21 de julio de 2006

Woldenberg versus Poniatowska

Yuriria Sierra
Excélsior - Nudo Gordiano

21-07-06

Pepe y Elenita. Dos imágenes que resumen el fondo del conflicto: el fabuloso y lúcido texto publicado por José Woldenberg apenas ayer ("Comunidades en la fe"), y la fotografía de Elena Poniatowska "clausurando" el Banamex del Centro Histórico. Dos intelectuales de izquierda que, cada uno a su manera, contribuyeron en enorme medida a la difícil construcción democrática de nuestro país. Pero ayer quedó clara como nunca la gran brecha que a ambos separa (y cada uno de ellos como metáfora de la clase intelectual mexicana en su conjunto): ayer se leía —y se sentía— la enorme diferencia que hay entre la inteligencia y el dogmatismo.

Woldenberg. En su editorial de ayer, el ex consejero presidente del IFE ilustra con gran lucidez lo que sucede con la política en la actualidad. Argumenta que ésta no se convirtió —como lo hubieran esperado los ilustrados— en un ejercicio dominado por la razón y la inteligencia: al contrario, las dinámicas propias del pensamiento religioso son las que han terminado por pautar la ejecución de lo político (puras cuestiones de fe, en las que la duda y el pensamiento autónomo son castigados con las llamas del infierno eterno). Escribe Woldenberg: "La política se ha convertido en una nueva religión (…) En las comunidades de la fe política caben todos (...) Sólo un requisito es necesario cumplir: no disentir, creer, seguir al mensajero, pasar a engrosar las filas de los fieles (...) Se trata de una comunidad abierta a recibir a todos porque su vocación es la de crecer, pero siempre a cambio de una sola y fundamental cesión: la autonomía de juicio".

Poniatowska. Y ahí, justamente ahí, vimos a "Elenita" hace dos días: en la profesión de fe que da a cambio de la autonomía de juicio, envuelta en el éxtasis de la feligresía invidente, en el frenesí de la verdad revelada por el nuevo evangelio de una izquierda a merced de su mesías. Ahí, Elenita: sacerdotisa de una causa que no quiere/puede cuestionar. Se ha lanzado a los pies de su redentor para lavárselos con el carísimo perfume de su fama y su prestigio. Apedreada por el subcomandante, Elenita es salvada en cadena nacional por López Obrador. Y de ahí en avante, la magdalena se arrepentirá de sus pecados pasados y dedicará sus días y sus noches a repetir el mágico mantra de los iniciados: fraude, fraude, fraude... amén. Y junto a Poniatowska de Magdala, vemos a todos los apóstoles haciendo últimas cenas cada día, acusándose los unos a los otros de traidores (a la causa, a la verdad, al maestro) y frotándose las manos porque alguno de ellos será el fundador de su futura iglesia. Así la fe y así la política de culto.

Las trampas de la fe. No puedo evitar la Respuesta a sor Filotea, en la que sor Juana defiende genialmente su autonomía de pensamiento para zafarse de las trampas de la fe: "Lo que sí es verdad que no negaré (porque, aunque sea contra mí, me ha hecho Dios la merced de darme grandísimo amor a la verdad) que desde que me rayó la primera luz de la razón, fue tan vehemente y poderosa la inclinación a las letras, que ni ajenas reprensiones —que he tenido muchas—, ni propias reflejas —que he hecho no pocas—, han bastado a que deje de seguir este natural impulso que Dios puso en mí: Su Majestad sabe por qué y para qué; y sabe que le he pedido que apague la luz de mi entendimiento dejando sólo lo que baste para guardar su Ley, pues lo demás sobra, según algunos".


yuriria_sierra@yahoo.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

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