16 de agosto de 2006

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Catón
Reforma
16 de Agosto del 2006

La muchacha llegó muy cansada aquella noche. Le dice a su compañera de cuarto: “-Voy a darme un baño de pies. Hoy los hice trabajar mucho”. Responde la otra chica con un suspiro de cansancio: Entonces yo voy a darme un baño de asiento”. (No le entendí)… Un señor de edad madura paseaba por la playa. Vio a cierto amigo suyo, senescente como él, que estaba recostado en la arena bajo un quitasol, mirando a las lindas muchachas que pasaban con sus encantos cubiertos apenas por diminutos bikinis o por tanguitas más reveladoras aún. “-¿Cómo estás, Cárcamo?” -le pregunta. “-Aquí, -contesta el salaz veterano-, haciendo el ejercicio que el médico me aconsejó”. “-¿Ejercicio? -se sorprende el amigo-. No te veo haciendo ejercicio. Lo único que haces es mirar a las muchachas”. “-Es cierto -responde el otro-. Pero para llegar aquí debo caminar 15 kilómetros”… Decía una señora de exuberante región glútea: “-¡Qué sabia es la naturaleza! Cuando llegamos a la edad de estar más tiempo sentadas nos dota de un cojín más cómodo”… Crece el repudio contra López Obrador, y crece también el tono de las voces que exigen que se ponga freno ya a sus abusos. Es legítimo el derecho a manifestar en forma pacífica las opiniones y protestas, pero nada de pacífico tiene el movimiento emprendido por este hombre extremista, y sus acciones carecen de toda justicia y legitimidad. El Estado debe seguir actuando con prudencia, por más que en el Congreso se vio la eficacia de la fuerza pública cuando se aplica conforme al derecho y la razón. Llegará el momento, sin embargo, en que las crecientes provocaciones de López Obrador harán forzosa una intervención mayor. El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación dirá la última palabra sobre la elección presidencial, y todos deberán acatar ese dictamen. Sin embargo, AMLO y los radicales que aún lo apoyan han descalificado a priori esa autoridad, y buscan -está claro- que haya una confrontación grave entre su gente y la fuerza de la autoridad, sea policía o Ejército. Tal se diría que quieren que haya muertos, según lo describió Paco Calderón en uno de sus espléndidos cartones. De ahí el abierto reto que lanzan al Ejército esos hombres violentos cuando, de consuno con la inmoral e hipócrita administración del Distrito Federal, anuncian una “convención nacional” que debe celebrarse en el mismo espacio y a la misma hora en que se lleva a cabo el desfile militar del 16 de septiembre. Las acciones de AMLO no tienen apoyo en la ciudadanía, y son objeto de rechazo general. Ya nada más los necios, los fanáticos o los profesionales de las manifestaciones callejeras lo acompañan en sus despropósitos. López Obrador, sin embargo, ciego y sordo, no atiende otra voz más que la suya propia. Es falso lo que proclamó: “Llegaré hasta donde diga la gente”. Debió decir: “Hasta donde diga mi gente”. O sea hasta donde diga yo. En todas las formas la inmensa mayoría de la gente del DF le está diciendo que se detenga ya, que deje sus bloqueos; pero él sigue por el despeñadero en que lo ha puesto su cerrazón, su falta absoluta de talante democrático. Ojalá en el PRD -amenazado también por el empecinamiento de López Obrador-, lo mismo que en los partidos que con él se coligaron y en la sana izquierda mexicana, surja una corriente de mujeres y hombres sensatos que hagan ver a este hombre los daños que puede causar con sus violencias y su empecinamiento… Doña Pirujia visitó con el club de señoras la central de bomberos. Vio en el suelo un agujero con un tubo que iba hacia el piso de abajo, y preguntó al jefe de la central qué era aquello. Le explica el hombre: “-Es un tubo para que mis hombres puedan deslizarse y salir rápidamente en caso de emergencia”. “-¡Ah! -exclama entusiasmada doña Pirujia-. ¡Voy a mandar poner uno en mi clóset!”… FIN.

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