16 de agosto de 2006

De la meseta al acantilado

Juan Molinar Horcasitas
El Universal
16 de agosto de 2006

Hace unos cuantos meses parecía que Andrés Manuel López Obrador conduciría a su partido, el PRD, a una nueva etapa en su historia. Colocarlo en niveles de votación superiores a 30%, dotarlo de su mayor bancada en la historia, y extender su área de influencia más allá de unos cuantos bastiones no era poca cosa. Hoy parece que López Obrador no ha sabido establecerse en esa nueva meseta y que prefiere seguir de frente hasta arrojarse, con todo y su partido, a un acantilado.


Este cambio de fortuna tiene muchas causas, que en el futuro habrán de estudiarse. Hoy aventuro una conjetura: los efectos perversos de la ambición personal, de los reflejos autoritarios y de la incultura de López Obrador, se han exponenciado a causa del contexto de miedo y veneración con que lo han rodeado sus seguidores. Esta mezcla de personalidad y contexto han producido en él una actitud política que ya raya en el delirio. A muchos de sus más duros seguidores los entusiasma y endurece aún más, pero a los más racionales y moderados los preocupa o de plano los revela. Por ello, vemos que, por un lado, muchos de los personajes públicos que lo apoyaron en su periplo político, desde el desafuero hasta la elección de 2006, han empezado a separarse de él, por su propia decisión, pero también vemos que otros porque han sido expulsados por los más fanáticos prosélitos del político tabasqueño.

López Obrador ha metido a su partido político en un túnel del tiempo. Cuando todo mundo podría pensar que las viejas discusiones sobre democracia o revolución habían quedado atrás, hoy López Obrador las regresa. Y las regresa para mal.

En la década de los 70, la izquierda mexicana discutía intensamente esa dicotomía porque los núcleos fuertes de la izquierda mexicana estaban ponderando el abandonar la vía armada e insurreccional para sumarse a la vía cívica y política que se les ofrecía. La reforma política de los años setenta les planteaba esa disyuntiva sin matices: para acabar con la guerra sucia, había que abandonar la insurrección y enterrar las armas. Para facilitar la decisión, se les ofreció desde el Estado el acceso pleno al sistema electoral. La izquierda de entonces, centrada en el Partido Comunista, decidió bien. Al enrolarse en la vida cívica y el sistema electoral, abrió para los suyos y para toda la política mexicana, una ruta de paz y civilidad.

Ciertamente, durante algunos años, los políticos de izquierda continuaron su debate, pues muchos de los dogmas revolucionarios se mantenían latentes. La caída del muro de Berlín, la desaparición de la Unión Soviética y los propios avances de la izquierda en la vía electoral parecían haber dado fin a las tentaciones autoritarias y revolucionarias de la izquierda. Los grupos extremistas violentos no encontraban apoyo ni justificación de los líderes de los principales partidos de izquierda, que se fueron fusionando hasta ser hegemonizados por el PRD. Ni siquiera las tentaciones seudorevolucionarias de Marcos y el EZLN parecieron destruir las convicciones democráticas del núcleo fuerte de la izquierda mexicana. López Obrador está a punto de cambiar todo ello.

Su llamado a la purificación de la política y a la reforma total de las instituciones no es un corrimiento radical hacia los límites de la política democrática: es un rompimiento total con la democracia. López Obrador no quiere reformar las instituciones: quiere derruirlas para amoldarlas a su concepción chabacana de la historia de México. Quiere amoldarlas a su personalidad, pues él no se cree representante del pueblo: se cree su encarnación.

Su movimiento de inconformidad ya no es una acción de resistencia civil pacífica: es el rechazo a un sistema político porque en esta ocasión no le dio el triunfo. Es el fruto de la desilusión, de la frustración ante la derrota. Es, a fin de cuentas, la ceguera de la ambición vulgar.

En los próximos días, muchos perredistas más tendrán que tomar decisiones: si el Partido de la Revolución Democrática no reacciona a tiempo, será arrojado por su caudillo del momento hacia una aventura en la que nada bueno podrá ganar, en la que nada bueno podrá aportar.

juanmolinarhorcasitas@hotmail.com
Diputado federal (PAN)

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