24 de agosto de 2006

PRD: se desinfla la opción de la ruptura

Carlos Ramírez
El Financiero - Indicador Político
24 de agosto de 2006

¿No te arredra, Catilina, ni la alarma del pueblo?
Cicerón (*)

AMLO: solo; de plantonista a ambulante

Si los plantones y campamentos en el corredor Zócalo-Madero-Juárez-Reforma fueron instalados para obligar al Tribunal Electoral a anular las elecciones presidenciales, las presiones sociales han comenzado a doblegar la lucha de Andrés Manuel López Obrador. La apertura de cruces en Reforma fue una derrota política del PRD.

Pero lo grave no es llevar la discusión al terreno de los plantones. En el fondo, el conflicto postelectoral de López Obrador perdió la batalla cuando se erigió en el presidente de México ante Estados Unidos a través de Univisión y cuando redujo su protesta a la exigencia de reconocimiento de su victoria electoral. Lo que iba a ser una batalla por la democracia disminuyó a una vulgar lucha personal por el poder.

Las derrotas de López Obrador no han terminado ahí. Tuvo que ceder su espacio político para que el Ejército pudiera realizar su desfile militar el próximo 16 de septiembre. Su decisión de impedir la entrega de la constancia de presidente electo a Felipe Calderón será una mera protesta ruidosa y de jaloneos. Y el PRD ya llegó a la conclusión de que no puede impedir la toma de posesión de Calderón porque entonces estaría provocando una gravísima ruptura constitucional que quiere dejar al país sin presidente de la República.

Asimismo, la lucha postelectoral de López Obrador en el DF no ha prendido en otras partes de la República. El conflicto de violencia en Oaxaca se radicalizó con su propia agenda y no pudo enrolarse con el PRD capitalino. En Chiapas, la victoria del candidato perredista Juan Sabines implicaría una victoria paradójica para Calderón y una relación institucional que comenzaría con el reconocimiento a Calderón como presidente electo. Y si Sabines pierde en el recuento, carece de fuerza política para realizar un conflicto postelectoral local.

Y viene también la reorganización de la coalición con el desprendimiento de Convergencia, anunciada desde hace tres semanas por el coordinador de la bancada de este partido en la Cámara, Jesús Martínez Álvarez, en artículos escritos en La Crónica. Convergencia dio un impresionante salto cualitativo con el PRD pero podría perder más si se embarca en las movilizaciones de violencia. Dante Delgado, como antes Martínez Álvarez, ya le dieron su voto de confianza al IFE y van a reconocer su dictamen final.

En todo caso, y sólo hasta ahora, López Obrador ha podido reforzar su control sobre el espacio político del Distrito Federal. El jefe electo de Gobierno, Marcelo Ebrard, ha perdido espacio de legitimidad política por su subordinación a la batalla postelectoral del candidato presidencial perredista que perdió las elecciones. La disminución del apoyo a López Obrador, reconocida por él ante el Financial Times, también ha afectado a un Ebrard que avala y alienta campamentos en Reforma y que participa como orador lopezobradorista en el Zócalo.

Y para completar el cuadro, López Obrador no pudo lograr que los legisladores electos perredistas se negaran a tomar posesión de sus cargos. Y de manera adicional, las coordinaciones de las bancadas en las dos cámaras quedaron en manos de perredistas ajenos al grupo dominante de López Obrador. Aun con su lenguaje radicalizado por las circunstancias, Carlos Navarrete y Javier González Garza son políticos de la propuesta y la negociación y responden a la idea de que el PRD no es propiedad de López Obrador.

De ahí la percepción de que López Obrador haya perdido no sólo las elecciones sino la batalla postelectoral. Y su derrota obedece no sólo al error estratégico de autoproclamarse presidente de la República y desviar su lucha del objetivo democrático a la meta egoísta de tener el poder, sino sobre todo a la ausencia de una propuesta política de largo plazo. Ahí Felipe Calderón le ganó la iniciativa cuando convocó a la negociación de la reforma política pactada para perfeccionar la democracia, en tanto que López Obrador amenazó con una revolución para cambiar "como sea" el sistema y "purificar" la política.

Desde su condición de candidato casi empatado, López Obrador tuvo en sus manos la gran oportunidad de lanzar la iniciativa de reforma política por la democracia. Su asesor Manuel Camacho ha escrito ensayos y libros en ese sentido. Pero al final de cuentas el país se ha percatado que López Obrador no es un político ni un gobernante sino un agitador social que utiliza las instituciones y reglas democráticas para ganar posiciones pero se niega a aceptar esas reglas del juego cuando pierde. Camacho redujo su talento político -a estas alturas del partido- a un simple plantonista ideológico.

Si en el fondo del conflicto postelectoral se localizaba el agotamiento del viejo sistema político priista, entonces la protesta debió de haberse encauzado a la transición o la reforma política. Y ahí Calderón ha comenzado, aunque debiera de ser más reiterativo, a desglosar su mensaje en discursos cotidianos y en imponer el tema de la reforma política democrática como el eje del debate para aislar más a López Obrador.

Cuando el TEPJF dictamine la presidencia electa de Calderón, López Obrador quedará como un ambulante ilegal en Reforma.

(*) Mientras permanezca el plantón que lesiona al ciudadano en Zócalo-Madero-Juárez-Reforma, este epígrafe se va a plantar en Indicador Político.

cramirez@lacrisis.com.mx

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