21 de agosto de 2006

Si no con votos, de perdida con milagros

Carlos Marín
Milenio - El asalto a la razón
21/08/2006

"Con todo respeto…" había sido la premisa que Andrés Manuel López Obrador degradó hasta convertirla en cédula de impunidad para ofender y calumniar.

Repetitivo en sofismas como se ha revelado para necear con su pretensión de alzarse con una Presidencia que él mismo hizo inalcanzable para sí, ayer comenzó a retorcer otra expresión válida sólo cuando se especula con hipótesis viables: "No es aventurado decir…".

Con el propósito evidente de azuzar a sus porras contra el predecible fallo del Tribunal Electoral, dijo esto en el mitin de ayer:

"Por eso estamos aquí en resistencia civil, esperando a que el Tribunal resuelva en definitiva sobre el resultado de la elección. Aunque también sabemos que nuestros adversarios —porque no nos estamos chupando el dedo— tienen sometidos a fuertes presiones a los magistrados, y no es aventurado decir que están a la orden del día los cañonazos de dinero, o los ofrecimientos de cargos públicos para el futuro".

O sea, hay que entender que si el Tribunal no le regala el cargo que perdió el 2 de julio, será porque los magistrados vendieron su decisión.

La mina de insania que explota el candidato de una coalición que ha desmentido su proclama de trabajar "por el bien de todos" es inagotable.

El viernes, por ejemplo, se colgó de uno de los personajes más detestados por López Obrador, el empresario Carlos Ahumada, al dar por cierta su "confesión" (¡suposiciones!) acerca del primer "complot", surgida en un "interrogatorio" de 40 horas ante la civilizada, imparcial y comedida policía política cubana.

Aunque sea por canija congruencia, ¿por qué toma un pedazo de aquella declaración y acepta como verdad también la parte en que el empresario acusó a su gobierno de querer extorsionarlo?

Una tercera variante (igualmente bochornosa) de su estrategia de engaños es la fantochada de la "peregrinación" que centenares de sus adeptos hicieron este sábado a La Villa, con estandartes de la Virgen de Guadalupe y toda la cosa, para rogar (no se atrevieron a "exigir") por el milagro de que López Obrador cumpla su capricho de vivir en Palacio Nacional.

La osadía de esos feligreses (de la Iglesia de la Democracia que parece querer fundar el candidato a puros golpes de fe en cada una de sus afirmaciones, por más descabelladas que sean y a pesar de que unas contradigan a otras, como la grotesca del "fraude cibernético" devenido "a la antigüita") coloca al estadista de sus sueños en un predicamento: si el milagro no se produce, ¿querrá decir que "ni Dios" lo quiere de Presidente?

De ser así, como el Don Juan de Zorrilla, siempre podrá justificarse:

"Llamé al cielo y no me oyó, pues que sus puertas me cierra, de mis pasos en la tierra responda el cielo, ¡no yo..!"

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