16 de agosto de 2006

El fin del caudillo

Ricardo Alemán
El Universal - Itinerario Político
16 de agosto de 2006

No todos en el PRD están de acuerdo con "tensar al máximo" la resistencia civil

Todos en el PRD saben que radicalizar la "resistencia civil" es una estrategia de presión. Saben que el objetivo es "tensar la cuerda" hasta el extremo -de retar a las instituciones y provocar el manotazo de la represión-, para con ello justificar la supuesta pureza y justeza de su causa. Si el mensaje es: "Se pretende imponer por la fuerza a un presidente espurio", y si para ello "el gobierno traidor" recurre a la represión, el silogismo se cierra con el aserto de que, por tanto, "la elección del 2 de julio fue un escandaloso fraude". Entonces todo se justifica.

Todos, en público, en el PRD aplaudieron al caudillo cuando llamó a radicalizar la resistencia el 1, el 15 y el 16 de septiembre para demostrar no sólo la fuerza de la nueva gesta independentista -motejada como la "purificación institucional"-, sino la justeza de la causa. Por eso se propuso retar lo mismo al Tribunal Electoral, que al gobierno de Fox y al Congreso. Es decir, el reto alcanzará a los Tres Poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y de paso a los militares: a las Fuerzas Armadas; y a la historia misma. Un reto y una provocación que lo mismo niega la historia institucional del PRD, sus contribuciones a la democracia electoral, pero sobre todo, sus más importantes logros electorales; la más numerosa bancada en el Congreso y el gobierno del DF.

Pero en corto, por lo bajo, no todos en el PRD están de acuerdo con la estrategia de "tensar al máximo" la resistencia civil, y menos de retar por igual a todas las instituciones. Son muchos, y cada vez serán más los perredistas que se deslindarán del caudillo y de sus acciones radicales. ¿La razón? Elemental, si se quiere. Resulta que López Obrador se convirtió en caudillo de esa izquierda gracias a la lógica del poder presidencial, de que alcanzaría el triunfo electoral el 2 de julio. Pero en la ecuación del 3 de julio, frente a una derrota en las urnas y la posterior crisis postelectoral, de la ecuación de esa izquierda desapareció la variable fundamental, la de la victoria y del poder presidencial en manos de AMLO. Vale recordar que el caudillo inició su construcción al llegar a la dirigencia del PRD. Avanzó al llegar al gobierno del DF, y se consolidó cuando se erigió en el más popular y en el único con posibilidades de acceder al poder presidencial.

Así, hasta el 2 de julio, AMLO era "el hombre fuerte" de esa izquierda, dueño del partido, de la popularidad que lo hizo candidato único y, por tanto, dueño del futuro de sus fieles y compañeros de viaje. Estuvieran o no de acuerdo con su proceder, lo aplaudían y obedecían ciegamente. ¿Por qué? Porque AMLO era la encarnación misma del poder. Pero luego del 2 de julio, de los resultados adversos para AMLO -que no adversos para el PRD y menos para una buena porción de sus compañeros que consiguieron porciones reales de poder-, se rompió la lógica que le dio razón de ser a su explosivo liderazgo. Y con ello se diluyó el cemento que sirvió para edificar al caudillo.

Fracasadas sus ambiciones presidenciales y pulverizado el poder real en disputa -que se repartió entre los camachistas, a través de Marcelo Ebrard en el GDF y "Los Chuchos", que controlarán una buena parte del Congreso, la Asamblea Legislativa y las jefaturas delegaciones-, AMLO parece haber regresado a su calidad de mero líder social que no sólo reniega de las instituciones que lo llevaron a donde está -y hasta renegar de su partido-, sino que combate esas instituciones que, según él, intrigaron para impedir que fuera el presidente de los mexicanos. El caudillo empieza a dejar de serlo y por eso cambió de carril. Dejó el carril institucional y de partido, para regresar a su origen, al del líder social, en tanto que el partido lo dejará a él para capitalizar su nuevo papel en la geometría política.

Por lo pronto, López Obrador consiguió un primer golpe de mano, al ordenar bloquear el Congreso -y a la provocación logró la respuesta esperada, la intervención policiaca que de inmediato fue convertida en acto represivo-, el recinto donde Vicente Fox rendirá su último informe y en donde protestará la nueva legislatura en la que el PRD tendrá el mayor peso político y numérico de su historia. Pero también se intentará bloquear la ceremonia del grito y el desfile militar del 16 de septiembre. Una provocación clara a las instituciones que busca precisamente la represión. Pero con ello también debilita lo que en el propio Congreso logró su liderazgo: la capacidad de influir, de manera fundamental, en las reformas del nuevo gobierno.

Y ya están presentes las fracturas y el cuestionamiento al caudillo. Un sector nada desdeñable del PRD, PT y Convergencia empujan una tregua para levantar el bloqueo 1, 15 y 16 de septiembre -a lo que se opone AMLO-, y que marcará el principio de la ruptura final. Y sólo es cuestión de tiempo, ya que luego del 1 de septiembre -cuando asuman sus cargos los nuevos diputados y senadores del PRD, PT y Convergencia-, y del 1 de diciembre -cuando pudiera tomar posesión como nuevo presidente Felipe Calderón-, habrán terminado los días del caudillo, porque el poder real estará en el Congreso. Y en el PRD son pocos los que le apuestan a quedarse fuera. Y si no, al tiempo.

aleman2@prodigy.net.mx

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