26 de agosto de 2006

El Grito: Fox contra AMLO

Yuriria Sierra
Excélsior - Nudo gordiano
26-08-06

Ayer dijo, en Dolores, que muchas gracias por la invitación, pero que él tiene que "cumplir con sus obligaciones". Eso sí, a sus paisanos guanajuatenses les adelantó un gritito, para que no se quedaran con las ganas. Vicente Fox lo confirmó ayer a todas letras: que el 15 de septiembre estará en el balcón de Palacio Nacional dando el Grito de Independencia. Esto, después de la rebambaramba armada por la actual situación poselectoral.

¿Por fin solos? Esta columnista, a la que a veces le da por pensar en escenarios chiflados nomás por puro divertimento, se ha preguntado en varias ocasiones qué habría pasado si Fox y El Peje hubieran sido contrincantes en las urnas y en campaña. Dado que la reelección presidencial no existe en nuestro país, Chente no tuvo ocasión de buscarla y AMLO de disputársela. Sin duda, hubiera sido un duelo delirante y espectacular.

Pero le tengo una noticia: el sexenio no terminará sin que ambos políticos, con toda la repugnancia que se profesan mutuamente, hayan tenido la ocasión para medirse las espuelas y las plumas. Ésta será la primera —acaso única— vez que Vicente Fox y López Obrador estén cara a cara y en el mismo ring dispuestos a picarse los ojos y desangrarse las entrañas como despedida sexenal.

Razones lacanianas. Alguna vez leí que en política no existe mayor placer que el de "medirse" con un adversario similar: el espejo como el más afrodisiaco de todos los combates (machos alfa, al fin y al cabo). Fox sabe que ganó la Presidencia por su carisma, por su lengua sin pelos y por su imagen popular ("es como nosotros", sentía buena parte del electorado). AMLO estuvo a punto de ganar la Presidencia exactamente por las mismas razones. Lógico es que experimenten el uno frente al otro una suerte de amor/odio que sólo puede (o cree poder) resolverse a través de la confrontación directa y sin concesiones.

Vicente Fox y Andrés Manuel: bête noire el uno del otro. Bestia negra el uno del otro. Es una casa de espejos: el de la derecha y el populista, ambos peso completo de la clase política nacional. Y van a medirse los precios el próximo 15 de septiembre. Cada uno medirá su valía en la medida en que el otro pierda, recule o resulte humillado. Pero hay una fatalidad griega a mitad de todo este asunto: el 15, día del Grito, para ambos será algo así como la noche de bodas de odio. Y ambos quedarán sellados para siempre, amén del desarrollo que tenga el acontecimiento.

Razones políticas. Evidentemente, por muy tocadiscos que estén nuestros políticos, ninguno se va a poner a tragar lumbre si no creen que en ello se están jugando algo de la mayor importancia para su proyecto político. Vicente Fox seguramente estima que si "le deja la plaza" a López Obrador el día del Grito, habrá sido tanto como fracasar en todo su proyecto de gobierno. Y éste, a su vez, estimará que si le cede el Zócalo al Presidente será renunciar por completo a su movimiento y a su capital político (ya de por sí lastimado debido a sus propias decisiones).

Andrés Manuel sabe que para el 15 de septiembre estará definida la calificación del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación: sabe que para esas fechas, México seguramente tendrá un Presidente constitucional (Vicente Fox), un Presidente electo (Felipe Calderón) y él, en su guerra perdida, tratará de construir una nave dura para no naufragar en los años venideros. Por eso adelanta que dará el Grito y se autoproclamará "Presidente legítimo" de los mexicanos a la mañana siguiente: durante la realización de la denominada "Convención Nacional Democrática". AMLO quiere provocar al Poder Ejecutivo actual, para que unos garrotes legitimen realmente su movimiento y para blindarse de ir cayendo paulatinamente en el olvido. Pero Fox también quiere provocar al Peje y a sus huestes para deslegitimar su causa: si agreden al Presidente durante la ceremonia del Grito, Andrés Manuel estará cometiendo el mismo (o peor) error que cometió con el "cállate, chachalaca" durante su campaña.

Así pues, ambos se enseñan los dientes, pero también se abren ambos la camisa. Con la Plaza de la Constitución tomada por los campamentos, López Obrador tiene todos los incentivos para "reventar" la noche del Grito, pero a la espera de que la fuerza pública intente sofocar su movimiento. Y Fox tiene todos los incentivos para "aguarle la fiestita" al Peje, pero a la espera de que éste se salga de sus casillas o no logre controlar a sus huestes para que queden exhibidos como un movimiento peligroso.

Razones simbólicas. México construyó, durante décadas, todo un entramado simbólico que reemplazó al entramado institucional que todo sistema democrático hubiese debido tener. Los rituales llenaron los vacíos que, en un sistema hegemónico como el priista, generaba. La cargada, el tapado, el Grito, el besamanos, el propio Informe y muchos otros ceremoniales que se antojan en ocasiones propios de una monarquía más que de una república, obtuvieron, sin embargo, un peso contundente en la percepción (ya casi en el código genético) del pueblo y la clase política mexicana. Así pues, Fox y Andrés Manuel no sólo pelearán en el espejo, no sólo disputarán la plaza: están quizá sobre todo, disputando por adueñarse simbólicamente del inconsciente colectivo de la sociedad mexicana.

yuriria_sierra@yahoo.com

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