer diploma: el título de Presidente de la República de mi país…"
Pierdo, pero no me retiro. Pierdo, pero seguiré luchando por los 50 millones de mexicanos que permanecen sepultados en la miseria. Pierdo, pero continuaré mi campaña desde la oposición hasta poder tener en mi mano, en 2012, las herramientas necesarias para descubrir el verdadero rostro de México, el del progreso, el de la evolución, el de la igualdad y el que nos permita elevar a todos los mexicanos al nivel mínimo exigido por la dignidad humana.
El otro discurso, queridos compatriotas, lamentablemente ya lo conocemos: basta con salir al Paseo de la Reforma. ¿Cuál Reforma? ¿Dónde está la Reforma? ¿Esa es la izquierda reformista mexicana..?
fmartinmoreno@yahoo.com
4 de agosto de 2006
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario