25 de agosto de 2006

Odio

Ciro Gómez Leyva
Milenio - La Historia en Breve
25/08/2006

Las amenazas no son lo más importante. Tampoco los arteros adjetivos, ni las mentiras esperpénticas. Lo notable es el odio que hay en esos mensajes. El mal que desean.

Al igual que otros periodistas, he recibido en los últimos días una cantidad inusual de correos electrónicos y de anónimos sobre lo que los remitentes consideran que ha sido mi desempeño en el conflicto poselectoral.

Los mensajes críticos son el pan nuestro del oficio. Y a fin de cuentas, el juicio del lector, radioescucha o televidente es inapelable. Pero nunca habían estado cargados de tanto odio.

Lorenzo Meyer escribió ayer un espléndido artículo sobre la intemperie de guerra en que nos encontramos. Para los que observan el país desde arriba, la parte de abajo resulta políticamente incomprensible, porque siguen a un “líder mesiánico” o porque “se volvieron locos”.

Y para los que ven desde abajo, todo lo de arriba es inaceptable, porque es el espacio de los “corruptos sin llenaderas”. Puntualiza Lorenzo: “El "otro" ya no es el opositor con el que se tiene y se debe negociar, sino un enemigo a destruir”.

Un querido colega de la radio me preguntó ayer qué debíamos hacer ante los mails jodidos y a veces aterradores. Le respondí que lo único que se me ocurría era tomar nota y seguir trabajando con la mayor puntualidad periodística posible, independientemente de que muy pocas personas estén interesadas en escuchar y discernir.

Los “de abajo” sólo quedan satisfechos con el grito de ¡fraude! y los de “arriba” con la descalificación bruta de la insurrección lopezobradorista.Unos y otros ven su propio programa de televisión, escuchan su propio programa de radio y leen su peculiar artículo en la prensa. Es el signo de este tiempo. Quejarse es absurdo y estéril.

Por eso creo que el único norte posible es el periodístico: tratar de registrar bien la información, de procesarla bien, de presentarla bien.Pero el odio... ¿Remontaremos algún día este odio? Ojalá. Con sensatez y reconocimiento de que este capítulo no puede concluir con ganadores y humillados, y de que México no aguantará un ciclo más con la realidad infernal de los de arriba y los de abajo.

El 2 de julio no puede ser una pérdida de voz, ni esas elecciones deben inaugurar una severidad donde no haya lugar para la comprensión y, sobre todo, la risa.

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