5 de agosto de 2006

La increíble y triste historia del cándido Mesías

Carlos Ramírez
La Crisis - Diario de Campaña
05-08-2006

Como se esperaba, el Tribunal Electoral rechazó la propuesta de Andrés Manuel López Obrador de revisar voto por voto y casilla por casilla. No era posible. Las leyes no lo permitían. Pero también el PRD presentó mal los expedientes. Queda, pues, la duda: ¿realmente López Obrador estaba esperanzado a la revisión del voto por voto o por saberlo imposible se lanzó a una batalla urbana que perdió desde la primera manifestación? No se sabe. López Obrador es desconcertante, a pesar de que lo conozco bien.

Al tabasqueño lo traté poco pero lo he venido siguiendo a fondo. Allá por la primera mitad de los noventa coincidimos en una mesa redonda en Acapulco, invitados por Zeferino Torreblanca, entonces dirigente empresarial. Mis críticas a Salinas le llamaron la atención a López Obrador. Por eso en su libro Entre la historia y la esperanza dijo que yo era un “valiente periodista”. Creo que por enfrentarme al poder establecido. Hoy sigo siendo el mismo: critico a López Obrador por sus errores y cuando todos lo idolatran. Se necesita, me digo un poco en broma, ser valiente para enfrentar a la turba que lo ha endiosado. Luego platiqué con él a principios del 2000 cuando andaba tras del registro como candidato capitalino. Yo había escrito que no cumplía los requisitos legales. Graco Ramírez me pidió que desayunáramos. Vi a otro Andrés Manuel: no levantaba el rostro, no fijaba la vista, parco, necio. Le dije, recuerdo, que eran los propios perredistas quienes decían que no cumplía los requisitos. Le salían las palabras con muchos esfuerzos. Me dijo que sí y que tenía pruebas. Le dije que me las diera. Quedó de enviármelas. Nunca me llegaron. Y yo lo seguí criticando porque quería el registro como candidato a través de las movilizaciones callejeras. Nunca más nos vimos. (Ni falta que hacía.)

La batalla contra el Trife estaba perdida. Pero López Obrador la usó como estrategia. Y perdió. Ya no le queda nada. Los plantones eran una medida de presión. Pero el repudio generalizado le quitó efectividad. Mañana la maquinaria política comenzará a triturar a López Obrador. Y poco quedará de él. Si acaso, terminará como el subcomandante Marcos: en busca de conflictos que liderear pero todos al margen de la ley y del consenso social. Marcos salió de Chiapas, llegó al DF a encabezar a los atencos y poco quedó de él. Sus marchas han sido desangeladas y muchas de ellas han debido de cancelarse por falta de manifestantes. Qué diferencia de aquella visita de Marcos en el 2001: la aglomeración rompió expectativas. Hoy lo ven en las calles y anda sin pena ni gloria.

Así terminará López Obrador porque creo que no ganará ni una kermés familiar. Cómo competir si ya se sabe que si no gana hará su berrinche. Y así terminarán como él sus principales asesores: Manuel Camacho, Ricardo Monreal, Federico Arreola. Los perredistas tienen escaños legislativos y ahí llevarán sus escándalos. Pero de ahí no pasarán. López Obrador seguirá buscando conflictos. Y algunos se le van a encimar: su lucha contra el Trife en el DF tendrá que ser un poco larga, pero en Tabasco lo requieren para las elecciones locales de noviembre. Y los datos indican que el PRD pagará en Tabasco la factura del DF.

En fin, que las cosas se tendrán que ir acomodando. López Obrador anunció para hoy a las siete de la noche su estrategia contra el Trife. La recogeremos en el Diario de mañana. No creo que valga la pena esperar. A menos que convoque a una revolución o a un golpe de Estado. La sensatez política aconseja institucionalidad, pero López Obrador va a tratar de impedir el sexto informe de Fox y la toma de posesión de Felipe Calderón, además de perseguir a Fox y a Calderón en actos públicos y de sitiar Los Pinos.

Pero ni modo. El peso de las instituciones será una lápida. López Obrador habrá de pagar muy caro su error: no se puede competir bajo las reglas de la institucionalidad y luego combatirlas si no se gana. Y lo que viene será un deslindamiento necesario del PRD y más por el efecto negativo del plantón en la ciudad de México. López Obrador se quedará sólo porque legisladores federales y capitalinos tendrán que tomar posesión. Y ahí la lucha paralela del tabasqueño tendrá que darse en el vacío.

López Obrador pudo haber hecho mucho por la democracia. Pero le ganó la ambición de poder. Se sintió presidente de la república antes de ganar las urnas, ejerció y agotó el poder antes de tenerlo. Y ahora ya no sabe cómo decirle a los millones de ciudadanos que creyeron en él que siempre no, que las instituciones electorales dijeron que ganó Calderón. A lo mejor la lucha de López Obrador no es por la democracia ni por la ética sino para no quedarle mal a sus seguidores, aunque meta al país en una zona peligrosa de incertidumbre.

La decisión del Trife obliga al país a regresar a la política, a alejarse de las confrontaciones y a sentarse a discutir las reformas para pactar la transición a la democracia. Ahí tendría un papel clave López Obrador, pero carece de la grandeza de la política. El tabasqueño es una carga negativa de egoísmo y rencor. Y ahí terminará de perder porque el país tendrá que seguir su marcha. Eso sí, habrá que agradecerle a López Obrador que su obstinación hizo que millones de mexicanos valoraran la importancia de la política y de los acuerdos y se alejaran de la confrontación y la lucha callejera. Ahí quedó una base política fundamental para sentarse a discutir la gran reforma política necesaria.

Lo que viene, por tanto, es el ejercicio de la política, no la rebelión social.

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