Yuriria Sierra
Excélsior - Nudo gordiano
03-08-06
O lo que es lo mismo, Querido Santa Claus (que además se parece a Alejandro Encinas), esta es una especie de cartita de Navidad (adelantada). Primero que nada, hay que empezar confesando que siempre te percibí como uno de los militantes del PRD más sensatos y realmente comprometidos con la construcción de una posibilidad real y responsable por la cual la izquierda en México tomaría, por fin, un carril de alta velocidad, pero en una carretera en la que está pagado el seguro de vida, al menos en el tramo a la próxima caseta. Y ese seguro de vida son las instituciones. Ese seguro de vida es la congruencia. Ese seguro de vida es la sensatez política.
Flamante jefe de Gobierno. Encinas asumió el poder tras la renuncia de López Obrador, quien, luego del episodio del desafuero, por fin lograba concretar su acariciado sueño de ser el candidato (de unidad, claro está) del PRD a la Presidencia. En cosa de dos semanas, el estilo personal de Encinas generó buena recepción entre tirios y troyanos: a diferencia de AMLO, el nuevo jefe de Gobierno no veía complós en todos lados ni desestimaba las opiniones de sus críticos u opositores. A diferencia de López Obrador, el flamante Alejandro Encinas era absolutamente capaz de compartir el presidium con Vicente Fox para inaugurar un nuevo conjunto habitacional o darle al gobierno federal su debido crédito en el financiamiento para la construcción de un segundo piso. Su estilo moderado era, sobre todo, la promesa de algo mucho más esperanzador que la mera participación conjunta en cortar listones. Encinas era el nuevo rostro de esa posibilidad ausente entre la izquierda y la derecha en México, durante los años que siguieron a la exposición de los inolvidables videos cortesía de Carlos Ahumada: el rostro del entendimiento, más aún, el rostro de la cooperación y la conciliación inteligentes.
Flamante jefe de campaña. Sin embargo, durante las campañas, el jefe del Ejecutivo local se vio obligado a competir, por razones obviamente pragmáticas, con el del Ejecutivo federal. Encinas tenía que competir, al menos en resultados, con Vicente Fox. Comprensible que si el Presidente del país hacía campaña (velada, desvelada o rampante) en favor del candidato de su partido político (o más bien en contra del candidato populista), luego entonces el jefe de Gobierno tenía que cacarear los huevos que Andrés Manuel había puesto durante sus casi seis años de gobierno. Encinas, sin embargo, intentó "despersonalizar" la publicidad porque su participación (en términos de popularidad) no podía competir con la de Fox, pero, enseguida y, más que nada, porque los reflectores tenían que estar sobre López Obrador. Comprensible. Hasta aquí, nadie puso gritos demasiado elevados en el cielo… (entre gitanos nunca se leen la baraja, digamos).
Flamante funcionario de plantones. El problema, querido Alejandro Encinas, es que tu nueva condición de manifestante partidista desde el gobierno te coloca en una situación que tiene un amargo sabor cortoplacista. ¿Has pensado qué pasará con tu carrera política si Andrés Manuel no logra que el Tribunal acepte la demanda del "voto por voto, casilla por casilla"? ¿Has reflexionado sobre quién podrá reconstruir los puentes de entendimiento entre la izquierda y la derecha en nuestro país? ¿Has pensado quién podría dar la cara ante 65% de mexicanos que no votaron por AMLO y, además, se han sentido agredidos por el renacimiento de olas tácticas de violencia (psicológica) de la izquierda más añeja y radical en México? ¿Has pensado quiénes se quedarán con el PRD al final de estos días terribles? ¿Por qué entregarle todo a López Obrador, cuando éste se ha mostrado tan proclive a no pedirlo, sino simplemente habilitado para arrebatarlo?
yuriria_sierra@yahoo.com
3 de agosto de 2006
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