Raúl Cremoux
El Universal
04 de agosto de 2006
Los deudos de Gil y Ovando, encargados de la secretaría electoral que debiera haber llevado a Cuauhtémoc Cárdenas a la Presidencia, así como las viudas, padres e hijos de los casi 600 izquierdistas desaparecidos durante el sexenio de Carlos Salinas, deben estar decepcionados y furiosos. El grupo que hoy rodea y asesora a López Obrador es, qué duda cabe, todo menos fiel a lo que pudiera considerarse representantes de la izquierda. Si lo fueran no habrían formado el núcleo fundamentalista que hoy, en su estrategia, tiene impotentes y desesperados a los habitantes del DF.
Haber logrado el número tan alto de legisladores, triunfo al cual no se le hace un reproche, y cargar todo el peso de un supuesto fraude en un individuo, es boicotear las posibilidades reales de introducir en un futuro gobierno lineamientos y acciones progresistas. Si esa no es su meta, ¿cuál sería el sentido del esfuerzo? La imagen que hoy el PRD y sus asociados proyectan sobre el país vuelve a mancharse y tiende a hacer nugatorio su avance. ¿Con qué autoridad ética el actual jefe de Gobierno, los próximos delegados y el siguiente gabinete de la capital, podrán imponer leyes y reglamentos a la ciudadanía si ellos son los que actualmente violan impunemente la legislación al permitir y auspiciar el estrangulamiento de plazas, calles y avenidas? De la izquierda, la real, la población espera muchísimo más que posiciones reduccionistas y cada vez más desbordadas.
En lugar del escándalo, un partido de izquierda debiera promover el parteaguas educativo: educación integral transformadora en la escuela y civilizadora en lo cotidiano. Educar para vivir, educar para cambiar. Enseñar que al porvenir se llega con conocimientos y se asienta en la dignidad. La creación de riqueza, debieran proponer, serviría sustancialmente a las clases humildes para atenuar las abismales diferencias entre pobreza y acumulación. Esto no se realiza con oratoria hueca ni dirigismo o coacción. Se hace con inteligencia. ¿Qué ejemplo para las nuevas generaciones se promueve al ver a los inconformes jugar futbol en donde debiera haber un tráfico fluido?
Una izquierda auténtica no utiliza a los ancianos, les brinda apoyo institucional. Una izquierda moderna asegura gran eficiencia como órgano regulador de la vida económica, al mismo tiempo que favorece la iniciativa de los participantes laborales. Más acuerdos, menos sospechas; menos palabrería, más resultados.
Los hombres de pensamiento progresista no chantajean ni intimidan; aspiran a un auténtico cambio que, en el caso mexicano, es el de atenuar desigualdades sin menoscabo de las libertades. Sean las de tránsito, de reunión o de expresión. Realizar la modernización de la sociedad y mantener su cohesión, así como propiciar respuestas tanto a las necesidades de ascenso social como a las de justicia, son las características que han tenido gobiernos de izquierda ejemplar. Como el de Francois Mitterrand que, durante 14 años de mandato, llevó a Francia a niveles de prosperidad y de equidad ampliamente reconocidos.
El conflicto postelectoral que hoy padecemos descalifica y denigra el nombre de "izquierda mexicana", hasta traicionarla. El verdadero pensamiento que merece tal nombre está en otra parte; entre los que desean la transformación en el consenso creativo y armónico de todas las partes, sin exclusiones, sin dogmatismos.
cremouxra@hotmail.com
Escritor y periodista
4 de agosto de 2006
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